Uruguay / La puerta giratoria: entre la cárcel y la situación de calle [Fiorella Ciapessoni - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 17 12:54:14 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

17 de marzo 2019

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Uruguay



Entrevista a Fiorella Ciapessoni, criminóloga especializada en personas en
situación de calle



La puerta giratoria entre la cárcel y la situación de calle



Los efectos del encarcelamiento exceden a la sanción penal y tienen costos
asociados para la comunidad.



La Diaria, 16-3-2019

https://findesemana.ladiaria.com.uy/



Fiorella Ciapessoni es socióloga y está terminando un doctorado en Políticas
sociales y Trabajo social en la Universidad de York, en Inglaterra. Su tesis
tiene que ver con el vínculo entre el delito, la privación de libertad y la
situación de calle en Montevideo. Es una de las pocas académicas con este
enfoque. Desde 2005 estudia el tema; sus tesis de grado y de maestría fueron
sobre la situación de calle. Es integrante del Núcleo de Análisis de la
Criminalidad y la Violencia y docente en la Universidad de la República.



Las personas en situación de calle presentan extrema vulnerabilidad en áreas
clave, como salud, educación, empleo, entre otras. Su esperanza de vida está
entre los 45 y 50 años. Tienen diez veces más probabilidades de suicidio que
la población general. 94% son varones adultos solteros. 64% tiene menos de
40 años, uno de cada tres tiene entre 31 y 40 años. 55% tiene menos de seis
años de educación. El empleo más común: cuidacoches (60%). 80% consume
sustancias y seis de cada diez pasaron por la institucionalización.



La situación de calle aparece como una consecuencia colateral de la
experiencia de privación de libertad. El encarcelamiento masivo y los
limitados recursos para programas son parte del problema. 40% de las
personas liberadas que salen a vivir en las calles regresan a la cárcel
entre seis y nueve meses después.



Se habla de que estar en esta situación acarrea múltiples y graves
desventajas, que, sumadas al estigma que padecen las personas por vivir en
la calle, generan una exclusión muy severa. Algunas de las más comunes son
la ruptura de vínculos, la falta de recursos, la poca educación, los
problemas de salud, el abuso de sustancias y haber pasado por la cárcel.



“Las personas no terminan en la calle como si fueran una baldosa, hay un
montón de exclusiones por las que pasaron que condujeron a ese lugar. Hay
que ver esos problemas entrelazados para atender desde la política”, dice
Ciapessoni, que considera que Uruguay es un país que se encarga de esta
problemática, que está aumentando “porque hay otro tipo de problemas que no
se están atendiendo y desembocan en esto”. Al respecto, conversó con la
diaria.



-¿De qué hablamos cuando hablamos de situación de calle?



Hablamos de personas que habitan a la intemperie en espacios públicos y
llevan consigo sus pertenencias, sin un lugar que pueda caracterizarse como
vivienda. También se considera a las personas que habitan en refugios o
centros nocturnos, que no tienen un alojamiento estable. Muchas veces se
tiende a pensar que las personas que están en situación de calle son como un
gran conjunto de personas que están fijas ahí, pero no. Hay una cuestión con
la movilidad de estas personas, modifican su situación residencial cada vez
que tienen la posibilidad de hacerlo. Cuando consiguen una pareja o un
empleo que les permita dejar de vivir en la calle lo hacen. Estas personas
son inestables residencialmente, cada vez que pueden se alejan de esa
situación, cada vez que pueden van a dormir donde consiguen hacerlo. Eso
hace parte de la explicación del fenómeno, porque a la hora de trabajar en
política hay que pensar en la inestabilidad residencial. Los problemas de
salud mental y de uso problemático de sustancias, y el vínculo con el
sistema penal son determinantes. Las personas declaran tener esos problemas,
pero no han recibido tratamiento.



-Lo que vemos en 18 de Julio (principal avenida de Montevideo), en
particular en las inmediaciones de la Plaza de los Bomberos y el Banco
República, ¿es representativo?



Si hablamos de situación de calle y pensamos en las personas que duermen en
la agencia 19 de Junio del Banco República estamos hablando de la definición
más estricta: personas que no tienen dónde estar y que están en el extremo
de la exclusión sociohabitacional. Esa es la idea de intemperie. Pero la
situación de calle es mucho más que eso y tiene que ver con la idea de
inestabilidad. Si no introducimos esta idea nos quedamos hablando sólo de
las personas que duermen a la intemperie o en refugios. Si observamos la
inestabilidad vemos que es un fenómeno mucho más amplio. Ahí es donde entra
la dimensión de la vivienda y se puede entender esto como un problema
estructural. Hay ciertas personas que no acceden a una solución
habitacional, y capaz que no tienen ningún tipo de problema, sino que el
empleo no les da para pagar lo que el mercado pide.



-Decís que la salud mental y el uso problemático de sustancias no son causas
sino consecuencias de la exclusión social.



Ni la salud mental ni el abuso de sustancias son causas que originan la
situación de calle, ni siquiera están asociadas directamente. Estos
problemas están asociados con la victimización temprana, ya sea en la
familia, durante la niñez o la adolescencia. En general, han estado privados
de libertad. Hay un impacto muy alto de las experiencias de victimización
dentro de la cárcel para la salida. La evidencia muestra que cuando alguien
sufre –como víctima directa o como testigo de victimización dentro de la
cárcel– queda afectado profundamente en lo biopsicosocial, y eso impacta
directamente en las probabilidades de que se reintegre de forma eficaz a la
sociedad, menos aun si no hay una política o instituciones que lo amparen.



-¿Cómo son las experiencias de institucionalización y qué provocan?



La experiencia de institucionalización más común para las personas que
duermen en la calle es la privación de libertad. Entre 60% y 75% ha pasado
por la cárcel. Se dice que hay más personas en situación de calle porque hay
más gente encarcelada, por ende hay más gente que sale de la cárcel. Hay
cada vez más gente en situación de calle porque hay otros problemas que los
están originando. Hay una falla institucional que está provocando que esto
pase. Si no hay programas que trabajen durante la privación de libertad, va
a ser cada vez peor.



-Las soluciones habitacionales, de las que no se habla dentro de la cárcel,
son un determinante fuerte para la reincidencia.



Tiene que existir la solución habitacional como posibilidad desde que la
persona sale de la cárcel, previendo cómo se puede ahorrar la situación de
calle. Además de que no se habla dentro de la cárcel, seguimos el “modelo de
escalera”, que todas las evidencias demuestran que no funciona como solución
habitacional. Primero se ingresa en un refugio nivel 1, después se pasa al
nivel 2, y cuando se llega al nivel 3 se está potencialmente preparando para
llegar a una casa. Y la realidad es que no va a llegar nunca, porque en ese
régimen no llegás nunca. Al evitar hablar de una situación habitacional
distinta a un refugio, lo que estás haciendo, en parte, es seguir culpando
al individuo, sea porque tiene una patología psiquiátrica, un abuso de
sustancias o una ruptura de vínculos hace diez años. No hay que trabajar en
la inestabilidad residencial cuando el resultado ya está, sino antes. La
solución habitacional es la gran ausente en toda esta discusión. Se deja de
lado la cuestión de la vivienda, como si no fuera parte de la solución.
También es una discusión de salud pública. Son potenciales portadores de
problemas de salud, son víctimas de abuso y violencia. Es algo que cuentan:
les tiran agua caliente, les queman sus pertenencias, los hacen despojarse
de todo lo que les pueda quedar de lo que alguna vez fueron.



-¿Se discute sobre políticas de vivienda cuando se piensa en los egresos?



La discusión sobre vivienda es la gran ausente porque no hay ninguna
política de vivienda que esté por detrás de esto, más allá de la
recientemente inaugurada posada de medio camino de la Dirección Nacional de
Apoyo al Liberado [Dinali]. Fuera de esto y de los refugios no hay nada. No
todas las personas que salen de la cárcel quieren ir a un refugio ni
continuar la institucionalización. Necesitamos otro tipo de soluciones, en
las que se generen herramientas para que las personas puedan sostener
autónomamente una vivienda. Hay personas que no pueden hacerlo de manera
autónoma, y ahí pueden contar con un equipo, pero no todo el mundo lo
precisa.



-La situación de calle es un fenómeno masculinizado.



Desde el inicio del tema, en el que se acuñó el término homeless, siempre se
pensó en varones que se movían de ciudad en ciudad en busca de trabajo y
tenían algunos problemas. Las mujeres fueron siempre invisibilizadas, antes
ni siquiera se estudiaban. Las mujeres tienden a poder tender redes de
soporte, que evitan que terminen en la calle. Si bien son un número
minoritario, tienen las peores desventajas. Son víctimas de violencia, de
abuso sexual desde muy chicas, tienen problemas graves de salud mental, les
sacan a sus hijos desde que son niñas. El abuso y la violencia familiar
aparece siempre en estos casos, son grandes precipitadores de la situación
de calle. En general son los padres los que ejercen la violencia. Esto
también aplica en el caso de los varones jóvenes; muchos se van de sus
hogares porque son una fuente de violencia. No soportan más la situación y
se van a “un lugar mejor”, aunque ese lugar sea la calle. La peor situación
la atraviesan las personas trans que están en la calle, que si bien es un
número menor en comparación, sufren una violencia superior. Hay que
diversificar las soluciones habitacionales de acuerdo a las necesidades y
los problemas que tengan las personas. No es lo mismo una solución para una
mujer con hijas o hijos que para un varón que sale de la cárcel.



-La mayor reincidencia luego de la privación de libertad en las personas que
duermen a la intemperie se produce entre los seis y nueve meses.



Eso responde a que los servicios que deberían aparecer cuando salen de la
cárcel no aparecen. En lugar de tener una visión integral de la persona y de
los riesgos a los que se enfrenta, es librada al azar y ahí se produce el
delito. En general son delitos menores, no violentos, y tienen penas cortas.
Son delitos que tienen que ver con la subsistencia. Además, la falta de
soporte familiar, por la ruptura de vínculos provocada por la cárcel, genera
un desamparo muy alto; ahí aparece el delito.



-“Todos vuelven”.



Todas las personas que pasaron por el sistema penal van a volver. Es un
hecho, es algo que tenemos que saber. Tenemos que pensar en cómo vamos a
recibir a esa población. Si vamos a seguir en una tesitura de rechazo y de
no querer saber nada va a seguir pasando todo lo que está pasando, que es
que cada vez tenemos peor percepción sobre la seguridad y que la
inseguridad, de hecho, nos explota en la cara. En cambio, pensar en cómo
recibimos a estas personas, sabiendo que van a volver, podría hacer que las
cosas fueran distintas. Tenemos problemas muy graves de violencia dentro de
las cárceles uruguayas. El reingreso a la sociedad no es fácil para ninguno
de los liberados, porque además de que adentro de la cárcel seguro
atravesaron situaciones de violencia, se agrega la complejidad que tiene que
ver con reconstruir los vínculos familiares que se rompieron producto del
encarcelamiento. Encima, si no tenés trabajo, vivienda y ningún servicio que
te apoye se complica; ahí aparece la reincidencia.



-¿Cómo entra la idea de desistimiento, del alejamiento del mundo del delito,
en este escenario?



El sistema penal es uno de los grandes generadores de inestabilidad
residencial de las personas. No sólo por el impacto que genera a nivel
biopsicosocial, sino por lo que produce el estar “entrando y saliendo”. La
idea de desistimiento no cree que haya un corte abrupto del delito, sino que
piensa que el delito es algo que va bajando gradualmente en intensidad y
gravedad. Con el apoyo institucional en cuestiones básicas, como el empleo o
la vivienda, se produce un cambio muy grande, porque se genera estabilidad.
Tener un lugar para estar, para establecer una rutina alejada de lo que
genera la cárcel, es un aporte para que paulatinamente te puedas alejar del
delito. La estabilidad puede ayudar a que la reincidencia baje. Para pensar
en el desistimiento hay que pensar en la integralidad: empleo, vivienda,
apoyo biopsicosocial. Cuando se genera la idea de estabilidad puede suceder
el alejamiento del delito.



-Decís que hay una puerta giratoria entre la cárcel y la situación de calle.



El vínculo entre la cárcel y la situación de calle existe, pero no se sabe
qué conduce a qué, si la situación de calle origina el delito, y
consecuentemente la privación de libertad, o si la privación de libertad
provoca la situación de calle como un resultado. Hay una idea de puerta
giratoria porque las personas que pasan por el sistema penal cuando salen no
tienen dónde ir y se alejan, hay un aislamiento social. Muchas veces no
tienen un hogar, no quieren ir a un refugio o no quieren volver al barrio
para no reencontrarse con sus pares. Toda esta situación te lleva a estar en
esta puerta giratoria: salís y volvés a entrar. Cuando no se trabaja para
tratar de cortar ese círculo vicioso se convierte en una puerta giratoria.
Si no hay políticas de egreso específicas para atender estas situaciones y
la vuelta a la comunidad no hay forma de cortarlo.



-¿Cómo trabajan las políticas de egreso en Uruguay?



Los cambios en la Dinali (Dirección Nacional de Apoyo al Liberado) y la
construcción de la posada de medio camino son avances evidentes. El sistema
penal tendría que trabajar más asociado con otros programas, como el
programa de calle del Ministerio de Desarrollo Social. El egreso
penitenciario necesariamente tiene que trabajarse con el afuera. La realidad
nos dice que seis de cada diez personas que están en la calle pasaron por el
sistema penitenciario. Hay un vínculo que hay que cortar. Esto lo está
generando el sistema penal. Tenemos la tasa de prisionización más alta de
América Latina. Cae más gente presa y sale más gente liberada. Esto hace que
exploten otras cosas, como el fenómeno de las personas que duermen en la
calle. Hay que trabajar en el sistema penal antes de que esto pase. Apoyar
en procesos de liberación que se anticipen a estos problemas, comprender
cuáles son los problemas que tienen estas personas, saber si ya ingresaron
estando en situación de calle o no, saber a dónde van a ir. Es fundamental
trabajar en egresos planificados, que consideren la dimensión residencial
unida a la dimensión vincular y al sistema de salud. Es fundamental también
comprender longitudinalmente la vida de estas personas, poder tener
información previa sobre ellas, no sólo para saber sobre sus trayectorias
residenciales y planificar los egresos de la cárcel, sino además para saber
qué les pasó en otras dimensiones, en su familia, en la salud. Son indicios
para planificar el egreso y para que la vuelta a la comunidad sea menos
costosa también para la sociedad.



-¿Por qué pensamos en soluciones habitacionales de corto plazo?



Tenemos que cuestionarnos por qué pensamos en soluciones habitacionales que
no son seguras, que son transitorias. Por qué no animarse a tratar de que
estas personas puedan vivir autónomamente, acompañarlos desde otro lado,
desde otro tipo de soluciones habitacionales. Tendemos siempre a seguir
institucionalizando a las personas. En el sistema de refugios reina esa
cabeza, parece que nos gusta tutelar a la gente. En otros lugares del mundo
hay otras alternativas, como el subsidio de alquileres, con equipos
multidisciplinarios que acompañan desde la reducción de daños. Se comprende
a la vivienda como el puntapié, porque es lo primero que tiene que tener una
persona para poder trabajar otras cosas, como la falta de empleo, los
problemas con las drogas, etcétera. La vivienda es un derecho, y no algo que
te voy a dar “si te portás bien”. Porque esta población, además, no es “la
que se porta bien”.



-¿Qué pensás de quienes dicen que es un derecho vivir en la calle?



Un derecho es tener una vivienda, no vivir en la calle. Puedo entender que
haya personas que digan que están acostumbradas a vivir en la calle, que
están desde muy chicos y que no se imaginan en otro lado, pero si pensamos
que eso es un derecho les estamos quitando su derecho real, que es vivir en
una vivienda. El hogar es fundamental, es fuente de confianza, de seguridad,
de estabilidad. Medidas como la ley de faltas no ayudan en nada a la
seguridad y la convivencia. Seguimos viendo a las personas en situación de
calle como inferiores e inhumanas, creyendo que además de todo requieren que
se las penalice por su condición. Una cosa es ir contra las medidas que
criminalizan a esta población, que nada bien hacen, pero otra es decir que
las personas tienen derecho a vivir en la calle. Tienen derecho a tener una
vivienda, a una solución habitacional, a tener un lugar a dónde ir. La calle
no es hogar para nadie. La calle no es un hogar. Las personas que duermen en
la calle tienen peores indicadores en absolutamente todo. Una persona tiene
derecho a estar en una vivienda, sea cual sea el problema que haya tenido.
Ya sea una patología, el abuso de sustancias o si cometió un delito. Las
personas tienen derecho a habitar una vivienda y el Estado tiene que hacerse
cargo de eso.

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