Nueva Zelanda/ "El gran reemplazo": de la paranoia al discurso del odio [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 24 11:04:42 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

24 de marzo 2019

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Nueva Zelanda

 

"El gran reemplazo": de la paranoia al discurso del odio

 

El temor a un supuesto ocaso de la civilización occidental a manos del
islamismo alimenta teorías y redes de supremacistas blancos en distintas
partes del mundo. En la foto, una familia musulmana sale del cementerio de
Christchurch, días después del atentado supremacista El temor a un supuesto
ocaso de la civilización occidental a manos del islamismo alimenta teorías y
redes de supremacistas blancos en distintas partes del mundo. En la foto,
una familia musulmana sale del cementerio de Christchurch, días después del
atentado supremacista.  

 

Pablo Stefanoni *

La Nación, 24-3-2019

https://www.lanacion.com.ar/

 

"Había que rendirse a la evidencia: llegada a un grado de descomposición
repugnante, Europa occidental ya no estaba en condiciones de salvarse a sí
misma, como no lo estuvo la Roma antigua en el siglo V de nuestra era", dice
François, protagonista de Sumisión, la novela del francés Michel
Houellebecq. Un partido musulmán había tomado el poder en Francia y este
profesor de literatura experto en la obra del novelista Joris-Karl Huysmans
consideraba que el nuevo dominio era de algún modo merecido. Europa había
perdido energías y virilidad, carcomida por el progresismo y el
multiculturalismo que habían facilitado su islamización. Los musulmanes
habían transformado su peso demográfico en peso electoral y, ayudados por
los ingenuos socialistas, habían tomado el poder y colonizado hasta la
Sorbona.

 

Brenton Tarrant, el hombre que a mediados de este mes mató a medio centenar
de personas en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, también cree en
la decadencia de Occidente. Como australiano "étnicamente europeo", pensó
que debería pasar a la acción tras un viaje por Europa en el que tuvo una
suerte de epifanía: allí cayó en la cuenta de que el Viejo Continente estaba
siendo invadido por grupos poblacionales no blancos en una especie de
colonización al revés. Y ancló su cruzada en un concepto forjado
precisamente en Francia.

. 

La imagen del "gran reemplazo", término con el que tituló el manifiesto
publicado poco antes de la matanza, fue proyectada por Renaud Camus, un
oscuro escritor francés, para denunciar el "cambio de pueblo y de
civilización". En otras palabras, la sustitución de europeos autóctonos por
inmigrantes no blancos en un proceso provocado por las elites "globalistas"
o, según sus palabras, "reemplacistas". Camus, 72 años, y figura del
submundo gay de los años 70, hoy es un permanente denunciador del declive de
la civilización francesa y un referente en la extrema-extrema derecha. Su
"teoría" es más el nombre de sus obsesiones que un esfuerzo por precisar
analíticamente un problema. "No es un concepto, es un fenómeno evidente,
como la nariz delante de la cara", explicó en una ocasión. "Un pueblo estaba
allí, estable, ocupando el mismo territorio desde hace 15 ó 20 siglos. Y de
golpe, muy rápidamente, en una o dos generaciones, uno o varios pueblos lo
sustituyen, lo reemplazan, y ya no es más el mismo".

 

Pánico civilizatorio 

 

No es casual que el terrorista de Nueva Zelanda esté obsesionado con las
tasas de natalidad y los "diferenciales de fecundidad". De hecho, con la
frase "Son las tasas de natalidad. Son las tasas de natalidad. Son las tasas
de natalidad" comienza su manifiesto de casi 80 páginas titulado
precisamente El gran reemplazo. Hacia una nueva sociedad, y enviado incluso
a la primera ministra Jacinda Ardern. Allí sostuvo que su ataque tenía como
finalidad "vengarse por la esclavitud de millones de europeos ocupados por
los esclavistas islámicos" y escribió en sus armas los nombres de diferentes
"defensores" de la cultura occidental.

 

Tarrant inscribió su ataque en el "gran reemplazo", que en boca de sus
difusores es "un crimen contra la humanidad del siglo XXI". En su manifiesto
declara haber transformado sus puntos de vista durante un viaje a Europa,
especialmente en Francia, donde observó cómo un "exbanquero, globalista y
antiblanco" (en referencia a Emmanuel Macron) se imponía en las elecciones
de 2017 mientras los franceses se volvían minoría en su propio país.

 

"No importa a qué ciudad fueras; los invasores estaban ahí -escribe-. Los
inmigrantes eran jóvenes, llenos de energía y con familias grandes y muchos
niños". En su manifiesto, el joven australiano toma el punto de vista común
entre grupos identitarios: dice no odiar a los musulmanes si ellos se quedan
en sus tierras natales. Ni colonialismo ni inmigración. De hecho, el "gran
reemplazo" promueve una suerte de lucha anticolonial de los "indígenas
europeos" contra los "invasores", sobre todo árabes musulmanes.

 

En su manifiesto, Tarrant se declara "ecofascista" o nacionalista verde, en
lo que resuenan algunas ideas del Unabomber estadounidense Theodore
Kaczynski y de los denominados grupos anarcoprimitivistas y
anarcoidentitarios. Si en el plano intelectual Tarrant se reconoce influido
por la analista conservadora afroamericana Candace Owens, en el plano de la
acción su ídolo es el noruego Anders Breivik, quien en 2011 cometió una
masacre en un campamento de jóvenes socialdemócratas noruegos, precisamente
por considerarlos cómplices del "gran reemplazo".

 

Compromiso total 

 

Breivik declaró en el juicio que había calculado cuánta gente necesitaba
matar para ser leído -había escrito un manifiesto de 1500 páginas-. Pensó en
una docena pero terminó matando a 77. "Ocho años después de la masacre, el
terrorista político noruego sigue siendo leído por el público que desea: en
los foros de extrema derecha de Internet, el término ?volverse Breivik'
significa compromiso total con la causa", apunta en un artículo en The New
York Times Asne Seierstad, que escribió una biografía de Breivik. El noruego
y el australiano publicaron sus textos en la web justo antes de sus ataques.
Aunque mientras que el primero había planeado retransmitir su ataque en
YouTube pero no pudo hacerlo, el segundo logró replicar en vivo su "fiesta"
por Facebook.

 

Si el "gran reemplazo" se inscribe en una antigua tradición, Camus le dio un
nuevo ímpetu y el término amenaza con extenderse. Algunos que lo consideran
parte de la teoría del complot, como Marine Le Pen, terminan haciendo
referencias a él, y muchos europeos pueden "observar" el "gran reemplazo"
cada vez que sienten que hay "muchos extranjeros" en sus ciudades. En
Internet ya existe un Observatorio del Gran reemplazo organizado por grupos
de extrema derecha, donde "confirman" su teoría hasta con información de las
piscinas municipales. Tarrant no eligió el pueblo de Christchurch (Iglesia
de Cristo) al azar. La ciudad nació como un proyecto de crear una comunidad
cristiana anglicana, una nueva Jerusalén, en el siglo XIX, y una de las
mezquitas atacadas había sido antes una iglesia. La idea del reemplazo
adquiría ahí una materialidad y un simbolismo evidente.

 

Crisis de identidad 

 

"El gran reemplazo es el nombre de un fenómeno que, creo, es el más
importante de todos los que tienen lugar hoy en día, y quizá de la historia
de Francia y de varios países europeos. Es un nombre, como la Guerra de los
Cien Años, la Revolución Francesa, la Gran Guerra, la Ocupación o la
Resistencia. Bajo mi punto de vista, el Gran Reemplazo es lo más importante
que ocurre en Francia desde hace cuarenta años, es decir, el cambio de
pueblo y de civilización", apunta Camus sobre su concepto-fetiche en una
entrevista con el diario ABC. Pero ahora debe desmarcarse de Tarrant: "Él ha
usado el título de mi libro y lo ha contradicho totalmente, porque sus
acciones son absolutamente contrarias a todo aquello que yo he podido
escribir, decir o pensar desde hace veinte años. Soy totalmente no violento,
hostil a todos los actos de violencia y al terrorismo".

 

Los etnonacionalistas suelen denunciar que la "élite reemplacista" se
beneficia con el reemplazo: sea por la mano de obra barata o electoralmente,
ya que sus partidos tendrían la mayoría de los votos de los no blancos,
acusación habitual contra los demócratas en Estados Unidos. Y usan mucho
Internet. "¿Dónde recibió/investigó/desarrolló sus creencias?", se pregunta
Tarrant a él mismo. "Internet, por supuesto. No encontrarás la verdad en
ningún otro lugar". Pero esa verdad es bastante relativa: los demógrafos
cuestionan la validez de estas "teorías". Las tasas de natalidad entre
"blancos" y "no blancos" tienden a alinearse; todas las poblaciones del
mundo se han mezclado varias veces desde la prehistoria; y finalmente, la
asimilación de los modos de vida y de consumo supuestamente
"blanco-occidentales" por los migrantes "no blancos" es estadísticamente
mucho más masiva que el supuesto fenómeno inverso, como la supuesta
islamización de las sociedades "blancas".

 

Más allá de las cifras y las realidades sociológicas, el "gran reemplazo"
-utilizado de manera más abierta o eufemística- recoge una serie de
"malestares en Occidente", en un momento en el que Europa vive su propia
crisis de identidad, y le permite a los populismos de derecha profundizar la
paranoia civilizatoria que funciona como cantera de votos y mito
movilizador.

 

Nueva Zelanda conocía el supremacismo blanco 

 

Desde 2017, Nueva Zelanda tiene una primera ministra progresista, Jacinda
Ardern. Hace unos meses Ardern, de 38 años, saltó a los medios globales
cuando pidió licencia por maternidad para tener a su bebé y cuando concurrió
con su hija de tres meses a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Estos días, apareció otra vez en los medios: esta vez con los ojos llorosos
y vestida con un hiyab (pañuelo islámico), abrazando empáticamente a las
familias que perdieron seres queridos en la matanza de Christchurch.

 

Sin embargo, Nueva Zelanda y Australia, de donde provino el perpetrador de
los ataques, tienen una historia nacional marcada por el supremacismo
blanco. Así lo recuerda un artículo del periodista David C. Atkinson en The
New Republic, donde destaca que primero las víctimas fueron los indígenas,
pero más tarde el rechazo a los "no blancos" se extendió a los migrantes
asiáticos, sobre todo chinos, atraídos a mediados del siglo XIX por la
fiebre del oro.

 

La metrópoli británica estaba lejos y las masas de "indeseables" asiáticos
muy cerca. La política "Australia blanca" y "Nueva Zelanda blanca" delineó
las estrategias migratorias oficiales. Eso ya no está vigente, pero ambos
países no son ajenos al extremismo de derecha, el nacionalismo blanco y la
islamofobia que crecen en Europa y Estados Unidos. "Aunque el número total
de personas implicadas en estos fenómenos sigue siendo pequeño, muchas de
ellas participan en grupos de Facebook interconectados. Allí comparten
artículos de noticias de fuentes marginales y se preocupan por la próxima
invasión musulmana", escribe el periodista Marc Daalder en la revista The
Spinoff. Entre esos grupos virtuales están los Chalecos Amarillos de Nueva
Zelanda -que buscan usufructuar la "marca" francesa- y Kiwis Unidos contra
la Islamización Radical de Nueva Zelanda. Un debate en todos estos foros,
como en Europa o Estados Unidos, es sobre el antisemitismo. Hoy las
simpatías de la "derecha alternativa" hacia el premier israelí Benjamin
Netanyahu -visto, además, como aliado contra el Islam- se mezclan con
sentimientos antisemitas.

 

Paul Spoonley, académico y experto en la extrema derecha, advirtió en una
entrevista con el diario El Mundo: "Hay que prestar la misma atención al
terrorismo islamista y al supremacista blanco". Y agregó: "La acción de los
grupos ultraderechistas en Nueva Zelanda se remonta a los años 60. Por eso
no puedo decir que me resultara inesperado que hayamos sufrido una acción
violenta, pero sí me ha sorprendido su enormidad". 

 

* Jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad.

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