Haití/ Una crisis descrita como sin precedentes [François Bonnet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 16 18:03:24 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

16 de octubre 2019

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Haití

 

Una crisis descrita como sin precedentes

 

François Bonnet 

Plataforme altermundialiste, 6-10-2019

http://alter.quebec/

Traducción de Viento Sur

https://www.vientosur.info/

 

“Haití ha conocido muchas dificultades, muchas crisis, pero esta sobrepasa
todo lo que hemos conocido. Esta es mucho más grave”, afirma Pierre
Espérance, contactado por Mediapart en Puerto Príncipe. Es uno de los
responsables de una asociación respetada, la Red Nacional de Defensa de los
Derechos Humanos (RNDDH). “Este poder organiza la inseguridad, se burla de
la democracia y viola sistemáticamente las leyes, los derechos políticos y
sociales”, añade Pierre Espérance.

 

La RNDDH publicó el jueves, 3 de octubre, un balance de los motines y
manifestaciones que han paralizado completamente el país desde el 16 de
septiembre. Del 16 al 30 de septiembre, “al menos han matado a 17 personas
[…] y al menos otras 189 han resultado heridas”, señala la asociación, que
denuncia la violencia de la policía nacional haitiana, “los disparos con
fuego real, las brutalidades policiales, el empleo abusivo de gases
lacrimógenos y todos los demás actos represivos”.

 

Ahora que se acerca el décimo aniversario del terremoto de enero de 2010,
que causó la muerte de más de 250.000 personas y redujo el país a escombros,
Haití vive una crisis política que lo aboca al caos. El viernes, 4 de
octubre, después de dos días de calma, se produjeron nuevas manifestaciones
en todo el país. Desde comienzos de año, esta crisis contabiliza decenas de
muertos y centenares de heridos.

 

“Haïti lok”, Haití bloqueado. “Ya no funciona nada, en vez de reforzar las
instituciones, el poder prefiere reforzar a las bandas y opta por la
violencia”, asegura Pierre Espérance. “Tenemos un presidente fantoche y un
Estado fallido”, añade el famoso novelista Gary Victor. Este último forma
parte de la decena de escritores (Yanick Lahens, Lyonel Trouillot, Kettly
Mars, James Noël…) que acaban de lanzar un llamamiento “a la ciudadanía del
mundo para que apoye la causa haitiana”.

 

Elegido en noviembre de 2016, el presidente Jovenel Moïse ya perdió toda su
credibilidad pocos meses después de ocupar el cargo en febrero de 2017. Este
desconocido de 51 años, alzado a la presidencia por su predecesor Michel
Martelly y sostenido por EE UU, fue elegido ya en la primera vuelta, aunque
con una participación oficial del 21 % al término de un escrutinio muy
controvertido. El año anterior, unos comicios presidenciales que ganó fueron
anulados debido a las irregularidades detectadas.

 

Este hombre de negocios, productor y exportador de bananas, no ha conseguido
nunca que le aprobaran un presupuesto. El país vive hoy con un parlamento
paralizado, un gobierno en funciones, un primer ministro en funciones y un
presidente virtualmente desaparecido. El jueves, 3 de octubre, Jovenel Moïse
hizo su primera aparición sobre el terreno desde hacía unos dos meses: un
alto de 55 segundos de duración en una calle de Petion-Ville, el barrio
elegante en la parte alta de Puerto Príncipe, para dar algunos apretones de
manos, rodeado de una guardia personal armada hasta los dientes.

 

El 25 de septiembre, después de diez días de disturbios y violencias,
decidió intervenir en directo en la televisión nacional para llamar a la
constitución de “un gobierno de unión nacional”. Pero lo hizo a las 2 de la
madrugada, cuando el país duerme y la electricidad está cortada en numerosos
barrios, sin hablar ya del mundo rural. En lo esencial, el presidente se
manifiesta a través de su cuenta de Facebook, que por cierto es esquelética.
Su repentino llamamiento a la unión resultó totalmente irreal, habida cuenta
de que quienes le apoyan y los responsables del partido presidencial, el
PHTK, están acusados de cometer las peores violencias. Dos días antes de su
discurso nocturno, un senador de su partido desenfundó su pistola y disparó
contra los manifestantes que se apelotonaban delante de su automóvil dentro
del recinto del parlamento. Dos hombres resultaron heridos, uno de ellos un
fotógrafo de la agencia AP. “La legítima defensa es un derecho sagrado”, se
defendió después Jean-Marie Ralph Fethière.

 

El suceso podría ser un episodio rápidamente olvidado si no reforzara las
acusaciones formuladas por numerosos observadores, periodistas y
asociaciones. Además de la policía, que puede violentar a los manifestantes
sin temor a ser inquietada, al parecer determinados círculos del poder
financian y arman a bandas criminales, cuya presencia siempre ha sido una
constante en Haití. La red RNDDH señala que “individuos armados, partidarios
del poder, participan activamente en las operaciones policiales. Los
utilizan para atacar violentamente las manifestaciones antigubernamentales”.
Como prueba de esta afirmación, la asociación publica una fotografía de la
asunción del cargo de un delegado del partido en el norte de la isla, el
pasado 30 de septiembre: el hombre aparece rodeado de una milicia armada.

 

Asimismo, crecen las sospechas sobre la implicación de personas cercanas al
poder en la masacre de La Saline que se produjo hace un año. El 10 de
noviembre de 2018, pocos días antes de una nueva manifestación, una banda
criminal ejecutó a 73 personas por lo menos y cometió violaciones en La
Saline. Mucha gente vio en ello una estrategia del terror para “quebrar el
ímpetu de la movilización contra el poder en este barrio conocido por su
hostilidad al presidente Jovenel Moïse”, según el novelista. Una
investigación patrocinada por Naciones Unidas todavía no ha concluido a
fecha de hoy.

 

En este clima insurreccional, los partidos de oposición rechazan toda
negociación y exigen la dimisión del presidente y la disolución del
Parlamento. No son los únicos. Después de haber reclamado durante un tiempo
un diálogo, un buen número de iglesias exigen a su vez la retirada de
Jovenel Moïse, al igual que muchos músicos, artistas y escritores que
multiplican los llamamientos.

 

El programa PetroCaribe o el robo del siglo

 

“Hoy todas las instancias de la vida nacional, los representantes de todos
los cultos, las entidades de defensa de los derechos humanos, los profesores
de universidad, colectivos de artistas y de intelectuales, los partidos de
oposición de todas las tendencias, los sindicatos y asociaciones del sector
empresarial reclaman la dimisión del presidente y de lo que queda del
parlamento”, afirman los escritores en el llamamiento antes citado.

 

“El ejecutivo, y quienes le apoyan, resisten mientras numerosas comisarías
de policía son atacadas, empresas privadas se ven saqueadas, instituciones
públicas están siendo devastadas y manifestantes son recibidos con balas”,
señala el periodista Frantz Duval en el mayor diario de la isla, Le
Nouvelliste. La crisis actual ha estallado a raíz de las penurias reiteradas
de carburante en agosto y de la revelación de nuevos escándalos de
corrupción. Por ejemplo, el caso de cinco diputados que explicaban que los
habían comprado por 100.000 dólares a cambio de un voto favorable al primer
ministro…

 

Sin embargo, en realidad el origen de esta crisis se remonta a julio de
2018, cuando el poder anunció que dejaría de subvencionar el carburante,
provocando aumentos del precio de cerca del 50 %. En el país más pobre de
América, donde “más de la mitad de la población sufre inseguridad
alimentaria crónica”, según el Programa Alimentario Mundial, y donde la
clase media embrionaria se ve golpeada de lleno por una inflación del 20 %,
el anuncio sirvió de detonador.

 

Porque al mismo tiempo la población salía a manifestarse para denunciar el
robo del siglo, es decir, el escándalo de PetroCaribe. Este programa de
ayuda masiva, lanzado por la Venezuela de Hugo Chávez, llegó a representar
hasta el 25 % del Producto Nacional Bruto de Haití, según un informe del
Banco Mundial. Consistía en el suministro de petróleo a precios de saldo y
permitió a la hacienda pública haitiana ingresar más de 2.500 millones de
dólares de 2008 a 2016. La mayor parte de estos recursos, que debían
destinarse a financiar proyectos humanitarios y la reconstrucción del país
después de 2010, se la embolsaron diversos ministros, responsables políticos
y empresarios amigos.

 

Después de numerosas auditorías e investigaciones del senado haitiano e
internacionales, la publicación, en enero de 2019, de un largo informe del
Tribunal de Cuentas dio una nueva dimensión al escándalo. Dicho informe es
todo un manual de instrucciones detallado de la corrupción y de la violación
de todos los procedimientos administrativos. Y los autores de estos desvíos
de fondos masivos se citan nominalmente: una decena de ministros, diversos
diputados, alcaldes, etc., así como los empresarios que controlan una parte
de la economía de la isla.

 

Entre ellos figura nada menos que el presidente Juvenel Moïse. Su empresa
agrícola y de importación-exportación se hizo con dos contratos (al igual
que los demás, al margen de cualquier formalidad): uno relativo a la
instalación de farolas solares (de las que se han suministrado menos de la
mitad) y otro sobre la rehabilitación de una carretera, facturada dos veces
y nunca realizada… El 31 de mayo se publicó una segunda parte del informe.

 

Hoy es un país entero el que se alza contra la corrupción. A partir de un
simple tuit que decía “¿Dónde está el dinero de PetroCaribe?”, publicado por
un cineasta de 35 años, Gilbert Mirambeau, desde hace un año ha venido
desarrollándose un vasto movimiento que exige que se inicie el proceso de
PetroCaribe. Los PetroCaribe Challengers se han convertido en una poderosa
fuerza que obliga a los partidos de oposición a ocuparse de una corrupción
que pone de rodillas al país y alimenta la violencia.

 

PetroCaribe había reforzado la popularidad de Chávez y de Venezuela en
Haití. Al desvío de fondos de la ayuda se añade lo que se considera una
puñalada trapera: en enero y más recientemente, el 11 de septiembre, el
presidente Jovenel Moïse votó en contra del régimen de Maduro en la
Organización de Estados Americanos (OEA). Dicho voto es el resultado de una
petición directa del gobierno estadounidense y John Bolton, entonces
consejero de Donald Trump, lo reconoció abiertamente.

 

Para los actores de la sociedad civil, las activistas, los responsables de
la oposición, Jovenel Moïse solo se sostiene actualmente gracias al apoyo de
los EE UU de Trump y del Brasil de Bolsonaro. La ONU llama “a la calma y al
diálogo”, Europa y Francia hacen lo mismo, pero su opinión apenas pesa nada
en este país que EE UU siempre ha considerado su patio trasero después de
haberlo ocupado de 1915 a 1934.

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