Bolivia/ Una profunda crisis política [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 30 17:47:28 UYT 2019


  _____  

Correspondencia de Prensa

30 de octubre 2019

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net <mailto:germain5 en chasque.net> 

  _____  

 

Bolivia

 

¿Qué pasa en Bolivia? 

 

Bolivia vive una crisis política, en la que el gobierno denuncia golpe y la
oposición, fraude. El triunfo de Evo Morales en primera vuelta por un escaso
margen dio lugar a masivas protestas opositoras y contramarchas del
oficialismo, con enfrentamientos en las calles de distintas ciudades del
país.

 

Pablo Stefanon

Nueva Sociedad, octubre 2019

https://www.nuso.org/

 

Las elecciones presidenciales del 20 de octubre sumieron a Bolivia en una
crisis política. Ese día, el presidente Evo Morales buscó un cuarto mandato
en la contienda más abierta desde su llegada al Palacio Quemado en enero de
2006, con 54% de los votos. Desde entonces, el «primer presidente indígena»
triunfó, elección tras elección, con más de 60% de los votos y enormes
distancias respecto de sus contrincantes, y conectó como ninguno de sus
antecesores con la Bolivia indígena y popular. Pero en esta ocasión la
coyuntura era diferente: por primera vez, existía la posibilidad cierta de
una segunda vuelta. Para evitarla, Morales debía obtener más de 50% de los
votos o 40% con diez puntos de diferencia sobre el segundo.

 

La noche del 20 de octubre concluyó con el balotaje como un resultado
probable: la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) fue
cortada cuando el conteo alcanzaba el 83% de las actas y la diferencia era
de siete puntos. La encuesta en boca de urna de la empresa Viaciencia –la
única autorizada– dio resultados similares. Al día siguiente, cuando se
completó la TREP, ya se anunciaba un ajustado triunfo en primera vuelta para
Morales. Estos guarismos fueron confirmados días después por el conteo
oficial, que culminó con Morales obteniendo 47,08% y Carlos Mesa, 36,51%; es
decir, una diferencia de 10,54 puntos porcentuales, 0,57 por encima de la
necesaria para ganar en primera vuelta.

 

¿Qué pasó entonces? Por un lado, la oposición venía preparada para denunciar
fraude en cualquier escenario que no fuera de balotaje. Pero la suspensión
de la TREP y el significativo aumento del porcentaje de Morales, junto con
el margen exiguo para lograr la fórmula del «40 más 10», contribuyeron a
que, en un clima de fuerte polarización, la mitad de Bolivia quedara
convencida de que hubo una alteración de los resultados, más allá de la
posibilidad de confirmarlo revisando acta por acta (están en internet), y de
que el presidente buscaba quedarse en el poder a como diera lugar.

 

Que un conteo rápido como la TREP no llegue al 100% no es necesariamente
motivo de alarma. Pero, como mostró el periodista Fernando Molina, en este
caso el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el gobierno dieron al menos
cuatro explicaciones diferentes para justificar la suspensión del conteo:
que no querían que se superpusiera el conteo rápido con el oficial –que ya
comenzaba a esa hora–; que hubo una alerta de ataque cibernético y se paró
por seguridad; que siempre se para en alrededor de 80%; que no se incluyó el
17% de las actas porque esas regiones alejadas que supuestamente faltaban no
tienen internet para poder enviar las fotos correspondientes. 

 

Para peor, el vicepresidente del TSE, Antonio Costas, renunció indicando que
no fue consultado ni informado sobre la orden de cortar la TREP y señaló que
«no fue una buena decisión». Su renuncia fue enigmática: dijo que lo hacía
por una cuestión de principios pero que no había habido una alteración de
los resultados. Al mismo tiempo, el gobierno acusaba a la oposición
«racista» de querer invisibilizar el voto rural que, supuestamente,
explicaba el salto del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) en el
último tramo del conteo.

 

Más allá de la discusión «fina» sobre el escrutinio –el gobierno propuso una
auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA)–, hay tres
problemas de fondo detrás de una crisis que está provocando una profunda
grieta entre la Bolivia rural y la urbana, incluso con enfrentamientos
físicos. 

 

- Evo Morales llegó a esta elección con su legitimidad erosionada por la
derrota en el referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F), cuando su
propuesta de cambio constitucional para habilitar la reelección indefinida
fue derrotada por escaso margen. Tras ese traspié, el oficialismo se dedicó
durante meses a evaluar «otras vías» para la reelección y lo consiguió a
través de un fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional. Por eso ahora
la denuncia de fraude –que debe ser probada– se confunde con la denuncia
sobre la «ilegitimidad» de Morales para postularse, lo que construye un
enredo de difícil salida. Para «borrar» lo más posible los resultados del
referéndum, el presidente boliviano necesitaba un triunfo contundente. Pero
si bien obtuvo ventaja sobre Mesa, apenas pasó la barrera mágica de los diez
puntos de diferencia para evitar un balotaje en el que podría perder. Es
decir, este resultado no solo no logró hacer olvidar el del 21F, sino que lo
trajo explosivamente al presente.

 

- El MAS no logra incorporar en su imaginario la posibilidad de salida del
poder como un acontecimiento no catastrófico. Evo Morales nunca abandonó
fácilmente los cargos que ocupó: fue el único diputado del MAS que
internamente tenía la posibilidad de reelección indefinida y tras ganar la
Presidencia se mantuvo como máximo ejecutivo de la Federación Especial de
Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba (organización matriz de
los cultivadores de coca). En ese sentido, pese al discurso oficialista,
Morales nunca fue «un campesino más». Y más recientemente, su imagen fue
construida incluso como la de un líder excepcional («Hay un solo Fidel, un
solo Gandhi, un solo Mandela y un solo Evo», dijo en una oportunidad el
ahora ex-canciller David Choquehuanca). Esto, sumado a una idea clásica de
revolución, aunque construida en un marco democrático, dificulta la idea
básica de alternancia democrática, con el MAS como eje potencial de una
oposición, que en caso de derrota luche contra cualquier intento de
debilitar las conquistas sociales, materiales y simbólicas indudables de
estos 14 años de «Revolución Democrática y Cultural». La democracia seguiría
así la metáfora del tranvía, en el que alguien se sube, llega a su destino
(el Estado) y luego se baja.

 

- Dentro de una oposición que en líneas generales es democrática (el propio
Mesa es un centrista moderado) y hoy más numerosa que en el pasado, aparecen
grupos radicales con discursos revanchistas, racistas y violentos. La
aparición de cuestionadas figuras del pasado, como el ex-ministro Carlos
Sánchez Berzaín, prófugo en Estados Unidos por su responsabilidad en la
masacre de civiles durante la Guerra del Gas, no ayuda a la oposición y
refuerza el discurso oficialista contra la «vuelta al pasado». La decisión
del flamante Comité de Defensa de la Democracia (Conade), que agrupa a las
principales fuerzas opositoras, de rechazar la auditoría internacional y
luchar por la anulación de las elecciones puede contribuir, también, a
radicalizar la situación, posiblemente con escasas posibilidades de victoria
opositora. (Extrañamente, Bolivia es el único país de la región en el cual
el secretario general de la OEA, Luis Almagro, es visto por muchos como un
«populista», casi chavista, por haber avalado la postulación de Morales).

 

En este marco, Bolivia puede avanzar hacia una versión soft de lo ocurrido
en Venezuela: una situación en la que el gobierno se impone, pero con
fuertes déficits de legitimidad, en el marco de un desconocimiento mutuo
entre oficialismo y oposición y con una radicalización de esta última. No
obstante, como escribió Fernando Molina, es cierto que el nivel de violencia
en Bolivia es mucho menor, no hay crisis económica (por el contrario, la
macroeconomía es uno de los puntos fuertes de Morales) y la clase política
es más pragmática y menos ideológica que la venezolana.

 

No obstante, existe el riesgo de una mayor polarización y enfrentamientos
callejeros entre oficialistas y opositores, así como un excesivo uso estatal
de los movimientos sociales como fuerza de choque contra quienes protestan;
de hecho ya hubo varios heridos. Morales respondió usando la misma expresión
que Lenín Moreno o Sebastián Piñera –golpe, desestabilización–, llamó
«delincuente» a Mesa, acusó a los jóvenes de protestar por plata o por
«notas» (un supuesto y no comprobado beneficio de los estudiantes
universitarios por ir a las marchas) y llevó su discurso al terreno de la
dicotomía «Patria o muerte». Todo esto ocurre tras una campaña electoral
estadocéntrica, en la que los movimientos sociales, sin la épica de antaño,
se limitaron a seguir las iniciativas trazadas desde el aparato estatal, con
sus inercias y formas tradicionales de conservación del poder. La oposición,
por su parte, rechaza la auditoría y llama a «radicalizar» los bloqueos y
paros en las ciudades para «asfixiar al Estado» (de hecho, ya fueron
quemadas algunas sedes locales del tribunal electoral).

 

Es significativo que referentes como el argentino Juan Grabois argumenten
que hay que desechar cualquier observación sobre la elección en nombre de la
«estabilidad de Sudamérica» (curiosa figura en la pluma de un líder social).
Esta es la otra cara de la moneda de quienes comenzaron a denunciar fraude
antes de que se comenzaran a contar los votos. Lo cierto es que Morales tuvo
durante sus 14 años de gobierno elevadísimos niveles de legitimidad (hasta
el punto de ganar en 2014 en la región de Santa Cruz) y que su erosión se
debe, en gran medida, a la decisión de no respetar los resultados de un
referéndum.

 

Esta es, sin duda, una mala noticia, en un contexto en el que la crisis del
«oasis» chileno (con su combinación desigualitaria de colonización mercantil
de todos las dimensiones de la vida social y jerarquías de vieja data) y el
triunfo del Frente de Todos en Argentina parecen estar dándoles una nueva
oportunidad a los progresismos latinoamericanos. 

 

* Jefe de redacción de Nueva Sociedad.

  _____  

 



-- 
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20191030/9b59b8e4/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa