Cuba/ El vicio de los mercados. Acaparamiento y "economía de la escasez" [Oscar Fernández Estrada]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Sep 23 00:07:12 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

22 de setiembre 2019

redacción y suscripciones

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Cuba

 

El vicio de los mercados en Cuba (1)

 

Oscar Fernández Estrada, La Habana *

Progreso semanal, 19-9-2019

https://progresosemanal.us/

 

El aprovisionamiento regular de insumos para los procesos económicos en Cuba
conduce a la mayoría de los actores —sean consumidores, empresas estatales o
emprendedores privados— por los caminos complejos del acaparamiento, acción
que constituye un delito según el Artículo 230 del Código Penal vigente.

 

El pecado original, contenido en el paradigma teórico de planificación
imperante en el país —heredado en gran medida de otros contextos y momentos
históricos— ha sido pretender que la función coordinadora entre los actores
económicos desempeñada por el mercado pueda ser sustituida de raíz por un
mecanismo administrativo permanente —identificado erróneamente como
planificación—, que abarque casi la totalidad de la actividad económica.

 

Cualquier economía opera con modelos compuestos de valores y regularidades,
y en la medida en que se van identificando patrones y recurrencias, también
los actores consolidan respuestas coherentes con las exigencias que el
sistema les impone. Uno de esos comportamientos reactivos es justamente
acaparar.

 

Esto ocurre porque el modelo está caracterizado por mercados que funcionan
en condiciones de escasez crónica para consumidores y productores. En muchas
ocasiones los bienes y servicios demandados no existen en los mercados. La
recurrencia de esta situación para una amplia gama de renglones es lo que se
identifica como “economía de la escasez”; una de las causas fundamentales de
esta, el modelo de planificación.

 

Un mecanismo de coordinación centralizado, como el que caracteriza la
economía cubana, sin dudas consigue una más justa asignación de recursos y
menor despilfarro social, cuando a las grandes metas se refiere. Pero su
extensión a casi toda la actividad económica conlleva a la generación de
otro tipo de costos.

 

Muchas veces el mecanismo centralizado asigna recursos imprecisos o
atemporales, generando brechas entre oferta y demanda que conducen a
situaciones simultáneas de escasez y excedentes artificiales. Esto ocurre
cuando se pretende desconocer o ignorar al mercado.

 

No se puede desconocer que en el caso cubano influyen las condiciones de
guerra económica a las que está sometido el país y que dificultan
sobremanera su desempeño como una economía normal, restringiendo, al extremo
de lo insólito, las posibilidades de inserción externa. Pero también hay una
causa interna, esencial, que radica en un paradigma de planificación al que
le resulta imposible asignar recursos de modo cotidiano que garanticen
equilibrios en los mercados, así como producir los ajustes oportunos, debido
a las inevitables brechas de información que sufre al tener que ejecutar
tantas decisiones desde el centro.

 

Dada esa recurrencia, los participantes en los mercados estandarizan
entonces un mecanismo de ajuste automático que, compulsado a rellenar los
desequilibrios, halla la forma de reasignar los recursos que encuentra a su
paso. Muchas de las soluciones violentan claramente las leyes y permanecen
fuera del alcance de la regulación directa del Estado, que se obsesiona con
el control como única vía. Surge así lo que se conoce en la literatura
académica como “segunda economía”.

 

Acaparar: recurso de los actores económicos

 

El desabastecimiento recurrente de productos de primera necesidad, suele
identificarse en algunos medios como acaparamiento por motivos de lucro. En
realidad es todo lo contrario. Es más fácil demostrar que el frecuente
desabastecimiento de estos productos es lo que genera prácticas acaparadoras
en todos los actores.

 

Ante el desarrollo de esa “segunda economía”, que provee de manera efectiva
una respuesta compensatoria, las autoridades centrales implementan
mecanismos de control más exigentes en los establecimientos estatales y
endurecen el marco regulatorio al que está expuesta toda la sociedad.
Ninguna de estas acciones demuestra efectividad, pues no producen cambios en
las condiciones que originan el fenómeno.

 

Cuando las autoridades pretenden controlar eventuales situaciones de falta
de oferta —conocido en términos microeconómicos como “exceso de demanda”—
mediante el establecimiento de límites cuantitativos a la compra del
producto o la fijación de su precio (en caso que sea de libre formación),
con esa propia acción envía la señal de que este podría escasear, y por lo
tanto sugiere a gritos al comprador que busque la vía de garantizar para sí
mismo una cobertura a largo plazo. Este incentivo para comprar en exceso no
se basa necesaria y exclusivamente en intenciones de lucro como en el temor
de un desabastecimiento inminente.

 

En condiciones de escasez crónica y de mercados de oferta inestable, para un
consumidor completar su canasta cotidiana de bienes de consumo, algo que
debería ser tan elemental y simple, se torna en una exigente lid —incluso
sin considerar la “magia” para sortear la restricción de su bolsillo— que le
exige un enorme esfuerzo y termina sustrayendo un tiempo precioso de su
productividad o de su ocio.

 

Como resultado, se fomentan y cultivan los mismos comportamientos egoístas
que se condenan del sistema de economías capitalistas —de hecho, los
exacerba con la situación de competencia entre consumidores— con el
agravante de que mantiene al individuo en un estado permanente de zozobra
por obligarlo, al menos en alguna ocasión, a comportarse cómplice de una
transacción ilegal. La recurrencia de situaciones de ilegalidad conlleva a
su paulatina naturalización, en detrimento del desarrollo de una civilidad
saludable en términos morales.

 

El mercado, que no es el libre mercado, existe y actúa…

 

El mercado existe en cualquier formación socioeconómica contemporánea, dado
que siempre hay actores que preservan facultades para tomar al menos ciertas
decisiones de manera autónoma. Mientras no se alcance el extremo de
restringir totalmente las alternativas de los actores, entonces actuará.

 

Ahora, mercado no es sinónimo de propiedad privada. Esto es una rémora de
una interpretación dogmática del pasado, ya superada en Cuba, al menos en
los documentos oficiales.

 

La forma de propiedad predominante entre los actores concurrentes no implica
el mayor o menor protagonismo del mercado. En teoría, pudiera existir un
perfecto mecanismo de mercado operando en un modelo de economía cien por
ciento de propiedad estatal. Así como pudieran existir mercados sujetos a
niveles muy altos de regulación del Estado donde la mayoría de los
concurrentes sean propietarios privados.

 

En consecuencia, el reconocimiento del rol del mercado tampoco significa
ausencia total de intervención del Estado. El mercado es como un río: no se
le puede atrapar con las manos, pero sí encauzar. Hay mucho espacio para
diseñar políticas económicas que regulen y conduzcan los mercados sin
pretender suplantar su función coordinadora con un manojo de órdenes
administrativas. No es una cesta con dos únicas opciones: topar o
desregular.

 

Incluso si toda la oferta fuera resultado de un mecanismo centralmente
preconcebido, las fuerzas del mercado actuarían aún por el lado de la
demanda, y por supuesto lo harían de manera independiente de la voluntad de
cualquier autoridad. El mercado, por lo tanto, no solo existe, sino que
determina la forma en que se distribuyen los bienes y servicios que el plan
decida producir.

 

De modo que, si el plan no toma en cuenta la demanda, si la autoridad
central no posee instrumentos, conocimientos, o voluntad para estudiar la
demanda, o no está en capacidad de garantizar que la producción planificada
se corresponda con ella, no tiene el más mínimo chance de evitar la
reiteración de escaseces en unos casos o excedentes artificiales en otros.

 

El mecanismo de administración de divisas exacerba la “economía de la
escasez”

 

En el caso particular cubano estos sistemáticos baches de oferta, que
refuerzan la “economía de la escasez”, ocurren entre otras causas porque las
empresas estatales —sobre quienes descansa la mayor parte de la oferta— no
tienen la autonomía que les permita reaccionar al mercado y cerrar su ciclo
producción-comercialización.

 

Este pequeño gran problema ocurre debido a una muy variada estela de
restricciones, pero la más primaria, sobre la que se debería actuar con
urgencia, es que los ingresos en CUC provenientes de sus ventas no son, de
manera automática, convertibles en divisas internacionales a la tasa de
cambio vigente, y por tanto no le otorgan capacidad de importar. Requieren
de una mediación central de alguna naturaleza.

 

Para que una empresa pueda concretar importaciones requiere por lo general
de una asignación central de las divisas, mecanismo que los entendidos
llaman “coeficiente”, “certificado” o “capacidad” de Liquidez (CL). La no
autorización a importar o la asignación tardía de esta capacidad de liquidez
obstruye o detiene, al menos temporalmente, procesos productivos que a su
vez impactan en otras producciones. La oferta se torna inestable, y la
demanda insatisfecha.

 

La persistencia por más de diez años de este mecanismo administrativo,
constituye un ejemplo fehaciente de cómo decisiones circunstanciales de
política económica pueden obstruir el desarrollo al identificarse
erróneamente como la única forma de planificación intrínseca de la economía
socialista.

 

Para desarrollar las metas socialistas en Cuba vamos a necesitar de un
mecanismo de planificación financiera, con mejor diseño de incentivos y que
permita a los actores interactuar mucho más sin necesidad de un mediador
directo. Esto se puede solucionar —y de hecho es recomendable— incluso antes
de sumergirnos de manera completa y definitiva en el proceso de unificación
monetaria.

 

De lo contrario no será posible paliar la escasez y por ende tampoco el
acaparamiento, en cualquiera de sus niveles. 

 

* Economista cubano.

 

Nota

 

1) Este trabajo es una versión resumida del pasado 7 de septiembre, de un
texto inédito mucho más extenso sobre el acaparamiento, la planificación y
el mercado en Cuba. El artículo original se encuentra en proceso de
publicación como un capítulo en el Volumen VIII de la serie “Miradas a la
Economía Cubana”, coordinada por el Centro de Estudios de la Economía
Cubana, de la Universidad de La Habana.

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