México/ Desaparecidos. La mayor crisis forense del mundo [[Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Feb 28 18:19:53 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

28 de febrero 2020

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México



Junto a la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de personas desaparecidas 



La mayor crisis forense del mundo



Con más de 40 mil desaparecidos en las últimas dos décadas, el Estado
mexicano desatiende la falta de infraestructura necesaria para identificar
los restos humanos encontrados. En Veracruz, las familias explicaron a
Brecha por qué se necesita un mecanismo extraordinario para esta tarea y
“toda la ayuda internacional posible”.



Eliana Gilet, desde Poza Rica, Veracruz

Brecha, 28-2-2020

https://brecha.com.uy/



Hace cuatro años, cuando un grupo de familiares de personas desaparecidas
lanzó, sin apoyos oficiales, la Primera Brigada Nacional de Búsqueda para
rastrear predios rurales señalados como sitios de enterramientos
clandestinos en Amatlán, un municipio al extremo sur de Veracruz, en el
extremo norte del estado, un puñadito de seis familias con desaparecidos
decidió que ellos replicarían ese esfuerzo. En mayo de 2016, en la ciudad de
Poza Rica, se presentaron como capítulo local del colectivo Familiares en
Búsqueda María Herrera.



Con los bríos de su nacimiento comunitario, José de Jesús Jiménez Gaona
habló por los seis fundadores y expuso ante las autoridades locales (entre
ellos el fiscal general del estado, Luis Ángel Bravo Contreras, actualmente
con una causa abierta por desaparición forzada) su intención de realizar una
brigada de búsqueda en Poza Rica como la que se había estrenado en Ama-tlán
dos meses antes. La reunión de coordinación entre familias y autoridades
para organizar la brigada estaba fijada para el día 23 de junio. Pero menos
de 24 horas antes, Jiménez Gaona fue asesinado por hombres armados que luego
huyeron del lugar. Ocurrió en plena calle, a las cuatro de la tarde, en la
esquina de las avenidas Antonio J Bermúdez y Lázaro Cárdenas, a metros de la
Unidad Integral de Procuración de Justicia y de la Fiscalía General de Poza
Rica.



Lógicamente, la brigada no se concretó, y un nuevo manto de silencio cayó
sobre las familias, que bajaron el perfil ante la violencia desatada. Por
eso es que ahora la sonrisa de una de las mujeres de aquel grupito
originario de seis familias tiene un doble sabor a triunfo, al ver cómo la
manifestación que da término a la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda
culmina en un acto ante la sede del Palacio Municipal de Poza Rica, pasado
el mediodía del viernes 21 de febrero de 2020.



Como muestra del apoyo que cosecharon del presidente municipal, los
brigadistas colocaron una placa en la sede del gobierno local, ubicada a dos
quilómetros de donde Jesús fue asesinado. En ese mismo acto anunciaron que
otras familias de la zona ya se han organizado y han montado sus propios
grupos de Familiares en Búsqueda María Herrera en los municipios vecinos de
Papantla, Tihuatlán, Coatzintla y Martínez de la Torre. La cifra oficial
indica que en seis de cada diez municipios veracruzanos hay personas que han
sido desaparecidas en la última década.



Megacementerios



La Gallera es una hacienda ubicada en el municipio de Tihuatlán, en una zona
arbolada y húmeda. Fue arrebatada a sus propietarios por un grupo
paramilitar en una fecha que no se ha precisado, aunque sí se sabe cuándo
dejó de usarse como centro clandestino de detención: enero de 2017.



Fue entonces cuando la Fiscalía de Veracruz desenterró cinco cadáveres del
traspatio de la casa central del predio, que en total tiene seis hectáreas.
Mediante el uso de caninos rastreadores, se hallaron primero dos cuerpos,
luego otros dos y, al día siguiente, el quinto. El colectivo Familiares en
Búsqueda estuvo presente durante las labores periciales, convocado por las
autoridades. Una de las personas que presenció los desenterramientos relató
a Brecha que, aunque los cadáveres estaban mutilados, conservaban aún su
piel y algunas ropas, por lo que no tenían más de tres meses de inhumación
clandestina. La fuente explicó que a partir de un tatuaje se identificó al
hijo desaparecido de una de las compañeras del colectivo.



Menos de dos meses más tarde y 260 quilómetros más al sur, en un sitio
próximo a Boca del Río, en la zona del puerto de Veracruz, fue hallado un
megacementerio clandestino detrás del fraccionamiento habitacional Colinas
de Santa Fe, gracias al trabajo del colectivo de familiares Solecito de
Veracruz. Cuando Brecha reportó desde ese sitio a fines de marzo de 2017,
Solecito llevaba desenterrados 250 cráneos (véase “Los desaparecidos de
hoy”, 2-VI-17). Pasados tres años de búsqueda ya son 298 cráneos y más de 22
mil fragmentos óseos, hallados en 156 fosas clandestinas. A partir de ellos,
apenas 22 personas han sido identificadas.



Estos son sólo dos de los casos de enterramientos masivos que se han hecho
en Veracruz y que han sido hallados por colectivos de familiares y por la
autoridad ministerial. Son apenas una muestra de la crisis forense mexicana,
de una magnitud que no se parece a nada que el mundo haya visto antes.



Crisis inédita



María Herrera no había salido a las búsquedas de campo de la Quinta Brigada
en los días previos, pero llegó a la Gallera y se quebró. Las familias
sostienen la hipótesis de que allí un gran horno a leña, próximo a la casa,
se usó para calcinar los restos de las personas retenidas ilegalmente. No
tienen indicios claros para saber cuántas, pero imaginan miles. La idea es
peor que la realidad, siempre.



Herrera, una mujer septuagenaria, busca a cuatro de sus hijos. Fue con su
nombre que bautizaron al colectivo de familiares que convocó aquella Primera
Brigada Nacional de Búsqueda en 2016. Sentada en un pequeño escalón de la
Gallera relata a Brecha que, aunque ahora han sido borradas, cuando los
brigadistas entraron por primera vez había marcas de manos manchadas de
sangre en las paredes de las habitaciones. Los reporteros que acompañaban a
la Quinta Brigada hallaron algunas de estas marcas, así como nombres y
códigos numéricos escritos en las paredes y que registraron sin comprender,
imbuidos de un espíritu pericial inversamente proporcional al que
demostraban los profesionales presentes encargados de esa tarea.



Luis Tapia, abogado de Herrera, se acerca al escalón para precisarle a este
semanario las fechas de las dos búsquedas previas realizadas en la hacienda
desde su descubrimiento inicial: una semana de trabajo en noviembre de 2017,
cuando los peritos procesaron el horno, y otra semana, en mayo de 2018. En
total se hallaron 1.200 fragmentos óseos, muchos de ellos calcinados, además
del cráneo de un niño.



Tapia viene sacándose un mameluco blanco que le dieron los peritos de la
Fiscalía General de la República para que colaborara en la tarea de cernir
las montañas de ceniza del horno en la búsqueda de nuevos indicios de restos
óseos. Explica que la Primera Brigada tuvo un mecanismo extrainstitucional y
que, ante sus hallazgos, debieron llamar a un agente del Ministerio Público
(un “MP”, coloquialmente) para que “levantara” los casi 10 mil indicios de
restos que encontraron en fosas clandestinas en la comunidad de San Rafael
Calería, en el municipio de Córdoba, al sur de Veracruz. Pero ya durante la
Segunda Brigada (véase “Las evidencias de la tierra”, Brecha, 29-VII-16) y
en las subsiguientes en Sinaloa (véase “En la boca del lobo”, Brecha,
17-II-17) y en Guerrero (véase “Las medidas excepcionales”, Brecha,
5-IV-19), así como en la actual en Poza Rica, la brigada ha contado con
custodia policial y la presencia de una célula pericial de la Fiscalía
General de la República.



El MP que está encargado del trabajo con la Quinta Brigada supervisa el
trabajo en el horno de la Gallera desde fuera del recinto marcado con cinta
amarilla y ruega a esta cronista que no se publique su nombre. Tampoco
quiere precisar cuántos casos de desaparecidos tiene en su haber, pero sí
confirma que son demasiados para la atención que puede darle cualquier
mortal y que a él le ha tocado trabajar en fosas clandestinas en los más
diversos puntos del país. Tiene 29 años.



Tapia, alejado ya de la zona de búsqueda para comer y recobrar energía,
explica cómo es el ciclo que alimenta la crisis forense y que reventó los
sistemas públicos existentes: “En casos como este (se refiere a la Gallera)
el MP no puede determinar a quién pertenecen los indicios sin enviarlos al
laboratorio. Al terminar la diligencia de búsqueda tiene que embalar todo
ese material y llevárselo con él o enviarlo al servicio pericial. Para eso
firma una cadena de custodia hasta que lo entregue al siguiente funcionario.
En el laboratorio, si se obtiene Adn del indicio, entra a una base de datos
de cuerpos y restos sin identificar. Ese es el proceso en el que estamos
atorados ahora”.



Ante un resto calcinado o muy pequeño, disminuyen las posibilidades que se
tienen de poder extraer Adn, pero cuando esto se logra, ese resto se
convierte en un código numérico único que se almacena en la base de datos.
Existen dos grandes bases de datos en México, una en manos de los Servicios
Periciales de la Fiscalía General de la República y otra a cargo de la
División Científica de la Policía Federal. Es un misterio qué va a pasar con
este segundo laboratorio especializado, ahora que la última reforma
constitucional eliminó a la Policía Federal para dar paso a la Guardia
Nacional, bajo la égida de los ministerios de Defensa y Marina. Aún no hay
respuestas sobre qué va a pasar con el material genético, clave para las
familias de los desaparecidos, y qué consecuencias tendrá que su gestión
pase a manos de las estructuras castrenses.



Para cerrar el proceso forense, explica Tapia, si de un resto exhumado se
obtiene Adn, se confronta digitalmente el código que se le adjudicó con las
muestras de Adn brindadas por las familias en búsqueda. Es posible que aun
en el caso de un match, el umbral de identificación genética sea demasiado
amplio para dar un resultado concluyente, por lo que ese fragmento requerirá
ser confrontado de forma adicional con el Adn de otros familiares,
especialmente con hermanos de la víctima, lo que permite una identificación
más sencilla. “Este es el meollo de la crisis forense en el país. México
necesita crear una capacidad que no existe aquí ni en el mundo, es una
locura total lo que estamos viviendo”, cierra el abogado.



Fina observación



Un grupo de mujeres se destaca entre las buscadoras de la Quinta Brigada
porque tienen su propio funcionamiento, que se aprecia en los ligeros gestos
y en la manera en que ponen en común la información que perciben durante la
tarea. Las Rastreadoras del Fuerte llegan primero en una tanda de diez
mujeres. El último día de búsqueda llegan las demás, con su fundadora, Mirna
Nereyda Medina, una maestra jubilada que en 2017 halló los restos de su
propio hijo desaparecido.



Originarias de la zona norte de Sinaloa, pegaditas a la frontera con el
estado de Sonora, las Rastreadoras tienen una experiencia distinta de
búsqueda y de hallazgo de cuerpos completos (no de pequeños fragmentos, como
aquí) porque las técnicas de desaparición varían en las zonas del país,
según atestiguan los familiares. En el último día de búsqueda de campo de la
Quinta Brigada, se trasladan a un sitio conocido como Las Torres, por su
proximidad a unos pozos estatales de extracción de petróleo. Allí las
Rastreadoras toman un papel didáctico: “Tienes que prestar atención a las
señales inusuales, como esta rama cortada de tiempo atrás y atravesada así;
o que veas un bote colgado de una rama de un árbol: ¿por qué alguien iba a
dejarlo ahí? Es una señal”, explica Sonia, mientras camina abriéndose paso
entre los arbustos veracruzanos. “Ahora ve y pregunta a la familia cómo iba
vestido el muchacho que estamos buscando.”



Lo que hace Sonia es un fino trabajo de observación y reconocimiento del
entorno, que replica incluso en sitios que no le son familiares. “Cuando hay
un cuerpo enterrado, la tierra queda con una mancha de grasa que brota de
ella”, indica mirando el piso, al tiempo que clava una varilla que luego
olfatea para decidir si vale la pena cavar o no. Como ella, todas las
mujeres de la brigada superan los 40 años. Lleva tatuado en su antebrazo
izquierdo el apodo de su hijo, “Cebollita”, que fue desaparecido hace año y
medio, justo el Día de la Madre del año 2018. Sonia se quiebra al contar que
otro colectivo lo halló hace dos meses, enterrado clandestinamente con un
tiro de gracia en la nuca y junto al otro muchacho con el que fue
desaparecido. “Aunque haya encontrado al mío, yo voy a seguir buscando al
resto, con las compañeras, toda la vida”, explica Sonia y sonríe, otra vez.

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