Medio Oriente/ Comprender la economía política de los estados del Golfo [Adam Hanieh - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 25 11:05:03 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

25 de julio 2020

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Medio Oriente



Entrevista con Adam Hanieh



Comprender la economía política de los estados del Golfo



Hamza Culin

A l´encontre, 17-7-2020

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

https://vientosur.info/



Los analistas occidentales a menudo consideran el Golfo como una extraña
anomalía entre los estados capitalistas. De hecho, tiene la misma dinámica
subyacente que los países capitalistas en otros lugares y está dando forma
poderosa a la política de Medio Oriente.



En diciembre de 2019, el gobierno de Arabia Saudita comenzó la privatización
parcial de su propia empresa petrolera, Saudi Aramco, en lo que se convirtió
en la oferta pública inicial (OPV) más grande del mundo hasta la fecha. Este
fue el movimiento más audaz hasta el momento en el plan del príncipe
heredero saudita Mohammed bin Salman para remodelar toda la economía del
país y recaudar fondos para crear un nirvana neoliberal.



Tendencias similares se manifiestan en los países vecinos del Golfo, con
medidas como reducir el gasto público y privatizar los activos públicos que
ocupan un lugar destacado en el discurso político de la región. Esto es lo
que ha ocurrido especialmente desde la sobreproducción de petróleo de 2014.



Para un análisis del estado de la economía política del Golfo, Hamza Culin
habló con Adam Hanieh. Adam enseña en el departamento de estudios de
desarrollo de SOAS, Universidad de Londres. Su libro más reciente, Money,
Markets, and Monarchies, examina cómo los seis estados del Consejo de
Cooperación del Golfo están dando forma a la economía política del Medio
Oriente en sentido amplio. Aquí, analiza la naturaleza específica del
capital del Golfo, su papel en los mercados regionales y globales, y su
futuro en un mundo posterior a COVID-19.



-En el discurso público se ve la región del Golfo como una anomalía, como
un lugar que ha mantenido elementos de su pasado semifeudal pero que, sin
embargo, ha logrado adaptarse al capitalismo moderno. El marco principal
utilizado para comprender esta relación es la teoría del estado rentista
(rentier state theory-RST). ¿Es este enfoque suficiente para comprender las
realidades económicas y políticas contemporáneas del Golfo?



Hay muchas variantes de RST, pero su característica común es un intento de
explicar los patrones sociales, económicos y políticos en el Golfo a través
de los ingresos estatales derivados de las exportaciones de hidrocarburos.
Estos ingresos son denominados «rentas» porque en última instancia provienen
del accidente fortuito de tener recursos naturales en su territorio
nacional. La idea básica es que el acceso a estas rentas les da a los
gobernantes del Golfo una autonomía y un poder muy pronunciados sobre las
otras partes de la sociedad. Esto se ha utilizado para explicar todo tipo de
cosas en el Golfo: autoritarismo, sociedades civiles débiles, dependencia de
redes de mecenazgo, «mentalidades» rentistas y patrones de desarrollo
económico.



Hoy, es evidente que las exportaciones de hidrocarburos (petróleo y gas) son
muy importantes para la economía política del Golfo. Pero ha habido
numerosas críticas sobre cómo se utiliza el enfoque RST para explicar el
Golfo y otros Estados que poseen recursos naturales. En mi opinión, uno de
los principales problemas con la RST es que aleja nuestro análisis de
abordar a las sociedades del Golfo como capitalistas; es decir, como países
con sus propias especificidades pero que, sin embargo, tienen la misma
dinámica subyacente que el capitalismo en otros lugares. Al hacer
desaparecer el capitalismo, perdemos la categoría de clase. El capital
privado se presenta como débil y subdesarrollado, y la importancia del
trabajo y de la estructura de las clases trabajadoras se minimiza. También
terminamos con una comprensión particularmente problemática del Estado en el
Golfo.



Por el contrario, creo que un enfoque marxista de la formación estatal y de
clase es una forma mucho más convincente y fructífera de entender el Golfo.
Este enfoque dirige nuestra atención a una amplia gama de preguntas y
problemas diferentes. ¿Cómo surgen las clases del capital y del trabajo en
el Golfo y cómo se relacionan estas clases entre sí? ¿Cuáles son los
principales momentos de acumulación de capital (p. ej., la producción, el
intercambio de productos y las finanzas) y cómo están conectados entre sí?
¿Cuáles son las dinámicas espaciales de la acumulación en el Golfo, es
decir, cómo se extiende la acumulación a través de los circuitos nacionales,
regionales y globales? ¿Cómo se relacionan estas dinámicas con el papel
específico del Estado en el Golfo? ¿Cómo podemos conceptualizar a las
familias gobernantes respecto a la clase capitalista, y la mano de obra
migrante respecto a la población ciudadana? ¿Cómo son racializadas y
diferenciadas por género las clases en el Golfo? Este tipo de preguntas
pueden revelar mucho sobre el Golfo como sociedades capitalistas.



La otra cosa que los enfoques de RST tienden a hacer es abstraer el Golfo de
procesos globales más amplios: cuestiones como el imperialismo y la dinámica
del mercado mundial se tratan como secundarias. Pero, ¿cómo puede tener
sentido explicar la «falta de democracia» en el Golfo sin poner en primer
plano la antigua centralidad de la región para el poder de los Estados
Unidos, o el apoyo militar y político inquebrantable mostrado por los
Estados occidentales a las familias gobernantes del Golfo? Una parte
realmente importante de esto también es comprender las historias del
colonialismo y la guerra que son en gran parte parte responsables de las
formas de existencia contemporánea del Golfo.



El punto esencial es que los países del Golfo no son una anomalía extraña
entre los estados capitalistas a nivel mundial. Pero a la inversa, y creo
que éste es un hecho que no es muy apreciado por partes de la izquierda en
los países occidentales, el Golfo también puede enseñarnos mucho sobre cómo
funciona el capitalismo en otros lugares.



-¿Qué son los petrodólares? ¿Siguen siendo un factor operativo en el sistema
global actual?



«Petrodólar» es un término acuñado en la década de 1970 para describir los
ingresos obtenidos por los países gracias a sus exportaciones de
hidrocarburos. Este capital puede gastarse dentro del país en cuestión o
«reciclarse» nuevamente en el mercado mundial. Históricamente, los
petrodólares fueron muy importantes para el desarrollo de los mercados
financieros mundiales, y siguen siendo importantes hoy en día.



Una primera ilustración de esto fue la aparición de los llamados
Euromercados, mercados financieros que se desarrollaron en Europa a finales
de los años 1950 y en los 1960, que estaban fuera de la jurisdicción de los
sistemas reguladores nacionales y estaban, en gran medida, exentos de
impuestos y otras restricciones financieras nacionales. Londres se convirtió
en el centro internacional clave para las operaciones de Euromercado,
permitiendo a los bancos y compañías negociar depósitos y bonos librados en
monedas diferentes de las de sus mercados nacionales. Después de la
nacionalización de las compañías petroleras del Golfo en la década de 1970 y
el gran aumento en los precios del petróleo que siguió, los depósitos de
petrodólares en los bancos norteamericanos y europeos que operaban en el
Euromercado alcanzaron niveles muy altos.



Estos flujos de petrodólares del Golfo aumentaron en gran medida la
capacidad de los bancos internacionales para prestar a empresas
multinacionales, gobiernos y otros prestatarios y ayudaron a impulsar la
internacionalización de la producción que comenzó a ganar terreno a partir
de la década de 1970. Los euromercados también fueron fundamentales para la
forma en que se desarrolló la crisis de la deuda del «Tercer Mundo» durante
la década de 1980. Los países del Sur con problemas de liquidez fueron
obligados a pedir prestados petrodólares reciclados a través de los
Euromercados, quedando estrechamente enredados en las relaciones de deuda
con las instituciones financieras internacionales. Hoy, el poder de la City
de Londres en el sistema financiero global es un legado directo de estos
mercados, y la posición del Golfo dentro de este contexto sigue siendo
significativa.



Los petrodólares del Golfo también fueron importantes para el surgimiento y
la consolidación de los Estados Unidos como la potencia mundial dominante
durante la segunda mitad del siglo XX. Al acordar invertir los ingresos del
petróleo en títulos del Tesoro de los EE. UU., obligaciones del sector
privado y acciones, y junto a la denominación del precio del petróleo en
dólares estadounidenses, los excedentes de los países del Golfo ayudaron a
consolidar el estatus preeminente del dólar estadounidense como «dinero
mundial».



Los petrodólares del Golfo también se reciclan a través de los mercados
internacionales por otros medios más indirectos. Esto incluye la compra de
bienes y servicios extranjeros por parte del Golfo; aquí son particularmente
importantes aquellos relacionados con el desarrollo de infraestructuras
urbanas, como maquinaria y equipos de transporte, ingeniería de alta gama y
servicios de construcción. Y, por supuesto, una ruta importante de reciclaje
de los petrodólares es la compra de material y servicios militares por parte
del Golfo. Entre 2015 y 2019, los seis estados del Golfo compraron más de
una quinta parte de las armas vendidas a nivel mundial, con Arabia Saudita,
los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar como los primeros, octavos y
décimos importadores de armas del mundo. Arabia Saudita compró una cuarta
parte de las exportaciones totales de armas de los EE. UU. durante ese
período, frente al 7,4 % en 2010-14.



-¿Podría decirnos algo más sobre la naturaleza de la clase capitalista en el
Golfo y su relación con el Estado y las familias gobernantes?



Los grandes capitales en el Golfo generalmente se organizan en grandes
conglomerados que están activos en una variedad de sectores económicos, en
particular la construcción y el desarrollo inmobiliario, los procesos
industriales (particularmente acero, aluminio y hormigón), el comercio
minorista (incluido el comercio de importación y la propiedad de centros y
galerías comerciales), y finanzas. Estos conglomerados a menudo están
controlados por familias que tienen su origen en actividades comerciales
anteriores, y están estrechamente vinculados con las familias gobernantes
del Golfo y las estructuras estatales.



Hoy los Estados del Golfo son monarquías de diversos tipos, y las familias
gobernantes controlan el aparato estatal y gran parte de la riqueza derivada
de las exportaciones de petróleo y gas.



El éxito de la acumulación de capital en el Golfo depende mucho de la
proximidad al Estado y del apoyo de la familia dirigente. Esto se puede ver
de varias maneras: tierras subsidiadas y otras subvenciones, contratos
estatales lucrativos para diversos proyectos, inversiones conjuntas entre el
capital privado y el estado, y el apoyo político y financiero de las
instituciones estatales para inversiones en el extranjero de los
conglomerados privados. Este tipo de relación con el Estado no es algo
exclusivo del capital en el Golfo: es la forma normal de hacer negocios como
gran capitalista en cualquier país del mundo de hoy.



Ahora, uno de los legados de los enfoques RST es la opinión de que el
capital privado en el Golfo es débil y eclipsado por un estado fuerte. Esta
idea se basa en una lectura dicotómica del Estado y el capital, en mi
opinión es metodológicamente errónea. En realidad, los miembros de la
familia gobernante a menudo controlan grandes grupos empresariales a título
privado y, por lo tanto, deben ser vistos como parte de la clase capitalista
privada (así como una parte central de cómo se ejerce el poder estatal). En
Qatar, por ejemplo, el 80% de las empresas del mercado de valores tienen al
menos un miembro de la familia gobernante Al Thani en su consejo de
administración: estas personas actúan a título individual, no como
representantes de las instituciones estatales. Del mismo modo, el gobernante
de Dubai, Mohammed bin Rashid Al Maktoum, posee participaciones privadas en
un número significativo de las empresas más grandes del emirato, incluidas
algunas de las mayores firmas inmobiliarias, bancos y una importante empresa
de telecomunicaciones.



En resumen, creo que es importante reclamar una concepción marxista de la
relación Estado / clase en los análisis sobre el Golfo, es decir, un enfoque
que ve al Estado como una expresión institucional del poder de clase en el
Golfo, y una clase capitalista entendida como incluyendo a familias
gobernantes y élites estatales.



-En su libro Capitalism and Class in the Gulf Arab States , identifica la
«fijación espacial» como una herramienta importante para superar las crisis
de sobreproducción y fragmentar a las clases trabajadoras del Golfo. ¿Cuáles
son los elementos de la “fijación espacial” en el Golfo? ¿Cómo se desarrolla
sobre el terreno?



Tomé prestado este término, por supuesto, de David Harvey, quien lo usó para
describir las formas en que el capital a menudo se reorganiza espacialmente
para superar o desplazar momentos de crisis. En el Golfo, creo que podemos
ver una especie de proceso análogo en relación con el trabajo de las
personas migrantes.



Las y los no ciudadanos representan entre el 56 y el 82 por ciento de la
fuerza laboral en Arabia Saudita, Omán, Bahrein y Kuwait, y alrededor del
95% en Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Estas cifras sorprendentes son
fundamentales para comprender la estructura de clases del Golfo. A través
del infame sistema de la kafala [sistema de puesta bajo tutela de la persona
trabajadora extranjera, que implica una verdadera sujeción de la persona
asalariada], las y los trabajadores migrantes están vinculados a un
empleador individual y se les impide buscar un empleo alternativo o incluso
salir del país sin permiso. La gran mayoría de estas y estos migrantes
trabajan en el sector privado, en sectores como la construcción, el trabajo
doméstico y el comercio minorista, y a menudo están mal pagados y están
sujetos a condiciones de trabajo altamente explotadoras y peligrosas. En
este sentido, la explotación del trabajo migrante es una parte esencial de
la acumulación de los conglomerados empresariales de los que hablé
anteriormente.



Una de las consecuencias de estos flujos de mano de obra migrante es que,
literalmente, millones de familias en todo el sur de Asia, Oriente Medio,
África Oriental y otros lugares dependen de las remesas enviadas a casa por
las y los trabajadores en el Golfo. Hay más trabajadores migrantes en el
Golfo que en cualquier otra región del Sur Global, y Arabia Saudita se sitúa
como la segunda mayor fuente de remesas en el mundo (después de los Estados
Unidos).



Estos flujos transfronterizos de trabajadoras y trabajadores migrantes nos
recuerdan que la clase no es simplemente una categoría abstracta que
describe una cierta relación con el capital y la producción de plusvalía
dentro de los espacios nacionales. Concretamente, las clases se crean
mediante la interconexión de espacios geográficos y se forjan continuamente
a través de los flujos (y el desplazamiento) de los seres humanos a través
de las fronteras. Cuando pensamos en una categoría como el «ejército de mano
de obra de reserva» en el Golfo, debemos tener en cuenta a esos millones de
personas que pueden estar viviendo fuera de las fronteras del Consejo de
Cooperación del Golfo (CCG), pero que, sin embargo, se están moviendo
constantemente en los mercados de trabajo del Golfo.



Ahora, en momentos de recesión económica, un gran número de estas personas
trabajadoras migrantes en el Golfo simplemente son enviadas a sus hogares,
con frecuencia sin recibir los salarios y compensaciones que se les deben.
Vimos esto a gran escala a raíz de la crisis mundial de 2008, y hoy podemos
verlo nuevamente. En efecto, hace unas semanas el ex jefe del Departamento
de Finanzas de Dubai tuiteó que estaba prediciendo una caída mínima del 10
por ciento en la población del emirato durante este año, ¡una caída notable!
Éste es uno de los medios de los que disponen los Estados del Golfo para
hacer frente a estos momentos de recesión, reorganizando las formas en que
su clase trabajadora está espacialmente organizada y desplazando el impacto
de la crisis a las zonas más pobres del mercado mundial.



-El período posterior a la primavera árabe vio una intervención
significativa de algunos estados del Golfo en los asuntos de los países
vecinos. Esto fue más evidente en 2013, cuando Arabia Saudita, los Emiratos
Árabes Unidos y Kuwait apoyaron materialmente un golpe militar que llevó al
poder al dictador egipcio Abdel Fattah el-Sisi. Qatar, por otro lado,
respaldó al gobierno de la Hermandad Musulmana que estaba siendo atacado en
ese momento. ¿Existe una dimensión económica asociada con estas tensiones
políticas? ¿Cuál es la relación entre el capital del Golfo y la política de
Medio Oriente en general?



Creo que es muy importante no separar los procesos económicos que vemos en
el Medio Oriente de la política de la región. En las  dos últimas décadas ha
habido una adopción generalizada de políticas económicas neoliberales
centradas en el mercado en toda la región. Esto ha sido impulsado por los
programas de ajuste estructural vinculados a préstamos de instituciones
financieras internacionales (IFI) y ha implicado las «reformas» habituales
asociadas con dichos programas, por ejemplo, las privatizaciones, un cambio
hacia una producción y una agricultura orientadas a la exportación, la
desregulación del mercado laboral y financiero, la apertura a la inversión
extranjera directa, etc. El ritmo de estas medidas varía considerablemente
entre los diferentes Estados, pero países como Egipto y Túnez fueron
repetidamente elogiados por las IFI como «éxitos» hasta que comenzaron los
levantamientos árabes a finales de 2010.



Ahora hay varios puntos que deben subrayarse respecto a estas
transformaciones económicas. Primero, estaban estrechamente asociados con el
endurecimiento de las formas de autoritarismo en toda la región. No es
casualidad que tanto Zine El Abidine Ben Ali en Túnez como Hosni Mubarak en
Egipto llegaran al poder en la década de 1980 prometiendo implementar
programas de ajuste estructural, y el Banco Mundial y el FMI les elogiaron
por hacerlo. Esto es completamente lógico: ante la oposición popular
generalizada al ajuste estructural, se necesita a alguien en el poder que
pueda impulsar estas medidas mediante el uso de la represión interna.



Es por eso que históricamente ha habido una asociación tan estrecha entre el
autoritarismo y la reforma neoliberal en el Medio Oriente. Es una realidad
que va en contra del mito, promovido por los responsables políticos de EE.
UU. durante los años 1990 y 2000, de la existencia de mercados libres y de
elecciones libres.



Esta relación entre lo político y lo económico es particularmente importante
subrayarla hoy, ya que pone en evidencia la conexión necesaria entre el
cambio político y la transformación socioeconómica real. No basta con
cambiar la cara de la persona que está en la cima mientras se mantienen las
mismas políticas económicas: esa es una lección clave de los levantamientos
árabes.



Pero las medidas neoliberales de los años 1990 y 2000 también estuvieron
estrechamente vinculadas con el desarrollo de nuevas jerarquías económicas y
políticas a nivel regional. Uno de los aspectos clave de esta evolución fue
la internacionalización de los capitales del Golfo en toda la región, es
decir, las inversiones transfronterizas de los conglomerados del Golfo en
los países árabes vecinos. De esta manera, los grandes conglomerados
empresariales de los que hablé anteriormente, así como los vehículos de
inversión estatales del Golfo, fueron los principales beneficiarios del giro
neoliberal en el Medio Oriente. Podemos constatarlo en numerosos sectores
económicos clave: bienes raíces y construcción, infraestructura y logística,
banca y finanzas, medios y telecomunicaciones, comercio minorista y comercio
a gran escala, agronegocios. He tratado de detallar estos procesos en mi
último libro.



Estos flujos de capital regionales se han producido a través de una variedad
de mecanismos, en particular fusiones y adquisiciones, inversiones de
cartera minoritarias en otros mercados bursátiles árabes, el establecimiento
de filiales transfronterizas y el control de los derechos sobre las
sociedades y la propiedad. A través de estos y otros medios, la
internacionalización de los capitales del Golfo actúa cada vez más para dar
forma a la producción, el consumo y las actividades financieras en los
diferentes estados árabes. La economía política de varios países árabes se
ha sintonizado estrechamente con la dinámica de la acumulación de capital en
el Golfo mismo.



El resultado de todo esto es que el Golfo, y aquí debemos ser conscientes de
las tensiones de rivalidad y competitivas entre los diferentes Estados del
Golfo, tiene un interés clave en la economía política general de la región.
No podemos pensar en el orden político de la región sin tener en cuenta
estas dimensiones económicas (o viceversa).



-¿Puede hablar sobre algunas de las posibles trayectorias futuras del Golfo
y Medio Oriente, particularmente en el contexto de la pandemia de COVID-19?



La región está obviamente en plena mutación. Antes de la pandemia, hubo una
serie de crisis muy profundas en todo el Medio Oriente. Una de ellas es la
gran cantidad de personas refugiadas y desplazadas internas como resultado
de las guerras en curso en países como Siria, Yemen, Libia e Irak. La región
es hoy en día el lugar del mayor desplazamiento forzado de poblaciones desde
la Segunda Guerra Mundial. Muchas de estas personas desplazadas viven en
campamentos rudimentarios o espacios urbanos superpoblados, lo que pone a
las personas en un riesgo mucho mayor de infección por el virus. También
existe la prevalencia generalizada de la desnutrición y otras enfermedades
(como la reaparición del cólera en Yemen);  esta situación también está
estrechamente relacionadas con las guerras y los conflictos anteriores a la
pandemia.



A lo largo de 2019, hemos asistido a una nueva ola de luchas populares en
numerosos países de Medio Oriente, especialmente Sudán, Líbano, Argelia,
Marruecos e Irak. Estos países se habían mantenido algo distanciados de los
levantamientos que tuvieron lugar hace una década, y había muchas razones
para ser optimistas sobre estas nuevas movilizaciones. Atrajeron a amplios
sectores de la sociedad, incluidos las y los trabajadores pobres y del
sector informal. Resistieron eficazmente los intentos de marginación, y hubo
un fuerte carácter antisectario en estos movimientos, especialmente
importante en Irak y Líbano.



Estos movimientos también articularon claramente las esferas política y
económica como interrelacionadas: en el Líbano, por ejemplo, los bancos
fueron identificados como un objetivo principal de protesta, yendo más allá
de los temas bien conocidos del nepotismo y la corrupción política. La ola
de manifestaciones de 2019 también tuvo un reconocimiento importante de las
jerarquías regionales, con consignas contra las maquinaciones de las
potencias vecinas, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Turquía e
Irán.



A día de hoy la pandemia obviamente ha frenado temporalmente estos
movimientos y ha restringido la capacidad de las personas de salir a las
calles para protestar. Pero ninguno de los problemas clave que motivaron
estas protestas ha desaparecido. De hecho, creo que está bastante claro que
las cuestiones de pobreza, desigualdad y corrupción, que han alimentado la
crisis de legitimidad a la que se ven enfrentadas las clases dominantes
establecidas en toda la región, se acentuarán a raíz de la pandemia y la
recesión económica mundial que ahora está en curso.



En el Golfo, por supuesto, el gran problema es la caída masiva del precio
del petróleo que ha tenido lugar en los últimos meses. Al igual que todos
los productores de petróleo, esto afectará seriamente las capacidades
presupuestarias del Golfo. Sin duda habrá recortes en el gasto social,
algunos de ellos ya han sido anunciados, y una retirada de algunos de los
proyectos más grandes asociados a las estrategias de «visión» del Golfo
anunciadas en los últimos años.



Pero creo que sería un error interpretar que esta crisis marca
necesariamente una reversión permanente de algunas de las tendencias que he
señalado anteriormente. A diferencia de otros Estados de la región, los
gobiernos del Golfo tienen niveles relativamente bajos de deuda, acceso a
reservas acumuladas y pueden obtener préstamos a precios bastante bajos en
los mercados internacionales. Aunque el mercado mundial del petróleo se haya
visto gravemente afectado por la pandemia, las compañías petroleras del CCG
en realidad podrían fortalecer su posición si los activos en los países
vecinos se hicieran disponibles a menor coste en un mundo post-viral.



Y, como suele ser el caso en el Golfo, las y los trabajadores migrantes han
sido los más afectados por la pandemia y la recesión económica. Arabia
Saudita, por ejemplo, ha comenzado a expulsar a las y los migrantes etíopes
y, según un memorando interno de la ONU, se espera que deporten a 200.000 en
total [un número importante de personas refugiadas etíopes, obligadas a
abandonar los países del Golfo, están prisioneras de hecho, en Yemen en
condiciones absolutamente terroríficas: malnutrición, enfermedades, falta de
vivienda, etc.]. También ha habido un gran aumento de los discursos racistas
contra las y los trabajadores migrantes en todo el Golfo, así como nuevas
leyes que permiten a las empresas del sector privado reducir permanentemente
los salarios de las y los no ciudadanos u obligarles a tomar vacaciones sin
sueldo.



Artículo publicado en Jacobin, 13-7-2020: https://jacobinmag.com/

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