Estados Unidos/ Un primer balance del movimiento contra el racismo y las violencias policiales [Héctor A Rivera - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jun 13 22:25:47 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de junio 2020

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Estados Unidos



Entrevista a Héctor A. Rivera



Primer balance del movimiento contra el racismo y las violencias policiales



Marine Benjelloun y Alex Guérin

Contretemps, 9-6-2020

https://www.contretemps.eu/

Traducción de Viento Sur



En esta entrevista, Héctor A. Rivera, editor de la revista Punto Rojo, una
revisión de la izquierda socialista, latino y chicano [estadounidense de
origen mexicano, ndt] que vive en los Estados Unidos, revisa algunas de las
características del movimiento actual en los Estados Unidos contra el
racismo y las violencias policiales, que se inscribe en la larga historia de
las movilizaciones negras en el país.



-¿Cuál es el contexto de las movilizaciones que tienen lugar en los Estados
Unidos? ¿Cómo calificarlas?



Héctor A. Rivera: el 29 de mayo tuvo lugar una revuelta en los Estados
Unidos. Es una resistencia organizada contra la policía, el poder judicial y
las estructuras estatales que los cubren. También es seguro que es una
revuelta, porque los manifestantes prendieron fuego a una comisaría de
policía en Minneapolis, antes de atacar a otras dos al día siguiente. Esto
provocó revueltas en todo el país, con saqueos.



He estado tratando de entender durante varios días por qué la reacción a los
asesinatos ha sido diferente esta vez. George Floyd, en Minneapolis, pero
también Breonna Taylor, en Louisville, quien fue asesinada en su casa por
policías durante la noche, son personas organizadas y conocidas en sus
comunidades, que tenían vínculos con las estructuras del vecindario, como
las iglesias, las ONGs de derechos humanos, es decir una amplia red de
diferentes actores. Como resultado, Minneapolis y Louisville son ciudades en
las que las comunidades están organizadas y preocupadas desde hace mucho
tiempo por la segregación que las afecta (Minneapolis se divide en una
ciudad blanca y una ciudad negra). Esto es aún más fuerte en los Estados del
sur.



-Esto comienza desde la contestación de la violencia policial contra los
negros (en particular, George Floyd). ¿Cómo situar lo que está sucediendo en
la historia de las revueltas y la resistencia contra el racismo anti-negro?
¿Qué eco de las movilizaciones que dieron origen a Black Lives Matter?



Los disturbios y las revueltas urbanas no son infrecuentes en la historia
del movimiento negro y en los barrios negros como formas de protesta, desde
la década de 1960. A partir de 2014, con Ferguson y Baltimore, hemos una
experiencia organizativa con Black Lives Matter. Se intentó desarrollar una
red nacional, pero no funcionó. Los miembros de Black Lives Matter
decidieron desarrollar estructuras más locales. La coordinación nacional no
se ha completado aún.



Es importante señalar que, desde la elección de Donald Trump en 2016, la
violencia racista ha experimentado un crecimiento muy significativo contra
las comunidades negras, incluida la violencia policial. Esta vez hay una
determinación en la calle a no querer ceder, como están mostrando las dos
semanas de manifestaciones ininterrumpidas. A menudo, la policía, con sus
presupuestos, paga a las familias de las víctimas de delitos policiales.
Pero allí, la familia de George Floyd ha decidido acusar a los cuatro
policías, lo que supone un paso muy importante. Esto permitió ver otros
casos: Breonna Taylor en Louisville, Ahmaud Arbery [un joven negro que hacía
footing y fue asesinado a tiros por un padre y su hijo, vinculado con el Ku
Klux Klan] y muchos otros.



Existen las condiciones para crear una red a escala nacional, lo que Black
Lives Matter no ha podido hacer hasta ahora. Los líderes negros han perdido
su autoridad moral. En efecto, la violencia policial racista continuó
durante los años de Obama, cuando había más representantes políticos negros,
jueces negros.



-¿Quiénes son los y las manifestantes? Parece ser multirracial, joven, ¿cómo
explicar esto?



En Minneapolis, la comunidad negra comenzó a movilizarse y manifestarse el
26 de mayo. Pero, rápidamente, la protesta se apoderó del país. Acabábamos
de vivir un año de movilizaciones, incluidas huelgas de docentes en 2019,
acciones en hospitales vinculadas a la crisis de la Covid-19. Muchas cosas
se movían. El movimiento de mujeres se movilizó cuando Trump fue elegido.
También hubo un movimiento juvenil sobre temas ecológicos, como el Sunrise
Movement, Extinction Rebellion, Fridays for Future.



Es evidente que existe un proceso generacional, compuesto por jóvenes más
abiertos a la diversidad sexual, contra el racismo, que aceptan a las
minorías étnicas. Las manifestaciones son multirraciales y son las y los
adolescentes, a veces de 12 años, quienes se movilizan. Los y las líderes
tienen entre 19 y 20 años. Es una generación muy consciente de que su futuro
está en peligro. La solidaridad es un problema casi natural entre estos
jóvenes, la solidaridad con sus amigos y amigas y sus comunidades. Cada vez
más, las manifestaciones son intergeneracionales y se están ampliando.



Este movimiento está muy determinado, como lo demuestra el incumplimiento
del toque de queda en varias ciudades, que incluso han llevado a algunas de
ellas a suspenderlo, como Seattle y Los Ángeles. En plena pandemia, correr
el riesgo de mostrar solidaridad también es una muestra de un fuerte
compromiso político.



-Estas revueltas parecen espontáneas: ¿Qué parte de espontaneidad y de
organización? ¿Quién llama a las movilizaciones?



En Minneapolis y Nueva York, las manifestaciones han sido convocadas por las
organizaciones de las comunidades negras. En otras ciudades, han sido los
grupos de Black Lives Matter u organizaciones locales quienes han construido
la movilización. Pero la participación masiva también se ha basado en una
cierta espontaneidad que se apoya en grupos afines de institutos y
universidades.



Algunos llamamientos a manifestarse provienen de estas redes de personas que
quieren ser solidarias. En el Estado de Maine, por ejemplo, el 90% de la
población es blanca, y ha habido manifestaciones. Han sido organizadas en
particular por personas que han adquirido experiencia en los movimientos
ecologistas recientemente y que han cogido confianza en su capacidad de
movilización.



-¿Qué reivindicaciones se plantean?



Las reivindicaciones han evolucionado rápidamente. Comenzaron con la
exigencia de inculpar a los policías responsables de los asesinatos y de
encarcelarlos. La reivindicación nacional actual es la de reducción o
incluso supresión de los presupuestos públicos y locales asignados a la
policía. En el epicentro de la protesta, en Minneapolis, surge la
reclamación de abolir la policía.



Eso ya tiene efectos. Por ejemplo, en Los Ángeles, el ayuntamiento debate el
presupuesto anual. Tres mil millones de dólares iban a ser destinados a la
policía. Bajo la presión de la protesta, el ayuntamiento propuso reducirlo
en150 millones de dólares, pero la gente quiere ver que se reduzca aún más.
También hay un freno en los programas destinados a reciclar las armas del
ejército en beneficio de la policía.



En las escuelas de Minneapolis, se rompen los contratos con la policía. Lo
que no es poca cosa en el contexto estadounidense. De hecho, hay violencia
por las armas de fuego y la presencia de pandillas en los establecimientos
educativos. El tratamiento de este problema es punitivo y, como la
organización de la educación es muy racializada, existe un discurso sobre el
problema de los jóvenes negros violentos. En los barrios negros y pobres,
para no dejar entrar armas en la escuela, la policía interviene y está
presente en los establecimientos.



Hablamos de “school to prison papeline” [la tubería de la escuela a la
prisión], es decir que hay un camino directo desde los establecimientos
educativos, que siguen cada vez más un modelo punitivo y penitenciario, a la
prisión. Hay que saber que en los Estados Unidos, el 8,5% de las cárceles
están privatizadas y representan un mercado jugoso para la economía. Por lo
tanto, hay un interés en esta lógica ultraliberal de tener una población
carcelaria renovada incesantemente.



-¿Se puede establecer un vínculo entre lo que está sucediendo y la crisis
relacionada con la pandemia de Covid-19, que afecta particularmente a las
comunidades negras y latinas? ¿Se puede establecer un vínculo con la crisis
económica y social, y en particular con el desempleo masivo?



Los números son catastróficos porque el gobierno no se ha tomado en serio la
pandemia. Aquí, no hay un Estado social para hacer frente a la crisis
económica y el desempleo. La única promesa del gobierno fue un cheque de
1.200 dólares que nadie ha recibido todavía. Hay que ser consciente que los
trabajadores y trabajadoras esenciales provienen en su mayoría de minorías
étnicas y muchos trabajan en correos y en los hospitales. Muchos
trabajadores y trabajadoras latinos y negros han muerto a causa de la Covid
mientras estaban en contacto con el público. Una encuesta revela que el 70%
de los latinos y negros tienen miedo de infectar a sus familias.



La razón de esta fuerte presencia de negros y latinos en estos servicios
esenciales es que, históricamente, ha sido un medio para mejorar su
situación económica y social y acceder a ocupaciones estables e integradas.
Durante el confinamiento el racismo estructural se reveló con mayor
claridad. De camino al trabajo, la población negra ha estado expuesta a
enfermedades y control policial en la calle. Al querer hacer actividad
física para salir de sus hogares, los negros podrían ser el objetivo de un
vecindario racista como lo revela el asesinato de Ahmaud Arbery.
Permaneciendo en casa, los negros todavía estaban en peligro, como lo
demuestra el asesinato de Breonna Taylor matada por la policía.



-¿Cómo se presenta la represión frente al movimiento?



Los medios muestran imágenes de fraternización entre la policía y los
manifestantes con la idea de atenuar la ruptura que existe entre la policía
y la población. Pero no hay que equivocarse, el mismo policía que se
arrodilla en el suelo en homenaje a George Floyd machaca a los manifestantes
pocas horas después. Estas imágenes circulan en las redes sociales, que
tienen un papel importante en la sensibilización sobre la violencia
policial.



En el movimiento, en la calle, en las redes sociales, hay un debate sobre el
papel de la policía, con nuevos cuestionamientos y una rápida conciencia. De
hecho, existe una fuerte conciencia antirracista, pero al principio no hubo
un cuestionamiento general sobre el papel de la policía. Sin embargo, hay
fenómenos realmente contradictorios entre las fuerzas del orden. En los
Estados Unidos, hay una diferencia entre la fuerza policial que es una
profesión de carrera y la Guardia Nacional, que forma parte del ejército y
que interviene en el territorio nacional en caso de emergencia. La Guardia
Nacional está compuesta por personas que ejercen esta profesión durante
algunos años, a menudo para obtener acceso gratuito a la educación, por
ejemplo.



Por lo tanto, existen grietas: los miembros de la Guardia Nacional
depositaron sus escudos en solidaridad con el movimiento; una petición de
veteranos del ejército fue enviada a los soldados de la Guardia Nacional,
pidiéndoles que se pusieran del lado de los manifestantes; en Nueva York,
unos seis policías dimiten cada día; el jefe de policía de Houston, un
latino, se solidarizó con el movimiento y reconoció el racismo que sufría
desde la extrema derecha. La desmoralización es importante entre las fuerzas
de orden.



Sin embargo, la represión es fuerte, especialmente en Washington, donde se
han desplegado los servicios secretos, la Guardia Nacional e incluso el
ejército, para proteger la Casa Blanca. Las personas han sido matadas en las
manifestaciones, otras resultaron heridas, gaseadas y golpeadas por la
policía.



-En los últimos años, Trump ha atacado a la comunidad latina y a los
inmigrantes indocumentados, especialmente con la construcción del muro en la
frontera mexicana. ¿Se establecen vínculos entre esta cuestión y la
violencia policial?



Existe un vínculo directo entre los combates de las comunidades negras y
latinas para luchar contra el Estado carcelario y la privatización de las
cárceles y los centros de detención. Encerrar a la gente es un negocio en
los Estados Unidos. Para la comunidad latina esta es una lección que hemos
aprendido del movimiento abolicionista negro que precedió a nuestra
estructuración. La policía y la extrema derecha han tratado de generar
conflictos raciales entre estas dos comunidades en el movimiento contra la
violencia policial. Por ejemplo, incitaron al vandalismo en barrios latinos
contra los comercios y pequeñas empresas.



Sin embargo, tenemos algunas pistas de convergencia. Por un lado, existe en
la cultura popular negra una expresión de solidaridad entre estas dos
comunidades. En Minneapolis, las bandas negras y latinas se aliaron en la
protesta. Los latinos en el sur de los Estados Unidos ven que la policía
fronteriza apoya a los policías en la represión de las protestas. La
comunidad latina también ha sido blanco de Trump, quien desarrolló el ICE,
es decir, la policía de inmigración. Eso aparece en manifestaciones con
lemas como “Abolish ICE”. Esta comunidad todavía tiene en mente la masacre
de El Paso en agosto de 2019, donde un racista mató a 23 personas, apuntando
en particular a personas de origen mexicano. Esa policía que machaca a los
indocumentados latinos reenvía a la génesis histórica de la policía de los
Estados Unidos para localizar y castigar a los esclavos fugitivos.



-¿Hay un lugar para el movimiento feminista en esta movilización? ¿Cuál es
su situación en los Estados Unidos? ¿Qué posible unión entre el movimiento
feminista y el movimiento antirracista?



No existe un vínculo directo entre el movimiento feminista estructurado, que
no es tan militante y masivo como en América Latina o Europa, y el
movimiento antirracista contra la violencia policial. Pero los líderes de
las manifestaciones, como de las comunidades negras, son en muchos casos
mujeres. Las mujeres desempeñan un papel de liderazgo, al hablar en público,
haciéndose portavoces del movimiento, pero también un papel en la
organización técnica de las manifestaciones, por ejemplo, al proporcionar
agua, alimentos y mascarillas a los y las manifestantes Por ejemplo, en Long
Beach, California, es un grupo de mujeres lesbianas, “Asistencia para la
resistencia”, quien tiene una cantina popular e interviene en las
manifestaciones.



Es en el terreno de las movilizaciones donde se ha creado el vínculo con una
consciencia feminista. Comienza a surgir la idea de que no solo los hombres
negros son víctimas de la violencia policial. El caso de Breonna Taylor es
significativo. Por lo tanto, existe la reivindicación “Say her name” [Diga
su nombre], para hacer visibles a las mujeres negras asesinadas por la
policía. El papel de la policía también comienza igualmente a cuestionarse
en casos de violación. Según el periódico Star Tribune, 1.700 casos de
violación en Minneapolis no se han resuelto en los últimos treinta años
debido a la falta de investigaciones concluidas. Por otro lado, los casos de
violencia doméstica experimentan altas tasas en la policía. Según dos
encuestas, el 40% de la policía perpetra violencias conyugales. Son cifras
que el movimiento feminista no cesa de recordar y que empiezan a entrar en
el debate público en la actualidad.



Ahora cabe señalar que muchos de los intelectuales contemporáneos de la
izquierda negra son mujeres, como Angela Davis o Ruth Wilson Gilmore, una
activista de la abolición de las cárceles. Sus ideas y teorías se retoman en
el movimiento y en las redes sociales. En los Estados Unidos, existe un
cliché transmitido por la derecha, el de las mujeres negras enfurecidas
(“Angry Black women”) para silenciar a las mujeres negras. La semana pasada
se rompió este cliché reaccionario, porque las mujeres negras están
encolerizadas y lo reivindican.



Cabe señalar también que, desde los años 1990, ha habido movimientos contra
la pena de muerte y la prisión dirigidos por madres de víctimas del sistema
carcelario. Estas redes de madres son muy activas en sus comunidades y están
vinculadas con las iglesias. Desde esta semana, han ocupado un lugar
importante en el movimiento. Las pancartas en las protestas dicen que cuando
George Floyd llamó a su madre en el momento de su asesinato, llamó a todas
las madres que luchan por sus hijos.



-Se ha visto en los últimos años el fenómeno de Sanders y la emergencia de
DSA. ¿Cómo esta revuelta sacude y/o refuerza esta tendencia? ¿Son posibles
los enlaces?



El movimiento actual parece resolver dos debates que tuvieron lugar en
Socialistas Democráticos de América (DSA) y en la campaña de Sanders.



Por un lado, los DSA estaban al 100% en la campaña de Sanders, con una
orientación electoralista. En marzo, cuando Sanders anunció su retirada de
las primarias del Partido Demócrata, apoyaron al candidato Joe Biden. Esto
les ha robado legitimidad, especialmente entre las mujeres que participan en
su campaña, ya que Biden está acusado de agresión sexual. Después de ello,
los DSA no han apoyado a Biden, sino que han desarrollado una estrategia de
política de masas a través de la lucha electoral, mediante el apoyo a
candidatos demócratas y socialdemócratas independientes en las elecciones
locales.



Esta orientación estaba apuntalada por la ausencia de movimientos sociales
en la calle. El movimiento actual cuestiona este eje estratégico. La campaña
de Sanders y sus redes de activistas tampoco se han utilizado en el contexto
de la pandemia para apoyar a las cuidadoras y cuidadores que trabajan sin
protección o a las víctimas de desalojos de las viviendas. No había una
dirección clara para guiar el movimiento.



Por otro lado, algunos sectores de la izquierda estadounidense sufren de una
visión economista y reduccionista de lo que es la lucha de clases. Esta
visión da como resultado la ausencia de toma en consideración de la
interseccionalidad y de las políticas de identidad como punto de entrada de
concientización de las personas de color. El programa antirracista de
Sanders era, por lo tanto, débil. Ha habido una fuerte concentración del
discurso sobre cuestiones económicas y la idea de que las políticas de
identidad se dividen. Este economismo también lleva a Sanders a pensar que
todo lo que es público, tanto la salud como la policía son, por lo tanto,
socialistas. Esta lógica no tiene lugar a la luz del movimiento actual.



Este problema atraviesa los DSA. Hay una declaración nacional de la
organización en apoyo del movimiento Black Lives Matter, pero no hay un
llamamiento a la acción. Numerosas células y tendencias del DSA han
publicado llamamientos más militantes, con consignas que abordan las
reivindicaciones radicales del movimiento. En este contexto, el colectivo
afro-socialista en DSA está llevando a cabo un trabajo importante.



La revuelta tomó a toda la izquierda por sorpresa. Creo que ello sacudirá
muchas cosas. Hay una convención nacional de DSA prevista para este año, y
es posible que la empuje hacia la izquierda. Las condiciones son favorables
para una izquierda socialista más militante, que debe adquirir una cultura
de llamamiento a la movilización e intervención en los combates de masas.



-¿Qué posición tiene el movimiento sindical sobre la movilización en curso?



Están sucediendo cosas importantes en el lado de los sindicatos. En Nueva
York, Minneapolis y Chicago, los sindicatos de transporte, que son un sector
histórico del sindicalismo, se niegan a transportar a los agentes de policía
que intervienen para reprimir las manifestaciones, o a transportar a los
manifestantes a las cárceles. Los conductores se rebelan con el apoyo de su
sindicato, como en Brooklyn, donde un conductor salió de su autobús.



El movimiento de los enseñantes del año pasado reveló un sindicalismo
democrático y combativo, especialmente el sindicato de los enseñantes de
Chicago (CTU), dirigido por una mujer negra, Stacy Davis Gates. Es solidario
con las manifestaciones, ya que ha desarrollado un sindicalismo social
integrando la lucha contra el racismo en sus reivindicaciones. No solo se
centra en las condiciones de trabajo de los docentes, sino también en las
comunidades en las que se integra. Grupos de estudiantes negros y negras en
las universidades piden que se posicionen a los sindicatos de la enseñanza.



La AFL-CIO (el principal sindicato en los Estados Unidos) en Minnesota ha
pedido la dimisión del secretario de su sindicato policial. También hay
llamamientos a excluir a los sindicatos de policías de las asociaciones
representativas de los trabajadores.



-¿Cuáles son las perspectivas para la continuación del movimiento?



Hay movilizaciones previstas hasta el 15 de junio. Las marchas de los
orgullos que habían sido canceladas debido a la crisis de salud causada por
el Covid-19 se han reprogramado. En varias ciudades se llevarán a cabo en
honor a las mujeres negras trans como Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera, dos
figuras de las revueltas de Stonewall. En Los Ángeles, la Marcha del Orgullo
del 14 de junio tendrá lugar en honor a Black Lives Matter. Podría ser
histórico. Las reivindicaciones de la comunidad afro-transgénero y de las
trans en general son las mismas que las del movimiento contra la violencia
policial, porque también ellas son víctimas.



Muchas de las reivindicaciones ya existentes dan un nuevo impulso al
movimiento. La situación abre un nuevo período histórico en los Estados
Unidos. También conlleva riesgos, porque tenemos un presidente como Donald
Trump y una extrema derecha fuerte. Sin embargo, existe un comienzo de
conciencia de que esta lucha también es contra la extrema derecha, ya que
Trump ha querido criminalizar al movimiento antifascista dividiendo a los y
las manifestantes entre buenos y malos. También vemos la destrucción de
monumentos a la gloria de los líderes de los estados confederados del sur.



En varias ciudades de todo el país hay manifestaciones todos los días. En
Nueva York, el martes 9 de junio está programada una marcha convocada por
las familias de 16 afroamericanos asesinados por la policía de Nueva York.

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