Memoria/ Los crímenes de la Bélgica colonial en el Congo [Éric Toussaint]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jun 18 13:04:15 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

18 de junio 2020

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Memoria



Los crímenes de la Bélgica colonial en el Congo



El historiador belga Éric Toussaint hace un repaso a la dominación del Congo
por parte del Rey Leopoldo II, tras ser retirada una de sus estatuas en
Amberes en el contexto de las protestas globales Black Lives Matters.



El Salto, 16-6-2020

https://www.elsaltodiario.com/

Gracias a las movilizaciones Black Lives Matters que tuvieron lugar a escala
internacional contra el racismo en general, y la negrofobia en particular,
cada vez más personas buscan la verdad sobre el pasado tenebroso de las
potencias coloniales y la continuidad neocolonial en los tiempos presentes.
Se están retirando algunas estatuas de personajes emblemáticos del
colonialismo europeo o que fueron objeto de denuncias. Y pasa lo mismo con
estatuas de personajes que en Estados Unidos simbolizan la esclavitud y el
racismo. El CADTM se congratula de todas las iniciativas y todas las
acciones que tienen por fin denunciar los crímenes coloniales, que buscan
establecer la verdad sobre las atrocidades pasadas, que ponen en evidencia
los instrumentos del neocolonialismo y todas las formas de resistencia desde
el pasado hasta hoy.



Perspectiva histórica de la colonización del Congo



A fines del siglo XVIII (1776), o sea más de un siglo antes que el comienzo
de la colonización leopoldina del Congo, las 13 colonias británicas de
América del Norte, y después de una guerra de independencia, se liberaron de
la corona británica. Gran Bretaña, en otra parte del planeta, reforzaba su
influencia, imponiendo la colonización de Asia del Sur, India en un sentido
amplio, desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. Por su
parte, los holandeses reforzaban su dominación sobre Indonesia. Aquellos que
luchaban por la liberación, por la supresión de las colonias, no eran solo
descendientes de europeos —recientemente inmigrados— como los que obtuvieron
la independencia de las 13 colonias británicas de América del Norte para
fundar en forma conjunta, en 1776, los Estados Unidos de América. Un pueblo
extremadamente valiente, un pueblo negro descendiente directo de africanos,
el pueblo de Haití, conquistó también su independencia en 1804 contra la
dominación francesa. Durante los siguientes veinte años, se libraron las
guerras de independencia en América latina. Fueron dirigidas por personas
como Simón Bolívar que derrotó, en muchas batallas, a las tropas españolas
que dominaban una parte de América latina.



Menciono esto porque, a fines del siglo XVIII y hasta comienzos del siglo
XIX, mientras muchas naciones conquistaban su independencia en todo el
continente americano, el África subsahariana no estaba todavía totalmente
colonizada por los europeos. Eso no le impidió sufrir los efectos de la
colonización de los otros continentes por medio del comercio triangular y la
trata de negros. Varias decenas de millones de africanos fueron reducidos a
la esclavitud y transportados a la fuerza hacia las Américas, entre los
siglos XVII y mediados del siglo XIX.



Fue en los últimos 25 años del siglo xix que la África subsahariana cayó
completamente bajo el yugo colonial de los países europeos: Gran Bretaña,
Francia, Portugal, Alemania, Bélgica… principalmente.



Primero, Leopoldo II pensaba colonizar una parte de Argentina, luego se
dirigió a Filipinas y pidió precio a los españoles. Pero este era muy
elevado y no lo podía pagar. Y, finalmente, le echó el ojo a la inmensa
cuenca del río Congo. Para lograrlo, utilizará la astucia con el fin de no
entrar en conflicto con las grandes potencias europeas que ya estaban allí.
Estas importantes potencias coloniales tenían los medios para reducir a la
nada las ambiciones coloniales de Bélgica, que llegaba tarde para reclamar
su parte del pastel.



Antes de ser rey, Leopoldo II había recorrido una parte importante del mundo
colonial: Ceilán, India, Birmania, Indonesia. Y, durante sus viajes, quedó
admirado ante los métodos de los holandeses en Java, Indonesia. Java era
para él el modelo a seguir y es el que aplicará durante su colonización en
el Congo. El modelo javanés se basaba en la mano de obra forzada.



En el siglo xix, los argumentos utilizados por los europeos para colonizar
África y Asia eran, principalmente, los siguientes: Cristianizar a los
paganos; aportar a todo el mundo los beneficios del libre comercio (y eso
sigue siendo muy actual…) y en el caso del África subsahariana, acabar con
la trata de esclavos realizada por los árabes. Y, a partir de 1865, cuando
Leopoldo II accedió al trono, comenzó a emprender numerosas iniciativas para
dotar de una colonia a Bélgica.



Por ejemplo, en 1876, organizó en el palacio real una conferencia geográfica
internacional. Según este rey, el objetivo era —en forma coherente con el
pretexto que se utilizaba en esa época—: “Abrir a la civilización la única
parte de nuestro globo donde todavía no ha penetrado, traspasar las
tinieblas que envuelven a poblaciones enteras, es, oso decir, una cruzada
digna de este siglo de progreso. (…) Me ha parecido que Bélgica, un Estado
central y neutro, sería un terreno bien elegido para esta reunión. (…)
¿Tengo necesidad de decirles que convidándolos a Bruselas, no estoy guiado
por visiones egoístas? No, Señores, si Bélgica es pequeña, es feliz y está
satisfecha de su suerte; no tengo otra ambición que servirla bien”. Y
explica que con esa sociedad internacional de geografía, donde había
convocado a una serie de grandes exploradores, se trataría de construir
rutas, que se abrirían, sucesivamente, hacia el interior, y puestos
hospitalarios, científicos y pacificadores que constituirían otros tantos
medios para abolir la esclavitud, establecer la concordia entre los jefes,
procurar árbitros justos, desinteresados. Ese era el discurso oficial. Muy
poco tiempo después, contrata al explorador Stanley quien acababa de
atravesar África de este a oeste siguiendo el río Congo hasta su
desembocadura.



La conferencia de Berlín de 1885 y la creación del Estado independiente del
Congo



En 1885, después de múltiples maniobras diplomáticas, Leopoldo II obtuvo en
Berlín la autorización de crear un Estado Libre en el Congo. El canciller
Bismarck dijo en la clausura de la conferencia de Berlín, en febrero de
1885: “El nuevo Estado del Congo está destinado a ser uno de los más
importantes ejecutantes de la obra que pensamos llevar a cabo, y expreso mis
mejores deseos para su desarrollo rápido y para la realización de los nobles
propósitos de su ilustre creador”.



Paralelamente a sus discursos en las grandes conferencias, Leopoldo II
mantiene otro tipo de propósitos: los documentos que envía a las personas en
las que delegó la tarea de valorizar el Estado Libre del Congo, o las
declaraciones que hace a la prensa. Por ejemplo, el 11 de diciembre de 1906,
aparece una entrevista en el diario de Nueva York Publisher’s Press donde
dijo: “Cuando uno trata una raza compuesta de caníbales desde hace miles de
años, es necesario utilizar los métodos que mejor sacudirán su pereza y
hacerles comprender el aspecto sano del trabajo”.



Desde el momento en que, en 1885, Leopoldo II pudo crear desde cero el
Estado Libre del Congo, que era su Estado personal, dictó un primer decreto
fundamental: todas las tierras consideradas vacantes (terra nullius) serán
propiedad del Estado. Así que Leopoldo II se apropió de las tierras, aunque
el objetivo del Estado Libre del Congo era permitir a los jefes congoleños
entenderse y defenderse con respecto a los árabes que los reducían a la
esclavitud. En realidad, el rey acordó una serie de tratados, vía Stanley,
con una serie de jefes tribales del Congo, por los cuales estos jefes
tribales transferían la propiedad de la tierra de sus aldeas o de sus
dominios al jefe del Estado Libre del Congo, Leopoldo II. Las otras tierras,
un inmenso territorio, fueron declaradas vacantes (terra nullius) y se
convirtieron también en propiedad del Estado Libre del Congo.



El modelo de Java aplicado por la Bélgica de Leopoldo II en el Congo



Fue entonces que Leopoldo II comenzó a aplicar el modelo de explotación
holandesa de Java: una explotación sistemática de la población, que había
logrado dominar especialmente por la creación de la Fuerza pública,
exigiendo a esa población que recolectara látex (caucho natural), colmillos
de elefantes y que proveyese los alimentos necesarios para los colonos. El
rey se otorgó un monopolio sobre casi todas las actividades y riquezas del
Congo. Su modelo implicaba la recolección máxima de las riquezas naturales
del Congo por medios que no tienen nada que ver con métodos directamente
modernos de producción industrial. Se trataba de obligar a la población
congoleña a recolectar el látex y aportar obligatoriamente una determinada
cantidad por cabeza y a cazar para aportar enormes cantidades de colmillos
de elefantes. Leopoldo II mantenía una fuerza colonial dotada de un ejército
compuesto, principalmente, por congoleños y comandado exclusivamente por
belgas, para imponer el respeto al orden colonial y el respeto a las
obligaciones de rendimiento en el trabajo. El rey utilizará,
sistemáticamente, métodos de una absoluta brutalidad. Por cabeza de
habitante se debía aportar una cantidad determinada de caucho. Para obligar
a los jefes de aldea y a los hombres a salir a recolectarlo, encarcelaban a
las mujeres en campos de concentración en los que eran, regularmente,
sometidas a maltratos sexuales por parte de los colonos o de los congoleños
de la Fuerza pública. Si no se obtenían los resultados y las cantidades
obligatorias, los mataban como ejemplo, o se los mutilaba. Fotos de la época
muestran a personas víctimas de esas mutilaciones, que tenían un significado
totalmente preciso. Los soldados de la Fuerza pública debían dar prueba de
que habían utilizado cada cartucho de manera correcta: servía para matar un
congoleño.



La visión política de Leopoldo II, rey de los belgas y representante de los
intereses de Bélgica, correspondía, por lo tanto, a un modelo de
colonización extremadamente brutal. Por otro lado, este rey decía a
propósito del modelo de colonización que “sostener que todo lo que el blanco
hará producir en el país debe ser consumido únicamente en África y en
beneficio de los negros es una verdadera herejía, una injusticia y un error
que, si se pudiera traducir en hechos, detendría en seco la marcha de la
civilización en el Congo. El Estado, que sin el concurso activo de los
blancos no hubiera podido convertirse en un Estado, debe ser útil a las dos
razas y dar a cada una su justa parte”. Manifiestamente, la parte
correspondiente a los congoleños era el trabajo forzado, el látigo y las
manos cortadas.



Sobre la explotación salvaje del caucho, daré solamente algunas cifras: la
explotación del caucho comienza en 1893 y está ligada a la necesidad de
neumáticos de la naciente industria del automóvil y del desarrollo de la
bicicleta. Se produjeron 33.000 kilos de caucho en 1895, se recolectaron
50.000 kilos en 1896, 278.000 kilos en 1897, 508.000 kilos en 1898… Estas
cosechas absolutamente enormes aportaron, por lo tanto, unos beneficios
extraordinarios a las sociedades privadas que Leopoldo II había creado, y de
las cuales era el accionista principal, para gestionar los asuntos del
Estado Libre del Congo. El precio del kilo de caucho en la desembocadura del
río Congo era 60 veces inferior a su precio de venta en Bélgica. Y eso nos
recuerda cuestiones muy actuales como los diamantes y el coltán
“recolectados” ahora.



La campaña internacional contra los crímenes de Leopoldo II



Esa política finalmente generó una inmensa campaña internacional contra los
crímenes perpetrados por el régimen leopoldino. Fueron los pastores negros
de Estados Unidos los que se rebelaron contra ese estado de cosas, y luego
el famoso Morel. Este trabajaba para una sociedad británica en Liverpool,
que le hacía viajar regularmente a Amberes. Donde hizo la constatación
siguiente: mientras que Leopoldo II pretendía que Bélgica hacía intercambios
comerciales con el Estado Libre del Congo, los barcos transportaban desde el
Congo colmillos de elefantes y miles de kilos de caucho, y repartían
esencialmente con armas y alimentos para la fuerza colonial. Morel pensó que
se trataba de un comercio muy raro, de un intercambio muy curioso. Los
belgas de la época que apoyaban a Leopoldo II no reconocieron nunca esa
realidad. Ellos afirmaban que Morel representaba los intereses del
imperialismo británico y solamente criticaba a los belgas para ocupar su
lugar. Paul Janson, cuyo nombre lleva el principal auditorio de la
Universidad libre de Bruselas, dijo: “Jamás criticaré la obra de Leopoldo II
[era diputado en la cámara] ya que aquellos que lo critican, especialmente
los británicos, solo lo hacen por la política de sal de ahí que me meto yo”.



Sin embargo, las críticas iban creciendo, con libros como el de Joseph
Conrad, El corazón de las tinieblas y un libro demasiado desconocido de
Arthur Conan Doyle (el escritor que inventó a Sherlock Holmes) The crime of
the Congo. Una campaña internacional contra la explotación del Congo se
tradujo en manifestaciones en Estados Unidos y en Gran Bretaña y terminó por
producir efectos. Leopoldo II se vio obligado a constituir una comisión
investigadora internacional en 1904 que se desplazó al Congo para recoger
testimonios. Estos eran irrefutables. Se pueden encontrar en forma de
manuscritos en los archivos del Estado belga.



Durante los últimos veinte años, se dieron muchas conferencias y se
publicaron libros para denunciar el tipo de Estado que Leopoldo II, rey de
los belgas, había instaurado en el Congo. Y, actualmente, se añade una
amplia literatura seria a los documentos de la época.



Nos hemos enterado, por ejemplo, que la parte del presupuesto que el Estado
Libre del Congo destinaba a los gastos militares oscilaba, de acuerdo al
año, entre el 38 % y el 49 % de los gastos totales. Eso habla de la
importancia del látigo, de los fusiles modernos para instaurar una dictadura
utilizando sistemáticamente el arma de la brutalidad y de los asesinatos…



Podemos considerar, sin correr el riego de errar, que el rey de los belgas y
el Estado Libre del Congo, que dirigía con el consentimiento del Gobierno y
del Parlamento belga de la época, fueron responsables de «crímenes de lesa
humanidad» cometidos de manera deliberada. Esos crímenes no constituían
simples atropellos, eran el resultado directo de un tipo de explotación a la
que el pueblo congoleño estaba sometido. Algunos autores, y no los menores,
hablaron de genocidio. Propongo que no se abra un debate que se focalice
sobre esa cuestión porque es difícil establecer exactamente datos numéricos.
Algunos autores serios estiman que la población congoleña en 1885 alcanzaba
los veinte millones y que en el momento en que Leopoldo II debió transmitir
su Congo a Bélgica en 1908, para formar el Congo belga, quedaban diez
millones de congoleños. Son cálculos de autores serios pero difíciles de
probar ya que no había censo de la población.



Si en lugar de millones de víctimas, el número fuera de decenas de miles o
de centenas de miles de víctimas inocentes de la actividad colonial,
continuaría siendo un crimen de lesa humanidad, y es fundamental restablecer
la verdad histórica. Los ciudadanos, y especialmente los jóvenes, que entran
en el vestíbulo del Ayuntamiento de Lieja, o que van de la «rue du Trône»
hacia la plaza Royal de Bruselas, pasan por una placa que elogia la obra
colonial o ante una estatua ecuestre de Leopoldo II. La gente pasa delante
de la estatua de Leopoldo II erigida en Ostende, en frente del mar, y ven un
Leopoldo II majestuoso y más abajo un grupo de congoleños agradecidos, que
tienden sus agradecidas hacia él, con un único comentario: el rol
civilizador de Leopoldo II al liberar a los congoleños de la trata de
esclavos… Es urgente restablecer la verdad histórica y dejar de mentir a
nuestro hijos, de mentir a la ciudadanía belga, dejar de insultar la memoria
de las víctimas, de los descendientes de las víctimas y de los descendientes
de los congoleños que sufrieron en carne propia, en su dignidad, una
dominación absolutamente terrible.



Este deber de memoria también se tiene que hacer en otros lados. Se debe
evitar un debate del tipo “no hacéis otra cosa que criticar a Bélgica pero
os calláis sobre lo que pasó en otros lados”. Comencé mi exposición situando
el contexto: Gran Bretaña dominó brutalmente Asia del Sur; los Países Bajos
dominaron con extrema violencia la población de Indonesia; antes de eso, se
habían exterminado las tres cuartas partes de la población de lo que
llamaban, en esa época, las Américas. Y durante el siglo XVI se exterminó
casi el 100 % de la población del Caribe. Por lo tanto, el Estado belga no
tuvo, en absoluto, el monopolio de la brutalidad, pero en Bélgica, como
ciudadanos belgas, con nuestros amigos congoleños, con la gente de
diferentes países que viven en Bélgica, es fundamental hacer un deber de
memoria y restablecer la verdad histórica.

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