Chile/ Ollas de la dignidad. La autoorganización popular frente a la crisis [Cristian González Farfán]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 19 10:46:36 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

19 de junio 2020

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Chile



La autoorganización popular frente a la crisis



Las ollas de la dignidad



También en Chile la escuálida respuesta del gobierno ante la debacle
económica obliga a la población más vulnerada a levantar ollas comunes para
poder comer. Los movimientos sociales piden como mínimo una renta básica de
emergencia, mientras los contagios por covid-19 están fuera de control.



Cristian González Farfán, desde Santiago

Brecha, 19-6-2020

https://brecha.com.uy/



“La dictadura era una pandemia peor: mataba, disparaba. En esta pandemia, si
yo me cuido, me salvo”, murmura Enriqueta Leyton, vecina de Villa Francia,
un barrio de la comuna santiaguina de Estación Central con una larga
historia de resistencia a Pinochet. Con 78 años, esta mujer revuelve una
cacerola gigante en el centro comunitario Obispo Alvear. Aquí se inaugura
una nueva olla común para la villa, que repartirá almuerzos todos los
sábados. A la 1 de la tarde esperan la llegada de los vecinos y vecinas. Aún
falta media hora.



Enriqueta prepara charquicán, un enjundioso plato chileno con carne, papas,
arvejas y otras verduras. Para ella esta acción solidaria no es algo nuevo:
en los años ochenta participó en una olla común que se levantó en Cristo
Liberador, una comunidad cristiana ligada a Mariano Puga, emblemático cura
obrero, recientemente fallecido, que jugó un papel preponderante en la
defensa de los derechos humanos durante la dictadura. “Esa olla era más
clandestina”, agrega Enriqueta, mientras fija sus ojos en el fogón.



Casi cuatro décadas después, Enriqueta vuelve a tomar un cucharón de palo
para ayudar a combatir el desempleo y el hambre en su población. Ahora, sin
embargo, cubre su nariz y boca con una mascarilla para evitar un posible
contagio por covid-19. Quienes coordinan la instancia circulan por el
estrecho espacio con overoles de plástico y escudos faciales. Pero en la
cocina es difícil cumplir el distanciamiento social recomendado por las
autoridades.



En la puerta de ingreso, mientras, las organizadoras asignan un número a
cada vecina. Llegan con bolsas de género reutilizables, ollas y otros
recipientes. Aparece también una señora en silla de ruedas. El menú incluye
plátanos, ensalada surtida y pan. Mientras la gente recibe sus almuerzos,
otro grupo de voluntarios se dirige a los hogares de aquellas familias cuyos
integrantes tienen movilidad reducida o son portadores del coronavirus. Sin
contar las entregas a domicilio, se repartieron 129 raciones en la sede
comunitaria.



“Me he cuidado harto de la pandemia. Por suerte tengo con qué sostenerme en
mi casa: trabaja mi nieta y su marido, y yo tengo mi jubilación. Pero acá
vengo por un tema de solidaridad y compañerismo”, asegura Enriqueta.



La ausencia del Estado



Con la del sábado, en Villa Francia funcionan tres ollas comunes de forma
permanente. Pero lo que aquí ocurre es apenas una muestra de la red que se
está conformando en buena parte de los sectores populares de Chile, debido
al desplome de la economía. El último reporte del Banco Central chileno
constató que el índice mensual de actividad económica correspondiente a
abril registró una caída del 14,1 por ciento respecto al mismo mes del año
anterior. En tanto, la tasa de desempleo alcanzó un 9 por ciento en el
trimestre febrero, marzo y abril, según el Instituto Nacional de
Estadísticas.



En virtud de lo anterior, nacieron plataformas web y páginas en Instagram y
Facebook para mapear o difundir las ollas comunes, comedores populares,
canastas solidarias y centros de acopio en el país. Sólo en el sitio Apoya
La Olla figuran 62 iniciativas sobre cocina comunitaria. Cada día los
portales actualizan la información con nuevos datos. En los afiches de las
ollas se lee a menudo una consigna: “Sólo el pueblo salvará al pueblo”.



“El surgimiento de la olla común obedece a la precariedad de los hogares
chilenos y a la mercantilización de sus derechos elementales. La mitad de
los trabajadores/as de Chile gana menos de 400 mil pesos líquidos al mes
(521 dólares), y la línea de la pobreza que el propio Estado fija para un
hogar promedio de cuatro personas es de 451 mil (587 dólares). Entonces,
ante cualquier shock –sea pequeño o profundo como el actual–, las familias
pasan rápidamente de vulnerables a vulneradas. El tránsito tiene lógica:
desde el pago de alimentos a través de la deuda en el supermercado a la olla
común. Esto es muy grave y se entiende a partir del patrón de acumulación de
Chile en las últimas décadas”, explica Marco Kremerman, economista de la
Fundación Sol, centro de investigación orientado al análisis del mundo del
trabajo.



Tanto en el pasado como en la crisis actual, la autogestión moviliza las
ollas comunes. “No tenemos que esperar nada del Estado”, cree Enriqueta
Leyton. De hecho, las donaciones para la olla del centro Obispo Alvear
vinieron desde dentro y fuera de la comunidad Cristo Liberador, pero “aquí
no hay políticos ni instituciones”, cuenta Francisca Valdebenito, una de las
encargadas. De lunes a viernes, en tanto, los vecinos van a buscar almuerzo
a la olla común Luisa Toledo, nombrada así en homenaje a la madre de los
hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo, asesinados por la dictadura el 29
de marzo de 1985, en cuyo recuerdo se conmemora en Chile el Día del Joven
Combatiente.



Quien agradece la apertura de la olla común de los sábados es la ciudadana
peruana Jessica Sánchez. Ella suma tres años en Chile y llegó directamente a
vivir a Villa Francia. Antes de la pandemia era trabajadora de casa
particular en la comuna de La Reina, en el otro extremo de la ciudad. Pero
ahora completará cuatro meses cesante, y no lograba conciliar el sueño
pensando qué le daría de comer a sus tres hijos al despertar.



“La olla del sábado es un gran alivio para mí y mi familia. Viví durante
algún tiempo de mis ahorros, pero eso se terminó. Es muy bueno que nos
apoyen sin discriminación. He visto por aquí a haitianos, peruanos,
venezolanos. Pero creo que después la situación se va a poner mucho peor. Mi
hija me decía que esto está pasando en todos los países. ¿Para qué voy a
volver a Perú si es lo mismo?”, se pregunta Jessica.



La olla: único mecanismo



Falta de transparencia en la entrega de información epidemiológica y tozudez
a la hora de recoger la evidencia científica llevaron el sábado 13 de junio
a la caída del ministro de Salud, Jaime Mañalich. De acuerdo al Centro de
Investigación e Información Periodística chileno (Ciper), el jerarca había
informado días antes a la Oms que la cifra de muertos por covid-19 en Chile
superaba los 5 mil, a pesar de que el informe oficial a disposición de la
población chilena el viernes 12 hablaba de 2.870 muertes.



Tras la revelación de Ciper, las autoridades adjudicaron la discrepancia a
diferencias en el criterio de conteo: las cifras enviadas en reserva a la
Oms incluirían muertes sospechosas, no necesariamente confirmadas a través
de una prueba de laboratorio como causadas por coronavirus. Las cifras de
los informes publicados, en tanto, sólo contarían muertes cuya causa probada
fuera esa enfermedad.



Lo cierto es que la incongruencia en los informes fue la gota que desbordó
el vaso. Mañalich ya venía cuestionado por su estrategia de cuarentenas
parciales, que no ha tenido el efecto esperado. Por el contrario, el virus
está fuera de control en el país. La palabra “fracaso” en la conducción de
la crisis sanitaria cobra inusitada fuerza en estos días: al cierre de esta
edición, el informe oficial consignaba unos 225 mil contagiados y 3.841
fallecidos a causa de la pandemia. Chile se ha vuelto el sexto país del
mundo con más contagios por millón de habitantes.



La cuarentena total para el Gran Santiago, vigente desde el 15 de mayo, fue
criticada por su excesiva demora. Ese día el gobierno reportó 39.542 casos
confirmados en todo el país. Sin embargo, ya el 20 de marzo la presidenta
del Colegio Médico, Izkia Siches, había exhortado al gobierno a decretar “el
cierre de toda la región metropolitana [que incluye al Gran Santiago],
permitiendo sólo los servicios básicos de abastecimientos”. Por entonces el
país registraba 434 casos.



No obstante, para que una cuarentena total tenga sentido, apunta Kremerman,
el Estado debe proteger a las familias más pobres. Y como no lo hace, según
el investigador, la gente se ve forzada a salir de sus casas a buscar su
sustento, con el riesgo patente de contraer la enfermedad.



“Sin duda, la olla común no sería necesaria si en Chile hubiera un Estado
distinto. Como acción solidaria y colectiva es irreemplazable, pero no
tendríamos esta urgencia de las ollas comunes como casi el único mecanismo
para que los hogares puedan alimentarse”, añade.



Según él, tanto la entrega anunciada por el gobierno de 2,5 millones de
cajas de mercadería a la población más vulnerada como el ingreso familiar de
emergencia en apoyo a los trabajadores informales son “medidas ciegas” que
no apuntan a una solución estructural.



A cambio, el economista plantea la necesidad de establecer en un brevísimo
plazo “una renta básica de emergencia de sustitución de ingresos. No pueden
ser bonos. Debe cumplir un principio de universalidad, ya que los criterios
de focalización no servirán: los hogares afectados son casi todos, y las
herramientas del Estado para focalizar tardarán la entrega de esos ingresos.
Llegarán a destiempo y la crisis se agravará”.



El otro principio fundamental, según él, es el de la suficiencia: “No pueden
ser montos testimoniales, ya que esta es una crisis inédita. El Estado debe
respetar sus propias métricas, por lo que ningún ingreso puede estar por
debajo de la línea de la pobreza”.



A mediano plazo, una de las propuestas de Kremerman comulga con el proyecto
de ley presentado por algunos diputados y diputadas de la oposición, que
busca fijar un impuesto a los “súper ricos” del país. De esta manera, piensa
el experto, se puede obtener mayor recaudación fiscal y evitar que “la
crisis la paguen los mismos de siempre: la clase trabajadora”.



Intercambio entre ellas



En Herminda de la Victoria, una población nacida de una toma de terrenos en
1967, también se organizaron de forma autónoma. Y tal como lo dicta la
historia, las mujeres llevan la batuta de la olla común. “De la inoperancia
de este gobierno no se puede esperar mucho. Menos, soluciones”, dice Gema
Ortega, dirigenta de la junta de vecinos número 13 de esta población,
ubicada actualmente en la comuna santiaguina de Cerro Navia.



A pesar de ser diabética y, por lo tanto, pertenecer a un grupo de riesgo
por el covid-19, Gema va dos veces a la semana a una feria libre, junto con
otras vecinas, a recolectar alimentos para la olla común. Instalan un
carrito típico de supermercado con una bandera chilena. Ahí llegan aportes
de los pobladores y de los mismos feriantes. “Estoy metida ahí, tengo tres
hijos y saco fuerzas de donde no tengo. No me puedo quedar en mi casa
sabiendo que mi vecina no tiene”, dice Ortega, de 49 años.



La modalidad es compartir lo que les sobra y recibir lo que les falta, en
coordinación con otras comunas de poblaciones aledañas como Digna Rosa y
Yugoslavia. “Si por acá tenemos harto zapallo, ellas lo vienen a buscar. Acá
no se trata de ver cuál es la mejor olla común”, precisa Gema sobre el
espíritu que rige el intercambio.



Hasta la semana pasada, las vecinas entregaban almuerzos en la misma sede
comunitaria. Sin embargo, debido al alza de contagios por covid-19, a partir
de esta semana resolvieron hacer sólo reparto a domicilio: los lunes y
viernes llevan almuerzos a los hogares, y los viernes, pan amasado y
sopaipillas (tortas fritas). La dirigenta recuerda que “al principio llegaba
gente con mucha vergüenza a retirar su platito de comida. Otros ni siquiera
se acercaban a la sede por el mismo motivo”. Como sea, para ella es
primordial frenar el aprovechamiento político de las autoridades de turno.
Lo dice porque el martes 9 se filtró un documento oficial de la Intendencia
de la región de Ñuble, al sur del país, titulado “Protocolo de difusión”,
relativo a la entrega de la mercadería prometida por el gobierno. En el
manual recomiendan grabar imágenes de “funcionarios bajando cajas y
entregándoselas a las familias”, además de “siempre valorar al presidente
Sebastián Piñera” en las publicaciones en redes sociales. Eso sí, es
enfático en “cuidar de no escribir” que el mandatario entrega las cajas,
porque “la Contraloría está observando con atención” todos los textos que
emanen de los canales oficiales.



Por lo mismo, concluye Gema Ortega, “a la única persona que le tenemos que
agradecer es al poblador común y corriente que se saca el pan de la boca
para ayudar al otro. A ese hay que felicitar y darle las gracias”.

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