Egipto/ El desastre del coronavirus. Miedo, negación y dictadura [David Hearst]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 21 11:55:08 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

21 de marzo 2020

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Egipto



Miedo, negación y dictadura



El desastre del coronavirus



David Hearst *

Middle East Eye, 19-3-2020

https://www.middleeasteye.net/

Traducción de Sinfo Fernández – Rebelión

https://rebelion.org/



Digan lo que digan sus autoridades, el coronavirus se está propagando por
Egipto.



Todos los países han tenido que esforzarse para aceptar la realidad de una
pandemia mortal. La primera reacción del líder supremo de Irán, el ayatolá
Ali Jamanei, fue llamar al coronavirus “enfermedad ridícula” utilizada como
pretexto por los enemigos de Irán para disuadir a la gente de votar en las
elecciones parlamentarias.



Dos días después recomendaba una oración para combatir la enfermedad.



La primera reacción de Egipto fue enviar a su ministra de Sanidad, Hala
Zayed, a China en misión solidaria. “Si no hubiera sido por las fuertes
medidas protectoras adoptadas por el Gobierno chino, la situación podía
haber sido diferente en todo el mundo y el brote podría haber sido mayor”,
dijo Zayed.



En ese momento, el 1 de marzo, el único caso anunciado en Egipto era el de
un ciudadano chino cuya infección había sido detectada a su llegada al
aeropuerto de El Cairo. Había sido dado de alta del hospital a finales de
febrero. La bandera china iluminó las Grandes Pirámides y la Esfinge en Giza
durante el Año Nuevo chino.



Pero los problemas estaban ya gestándose.



Una “gran carga”



Al menos 97 de los extranjeros que visitaron Egipto desde mediados de
febrero mostraban síntomas o daban positivo respecto al virus. Los
especialistas en enfermedades infecciosas de la Universidad de Toronto
(Ontario tiene una gran diáspora egipcia) sospechaban de la disparidad entre
las tasas de infección oficiales y probables.



“Según una estimación conservadora de la carga del Covid-2019, en la que se
eliminan los casos vinculados y ambiguos, estimamos un tamaño de brote de
19.310 casos en Egipto”, dijeron, utilizando una combinación de datos de
vuelos, datos de viajeros y tasas de infección. “Es probable que Egipto
tenga una gran carga de casos Covid-2019 de la que no se informa, y una
mayor capacidad clínica de salud pública podría ayudar a identificar y
atender los casos”.



Cuando la corresponsal de The Guardian en El Cairo, Ruth Michaelson, informó
de esta situación, y otro antiguo periodista de ese periódico, Declan Walsh,
jefe de la oficina del New York Times, tuiteó la investigación canadiense,
aunque eliminó el tuit posteriormente, las autoridades anunciaron que
estaban revocando el permiso de prensa de Michaelson. La acusaron de
“comportamiento ofensivo repetido y deliberado”, y acusaron a Walsh de
“violaciones profesionales”, aunque al NYT no se le han impuesto aún
sanciones.



El Servicio de Información del Estado de Egipto exigió al Guardian que
publicara una disculpa. Mientras tanto, el Ministerio de Sanidad solo ha
admitido 166 casos y cuatro muertes.



La palabra coronavirus



Lo peor lo iban a sufrir los ciudadanos egipcios que revelaron la verdadera
propagación del virus. El pasado sábado las fuerzas de seguridad arrestaron
a dos personas acusadas de difundir rumores sobre el virus, elevando el
número total de arrestos por este cargo a siete el día antes de que el
Ministerio del Interior anunciara el arresto de otros dos hombres que, según
ellos, eran miembros de la Hermandad Musulmana.



Las autoridades acusaron a los dos de difundir rumores falsos e inventados
“afirmando, lejos de la verdad, que la enfermedad se había extendido
ampliamente por Egipto y que el Estado era incapaz de enfrentarla” y el
“sarcasmo sobre las medidas que el Estado está tomando para combatir el
virus con el objetivo de azuzar la indignación de la opinión pública”,
informó Egyptwatch.



El mismo tratamiento se aplicó, al menos inicialmente, a quienes padecían el
virus. Podrían sufrir en silencio, siempre y cuando no afirmaran tener el
virus. Una víctima que fue al hospital en una ciudad en el Delta del Nilo
atrajo inmediatamente la atención de la seguridad local. Le amenazaron con
que si anunciaba que tenía el virus, él y su familia serían castigados.



Pero el virus se está propagando por Egipto, lo nieguen o no sus
autoridades.



Negación y miedo



El brote en el crucero A Sara, donde 44 tripulantes y pasajeros dieron
positivo, provocó escenas caóticas en Luxor. Equipos médicos de El Cairo y
Qena se presentaron en los vestíbulos y restaurantes de los hoteles y
cruceros presentes en la zona para llevar a cabo pruebas al azar entre
trabajadores y huéspedes.



En uno de los casos, la muestra fue elegida aleatoriamente por los
propietarios de un hotel. Michael, un turista británico de Manchester, dijo
a MEE: “Al despertar nos encontramos con policías armados vestidos de civil
que cerraban las puertas del hotel y nos decían que no podíamos irnos hasta
que se nos revisara a todos”, dijo.



“Al principio pensamos que había personas que habían dado positivo, pero la
gerencia se limitó a elegir a algunos huéspedes egipcios y los convenció
para que fueran a hacerse las pruebas”. Los equipos se fueron después de
cuatro horas.



La razón del miedo, la negación y el tokenismo es obvia: la industria
turística de Egipto, cuyos ingresos alcanzaron los 12.570 millones de
dólares el año pasado, ya cerró una vez tras el levantamiento popular del 25
de enero en 2011, y de nuevo en 2015 cuando un avión de pasajeros ruso fue
derribado por una bomba. Todos, desde los trabajadores locales para arriba,
temían que se repitiera la situación. Que es exactamente lo que ha sucedido
ahora. Los cruceros se acabaron y también todos los turistas extranjeros.



La verdad es que mucho antes del ataque del virus, el servicio de salud de
Egipto estaba en un estado de gran postración, al igual que otros servicios
públicos.



Un servicio de salud en decadencia



El Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña (NHS, por sus siglas en
inglés) notó el año pasado un aumento de médicos egipcios y comenzó a
investigar la posibilidad de atraer a más, me dijo una fuente bien informada
de la comunidad médica árabe-británica.



En la profesión se sabía que en Egipto los especialistas médicos egipcios
pasaban la mayor parte de su tiempo trabajando en hospitales privados y que
no aparecían en meses por sus puestos oficiales. Los servicios de salud
egipcios estaban en clara decadencia.



Cuando el virus pasó al ataque, se produjo un caos a nivel local. Karim
al-Shams, un médico del Hospital General de Luxor, dijo: “Ninguno de los
empleados, incluido yo mismo, está capacitado para tratar un caso infectado
con corona. No contamos ni con el equipo adecuado para cirugías y
operaciones básicas, mucho menos para un virus mortal y altamente
contagioso. Tenemos docenas de casos de personas que se quejan de síntomas
de resfriado y las enviamos a casa con antibióticos o medicamentos contra la
gripe. Nuestra sala de espera para urgencias tiene cabida para unas 100
personas, pero últimamente hay más de 300 esperando en ella”.



Lo mismo puede decirse del sistema penitenciario de Egipto, que estaba ya
abarrotado, plagado de enfermedades, una especie de trampa mortal, todo ello
diseñado con ese objetivo. Las horrendas condiciones internas se utilizaron
como método para aterrorizar a la oposición política a los gobernantes
militares de Egipto.



Un informe del Consejo Nacional de Derechos Humanos decía en mayo de 2015
que las comisarías de policía tenían un exceso de capacidad del 300% y las
cárceles un exceso de  del 160%. En este momento hay entre 40.000 y 60.000
prisioneros políticos en Egipto. Hay amplias evidencias de que a los
prisioneros con afecciones de salud subyacentes se les deja morir, se les
maltrata o se les niega los medicamentos que necesitan, en gran parte porque
el presidente Abdel Fattah el-Sisi quiere que así se haga.



Título: Emergency responders transport suspected COVID-19 coronavirus
disease cases that were detected on a Nile cruise ship in Luxor late on 7
March

 Socorristas preparados para transportar casos sospechosos de COVID-19
detectados en un crucero por el Nilo en Luxor el 7 de marzo pasado (AFP)



En lo que respecta al coronavirus, el sistema penitenciario de Egipto es una
placa de Petri gigante. Como Amr Magdi, investigador de Human Rights Watch
para Egipto escribió: “Si hay un consejo que un prisionero egipcio le daría
a un prisionero recién llegado sería probablemente este: “Ni se te ocurra
ponerte enfermo”.



La atención médica inadecuada es la norma y amenaza para miles de
prisioneros enfermos.



Anteriores informes de Human Rights Watch muestran que los funcionarios de
prisiones han “dejado morir” a muchos prisioneros en los últimos años, a
pesar de que sus enfermedades eran atendibles, como la diabetes o afecciones
cardíacas.



Sisi al rescate



Después de meses de negación, el presidente Sisi cerró escuelas y
universidades durante dos semanas y anunció que estaba gastando 100.000
millones de libras egipcias (6.400 millones de dólares) en financiar la
estrategia contra el coronavirus. La trampa, por supuesto, es que, como
siempre, la mayor parte de estos fondos irán a parar al ejército. No hay
desembolso de fondos públicos de los cuales el ejército no exija la mayor
parte. El pueblo está al servicio del ejército, en lugar de al revés.



No todo cambió el sábado pasado. La protesta se sigue castigando con el
arresto y encarcelamiento. El novelista egipcio-británico Ahdaf Soueif fue
uno de los cuatro arrestados por protestar al respecto el miércoles. Uniendo
todo ello, no es difícil intuir el desastre que está desarrollándose en
silencio en la nación más poblada del mundo árabe y del Mediterráneo.



Europa y Estados Unidos han mirado para otro lado desde que Sisi tomó el
poder. John Kerry, secretario de Estado de Barack Obama, se puso a chillar a
sus ayudantes cuando le instaron a exigir que la Cruz Roja Internacional
tuviera acceso a las cárceles de Egipto: “Dadme una política por la que Sisi
no me grite”, dijo Kerry, el secretario de Estado del mayor donante a
Egipto.



Sisi se acobarda bajo la presión internacional. El verdadero problema es que
siente que no tiene ninguno.



El miércoles, una coalición de grupos de organizaciones por los derechos
humanos, activistas, políticos y miembros de la sociedad civil pidió a las
Naciones Unidas que exigiera a Egipto la liberación de sus presos políticos
a causa de la pandemia mundial de coronavirus. Para cuando se produzca una
demanda seria de que libere a los prisioneros y permita que la Cruz Roja
acceda sin restricciones a todas las cárceles de Egipto, puede ser demasiado
tarde.



Probablemente lo sea ya.



La comunidad internacional, si es que tal concepto aún existe, debería
realmente considerar lo que sucede en Egipto el día una vez que el virus
fallezca.



La economía estará devastada. El turismo destrozado: ya se ha reducido al
10% de su capacidad. La economía global se debilitará y amenazará la otra
fuente principal de divisas de Egipto: el Canal de Suez. Y en tercer lugar,
la economía del Golfo va a deteriorarse. Egipto tiene dos millones de
trabajadores solo en Arabia Saudí.



Tal vez, y solo entonces, Europa y Estados Unidos lamentarán el día en que
le dieron licencia para todo al gobernante militar más nefasto de Egipto.



* David Hearst es redactor jefe del Middle East Eye. Con anterioridad
trabajó en The Guardian y The Scotsman.

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