Italia/ Corriendo de atrás. El centro europeo de la pandemia [Gennaro Carotenuto]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 21 14:40:34 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

21 de marzo 2020

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Italia

 

El centro europeo de la pandemia

 

Corriendo de atrás

 

Algunas visiones subvaloran lo apocalíptico de la experiencia italiana,
nueva línea de frente, después de China, en la lucha contra la enfermedad.
Hay más de 33 mil casos positivos confirmados y la cantidad de muertos ya
superó a la de los asiáticos. El país entero vive encerrado desde hace más
de diez días, con múltiples emergencias: la sanitaria, la económica y
social, y la política.

 

Gennaro Carotenuto, desde Roma

Brecha, 20-3-2020

https://brecha.com.uy/

 

La emergencia sanitaria 

 

El urbanista y arquitecto Vittorio Gregotti, autor de miles de obras en todo
el mundo, soñaba con llegar a sus 100 años. Se fue en un tris. En la
residencia de ancianos de Quinzano d’Oglio, en la provincia de Brescia, en
el Norte de Italia, ya murieron 19 de unos treinta huéspedes. En Cingoli, en
Las Marcas, hay otra residencia donde dieron positivos 29 de 33 ancianos, y
ya murieron dos, los demás esperan su suerte. Son varias las casas de retiro
para ancianos transformadas en lazaretos. La difusión del virus, desde el
primer momento, fue en gran parte intrahospitalaria. Esto contribuyó a
aniquilar personas que ya padecían varias patologías, como suele suceder con
los más viejos.

 

Al igual que todos los enfermos en todas las epidemias de la historia, se
mueren solos. Los enfermeros, cada vez más agotados, intentan, con algunas
tablets,que puedan despedirse de sus seres queridos mediante Skype. Pero la
muerte, aunque relativamente rápida, es fea: una terrible neumonía les quita
la respiración. Ya hay denuncias de falta de balones de oxígeno y hasta de
medicinas. Sin embargo, estos implementos no están faltando en el paupérrimo
Sur, despojado de su sistema de salud por la violencia feroz de los ajustes
que impuso la cultura secesionista de la Liga Norte y que dividió a los
italianos entre los del Norte, supuestamente merecedores de servicios
públicos de primer mundo, y los de más abajo, que debían acostumbrarse a ser
del tercero. Curiosamente, el virus, sin excluir un eventual cambio de
situación en los próximos días, está dejando relativamente a salvo a la
Italia Meridional. En el Norte, en cambio, la situación progresivamente se
ha ido saliendo de control. En la provincia de Bérgamo ya no hay posibilidad
de incinerar a los muertos. Los recogen los soldados y los llevan a otras
provincias. Especialmente dramáticos son los números de la peste entre los
médicos y enfermeros. Más de 3 mil de ellos ya resultaron infectados y una
quincena murieron. Después de décadas de destrucción del Sistema Sanitario
Nacional público, los italianos descubren ahora lo valiosos que son sus
médicos.

 

Al cierre de esta edición, los casos positivos, atestiguados por un hisopo,
superan los 33 mil. Cada día aumentan otro 15 por ciento y los epidemiólogos
opinan que hasta final de marzo los números no declinarán. Se espera que la
cuarentena pueda dar efectos positivos. Según algunos de los especialistas,
por cada enfermo detectado se supondría que hay entre tres y diez veces más
casos que no han sido descubiertos, lo que en Italia viene a significar
entre 100 mil y 300 mil casos potenciales. La gran mayoría son personas
asintomáticas, que se sienten perfectamente bien, pero que pueden infectar a
los demás. Entre un 10 y un 15 por ciento de los enfermos necesita atención
médica intensiva. De los 3.405 muertos registrados hasta este jueves, el 70
por ciento son varones, con una edad media que supera los 80 años. Como dijo
en los últimos días de manera muy vulgar y despectiva el presidente de
Brasil, Jair Bolsonaro, Italia es uno de los países con la edad promedio más
avanzada del mundo, y eso explica, en parte, el mayor promedio de fallecidos
en comparación con otros lugares.

 

Sin embargo, a estos datos, que conciernen a la totalidad de Italia (60
millones de habitantes), hay que desagregarles el dato de Lombardía. La
región, con 10 millones de habitantes, es la más poblada y rica del país.
Ahí se han concentrado hasta ahora el 60 por ciento de los casos y dos de
cada tres muertos. Esto hace que en algunas de sus provincias, Bérgamo,
Brescia, Lodi, la situación resulte extremadamente dramática, con ribetes
dantescos. Lombardía, que se jacta de ser la región más moderna del país,
gobernada desde hace un cuarto de siglo por las derechas berlusconianas y
liguistas, tiene un sistema de salud mixto, más bien orientado a lo privado.
Las otras regiones ricas la siguen por número de afectados: Véneto, Emilia
Romaña, Piamonte, pero probablemente la Stalingrado de la guerra al
coronavirus es la ciudad de Milán, epicentro lombardo y capital económica
del país. Si alrededor de la ciudad se registró el mayor número de
contagios, la ciudad quedó relativamente a salvo. Sin embargo, el dato del
19 de marzo, con 635 casos positivos nuevos en la ciudad en sólo 24 horas,
resulta terrorífico. Si el virus lograra conquistar Milán, ya no tendría
ningún límite en su camino, y el miedo del gobierno nacional y de todos los
italianos es la expansión del número de casos de Lombardía al Centro y al
Sur de Italia, regiones que sólo tienen una fracción de las unidades de
terapia intensiva que posee el Norte.

 

La emergencia económica y social 

 

El gobierno presidido por Giuseppe Conte, de centroizquierda, aunque tardó
un poco en reaccionar, logró con el correr de las semanas ofrecer una imagen
de cierta consistencia. Los datos de los sondeos demuestran un gran
crecimiento de la confianza hacia Conte, que en apenas un mes pasó del 52 al
71 por ciento de aprobación. A los socios de la Unión Europea les costó
entender que la situación generada por el covid-19 no era un problema o una
exageración “a la italiana” (usando estereotipos discriminatorios), sino una
real emergencia continental. La misma opinión pública necesitó varias
semanas para entender la seriedad de la situación y actuar en consecuencia.
Entender –por ejemplo– que aunque los jóvenes al parecer no padecen graves
consecuencias por el virus, pueden contagiar y matar a sus propios abuelos.
En un régimen democrático no es de un día para el otro que se pueden vaciar
las calles con el consentimiento del propio pueblo. El gobierno lo hizo de a
poco, de manera soft pero decidida.

 

En pocos días se cumplirá un mes del cierre de todas las escuelas y
universidades. El jueves 19 la ministra de Educación, Lucia Azzolina,
anunció que el plazo inicial del 3 de abril para retornar a las aulas será
imposible de respetar, y no hay un plazo alternativo. Muchos chicos ya están
recibiendo clases por Internet, y es muy probable que el año escolar, que en
este hemisferio termina en junio, ya se dé por concluido. La escuela es un
problema muy llamativo: millones de niños se quedaron en casa necesitando un
cuidado que no puede ser colectivo, pero no es el problema mayor. En los 20
días siguientes al cierre, se fueron instaurando zonas rojas en los lugares
más afectados y, finalmente, desde el martes 10, toda Italia está en
cuarentena, como en la Venecia de 1347 para combatir la peste negra.

 

Alrededor del 60 por ciento de los italianos no tenemos más justificación
para salir que unas rápidas compras de los pocos productos que se siguen
vendiendo: comida, fármacos y poco más. Se impulsó una transformación
rapidísima al llamado “smart working”. Empleados, pero también docentes,
siguieron trabajando desde sus casas. Así, quien tiene un trabajo formal
puede quejarse un poco del aburrimiento o de las ganas de salir a pasear,
pero está más o menos a salvo, especialmente si los tiempos de la crisis no
se estiran demasiado. El gobierno decidió medidas por una montaña de dinero,
25.000 millones de dólares que ayudan especialmente a las clases medias
golpeadas por el virus. Sin embargo, se calcula que entre 600 mil y 2
millones de trabajadores informales perdieron brutalmente su trabajo. Son la
parte más frágil del país y que queda aun más expuesta a esta crisis. De un
día para el otro se derrumbó por completo el turismo. En Nápoles, una ciudad
que estaba viviendo un importante auge turístico, ya cerraron el 60 por
ciento de los hoteles. Tardarán años en volver a recuperar los puestos de
trabajo perdidos de un día para otro. Cerraron los cines, los restaurantes,
los bares, se redujeron los transportes públicos. La producción industrial
siguió, fue considerada un servicio esencial, en una pulseada entre el
gobierno y los empresarios que, hasta ahora, fue ganada por estos últimos.

 

La emergencia política y la alarma democrática 

 

Frente al virus, el lenguaje de inmediato se militarizó. Los médicos son
héroes y los que salen de sus casas o no respetan la cuarentena son
traidores. El virus es el enemigo, y mientras se pudo echar la culpa a los
chinos, no hubo problema. Inicialmente se vivieron algunos episodios de
violencia contra inermes trabajadores o turistas chinos. Eran el perfecto
enemigo externo al cual echarle todas las culpas. Luego el virus se
italianizó y se colocó como un fenómeno que sorpresivamente golpeaba el
Norte de Italia. Ni siquiera a los del Sur se les podía echar la culpa, y el
gobierno, sin salirse de tono, demostró estar a la altura de una situación
inédita y desbordante. Frente a un problema tan real, la extrema derecha de
Matteo Salvini se quedó sin discurso.

 

Sin embargo, hay otra cuestión posiblemente más importante. La cuarentena es
una sustancial suspensión del artículo 16 de la Constitución que garantiza
la libre circulación de las personas, un derecho tan asentado que ni
siquiera se pensaba que pudiera ser puesto en discusión. Hoy en día un
italiano, por primera vez, en democracia, no puede ir libremente de
Florencia a Boloña. Ni siquiera puede salir a pasear afuera de su pueblo.
Intelectuales como Giorgio Agamben opinan que esto vislumbra una forma de
estado de excepción. Frente al enemigo, enemigo virus, los italianos se ven
inducidos a renunciar voluntariamente a un derecho fundamental. Los
italianos están obedeciendo, permitiendo a la política apropiarse de una
nueva forma de biopoder sobre los cuerpos. ¿Es el virus o es la cuarentena
el peligro más grave para el régimen democrático?

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