Cuba/ El anunciado fin de la libreta de abastecimiento [Amaury Valdivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 6 11:14:45 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

6 de noviembre 2020

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Cuba



El anunciado fin de la libreta de abastecimiento

Lo que nos toca



La presión popular amenaza con hacerse sentir otra vez contra la decisión
oficial de retomar la eliminación de la cartilla, vigente en la isla desde
1963. El anuncio gubernamental coincide con la puesta en marcha de un plan
de devaluación que las autoridades defienden como ineludible y que entraña
importantes riesgos.



Amaury Valdivia, desde La Habana

Brecha, 6-11-2020

https://brecha.com.uy/



A primera vista, no suele deslumbrar por los productos que cada mes asegura
al consumidor promedio: en lo fundamental, 3 quilogramos de arroz, 2 de
azúcar, 1 cuarto de litro de aceite, una decena de huevos, un puñado de
frijoles y algunos derivados cárnicos; además, día a día pone sobre la mesa
100 gramos de pan y a los niños pequeños, las embarazadas y los pacientes
con enfermedades crónicas da el derecho a un litro de leche pasteurizada y a
ocasionales entregas de pollo y carne bovina. Poco más.



Desde hace tiempo la libreta de abastecimiento no es la generosa cartilla
con la que los cubanos recibían desde los juguetes del Día de los Niños
hasta las bebidas y la torta para sus bodas. La crisis económica de los años
noventa y la política de «eliminación de gratuidades» impulsada por el
gobierno durante la última década la llevaron al borde de la desaparición.



«La libreta le cuesta al Estado 1.016 millones de dólares al año, de los
cuales la población sólo paga el 12 por ciento», declaraba ante la Asamblea
Nacional, en diciembre de 2010, el entonces ministro de Economía y
Planificación, Marino Murillo Jorge, cabeza visible de la campaña
prodesmantelamiento de la cartilla. Tres meses antes había ordenado suprimir
de la canasta normada los cigarrillos y los artículos de aseo, en una
estrategia que apostaba por «irla quitando paulatinamente».



Sólo la oposición popular consiguió impedirlo. Hacia aquellas fechas, todos
los ciudadanos adultos habían sido convocados a debatir sobre los
«lineamientos», el programa de desarrollo nacional que debía ser aprobado
durante el sexto congreso del Partido Comunista, en abril de 2011.
Inesperadamente, la mayoría de las opiniones dejaron de lado el resto de los
temas para centrarse en la defensa de la libreta, lo que forzó la puesta en
pausa de su supresión.



«Para quien desconozca los mecanismos cotidianos del hacer funcionar la
economía familiar cubana […] pudiera resultar harto difícil comprender por
qué el mantenimiento de la libreta, más allá del criterio de los
economistas, resulta un asunto tan delicado. […] Las personas no conciben
actualmente en Cuba el consumo prescindiendo de lo que ofrece la libreta,
[…] para muchas familias representa más de la mitad de lo que pueden
gestionar o resolver en alimentos», explica el antropólogo Adrián Fundora
García en un estudio publicado en 2017 por el Instituto de Investigación
Cultural Juan Marinello, de La Habana.



Visiones encontradas



Tras la llegada de la covid-19 a Cuba la libreta reforzó su protagonismo.
Varias provincias y municipios la utilizaron para controlar la venta de
artículos de primera necesidad que comenzaban a escasear. Pero a nivel
nacional se consideraba que tal paso no resultaba conveniente. En junio, el
primer ministro, Manuel Marrero Cruz, planteó que «aunque todo el mundo
reclama que todo sea por la libreta, eso no es posible. Como se ha
explicado, hacen falta 5.200 toneladas de cualquier producto para darle una
libra a cada compatriota y no siempre contamos con volúmenes tan grandes».
En su opinión, bastaba con la conciencia social para que no florecieran el
acaparamiento y la especulación.



En las semanas siguientes, los cubanos enfrentaron un verano de colas
interminables –en ocasiones, de varios días– y una escalada de precios que
licuó los beneficios del copioso aumento salarial del año anterior. Para
finales de agosto la situación era tan comprometida que la mayoría de las
administraciones provinciales volvió a establecer sistemas de venta
controlada. A poco de haber entrado en vigor ese esquema comercial en Santa
Clara, una de las ciudades más pobladas de la isla, sumaban cientos las
llamadas de ciudadanos a la televisora local para felicitar a las
autoridades. Uno de los mensajes les pedía que «no desistan ni se cansen en
esta necesaria idea. No hay mucho y somos muchos, pero es mejor esto que
caer en las garras de los oportunistas». Palabras más, palabras menos, era
el criterio dominante en todo el país.



Al principio, el Palacio de la Revolución pareció ceder ante el hecho
consumado; el primer ministro y sus posiciones fueron pasados a un discreto
segundo plano y se avaló el empleo de la libreta como instrumento para
organizar las ventas en las dos monedas de curso legal (el peso cubano y el
CUC, como se conoce al peso cubano convertible).



El discurso público también sufrió modificaciones y la prensa estatal
reprodujo historias de personas que lograban comprar pollo y otros bienes
por primera vez desde el comienzo de la pandemia. Luego de la polémica
generada por la apertura de tiendas en moneda libremente convertible,
parecía que la libreta se adentraba en una segunda juventud, a hombros del
reclamo popular y la necesidad gubernamental de rebajar tensiones.



Fue una luna de miel que duró menos de dos meses. Hacia mediados de octubre,
Marino Murillo Jorge fue sacado de su virtual retiro al frente de una inocua
comisión del Comité Central del Partido y convocado a la televisión nacional
para, junto al actual ministro de Economía y Planificación, anunciar la
inminencia de un drástico proceso de reformas. Las medidas ya aprobadas por
el Partido y el gobierno, que entrarán en vigor «a partir del día primero de
alguno de los meses próximos», contemplan la desaparición del CUC, la
devaluación del peso cubano, que quedará como moneda única, y el aumento
simultáneo de los salarios estatales y de los precios de prácticamente la
totalidad de los productos y servicios.



Entre tantos asuntos, Murillo Jorge no perdió oportunidad para recordar que
la desaparición de la libreta se mantiene como una tarea pendiente, «pues no
debemos subsidiar los productos, sino a las personas». Un largo listado de
«gratuidades indebidas» dejarán de ser pagadas por el Estado, anticipó con
su habitual estilo cuartelario.



Muchos de sus conciudadanos tomaron a mal las declaraciones del exzar de las
reformas en Cuba, quien a comienzos de la década llegó a acumular las
potestades de ministro, vicepresidente del Consejo de Ministros, miembro del
Buró Político (instancia superior del Partido) y jefe de la entonces
poderosa Comisión de Implementación de los Lineamientos. Fue un camino
jalonado de éxitos burocráticos, pero no de respaldo popular.



Manuel Marrero Cruz tampoco sale bien parado ante la opinión pública. A
todas luces habituado a un estándar de vida muy superior al del cubano
promedio, llegó al puesto de premier en diciembre de 2019, luego de haber
pasado toda su carrera profesional en empresas del sector turismo y
desempeñar esa cartera ministerial durante 15 años. Su nombramiento dejó
descolocados a todos los cubanólogos, que lo descartaban por su escasa
experiencia en temas considerados estratégicos, como la agricultura y la
construcción de viviendas.



Esperando el cero



La reunificación monetaria es imprescindible para La Habana, que se ha
embarcado en una campaña de promoción de exportaciones que busca cubrir el
déficit de ingresos causado por el desplome del turismo, las misiones de
colaboración en el exterior y las remesas familiares.



Incluso economistas críticos del gobierno defienden la conveniencia de la
medida, aunque alertan sobre el peligro de que luego del «día cero» el país
caiga en un círculo vicioso. «No veo cómo es posible impedir la presión
inflacionaria ante un incremento de la demanda […] sin que se incremente la
oferta de productos», advertía en julio del año pasado, en un artículo
publicado en el blog El Estado como tal, el profesor universitario Julio
Carranza Valdés, que ponía así en entredicho el optimismo oficial ante la
primera subida masiva de salarios a los funcionarios estatales (véase
«Cuestión de precios», Brecha, 23-VIII-19). Los hechos terminaron por darle
la razón.



Otro peligro es que la devaluación del peso cubano dé el pistoletazo a una
carrera por adquirir dólares que amplíe el ya pujante mercado paralelo de
divisas: desde el comienzo de la pandemia, el billete verde prácticamente ha
duplicado su valor. «Los que previeron de alguna manera esta situación y
tienen una composición de ahorros más concentrada en monedas extranjeras
están menos expuestos y también quienes tienen inversiones físicas»,
reflexionó en setiembre el economista Pavel Vidal Alejandro, de la
Universidad Javeriana de Cali, en Colombia, al ser entrevistado por El
Toque, una revista digital alternativa. No es la realidad de la mayoría de
la población, que lleva décadas viviendo con sus cuentas en números rojos y
cada comienzo de mes se apresura a «sacar los mandados»: adquirir la cuota
normada que se distribuye mediante la libreta. «Es lo que nos toca y con eso
no se juega», comentó a Brecha un consumidor habanero. Así ha sido desde
julio de 1963.

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