Estados Unidos/ Las dos almas de América [Patrick Iber - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Nov 7 12:47:40 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

7 de noviembre 2020

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Estados Unidos



Entrevista a Patrick Iber, historiador y profesor en la Universidad de
Wisconsin



Las dos almas de América



¿Representa realmente Donald Trump a sectores de clase trabajadora? ¿Qué
pasó con el voto latino y afroaestadounidense? ¿Cuánto pesó la adscripción
religiosa? ¿Cómo queda posicionada el ala izquierda del Partido Demócrata en
un futuro gobierno de Joe Biden?



Mariano Schuster y Pablo Stefanoni

Nueva Sociedad, noviembre 2020

https://nuso.org/



Para quienes esperaban una «ola azul», las elecciones estadounidenses
dejaron un sabor amargo, aunque las proyecciones acercan a Joe Biden a la
Casa Blanca. Si este resultado fue por la fortaleza de Donald Trump o por la
debilidad demócrata será motivo de numerosos análisis. En esta entrevista,
Patrick Iber, historiador y profesor de la Universidad de Wisconsin, analiza
los resultados y las perspectivas que se abren. Es además autor de Neither
Peace nor Freedom: The Cultural Cold War in Latin America [Ni paz ni
libertad: La Guerra Fría cultural en América Latina] (Harvard up, Cambridge,
2015), escribe en Dissent y New Republic y fue asesor en la campaña de
Bernie Sanders para las primarias.



-Al menos por lo que sabemos hasta ahora, las encuestas no acertaron con el
resultado electoral que anticipaba una holgada victoria de Joe Biden. ¿Qué
es lo que pasó? ¿Por qué hubo momentos en los que se creyó incluso que Trump
podía ganar?



Más que una jornada electoral hemos vivido una suerte de temporada de
elecciones. Evidentemente hay una fecha de las elecciones, pero en Estados
Unidos cada estado tiene la responsabilidad de organizarlas en su
territorio. Es decir, no tenemos un sistema federal para organizar las
elecciones. Y además, cada Estado tiene distintas reglas. En general, hay
tres maneras de votar: por correo, en persona de manera anticipada o el día
de las elecciones. Lo que hemos visto es que muchos demócratas han votado
con anticipación o por correo, mientras que muchos más republicanos votaron
el 3 de noviembre.



Realmente es difícil saber qué sucedió con las encuestas, excepto afirmar
que algo similar sucedió en 2016. En aquel contexto, las encuestas daban
ventaja a Hillary Clinton y las cosas resultaron muy diferentes. Un fenómeno
que se ha hecho evidente es que muchas personas no dicen que votarán por
Donald Trump. Sin embargo, hay que dividir la problemática de las encuestas
entre lo estatal y lo nacional. En el ámbito nacional, más o menos
acertaron. Sin embargo, el problema principal residió en el nivel estatal.
En Wisconsin, en el estado en el que vivo, diversas encuestas daban una
ventaja de entre 8 y 10 puntos de diferencia en favor de Biden, pero acabará
ganando por aproximadamente 20.000 votos, es decir, por menos de un punto.



Esos momentos en los que veía que existía la posibilidad de un triunfo de
Trump –o más bien que Biden iba perdiendo– la situación no era, en realidad,
la que se percibía. En algunos estados, como Wisconsin o Michigan, no se
pueden comenzar a contar los votos emitidos por correo hasta después de
terminar el conteo de los emitidos personalmente. Por lo tanto, lo que se
veía en los primeros resultados era el voto emitido el mismo día de la
elección. Luego, con el conteo del voto emitido por correo, se verificó un
aumento significativo del voto demócrata. Esto hace que la acusación de
fraude de Trump esté completamente alejada de la realidad. Lo que se
verifica, en realidad, es que el voto se desarrolló sin irregularidades en
todo el país.



-Algunos han escrito sobre la posibilidad de que el Partido Republicano se
transforme en un partido conservador con base en la clase trabajadora,
incluso más mutirracial que como lo conocíamos, sobre todo proyectando la
sociología del voto de Florida, donde al final de impuso Trump.



Se ha hablado mucho del voto latino, especialmente en Florida, donde Trump
en efecto ganó el Estado con el apoyo de buena parte de la comunidad latina.
Yo quiero insistir en que sin saber los resultados finales es difícil
construir un panorama global y completo. El voto latino en Estados Unidos
incluye muchas comunidades y estas son distintas entre sí. Hay diferencias
entre el voto de origen cubano de Florida y el de origen mexicano de
Arizona. En este sentido, fue una sorpresa para muchos el triunfo de Biden
en este último estado, considerado bastante conservador durante muchos años.
El voto latino sindicalizado en Nevada, por ejemplo, también ha sido muy
importante para la victoria de Biden en ese estado. Hay algo de mitología en
la idea de que el trumpismo se ha convertido en un espacio multiétnico de
clase trabajadora. Pero sí hay que decir que Trump ha tenido cierto grado de
apoyo (entre 30% y 35%) en el voto latino y también en el voto asiático. El
voto afroaestadounidense, en cambio, sigue siendo mayoritariamente demócrata
(alrededor del 90%).



Lo que se evidencia especialmente en el estado de Florida es que el discurso
articulado por Trump de que Biden es o bien un socialista o bien un
aliado/rehén de los socialistas, ha tenido un impacto bastante fuerte. Hemos
visto también la movilización de mensajes a través de Facebook y WhatsApp
con fake news en ese mismo sentido. Lo que queda claro es que el discurso
antisocialista importante en la base de Trump. Aunque durante los últimos
años se ha hablado del racismo como parte del apoyo a Trump –y esto es
cierto–, no se trata del único factor explicativo. El Partido Demócrata
sigue teniendo ventaja en lo que en Estados Unidos llamamos «minorías» en
términos raciales y culturales, pero también sigue teniendo ventaja entre la
clase trabajadora. Aun así, se ha percibido que algo ha cambiado en los
últimos años: que el nivel de educación influye como un factor importante.
Una persona bastante acomodada con educación superior universitaria es mucho
más probable que se incline por los demócratas. Esto no es algo que
sucediera de este modo en el pasado. Es muy fácil simplificar y afirmar que
el Partido Demócrata es un partido de las elites, mientras que el Partido
Republicano es un partido blanco de clase trabajadora. La realidad es mucho
más compleja y esas categorizaciones no siempre se verifican. En algunos
casos, sucede todo lo contrario. Pero hay que indagar más en estas
transformaciones.



-Para eso hay que mirar los diferentes territorios…



Antes de las elecciones se hablaba mucho de esa posibilidad de que Trump
conquistase un porcentaje más alto del voto afroestadounidense,
especialmente entre los varones. También se afirmaba lo mismo en relación al
voto latino. Lo que se sostenía es que su machismo podía producir cierto
tipo de atracción en esas comunidades. Yo no me atrevería a plantear algo
firme sobre esta materia porque los resultados finales nos permitirán hacer
un desglose para verificar qué ha sucedido y qué no ha sucedido. Sin
embargo, es posible hacer algunas conjeturas. Trump no parece haber ganado
mucho en torno al voto afroestadounidense, aunque entre las múltiples
comunidades latinas sí parece haber tenido ciertos avances, en algunos
estados y en algunos sectores. Entre los cubanos y los venezolanos que viven
en Florida el mensaje antisocialista es fuerte y penetra en parte de esas
comunidades. Sin embargo, el voto puertorriqueño es muy fuerte a favor de
Biden, tal como lo han sido el voto haitiano y el voto mexicano. Algo
similar sucede con el voto dominicano en Nueva York.



Fuera de Florida, una de las sorpresas ha sido el Valle del Río Grande, en
la frontera entre Texas y México. Tradicionalmente esta ha sido una de las
zonas más pobres del país y ha tendido a votar a los demócratas. Allí Biden
perdió bastante apoyo. En el condado de Zapata, por ejemplo, Clinton había
ganado por 30 puntos y Biden perdió. Esa es una sorpresa y muchos están
pensando en lo que significa esa merma de votos en un lugar que tiene sus
particularidades: se trata de una zona fronteriza en la que buena parte del
empleo se genera por lo que podríamos llamar el «complejo
fronterizo-industrial». Los mensajes antiinmigrantes tienen cierto eco entre
esas comunidades, incluso entre los latinos. Aunque a veces parezca difícil
de entender, no es imposible encontrar latinos que abogan por una política
de restricción con respecto a la inmigración, sosteniendo que mientras ellos
han llegado al país de modo correcto y legal, los otros también deberían
hacer lo mismo si pretenden ingresar. En ese sentido, hay que afirmar que se
habla mucho sobre el racismo entre la comunidad blanca, dado que esta es la
forma racista con mayor impacto político. Sin embargo, se habla menos del
racismo contra los afros entre algunos latinos o algunos asiáticos, así como
del racismo antilatino de algunos miembros de la comunidad
afroestadounidense. Ese tipo de situaciones, aunque no son dominantes,
existen.



-¿Cómo juega la religión en todo esto? A menudo se piensa en ella de manera
un tanto simplista



El discurso progresista en Estados Unidos, que comparto (no me molesta ser
identificado como socialista democrático), ha insistido en que el problema
fundamental de Trump está constituido por el racismo y la misoginia. Eso no
es en absoluto falso. Pero también hay muchos ciudadanos y ciudadanas que no
se consideran racistas (y en muchos casos no son blancos) que apoyan a
Trump. Parte de esto se vincula con el fuerte apoyo que ha tenido por parte
de la comunidad evangélica. Muchos de ellos no comparten su personalidad ni
su forma de ser, pero defienden, por ejemplo, su oposición al derecho al
aborto. En Estados Unidos el derecho al aborto es el resultado de una
decisión tomada por la Corte Suprema en 1973.



Ahora, con una mayoría conservadora, podrían argumentar que esa decisión fue
incorrecta y dejar que decida cada estado en lugar de mantener una
legislación de carácter federal. Esto es percibido como un logro para parte
de esa comunidad, dado que considera que se trata de un punto innegociable.
Al igual que el nombramiento de jueces conservadores, no solo en la Corte
Suprema. Sin embargo, esas posiciones son sostenidas por personas que no
necesariamente se consideran racistas ni participan del supremacismo blanco.
Lo mismo sucede con las opiniones sobre los derechos de la población LGTBI,
que han sido fuertes ejes de debate por parte del progresismo. Estas
cuestiones deben ser tenidas en cuenta, también considerando que parte de la
población latina en Estados Unidos tiene estas adscripciones religiosas.



Al mismo tiempo, no podemos hacer generalizaciones sobre el voto religioso.
Una de las grandes mitologías que se han construido es la de que el Partido
Demócrata es antirreligioso, algo que es estrictamente falso. Biden mismo es
un católico devoto y practicante, mientras que Trump no parece ser nada de
eso. Trump, tres veces divorciado, no representa los valores defendidos por
buena parte de las comunidades cristianas que articulan sus puntos de vista
al menos parcialmente como una defensa de los valores y de la familia
tradicional. Como ser humano, Biden representa mejor que Trump esos valores.



En ese sentido, cabe mencionar que el voto católico siempre ha estado
dividido casi en partes iguales entre demócratas y republicanos. Asuntos
como el aborto favorecen el voto a los republicanos, mientras que el
discurso sobre la justicia social los acerca a los demócratas. Lo cierto es
que, comparado con otros países con niveles más o menos similares de
riqueza, Estados Unidos es un país mucho más religioso. Dado que no contamos
con una Iglesia privilegiada y establecida del Estado, tenemos una
diversidad de prácticas religiosas muy amplia. Y muchos de ellos tienen un
compromiso con la justicia social, algo que favorece al Partido Demócrata.
Históricamente, personajes como el pastor Martin Luther King han sido clave
en este sentido. Al día de hoy, muchas iglesias afroestadounidenses siguen
apoyando al Partido Demócrata. Y allí está, entre muchos otros, el caso del
Reverendo William Barber II en Carolina del Norte.



Hay que evitar la idea de que el Partido Demócrata es un partido secular,
mientras que el Partido Republicano es el partido de los religiosos. Eso no
es así. Pero sin embargo se debe prestar atención al factor religioso,
porque en muchos casos ha incidido, como comentaba recién respecto al
llamado voto evangélico.



-¿Cómo queda el sector socialista democrático con estos resultados?



Yo provengo de ese sector y, en tal sentido, apoyé e incluso trabajé para la
campaña de Bernie Sanders. Tras su derrota en las primarias, Sanders dio
todo su apoyo a Biden para sacar a Trump y, en la mayoría de los casos, los
votantes que preferían a Sanders o a Elizabeth Warren apostaron por Biden
sin ningún tipo de problema. Yendo a los socialistas democráticos, hemos
visto la reelección de Alexandria Ocasio-Cortez por amplio margen y la
llegada de algunas otras figuras como Jamaal Bowman. Esto supone la
posibilidad de que miembros de Socialistas Democráticos de Estados Unidos
(DSA, por sus siglas en inglés) ocupen posiciones que anteriormente estaban
ocupadas por miembros de alas mucho más moderadas del Partido Demócrata.



Durante la campaña, la acusación de Trump de que Biden era un socialista
llevó al candidato demócrata a responder que había sido justamente él quien
había vencido a Sanders en la primaria. Esto le permitía distanciarse de la
acusación, pero generaba una cierta incomodidad para el sector de izquierda
del partido. Por un lado, entendían que era una forma de defensa de Biden,
pero, por otro lado, no daba total cuenta del giro progresista del partido.



No obstante, hay dos o tres consideraciones que deben ser tenidas en cuenta.
Todo indica que Biden terminará siendo electo y que mejoró respecto a la
elección de Hillary Clinton en 2016. En varios estados, los márgenes son
estrechos, pero en el nivel nacional es una victoria definitiva. Sin
embargo, muchos de sus seguidores anticipaban una victoria más contundente
de la que realmente se está produciendo. En ese sentido, había cierta
esperanza de controlar el Senado, algo que parece que no sucederá
(dependerá, probablemente, de una segunda vuelta en Georgia en enero). Por
ende, enfrentaremos el riesgo de un gobierno dividido, con el Senado en
manos de los republicanos y el Congreso y la Casa Blanca en manos de los
demócratas. Esto deja a la izquierda en un problema. Los miembros de primer
rango del gabinete de Biden deben ser aprobados por el Senado y Mitch
McConnell, líder de los republicanos en la Cámara Alta, ya ha advertido que
no aceptará a progresistas. La posibilidad que tenía Biden de colocar en
esos puestos a miembros de la izquierda del Partido Demócrata (un sector que
ha crecido considerablemente) puede quedar trunca. Y si el Partido Demócrata
solo representa a una parte de sus seguidores, se deja afuera a una
izquierda que ofreció su apoyo a Biden para sacar a Trump de la Casa Blanca.
Esto todavía no ha sucedido aún, pero es una posibilidad cierta. Hay que
aclarar, sin embargo, que esto solo es válido para los ministros del
gabinete, pero no para los administradores designados por esos ministros.
Ellos sí pueden escoger a personas que provengan del ala izquierda del
Partido Demócrata sin necesitar la aprobación del Senado.



Muchos votantes de la izquierda demócrata esperaban que, en caso de
conquistar el Senado, se pudiera además cambiar varias tradiciones políticas
(como el «filibusterismo») y hacer reformas políticas pendientes. Si bien
esas posibilidades no existen por el momento, hay que aclarar que la
posibilidad a tensionar a Biden por izquierda no ha desaparecido. Los
resultados de las primarias demócratas indicaron que Sanders –y la posición
política del socialismo democrático– cuentan con un apoyo de entre el 30 y
el 35% del partido. Esto le otorga una fuerza significativa a estas
posiciones. Tras el fin de la campaña, Biden realizó una serie de encuentros
y armó comisiones para la unidad del Partido Demócrata. Esas comisiones
tenían a tres integrantes designados por Sanders y a cinco designados por
Biden, lo que reflejaba las tendencias partidarias. Esas comisiones
publicaron planes políticos estratégicos para ocho áreas, entre las que se
destacaban el cambio climático y la política migratoria, entre otras. El
resultado reflejó un compromiso entre las distintas tendencias del partido.



Especialmente con la temática del cambio climático, se evidenció que era
posible influenciar a Biden y empujarlo hacia una posición más progresista y
escorada hacia la izquierda. Si bien durante los debates Biden rechazaba el
llamado Green New Deal, presentaba un plan alternativo que es bastante
agresivo para enfrentar los problemas climáticos. En tal sentido, creo que
los grupos organizados de izquierda tienen cierta esperanza en la
posibilidad de influir en la presidencia de Biden. La complicación, claro,
es, tal como mencionaba, el Senado. Es decir, se trata de una complicación
institucional desarrollada desde fuera del Partido Demócrata.



-Resulta interesante que en Florida, mientras ganó Trump, los electores
votaron por amplia mayoría, en referéndum, un asalario mínimo que deberá
llegar tendencialmente a 15 dólares la hora, lo que hasta hace poco era una
consigna limitada a la izquierda, ¿cómo se entiende eso?



Hace relativamente poco, Fox News –una de las principales cadenas
televisivas de la derecha– realizó una encuesta entre sus espectadores. El
resultado fue algo sorprendente. La mayoría apoyaba la intervención estatal
en salud y defendían la posibilidad de un salario mínimo. Estos dos temas
han sido sistemáticamente atacados por la derecha y, de hecho, constituyen
parte de la agenda de la izquierda. En tal sentido, la pregunta que debemos
hacernos es por qué si hay apoyo para ese tipo de políticas, tantos
ciudadanos deciden, igualmente, no votar a los demócratas que las impulsan.
Carezco de una respuesta clara, pero es probable que sean reactivos a otras
cuestiones propias de los demócratas. En particular, a ciertos discursos
progresistas sobre otras esferas. Es claro que hay un «temor al socialismo»
en ciertos grupos en el país, pero también hay un sector bastante extendido
al que podríamos calificar como poseedor de «sentimientos antiprogresistas».



Estos sentimientos son realmente una fuerza en la política y hacen que la
oposición, por ejemplo, a las políticas de diversidad, pesen más que las
coincidencias con respecto al rol del Estado en ciertas materias. Eso puede
llevarlos a votar a Trump. Yo creo que si Trump hubiese sido un poco más
inteligente, habría impulsado un programa más populista en términos
económicos. Pero hay que subrayar que el Partido Republicano no es un
populista en términos económicos, sino neoliberal. Es probable que Trump
habría podido torcer por lo menos parte de ese rumbo. En ese caso, podría
haber sido antiprogresista en términos culturales (manteniendo su oposición
a lo que llama la «cultura liberal») pero populista en términos de una
defensa más real de la clase trabajadora. Sin embargo, no lo hizo, y aún
así, pudo expandir su base político. El Partido Demócrata va a tener una
oportunidad para demostrar que su gobierno puede beneficiar a la mayoría de
la población. Pero el trumpismo, con o sin Trump, seguirá vigente. Esa es
una de las cosas decepcionantes de esta elección. Hemos sacado un líder con
tendencias autoritarias, lo cual no es poco, pero las tendencias
autoritarias en el sistema de gobierno, y en la población, siguen
presentando una amenaza.

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