Estados Unidos/ La "clase media" cada vez más imposible [David Roediger]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 11 22:45:35 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

11 de octubre 2020

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Estados Unidos



La "clase media" cada vez más imposible



David Roediger *

A l’encontre, 9-10-2020

http://alencontre.org/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



En 2010, el Departamento de Comercio preparó una serie de datos para el
grupo de trabajo sobre la clase media de la administración Obama, dirigida
por el Vicepresidente Joe Biden. Omitiendo los problemas espinosos  -ver más
abajo- de la clase media, una parte del estudio presentaba las múltiples
esperanzas y expectativas de una familia de clase media:



Estas esperanzas incluían "ser propietario de una casa", "ahorrar para la
jubilación", "asegurar una educación universitaria" para sus hijos,
"proteger su propia salud y la de sus hijos", "tener un coche para cada
adulto" y tomarse vacaciones cada año.



El grupo de reflexión (think tank) Brookings Institute, muy clemente en
general, no pudo resistir a hacer algunas investigaciones al respecto. De
sus observaciones aparece que una enorme proporción de las personas
definidas como de clase media eran padres o madres solteros con dos hijos e
ingresos de unos 25.000 dólares al año. Resulta imposible imaginar que la
mayoría - y mucho menos todas - estas esperanzas puedan realizarse con tales
salarios.



De manera cada vez más frecuente, vemos artículos sobre "clase media sin
techo" y "clase media con hambre". El aumento de la riqueza no tiene una
real incidencia en el resultado. Un estudio reciente de la Rand Corporation
muestra que si los niveles de desigualdad de hace cincuenta años hubieran
simplemente perdurado, el ingreso mediano de 50.000 dólares -el ingreso
medio literalmente en los Estados Unidos- sería hoy de unos 97.000 dólares.



Por otro lado, el dinero ha hecho posibles más cosas en las vidas del 1% más
rico, mientras que la vida de las llamadas clases medias se ha vuelto más
"imposible".



"Imposible" es un término utilizado por muchas personas clasificadas y/o
auto clasificadas como clase media para describir su propia situación. Los
analistas de la clase media prefieren otras categorías: precario, en peligro
y más a menudo, hundiéndose.



Ese es el término que elegí para el título de mi reciente libro The Sinking
Middle Class: A Political History (La clase media hundida: una historia
política, NdT). "Hundida" es un homenaje a lo mejor de lo que dijo George
Orwell sobre la clase media e implica un proceso de trituración gradual -y
también una sensación de miseria- que caracteriza la vida de la clase media,
incluso antes de su caída. Bartleby, el personaje de "Bartleby, el
escribiente: Una historia de Wall Street" de Herman Melville, 1856 (1853 en
Putnam's Magazine, NdT), se hundió.



El adjetivo "hundida", que utilizo en el título, funciona, sigo aún con la
duda sobre un título alternativo. Seguía pensando en el título "La clase
media imposible", incluso cuando el libro estaba casi terminado. Es obvio
que la idea de "salvar a la clase media", tan repetida por los políticos de
todos los partidos y tan asociada al empobrecimiento del discurso político
americano desde 1992, resultaba imposible.



Sigo estando de acuerdo con las dos opciones de título, pero me pregunto si
el Covid-19 no nos estará llevando a la conclusión de que la vida de la
clase media, y no sólo la política de fachada y posturas  asociadas a su
salvación, es lo que resulta imposible. La imposibilidad se aplica tanto a
la definición como a la propia experiencia de vida.



Pensando en la imposibilidad



A nivel de definición, la imposibilidad de precisar la clase media es
manifiesta. En las elecciones de 2012, tanto la campaña de Obama como la de
Romney suponían que cualquier persona que ganara menos de 250.000 dólares al
año formaba parte de la clase media, el grupo que le interesaba a ambos
partidos.



Los investigadores contaron incluso a los más pobres de los pobres para
convertirlos en clase media (aunque sólo fuera "por aspiración"), junto a
los que ganan millones al año. Sin embargo, casi al mismo tiempo, otros
expertos de instituciones financieras -e incluso consultores políticos-
estimaban que sólo dos de cada cinco personas en los Estados Unidos
pertenecían, en realidad, a la clase media.



Estas grandes disparidades implican una cuestión tan fundamental como la de
saber si la pertenencia a la "clase media" depende de las variables medidas
por los investigadores o de la auto identificación. En el primer caso, la
lista de medidas utilizadas varía enormemente, pero se reduce demasiado a
menudo a consideraciones parciales como por ejemplo "asistió a la
universidad", o "gana más de 50.000 dólares al año". En el segundo caso, la
redacción de las preguntas y las opciones propuestas han complicado las
cosas desde 1930.



A diferencia de la clase obrera, cuya definición generalmente especifica un
conjunto de relaciones sociales con los dueños de sus lugares de trabajo,
contratan su mano de obra y administran su tiempo, la clase media no tiene
ese conjunto de relaciones con los demás. En efecto, cerca del final del
libro estadounidense más conocido  sobre la clase media, White Collar: The
American Middle Classes de C. Wright Mills, Universidad de Oxford, 1951, el
lector se entera de que el autor duda que tal clase coherente exista.



C. Wright Mills insistió en este punto, argumentando que es imposible que
haya una movilización de la clase media a favor de una política progresista,
el Santo Grial de la mayoría de los políticos estadounidenses desde hace
tres décadas.



Una solución de izquierda a tal caos analítico imposible insistió en que se
debe trazar una línea clara entre la clase trabajadora y la clase media, que
existen estrategias de investigación para identificar tal línea, y que
incluso a nivel de la auto identificación, si las preguntas de las encuestas
están bien elaboradas, se pueden obtener respuestas que rompan el mito de
que "todo el mundo es de clase media" tan apreciado por las cámaras de
comercio.



Aunque el fortalecimiento de estas distinciones resulte deseable en muchos
aspectos, sigue habiendo al menos un 20% de la población que durante muchas
décadas se ha identificado como de clase media, incluso si ocupa puestos de
trabajo de la clase obrera.



Las nuevas realidades echan por tierra la idea bien establecida de que la
distinción entre los trabajadores de cuello azul y los de cuello blanco
define una línea de "clase", pero las zonas grises compiten con las
distinciones claras: el obrero cualificado de una fábrica que sufre un
recorte salarial del 60% cuando tiene que trabajar como vigilante nocturno
en Home Depot (empresa de distribución de artículos para el hogar), o el
profesor universitario diplomado que dispone de autonomía en los
anfiteatros, pero que no es titular, que no cobra el sueldo adecuado o no
tiene seguridad en el empleo.



La imposibilidad más triste y amplia se da en el día a día. El buen
ciudadano de la clase media económica que las cámaras de comercio exaltan es
-como los estudios de la gran economista Juliet Schor lo establecieron hace
mucho tiempo- tanto el "americano que trabaja excesivamente" como el
"americano endeudado".



Así lo sugieren los indicadores de buen crecimiento económico a los que
históricamente han respondido los mercados bursátiles. Es decir, el
alargamiento de la semana laboral media y el aumento de la "confianza de los
consumidores" -o sea el endeudamiento privado- son buenas noticias para el
mercado.



Trabajo excesivo y endeudamiento



Podríamos pensar que estos problemas, que van de la mano, afectan a
diferentes grupos de personas. En ese caso, las personas endeudadas podrían
simplemente trabajar más y las personas sobrecargadas de trabajo podrían
trabajar menos horas. Pero Schor sugiere una realidad diferente en la que
las mismas personas -principalmente la increíblemente estresada clase media,
aunque muchos de ellos tienen trabajos de clase obrera- sufren tanto de
sobrecarga de trabajo como de gastos excesivos (deudas).



De hecho, Schor sostiene que lo hacen en un ciclo en el que los períodos
prolongados de trabajo alienado provocan deseos de liberación a través del
consumo, y por lo tanto al endeudamiento y por lo tanto a una mayor
necesidad de trabajo (para hacer frente al endeudamiento). Schor sostiene
que en las décadas anteriores a la publicación de sus libros, la pareja
promedio perdía un mes de tiempo de ocio y reproducción social debido al
trabajo remunerado. Desde entonces, la clase media en decadencia ha perdido
otro mes más, en ambos casos con consecuencias específicas para las mujeres
y los hombres.



Aunque abarcaba también a otros grupos, ambas mitades del ciclo de trabajo y
gasto afectaban particularmente e incluso definían a la clase media. La
compra a crédito para uso personal, considerada como algo disoluto durante
gran parte de la historia de la humanidad, encontró una razón de ser en la
década de 1920 al conectar el crédito con un carácter a menudo definido como
propio al estatus de clase media.



El argumento de que, por ejemplo, los trabajadores de la industria
automotriz se habían "convertido en clase media" después de la Segunda
Guerra Mundial, se vio fortalecido con su acceso al crédito y a los altos
salarios. Los niveles de deuda de la clase media, que Juliet Schor
consideraba astronómicos en los años 80, parecen ser controlables según los
estándares contemporáneos si se tiene en cuenta, en particular, el aumento
de la deuda de los estudiantes.



La sobrecarga de trabajo de la clase media tiene varias características que
la determinan. En primer lugar, el aumento absoluto del tiempo de trabajo de
las mujeres que son, cada vez más, las esposas de los trabajadores de clase
media. Segundo, la manera en que la falta de protección ante las horas
extras excesivas ha hecho que muchos cuadros de clase media sean prisioneros
del trabajo más allá de la semana laboral normal.



Pero el exceso de trabajo también significaba trabajo alienante y en eso
también, la clase media tenía sus problemas particulares. El control del
trabajo de oficina y la necesidad de ser atractivo en el sector de las
ventas significaba que la personalidad de los trabajadores era en sí misma y
a la vez destacada y juzgada. En los últimos ochenta años esa tendencia se
ha extendido más allá de la oficina -hasta el punto de que los patrones
sospechan a menudo que la falta de felicidad en el trabajo es subversiva- y
la gestión de la personalidad de cada empleado y empleada se focaliza en ese
tipo de trabajos.



El trabajo alienado y el consumo compensatorio ponen en duda la posibilidad
de la felicidad verdadera. El ensayista marxista irlandés Terry Eagleton
describió el sistema diciendo que se necesita a un "trabajador sujetado
prudentemente en la oficina" pero también a un cliente "salvajemente
anárquico" en el centro comercial.



La clase media se formó durante mucho tiempo en torno a la falta de
respuesta colectiva al trabajo alienado y a los intentos individuales sin
éxito de dar forma a lo que C. Wright Mills llamó "vacaciones de ensueño".
Las estructuras sistémicas nos llevan en ambas direcciones, pero no nos
dicen cómo vivir de una manera capaz de reconciliar ambas, y mucho menos
cómo enseñar a los jóvenes a vivir en un mundo así.



El anuncio del Capitán Morgan (una marca de ron), que apoya los intentos
desesperados por crear lo que Mills llama "vacaciones de ensueño" y advierte
contra el exceso de bebida, es un buen símbolo del problema.



El Covid, el clima y los coches



Este período nuestro, con sus peligros -desde el Covid hasta los incendios
que devastan gran parte del oeste de los Estados Unidos y a las inundaciones
de gran parte del sureste- deja en claro la imposibilidad de la clase media.
La nación más rica de la historia del mundo no puede permitirse una ínfima
pausa para salvar millones de vidas. Los individuos también carecen de
recursos para sobrevivir materialmente, y cuando el ciclo de trabajo y
gastos se detiene, tampoco los tienen para sobrevivir psicológicamente.



Ya hay 270 millones de vehículos que circulan en los Estados Unidos, si le
sumamos el logro de los objetivos de propiedad de un coche para cada adulto
de la familia, eso no le haría ningún favor al planeta. Del mismo modo, la
necesidad urgente de viviendas dará lugar a desastres de deuda y emergencias
ambientales en la medida en que las viviendas sigan siendo de dimensiones
gigantescas, como las que tienen más éxito de venta en los Estados Unidos.



El Covid-19 también revela el problema no resuelto y profundamente de género
de la falta de tiempo de la clase media. A menudo, se espera que las mujeres
trabajadoras suspendan sus carreras para realizar las labores de cuidado
cuando las escuelas cierran y los hogares de ancianos se convierten en
asilos. La pandemia también pone de relieve la locura de hacer que la salud
sea la responsabilidad de las familias de clase media en lugar de la
responsabilidad de las instituciones públicas.



El Covid-19 y el cambio climático no han causado sino que han demostrado la
imposibilidad de una vida "sostenible" y feliz para la clase media.



“ David Roediger es Profesor de la Fundación de Estudios Americanos en la
Universidad de Kansas, donde enseña y escribe sobre la raza y la clase en
los Estados Unidos. Junto con Elizabeth Esch, escribió The Production of
Difference (Oxford University Press, 2014). Su último libro publicado es The
Sinking Middle Class: A Political History (OR Books, 2018). Artículo
publicado originalmente en Against the current, octubre 2020:
https://againstthecurrent.org/the-increasingly-impossible-middle-class/

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