Estado español/ Fulgor y ocaso de Podemos. Razones de un adiós [Manuel Gari]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Sep 10 15:42:26 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

10 de setiembre 2020

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Estado español



Fulgor y ocaso de Podemos. Razones de un adiós



Manuel Garí *

Viento Sur, 9-9-2020

https://vientosur.info/



La creación de Podemos en el Estado español ha supuesto un importante
intento de construcción de un partido de masas antineoliberal y pluralista a
la izquierda del social-liberalismo. Esa experiencia, que comenzó muy bien,
finalmente ha terminado muy mal. Quizás por esta última razón, el título de
este artículo podría haber sido “Fulgor y ocaso de Podemos… como proyecto
político emancipador”. El objetivo de este artículo es explicar por qué fue
necesario crearlo y por qué ha sido necesario abandonarlo. Lo que ha
supuesto también reflexionar sobre el balance que se puede hacer y las
lecciones que se pueden extraer de la actuación de Izquierda
Anticapitalista, hoy Anticapitalistas 1/.



Podemos pudo surgir porque las izquierdas socialdemócrata y eurocomunista
estaban en un callejón sin salida tras la crisis de 2008. La irrupción de
las y los indignados del 15M en 2011 fue el catalizador de la aparición de
nuevas expectativas políticas en un marco caracterizado por el avance
imparable del derechista Partido Popular (PP) frente al gobierno socialista
de José Luis Rodríguez Zapatero. Izquierda Unida (IU) se mostró incapaz para
hacer frente a las políticas neoliberales y el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) fue uno de sus ejecutores. Ambos partidos soportaban la
pesada herencia de haber contribuido a la creación del régimen político de
la Transición mediante el pacto político con las fuerzas provenientes del
franquismo plasmado en la Constitución Española de 1978 (CE). Ambos partidos
formaban parte de ese régimen y, en el caso del PSOE, ha sido uno de sus
principales pilares.



Por otro lado, existía una amplia apatía y desmovilización social provocada
en primer lugar por la equivocada estrategia de pacto social a toda costa
(la concertación social) de los sindicatos mayoritarios, CC OO y UGT, y la
incapacidad de los minoritarios para construir una nueva hegemonía en el
seno del movimiento obrero, excepción hecha de los sindicatos de clase LAB y
ELA en el País Vasco. Ello posibilitó la reforma del artículo 135 de la CE
que convirtió el pago de la deuda pública en prioridad de los Presupuestos
Generales del Estado y la imposición de dos regresivas reformas laborales:
en primer lugar, la aprobada por el gobierno socialista de José Luis
Rodríguez Zapatero, posteriormente empeorada por la legislación del gobierno
del Partido Popular (PP), presidido por Mariano Rajoy, que jibarizó la
negociación laboral colectiva, cercenó el papel de los sindicatos en las
empresas y atacó o anuló importantes derechos de la clase trabajadora, lo
que produjo una gran devaluación salarial, aumento de la desigualdad, mayor
peso de las rentas del capital que las salariales en el producto interior
bruto (PIB), incremento de la precariedad laboral y extensión de la pobreza,
con especial incidencia en la juventud, prácticamente expulsada del mercado
de trabajo.



Producto de todo eso surgió el movimiento del 15M como protesta ante el
deterioro de la situación social y como revulsivo frente al pantano
político. Esto abrió una ventana de oportunidad para modificar
sustancialmente el mapa político en el Estado español. Podemos vino a llenar
el vacío señalado y se presentó como la herramienta para crear una nueva
correlación de fuerzas en el ámbito político que, de consolidarse, habría
podido ayudar a incentivar un refuerzo de la organización y la movilización
social.



En este panorama cabe hacer una excepción y señalar la importancia que han
tenido las movilizaciones masivas de las Diadas o de las jornadas y desafíos
de 2014 y del 1 y 3 de octubre de 2017 en Catalunya, que expresaban las
aspiraciones nacionales y la exigencia del derecho a decidir de todo un
pueblo, generando la mayor grieta conocida en el entramado del régimen del
78 hasta convertirse en su principal factor de crisis. Momentos en los que
la izquierda política –incluido Podemos y sus aliados en Catalunya–
desaprovechó una ocasión de oro para ponerse a la cabeza del mayor
movimiento popular de masas democrático de las últimas décadas en el Estado
español y disputar la hegemonía y dirección políticas al resto de actores.



Pero Podemos envejeció rápidamente hasta la decrepitud porque acabó
aceptando el marco discursivo y los límites de la CE de 1978, de la economía
de mercado y de la Unión Europea como único horizonte posible. Esto ha
supuesto un fracaso del proyecto Podemos y una derrota para la izquierda que
lo impulsó. Y, sin embargo, fue ineludible intentarlo. Y conveniente.



El 15M (fortalezas y debilidades) en la genealogía y razón de ser de Podemos



La irrupción del movimiento de las y los indignados del 15 de mayo de 2011
en las plazas y calles de Madrid, que inmediatamente se extendió a todas las
poblaciones del conjunto del Estado español, incluidas Catalunya, Euskal
Herria y Galiza, supuso la aparición en la escena de la movilización social
de una nueva generación que no se identificaba con los partidos
parlamentarios (“no nos representan”), se veía especialmente afectada por
las políticas de austeridad (“esta crisis no la pagamos”), se enfrentaba a
las élites financieras beneficiarias de las ayudas estatales para rescatar a
la banca (“esto no es una crisis, es una estafa”) y denunciaba los límites
del régimen político (“le llaman democracia y no lo es”).



Por tanto, fue un movimiento con vocación antirrégimen, configurado en torno
a demandas democrático-radicales que puso en cuestión el modelo bipartidista
imperfecto encarnado por el PSOE y el PP, pero también el turnismo en el
gobierno del Estado, ora socialista, ora conservador, y el modelo electoral.
Pero también se constituyó como movimiento antiausteritario frente a las
políticas económicas y sociales depredadoras y contrarias a la soberanía
popular, especialmente tras la reforma del artículo 135 de la CE y los
rescates de la banca española, que supusieron una inversión pública cifrada
actualmente en 65.000 millones de euros por el Banco de España. Por ello el
15M, aunque de forma elemental, reclamaba otra economía, otro modelo de
sociedad y la necesidad de una nueva Constitución. Esa fue su gran
aportación y la muestra de su energía creativa basada en la actividad de
sectores de masas. El 15M llegó a tener la simpatía de la mayoría de la
población harta del periodo de austeridad iniciado en 2008 y de la
esclerosis política del sistema.



El 15M significó una enmienda a la totalidad de los partidos y sindicatos
del sistema y abrió las vías de una movilización popular sostenida por
diversos sectores (las denominadas mareas de enseñanza, sanidad,
trabajadores y trabajadoras de la función pública, etc.) que lo hicieron
relativamente al margen de las burocracias y con nuevas formas de
organización y coordinación. El movimiento 15M generó formas de lucha
desobediente de masas de nuevo tipo, basadas en la asamblea como matriz
organizadora, que muy pronto desbordaron a las organizaciones tradicionales.
Al 15M se sumaron las y los activistas ecologistas y feministas y sectores
juveniles que hacían su primera experiencia.



Cabe resaltar muy especialmente que el 15M, gracias a su crítica del régimen
del 78, posibilitó el debate sobre la necesidad de una ruptura democrática y
la apertura de un proceso destituyente/constituyente, que, con el paso del
tiempo, llevó a Anticapitalistas y a otros sectores a hablar en plural, pues
se necesitaba un conjunto de procesos constituyentes a coordinar que tuviera
en cuenta la existencia de la cuestión nacional y no solo la dimensión
general del Estado español.



Pero el 15M también mostró los límites de un movimiento social sin una
expresión política y, en concreto, una representación electoral. En 2013, la
situación política estaba bloqueada. Muy pronto, entre los sectores más
avanzados del activismo se inició el debate sobre la necesidad de una
herramienta política. Si bien todos ellos convinieron que ninguna fuerza
política que pudiera crearse podría arrogarse la representación del
movimiento del 15M, no cabe duda que Podemos fue beneficiario del espíritu
de las y los indignados.



Los dilemas de Anticapitalistas



En los meses anteriores al lanzamiento de Podemos, en el seno de
Anticapitalistas el debate sobre qué hacer se vertebró en torno a tres
posiciones. Una primera defendía conformar un frente de izquierdas o una
alianza táctica con IU que tenía como inconveniente la historia reciente de
subalternidad de esta organización al Partido Socialista, tanto en acuerdos
preelectorales a escala del Estado como en la experiencia de cogobierno en
Andalucía y muchos municipios, y también el descrédito creciente entre la
juventud de izquierdas. Otra propugnaba impulsar un frente de organizaciones
de la izquierda radical, todas ellas pequeñas excepto en el País Vasco y
parcialmente en Catalunya, escasamente implantadas y con rasgos sectarios,
lo que precisamente habría supuesto para Anticapitalistas colocarse al
margen de la amplia corriente de radicalización masiva surgida el 15M.



Una tercera, defendida por la dirección, proponía impulsar algún tipo de
iniciativa de nuevo tipo, pues consideraba que las estructuras de izquierda
existentes en aquel momento eran incapaces de ser útiles para dar un salto
que llevase al plano político la lucha social. Esta última opción resultó
ser la mayoritaria. En el seno de Anticapitalistas, y de su precedente
Espacio Alternativo, estaba presente el debate sobre la necesidad de apoyar
el nacimiento de organizaciones antineoliberales de masas, democráticas y
con capacidad para dar las batallas electorales de forma complementaria a
las luchas sociales impulsadas desde los movimientos. Por ello, al concebir
Podemos se le dio gran importancia a la idea de partido-movimiento
estructurado desde la base en lo que luego denominamos círculos.



Al contrario que otros sectores de la izquierda, Anticapitalistas, al igual
que fue una de las pocas organizaciones que no receló del 15M, fue la
primera que se planteó la necesidad y posibilidad de dar un salto político
porque consideraba que esa iniciativa política no iba a suponer un freno
para la movilización que, por cierto, ya mostraba síntomas de agotamiento
como producto del bloqueo del Estado y de la recuperación de ciertas
iniciativas por parte de los partidos del régimen que comenzaban a salir de
su desconcierto y parálisis inicial ante una protesta tan extendida como
inesperada. Bien al contrario, Anticapitalistas consideró que era urgente y
posible canalizar toda la energía surgida tras el 15M hacia una nueva
batalla que desbloquease un panorama político que objetivamente ejercía de
candado. Efectivamente, existía una gran potencia en el sector social y
político sin representación. En ese aspecto, Anticapitalistas tuvo el gran
acierto y la audacia táctica para impulsar la iniciativa Podemos, cuyo
alcance y naturaleza eran de tal envergadura que iban a poner a prueba todas
las fuerzas y capacidades de la organización.



¿Qué habría pasado si Anticapitalistas no lo hubiera hecho? No lo podemos
saber porque no ocurrió. Lo que sí que sabemos es que los grupos de
izquierda radical que no se vincularon a Podemos se suicidaron con la soga
del sectarismo. Es posible que Anticapitalistas hubiera seguido la senda de
la insignificancia política en la que incurrieron buena parte de los grupos
que se quedaron fuera. Probablemente no habría multiplicado sus fuerzas
militantes y no habría gozado de la amplia audiencia que han logrado sus
portavoces públicos. No habría extendido su organización a todas las
comunidades autónomas. No habría podido organizar actos políticos masivos,
tanto presenciales como los online que ha realizado durante la pandemia de
la Covid-19. Ninguna de sus propuestas sobre la cuestión nacional o sobre la
desigualdad social habrían tenido el impacto mediático que han tenido. No
habría podido marcar la agenda política entre la vanguardia, ni se habría
convertido en un referente ideológico y político para los sectores más
conscientes del activismo. No habría podido efectuar la experiencia de
trabajo desde las instituciones locales, regionales y europeas en clave
antiausteritaria y democrática a favor de las clases populares. En este
punto cabe señalar que muy pronto Pablo Iglesias y su equipo obstruyeron,
mediante el abuso de reglamentos antidemocráticos, la posibilidad de
representación anticapitalista en el Parlamento estatal, en el que hubo una
presencia limitada y en una sola legislatura.



Pero estas y otras cuestiones que figuran en el haber de Anticapitalistas no
pueden ocultar dos cuestiones: 1) La ya señalada de que el proyecto Podemos
fracasó y que las tesis de Anticapitalistas fueron derrotadas; 2) que se han
cometido errores importantes por parte de Anticapitalistas en el proceso que
han ayudado al triunfo de las posiciones de Pablo Iglesias. Por ello
conviene recordar/reconstruir críticamente el relato de la historia de
Podemos y hacer el balance de los pasos dados por Anticapitalistas para
tener una visión de conjunto y poder comprender también la otra gran
decisión: la de abandonar Podemos e impulsar Anticapitalistas como un nuevo
sujeto político.



El fenómeno Podemos en toda su complejidad



La primera característica de Podemos es que recogió el sentimiento de
indignación existente tras la crisis de 2008 y la percepción socialmente
extendida de que una minoría salió beneficiada gracias a que una mayoría
perdió y mucho. Y que esta cuestión social está íntimamente ligada a la
cuestión democrática. Pablo Iglesias, el 22 de noviembre de 2014, en su
momento más radicalizado, cuando las encuestas daban como primera fuerza
política a Podemos, desde un lenguaje netamente populista de izquierdas pero
funcional para las posiciones de la izquierda revolucionaria, afirmó que:
“La línea de fractura opone ahora a los que, como nosotros, defienden la
democracia (…) y a los que están del lado de las élites, de los bancos, del
mercado; están los de abajo y los de arriba (…), una élite y la mayoría” .



Una segunda característica singular del nacimiento de esta formación
política es el papel relevante y determinante jugado por una pequeña pero
activa organización marxista revolucionaria, Anticapitalistas, en la
creación y primera etapa de desarrollo de Podemos. Tanto el documento
fundacional “Mover ficha, convertir la indignación en cambio político” como
el programa electoral para las elecciones del Parlamento Europeo del año
2014 reflejan, pese a las lógicas transacciones de lenguaje cuando varias
culturas convergen, la hegemonía de los planteamientos marxistas
revolucionarios en las reuniones y asambleas de militantes. Asimismo fue
imprescindible el concurso de Anticapitalistas en otros terrenos: dar
legitimidad a la propuesta electoral ante la izquierda social, facilitar los
primeros medios financieros, poner a disposición del proyecto su pequeña
estructura organizativa e impulsar la organización afiliativa de base, los
círculos, en casi todo el territorio del Estado español.



La tercera característica es que Podemos nació como un partido sumamente
abierto a la incorporación de corrientes diversas de la izquierda social y
política, lo que pronto se plasmó en la incorporación de sectores en ruptura
con IU, incapaz de salir de su crisis interna y de ofrecer alternativas a
las demandas de una nueva generación de activistas, así como en el interés
que suscitó en los movimientos sociales, particularmente en los sectores de
la ecología política y del feminismo. Y captó la atención de la generación
veinteañera ajena a la política.



Tres eran las condiciones sine qua non para que el proyecto Podemos pudiera
construirse y ser útil. Que mantuviera su radicalidad discursiva; que
estableciera lazos orgánicos estables con los sectores obreros y populares
con mayor conciencia y combatividad, y que se configurara internamente de
forma democrática para posibilitar la deliberación, la participación de la
afiliación en las decisiones y la coexistencia creativa y fraternal de la
amplia pluralidad ideológica y política presente desde el primer momento en
su seno. Dicha pluralidad abarcaba muy diversos aspectos, con un espectro de
diferencias más amplio que el que presentaban sus tres componentes políticos
principales agrupados en torno a la figura de Pablo Iglesias, a la de Iñigo
Errejón y a Anticapitalistas, cuyos portavoces públicos más conocidos eran
Teresa Rodríguez y Miguel Urbán.



Desde su origen Podemos se convirtió en un campo de batalla interna entre
sus tres almas. La representada por la corriente anticapitalista –más amplia
que la organización que la animaba–, que proclamaba la importancia del
programa y de la organización en la construcción coral del nuevo partido,
así como la necesidad de impulsar la autoorganización y movilización social,
la implantación en el pueblo trabajador y la combinación de estas tareas con
las de una pausada acumulación electoral e institucional que debería ponerse
al servicio de dichos objetivos mediante una relación bidireccional
partido-pueblo trabajador.



Frente a esta propuesta se constituyó una alianza entre el sector populista
de izquierdas de Iñigo Errejón y el sector de Pablo Iglesias en la primera
asamblea ciudadana de Podemos, conocida como Vista Alegre I (por el lugar de
su celebración). Esta alianza se plasmó en la creación de una clique
burocrática compuesta por dos fracciones, en constante remodelación según la
correlación de fuerzas interna, que se planteó como misión el control
absoluto de Podemos. El objetivo a corto plazo de la alianza era batir las
posiciones marxistas revolucionarias.



El objetivo específico de Pablo Iglesias era constituirse como el líder
indiscutido con total autonomía, sin explicitar un proyecto que no fuera el
de realizar el sorpasso electoral al Partido Socialista y llegar a gobernar
rápidamente. Para ello no dudó en radicalizar o moderar su discurso a
conveniencia. Jamás planteó un proyecto de sociedad, un programa de gobierno
o una estrategia a seguir, ni se consideraron las condiciones y medidas para
hacer frente a los ataques del capital. Tampoco se extrajeron las lecciones
de la intervención de la Troika en el caso griego de Syriza. La vieja
confusión reformista entre acceder al gobierno y tener el poder se repetía,
eso sí, con discursos radicales que conectaban con el espíritu impugnatorio
del momento. Toda su acción política ha estado presidida, con un discurso
más o menos izquierdista, por ejercer un hiperliderazgo personal en una
imitación simplista de los aspectos menos interesantes de la experiencia
bolivariana, pero también por lo que podríamos calificar de un relativismo
programático que permite sacar y hacer desaparecer de un cajón de sastre
propuestas según la conveniencia táctica del momento, sin relación alguna
con un proyecto de sociedad ni de estrategia para lograrlo. La hipótesis
estratégica era “hemos nacido para gobernar”; o sea, acceder al gobierno
como un fin en sí mismo.



En esta tarea, Iglesias encontró durante una primera etapa un aliado muy
funcional en Errejón, seguidor en aquella época de las tesis de Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe 2/ sobre la total autonomía de lo político y la
negación del papel que juegan las clases sociales y las disputas económicas
para los marxistas en el modo de producción capitalista. Por tanto, desde
este sector, los discursos e incluso los artículos en la prensa se llenaron
de abstractas disquisiciones sobre la construcción del sujeto pueblo
mediante la creación de una base electoral interclasista ideológicamente
transversal en torno a la movilización de los sentimientos por un líder
capaz de enfrentar al pueblo con una exigua minoría oligárquica. Ello
comportaba asumir la improcedencia de las categorías izquierda y derecha o
de los análisis de clase, etcétera. Errejón teorizó la posibilidad de una
rápida victoria electoral, a la que había que subordinar todo: eficacia
versus democracia, jerarquía versus organización de base en los círculos,
máquina de guerra electoral (expresión literalmente formulada) versus
partido de masas, participación plebiscitaria versus deliberación
democrática. Tras la primera victoria interna de la clique, los círculos
dejaron de tener capacidad para tomar decisiones y la elección de las
direcciones se realizó al margen de los mismos, a través del voto online de
las personas que se inscribieran mediante un formulario en la página web.
Ese era el único compromiso de la afiliación. Elecciones sin debate y
personalistas. Esta fue una opción absolutamente antitética a la del partido
militante y a la del partido de masas organizado. Imposible, por tanto, el
control y revocación de los dirigentes por las bases.



Estas teorizaciones no conllevaron un debate teórico e ideológico de calidad
ni en los medios académicos ni en los políticos, más allá de los que pudo
realizar una minoría muy implicada en la construcción de Podemos, mantuviera
una u otra posición, o en la defensa del establishment bipartidista. Las
elecciones al Parlamento español de 2015 y 2016, si bien supusieron un
importante resultado para Podemos, no conllevaron el ansiado sorpasso.
Comenzó el declive electoral junto a una búsqueda del voto mediante el
abandono de cualquier radicalidad. El momento populista –laclauiano
difundido en el Estado español por Chantal Mouffe en el principal diario de
ámbito estatal, El País 3/– quedó reducido a la mera moda populista. Las
urnas redujeron a cenizas las teorizaciones.



En el siguiente congreso, en Vista Alegre II, el sector de Iglesias viró a
izquierda y depuró al sector de Errejón. El choque entre esos dos aparatos
burocráticos por el control del partido expresaba lo que Jaime Pastor y yo
describimos como “Pablo Iglesias vs. Iñigo Errejón: entre el eurocomunismo
redivivo y el neopopulismo de centro” 4/. Para valoraciones como la de
Emmanuel Rodríguez, el choque era una expresión más de la ideología y de la
concepción de la política podemita como mera generación de élites, lucha
entre las mismas y cumplimiento de las aspiraciones de los componentes
universitarios de una clase media progresista sin futuro 5/. El grado de
enfrentamiento sectario entre las dos facciones de los exaliados a través de
la prensa y las redes sociales previo a la celebración de la segunda
asamblea ciudadana llevó a que peligrara la celebración de la misma. Pese al
ambiente enloquecido general, el congreso se celebró gracias a la labor y
cordura de Anticapitalistas, tal como un periodista, Raúl Solís, poco afín
al marxismo revolucionario, describió en su crónica, sorprendiéndose de que
la izquierda marxista revolucionaria tuviera una actitud sensata (sic) 6/.
Por unos meses el viraje a izquierda de Pablo Iglesias favoreció la política
de Anticapitalistas. Pero Iglesias atacó al pluralismo. Primero marginó a
Errejón, auténtico Epimeteo de esta historia, que cuando descubrió
tardíamente el tipo de partido que él había diseñado y pudo comprobar lo que
brotaba de la caja de Pandora podemita, decidió su ruptura por razones
políticas, pero sobre todo porque no podía respirar en una organización sin
democracia. Acto seguido comenzó la depuración, mediante medidas
burocráticas, de Anticapitalistas.



Muy pronto comenzó una evolución, con giros a derecha e izquierda, de Pablo
Iglesias hacia sus concepciones juveniles de raíz eurocomunista; incluso
realizó la recuperación de la memoria de Santiago Carrillo, el dirigente del
Partido Comunista de España (PCE) que junto a Enrico Berlinguer, del Partido
Comunista Italiano, y Georges Marchais, del Partido Comunista Francés,
fueron los padres del eurocomunismo, la nueva forma (como ellos mismos la
denominaron) de lograr acceder al gobierno a través del sistema
parlamentario. Iglesias comenzó a reivindicar las bondades de la CE como
escudo social democrático, como si la misma pudiera ser troceada y cada
artículo no tuviera conexión con otro ni respondiera a una lógica de
legitimación del régimen liberal posfranquista. En un tema clave se pasó,
como se ha analizado en otros artículos en viento sur, de la impugnación de
la Constitución a la reforma parcial de la misma “cuando sea posible”.



Si bien Pablo Iglesias usó en su discurso el maletín conceptual de Laclau,
probablemente no fue un discípulo aplicado del mismo, pero sí el
beneficiario. Las teorías del intelectual posmarxista maridaban bien con la
vía electoralista al poder y con el papel preeminente de Iglesias en el
proceso. Los llamamientos abstractos a la democracia como la herramienta
para transformar la sociedad en el marco de las instituciones de la
democracia liberal –que no se ponen en tela de juicio– conducen a la
impotencia del populismo de izquierdas y del eurocomunismo para poder
gobernar mejorando sustancialmente, de forma duradera, las condiciones de
vida de las gentes en una situación de crisis económica; menos aún para
transformar la sociedad. Tiene razón Stathis Kouvelakis cuando critica a
Laclau porque su concepto de democracia radical, que excluye la ruptura con
el orden socioeconómico capitalista y con los principios de la democracia
liberal, supone una autolimitación. Y recuerda que, al contrario de lo que
afirma Laclau, es la lucha de clases la que actúa como “agente de
reificación del sujeto político” y no la llamada “razón populista” 7/.



En cada uno de los comicios siguientes, incluidos los de 2019, en los que
Pablo Iglesias encabezó la alianza de Podemos con IU denominada Unidas
Podemos (UP), la pérdida de votos y escaños es constante y abrumadora. El
peso y la presencia en los medios de comunicación decaen; Podemos ya no
marca la agenda política ni los temas del debate público y el prestigio de
la organización –que en sus inicios fue muy alto– decae en cada encuesta de
opinión. Y comenzó la búsqueda desesperada de espacios más tradicionales de
izquierda y de centro izquierda en busca del voto faltante. El mismo
resultado y destino tendría Más País, la escisión de Iñigo Errejón.



Si en sus inicios Podemos tuvo una gran capacidad de atracción con su
discurso impugnador y ganador, los resultados electorales transformaron ese
ímpetu en un descarnado y posibilista “nacimos para gobernar”. Este giro se
vio favorecido por el proceso de involución política de IU con el triunfo de
las tesis gobernistas y de subordinación creciente a Podemos. UP ha
abandonado toda veleidad de mantener un perfil propio y diferenciado de
izquierdas y ello se ha plasmado simbólicamente en su cierre de filas en
defensa de Nadia Calviño tanto de cara a la UE como en los hechos al sur de
los Pirineos.



Las debilidades y errores de Anticapitalistas



El resultado de la confrontación reformistas/revolucionarios en el seno de
Podemos no estaba asegurado de antemano, pero junto a dificultades para
llevar adelante una política anticapitalista en y desde Podemos, existían
posibilidades reales de hacerlo. Ello exigía salir de la zona de confort en
la que tantas veces se instalan los grupúsculos y sectas de la izquierda
radical que ciñen su actividad a la autoconstrucción, la denuncia y
emplazamiento al resto de agentes políticos y al propagandismo sin voluntad
ni capacidad de diseñar proyectos políticos para la acción de masas y en
relación con las mismas. Anticapitalistas apostó fuerte, tuvo audacia y
desplegó su potencial programático y táctico.



La tarea era hercúlea: levantar de la nada un partido de masas en una
situación de crisis social, pero con escasa cultura y tradiciones de
militancia organizada. En un marco de crisis del régimen político –dada la
desafección de la juventud y la amplitud del conflicto catalán con el Estado
central–, pero con los aparatos de Estado posfranquistas incólumes, sin
fisuras. Con una crisis del bipartidismo que provoca una situación de
ingobernabilidad, pero con un Partido Socialista estabilizador que mantenía
la confianza, mermada pero todavía mayoritaria, del pueblo de izquierdas… En
esas condiciones, la construcción de la alternativa era misión difícil. Los
factores que explican la ventana de oportunidad existente para la
construcción de Podemos podían jugar como su talón de Aquiles; por ejemplo,
los años de destrucción y retroceso de la conciencia del movimiento obrero y
de derrumbe de la izquierda política reformista y revolucionaria; pero,
sobre todo, que todavía no se había producido la crisis orgánica. Todo ello
dificultaba objetivamente el éxito del proyecto de Anticapitalistas para
hacer de Podemos una palanca emancipadora.



Sin embargo, hay que poner de relieve algunos errores y debilidades que, al
margen de las dificultades objetivas, lastraron a Anticapitalistas. Un
primer fallo fue aceptar de facto el estrecho marco que la clique impuso
mediante la legalización de forma secretista y maniobrera de unos estatutos
antidemocráticos y jerárquicos que concedían la titularidad jurídica al
equipo de Iglesias. Con ello se intentaba ocultar a Anticapitalistas como
sujeto político fundador y presentar a sus militantes como conspiradores
externos, entristas y enemigos del proyecto (sic) ¡que ellos mismos habían
creado! Recuerde el lector el retrato del mitin de Lenin y Trotsky cuya
imagen fue censurada y modificada por Stalin en un alarde de magia
fotográfica para borrar la memoria y patrimonializar la revolución. Pues
algo así ocurrió en Podemos. ¿Cómo calificar esta actitud de
Anticapitalistas? Hoy solo cabe un adjetivo: ingenua confianza
irresponsable.



Hubo una sobreestimación voluntarista de la capacidad de acción de nuestras
modestas fuerzas militantes organizadas, no tanto para vertebrar la inicial
respuesta espontánea y masiva de las y los activistas, sino frente a los
hiperliderazgos construidos en los medios de comunicación y el vínculo
plebiscitario existente (y fomentado) entre el líder carismático y las masas
cuando no hay un proceso de politización profundo, de formación de cuadros,
de estructuración sistemática de la militancia y de relación orgánica con
sectores amplios del pueblo de izquierdas, y, sin embargo, sí que existe un
profundo sentimiento de necesidad de cambio y de nuevas direcciones y de
nuevos representantes. Este factor fue clave en el nivel de autonomía que
alcanzó Pablo Iglesias en su figura de secretario general –que se elige al
margen del resto de la dirección de forma plebiscitaria– para imponer su
dinámica en Podemos, arrinconar toda propuesta de estructuración democrática
y justificar todo tipo de bandazos políticos en función de sus intereses en
cada coyuntura.



Eran los tiempos en los que Podemos puso en pie el denominado por Santiago
Alba “comando mediático” que, durante un corto espacio de tiempo,
revolucionó eficazmente la comunicación política tanto en las redes sociales
como en su relación con los medios de comunicación audiovisuales. Ese
dispositivo partidista fue apropiado en exclusiva por el tándem
Iglesias-Errejón. Frente a ello, Anticapitalistas –dado que el acceso al
común de Podemos le fue vetado por la clique burocrática– no organizó ni
siquiera de forma embrionaria un sistema de comunicación, por modesto que
fuera, que le permitiera expresar sus posiciones en medios y redes de manera
autónoma. Ello ha constituido durante tiempo una de las losas más pesadas
que han lastrado su actividad.



El neocaudillismo en el Estado español se inspiró ideológica, política y
organizativamente en las experiencias populistas latinoamericanas hoy en
declive, pero la dirección de Podemos defendió su necesidad “coyuntural” e
“instrumental” –fingiendo hacerlo a su pesar– con el mantra de su
conveniencia y oportunidad ante la “lógica electoral y comunicacional en la
sociedad del siglo XXI”. El problema siguiente y concatenado con el anterior
que no detectó a tiempo Anticapitalistas es que ese caudillismo conectó muy
bien con sectores procedentes de experiencias posestalinistas y en los más
despolitizados, que aceptaron de buen grado la jerarquización de la
organización en la que muchos de ellos comenzaron a autodenominarse a sí
mismos soldados.



Este rápido proceso de burocratización se vio favorecido porque algunos
sectores de activistas de izquierda de los movimientos sociales, carentes de
suficiente conciencia política, miraron inicialmente con desprecio

a Podemos y el sector anticapitalista no pudo contar con su ayuda en un
momento crucial. Tras el éxito electoral del nuevo partido se acercaron
cegados al mismo como mosquitos a la luz. Tarde para modificar en clave
democrática la organización. Sin rumbo político, algunos se acomodaron en la
nueva situación, otros simplemente buscaron un empleo en los intersticios
institucionales, y la mayoría abandonó Podemos junto a gran parte de quienes
se habían afiliado.



En esa situación, Anticapitalistas cometió un error en Vista Alegre I. Dado
que el marco de disputa estaba centrado en el modelo organizativo, centró su
esfuerzo casi exclusivamente en dar respuesta a la cuestión democrática
interna, asunto realmente importante, pero sin plantear con suficiente
energía la batalla por un proyecto político para haber agregado en el
entorno de Anticapitalistas las corrientes de radicalización existentes.
Enseñanza de entonces y para el futuro: establecer la relación entre
proyecto político y aspiración a una sociedad ecosocialista y feminista es
la condición sine qua non para construir los agrupamientos políticos
estratégicos que deberán tener un horizonte de sociedad poscapitalista. Solo
así se podrá crear y unificar un bloque histórico antagonista.
Anticapitalistas no logró poner en el centro de la construcción de Podemos
esta cuestión y ello permitió a la dirección de Podemos maniobrar y cambiar
a su antojo las posiciones políticas y, por tanto, definir los objetivos en
función de sus intereses inmediatos.



Pero la cuestión fundamental es que si la tarea era hercúlea,
Anticapitalistas no solo tenía un déficit en su entidad numérica, sino
también en su implantación social y, aún más importante, en el grado de
cohesión política que tenía antes de emprender el proyecto que proponía la
dirección del partido. Por ello hubo fugas por parte de algún sector menos
audaz, más sectario e izquierdista que al cabo de poco tiempo era
inexistente. Pero también hubo pérdidas en un sector que redujo sus
expectativas a la vía electoralista y que dejó de ver necesaria la
existencia de la organización marxista revolucionaria en el marco de una más
amplia.



La dirección de Anticapitalistas hizo una buena lectura de la coyuntura que
llevaba a la conclusión de fundar Podemos, pero no de los requisitos
políticos para abordar ese salto. De esta cuestión, y pensando en las tareas
posPodemos, se puede extraer una lección: la necesidad de contar con una
importante preparación ideológica y estratégica partidaria previa a
emprender decisiones de esa envergadura. Pero dado que no pueden adivinarse
mágicamente ni predecirse científicamente las situaciones en las que van a
presentarse nuevas ventanas de oportunidad que permitan saltos cualitativos,
es imprescindible crear consciente

y planificadamente una consistencia partidaria interna superior a la que de
forma espontánea y rutinaria se da. Ello debe constituir una tarea central
constante que será de gran utilidad para actuar al unísono, con pensamiento
estratégico, ingenio táctico y creatividad organizativa, de manera que las
oportunidades y posibilidades se transformen en fortalezas y realidades.



Nos veremos en las luchas



Tal como explicaba Raúl Camargo en una entrevista 8/, las razones de fondo
de la salida de Anticapitalistas de Podemos son dos. Por una parte, la
inexistencia de vida interna democrática en una organización cuyos órganos
rara vez se reúnen ni deliberan, no se respeta la proporcionalidad para la
elección de cargos de dirección interna o en las candidaturas electorales
decididas por el secretario general, factores todos ellos que impiden el
desarrollo de una vida orgánica pluralista. Por otra parte, porque el
proceso de aceptación del marco constitucional del régimen del 78 y de
adaptación flexible a la economía de mercado del equipo de Iglesias ha ido
acompañado de un acercamiento al PSOE, que ha culminado en la formación de
un gobierno conjunto en el que UP juega un papel subordinado y secundario.



Los acuerdos presupuestarios de UP con el PSOE y el programa de gobierno de
coalición se han subordinado a los requerimientos del Pacto de Estabilidad y
Crecimiento. Es un gobierno que, bajo la hegemonía

y atenta vigilancia de la ministra Nadia Calviño, tiene una política
económica y social determinada por los límites que en cada momento marcan la
Comisión Europea, el Consejo, el Eurogrupo o el BCE. Es innegable el alma
social que inspira a Podemos, pero sus propuestas, y así se ha mostrado en
la pandemia, tienen un alcance limitado. Las medidas en defensa de los más
desfavorecidos son necesarias como paliativas pero insuficientes, las de
orden laboral tienen fecha de caducidad y apuestan por un endeudamiento aún
mayor de las arcas estatales y un alivio para los beneficios empresariales.



En la corta experiencia del llamado gobierno de progreso, UP ha realizado
una catarata de concesiones, renunciando incluso a cuestiones del programa
acordado con el PSOE y ha consentido en silencio importantes retrocesos
políticos y decisiones económicas. Una de las próximas pruebas será su
actitud ante la flagrante crisis de la institución monárquica, que no será
derrotada solo con pronunciamientos en sede parlamentaria.



De poco sirve reagrupar al pueblo, apelar a los intereses de la gente, tener
presencia electoral o formar parte de un gobierno si no es alrededor de un
proyecto que ponga fin a su alienación. Lo que, con mayor razón, nos obliga
a recordar categorías como clase social y explotación; a concebir la mayoría
social no como suma aritmética de individuos sino como agregado algebraico
de la clase trabajadora con todos los sectores sociales con cuentas
pendientes con el sistema y susceptibles de configurar un nuevo bloque
hegemónico. O sea, concebir el pueblo como real sujeto político antagonista
y candidato al poder en todos los sentidos. Esto es bien diferente de
circunscribir sus avances a la mera ocupación por parte de una nueva élite
de jóvenes políticos profesionalizados de unas pocas y marginales carteras
ministeriales.



Podemos se ha convertido en un aparato electoralista plebiscitario que, si
bien ostenta la representación de una parte de la izquierda, aunque de forma
menguante, es un impedimento para el desarrollo de la autoorganización
popular. Por una parte, porque desde su dirección se ha reducido la lucha
política a la meramente institucional; por otra, porque tiene una relación
instrumental con las organizaciones sociales. Esto es complementario y
funcional con la orientación gobernista de Iglesias, caracterizada por
gobernar a toda costa, para insertarse en la estructura de gestión
progresista del aparato de Estado, limitando la agenda de trabajo a
criterios posibilistas y renunciando al objetivo de la transformación del
sistema político, económico y social; asumiendo constantemente la lógica del
mal menor, tal como en este momento puede verificarse en la gestión de la
crisis social pos-Covid-19.



En síntesis, la radiografía actual de Podemos es la de un partido
jerarquizado cuyos órganos directivos no tienen vida, identificados con el
grupo parlamentario y con los miembros del gobierno, un partido que ha
perdido casi absolutamente su base militante –la que se sumó en su
nacimiento– y que ha reducido su actuar político a la presencia
institucional carente de ideas y propuestas transformadoras. Y su principal
objeto de reflexión es su ubicación en la estructura estatal y en los
avatares del propio Podemos. Un partido que en la clasificación que hizo
Antonio Gramsci en sus Notas breves sobre la política de Maquiavelo se
dedica a la “pequeña política”, a “las cuestiones parciales y cotidianas que
se plantean en el interior de una estructura ya establecida por las luchas
de preeminencia entre las diversas facciones de una misma clase política”. Y
ha abandonado la “gran política”, la que realmente “trata de cuestiones de
Estado y de transformaciones sociales”. Y ha incurrido en el error –que ya
advertía Gramsci– de que “todo elemento de pequeña política”se convierta “en
cuestión de gran política”.



No son buenas noticias. La situación política actual no favorece a las
posiciones de izquierda, presenta grandes dificultades y retos en ausencia
de la mediación de un partido de masas. Pero esta constatación no puede
obviar los aspectos positivos arriba señalados que para Anticapitalistas
tiene el haber realizado esta experiencia y que posibilita que la
organización marxista revolucionaria pueda seguir jugando, como plantea
Brais Fernández 9/, un papel activo en la crisis del régimen del 78. Para
ello deberá impulsar nuevas alianzas políticas y sociales frente a las
políticas austeritarias, seguir trabajando por la creación de nuevos
agrupamientos antineoliberales con influencia de masas, como es el caso de
Adelante Andalucía, promover la organización de luchas sindicales, sociales,
ecologistas, feministas y juveniles y en defensa de lo público, y ser un
referente ideológico y cultural en los debates existentes para definir un
nuevo proyecto ecofeminista y social.



* Manuel Garí es miembro de Anticapitalistas y del Consejo Asesor de Viento
Sur.



Notas



1/ Izquierda Anticapitalista participó en el proceso de creación de Podemos
durante los años 2013 y 2014 y luego pasó a denominarse Anticapitalistas.
Dado que hay una continuidad política y organizativa absoluta entre ambas
denominaciones, uso el nombre de Anticapitalistas a lo largo de todo el
artículo por comodidad mía y para facilitar la lectura a quien acceda al
texto. Para conocer mejor este tránsito formal
https://vientosur.info/spip.php?article9779

2/ De pronto, durante un corto espacio de tiempo, los escaparates de las
librerías se llenaron de obras de Laclau como La razón populista, Hegemonía
y estrategia socialista de Laclau y Mouffe o Construir pueblo. Hegemonía y
radicalización de la democracia de Mouffe y Errejón. Lo que no sé es si
realmente tuvieron éxito de lectores.

https://vientosur.info/spip.php?article14555

3/ https://elpais.com/elpais/2016/06/06/opinion/1465228236_594864.html

4/ https://vientosur.info/spip.php?article14555

5/ https://vientosur.info/El-podemismo-como-problema-y-como-ideologia

6/ http://www.huffingtonpost.es/raul-solis-/la-cordura-de-los-
anticap_b_14635506.html?ncid=engmodushpmg00000009

  7/ https://www.vientosur.info/spip.php?article14995

8/
https://www.eldiario.es/politica/raul-camargo-podemos-gobierno-psoe_1_596342
8.html

9/
https://vientosur.info/Y-despues-de-Covid19-que-hacemos-Notas-para-una-discu
sion-en-la-izquierda

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