Grecia/Turquía/ Amenaza de una guerra en el Mediterráneo oriental [Antonis Ntavanelos/Panos Petrou]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 25 13:52:01 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

25 de septiembre 2020

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Grecia/Turquía



Amenaza de una guerra en el Mediterráneo oriental

Antonis Ntavanelos/Panos Petrou

A l´encontre, 19-9-2020

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

https://vientosur.info/



En las aguas al sur del complejo de islas griegas del Dodecaneso [un
archipiélago de 160 islas, en su mayoría deshabitadas], al sur de la isla de
Creta y alrededor de Chipre, las flotas de guerra de los dos Estados se
posicionan constantemente frente a frente. Además, los poderosos buques de
guerra estadounidenses y franceses están permanentemente presentes en las
mismas aguas. Al mismo tiempo, las “iniciativas” diplomáticas y geopolíticas
han entrado en la agenda diaria.



Las fuerzas armadas de Grecia y Turquía están en estado de preparación para
el combate y los ejercicios militares que utilizan potencia de fuego real se
han vuelto muy comunes. En los medios de comunicación de ambos países hay un
desfile diario de oficiales veteranos e “intelectuales” nacionalistas, que
tratan de formatear la opinión de las poblaciones de ambos lados del Egeo en
la perspectiva paranoica de una guerra total.



En esta situación, la posibilidad de un “incidente caliente” (es decir, una
confrontación militar breve y limitada) ahora representa una amenaza
inmediata, ya sea como un “accidente” o como una “escalada” voluntaria de
las partes. Lo peor es la proliferación de voces en Grecia que afirman que
en caso de un “incidente caliente” se debe evitar una política de moderación
y optar por una generalización impetuosa de la guerra “hasta la victoria”.



La alianza internacional que durante la Guerra Fría se conoció como el
“Campo Occidental” se ha puesto del lado de Grecia. Dentro de sus filas hay
diferentes niveles de preparación para el enfrentamiento directo con
Turquía, pero no hay duda de que estas fuerzas apoyan las principales
posiciones del estado griego en su competencia con Turquía.



Estados Unidos, bajo el liderazgo de Donald Trump, firmó el acuerdo para una
mejora estratégica de la cooperación militar con Grecia. Este acuerdo prevé
la modernización de la base militar estadounidense en Souda (Creta) y el
establecimiento de nuevas bases militares de la OTAN y de los Estados Unidos
en la Grecia continental. Según el Departamento de Estado, Estados Unidos ve
al Estado griego como un pilar estratégico en el “arco de contención” contra
Rusia y China en el Mediterráneo oriental. El experimentado e “hiperactivo”
embajador de Estados Unidos en Atenas, Geoffrey Pyatt, también ha afirmado
esto mismo y varias veces en intervenciones públicas.



Es impresionante constatar que la firma de este acuerdo y la convergencia
general con la política estadounidense ya fueron orquestadas por el gobierno
de Alexis Tsipras, en pleno acuerdo con el partido derechista Nueva
Democracia.



La Unión Europea está aumentando su presión sobre Turquía, advirtiendo a
Erdogan de que en la próxima cumbre del Consejo Europeo, los días 24 y 25 de
septiembre, podría decidir sobre sanciones económicas y diplomáticas graves
en su contra.



Los líderes de Alemania, que asumen la presidencia de la UE este semestre,
pero que también tienen importantes actividades industriales y de inversión
dentro de la economía turca, están desarrollando la denominada orientación
del “palo y la zanahoria” en lo que se refiere a la posición que debería
tener la UE hacia Erdogan. Aquí, en Atenas, este enfoque se presenta como
“vacilante” ante un enfrentamiento necesario. Sin embargo, durante una
semana, los rumores semioficiales sugieren que sería posible una negociación
entre Mitsotakis y Erdogan. Esto se decidirá en los próximos días.



Por otro lado, Francia, bajo el liderazgo de Emmanuel Macron, parece haber
cruzado el Rubicón, provocando un delirio de excitación en los medios
griegos. Francia ha obtenido una base naval permanente en Chipre, el
portaaviones Charles de Gaulle (buque insignia de la Armada francesa)
“patrulla” en la zona durante los momentos más críticos. Macron ha aprobado
un programa de armamento masivo para el estado griego, que incluye la
entrega de modernos buques de guerra (fragatas Belharra) y aviones de
combate Rafale.



Las fuerzas euroatlánticas afirman que con esta política están defendiendo
la paz en el Mediterráneo oriental.



Durante la reciente conferencia de los “7 del Mediterráneo” (Francia,
España-Pedro Sánchez, Italia-Giuseppe Conte, Portugal-Antonio Costa,
Malta-Robert Abela, Chipre-Nikos Anastasiades y Grecia-Kyriakos Mitsotakis)
en Ajaccio-Córcega el 10 de septiembre, Macron invocó la idea de una “Pax
Mediterranea”, que fue recibida con vítores del primer ministro griego
Mitsotakis y con una cólera furiosa proveniente de Ankara.



La “Pax” de Macron tiene poco que ver con la libertad, la igualdad y la
fraternidad. Al día siguiente de la pomposa “Declaración” de Ajaccio, el
campamento de Moria en Lesbos ardió y los miles de refugiadas y refugiados
que estaban encarcelados allí – frente a la abyección racista y la amenaza
del coronavirus – se mantienen en situación desastrosa y el gobierno busca
imponer por la fuerza la reconstitución de un campo que en realidad solo
será de detención. Nadie puede olvidar que la miseria que aqueja a las y los
refugiados tiene sus raíces en el acuerdo racista firmado entre la UE,
Turquía y Grecia.



Esta “Pax” tiene poco que ver con la democracia, aunque los gobiernos
representados en Ajaccio puedan reclamar un mandato democrático vinculado a
las elecciones. El actual “programa” Pax Mediterranea de Macron es promovido
sobre el terreno por una alianza diferente, la del “eje” que, junto con
Grecia y Chipre, incluye al Estado de Israel y al régimen dictatorial del
general Sissi de Egipto. Después de los últimos movimientos diplomáticos de
Israel [acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein], es
posible que este “eje” se ensanche, incorporando algunas de las monarquías
más reaccionarias del mundo árabe.



Finalmente, la “Pax” de Macron no es tan “mediterránea”. Más allá del
evidente alineamiento militar y diplomático con Estados Unidos, también está
el aspecto financiero. La petrolera francesa Total y la italiana Eni, que se
apresuraron a participar en el proyecto de extracción de hidrocarburos del
Mediterráneo Oriental y el ambiguo proyecto de construcción del oleoducto
submarino para el Mediterráneo Oriental, operan bajo la “coordinación” (es
decir, bajo la supervisión) de la americana Noble Energy, que es parte del
gigante multinacional Chevron.



Estas son las realidades detrás de la demagogia barata sobre la “paz en el
Mediterráneo”.



La ruptura



En la década de 1970, las relaciones greco-turcas estuvieron al borde de un
choque militar, después del golpe militar [1974] orquestado por los griegos
en Chipre y la invasión militar turca que siguió y condujo a la partición de
la isla.



La caída de la junta militar en Grecia (finales de 1974), el temor de los
gobernantes burgueses por las devastadoras consecuencias de la guerra total
y la presión ejercida por Europa y Estados Unidos para preservar la unidad
del “ ala sureste” de la OTAN, en aquellos momentos, anularon esta
perspectiva. Las clases dominantes de ambos lados del Egeo se vieron
obligadas a contenerse en un contexto de “coexistencia competitiva”, donde
dos “subimperialismos” competían por la hegemonía regional, pero limitaban
sus ambiciones en función del contexto más amplio.



Los acontecimientos recientes son el resultado de dos factores.



El primer factor, bajo el liderazgo de Erdogan, ha habido una ruptura en las
relaciones de Turquía con el Estado de Israel, luego con Estados Unidos y el
“campo occidental” en general. Tras el fallido intento de golpe de 2016,
esta ruptura se ha hecho más evidente y ya está produciendo resultados
políticos y diplomáticos. Aunque sería un error tomar esta evolución como un
hecho definitivo. Turquía es un país grande, ocupa un lugar geográfico
crucial, sigue siendo importante para la OTAN y los “cambios” repentinos en
su orientación geopolítica no son infrecuentes en su historia.



El segundo factor que ayuda a comprender la crisis actual es el
descubrimiento de reservas de petróleo en el fondo del Mediterráneo
oriental, primero en aguas israelíes y egipcias, luego frente a Chipre y por
último al sur de Creta. El potencial de explotación de estas reservas (un
potencial que aún no está claro en la mayoría de los casos) ha planteado la
cuestión de las zonas económicas exclusivas (ZEE), es decir, cuestiones de
derechos soberanos en aguas que, hasta ahora, eran tratadas como aguas
internacionales.



Es la combinación de estos dos factores lo que ha dado vida al “eje”
militar/económico/diplomático de Israel-Chipre-Grecia-Egipto. El proyecto
del oleoducto del Mediterráneo Oriental (East Med) conduce a una
delimitación de las ZEE en el Mediterráneo Oriental que divide el mar
exclusivamente entre los Estados miembros del “eje”. Estos últimos se han
asegurado de ceder rápidamente los derechos de investigación, extracción y
explotación comercial de hidrocarburos a un poderoso consorcio de
transnacionales estadounidenses y europeas del sector de los combustibles
fósiles. Para este proyecto, es fundamental salvaguardar la continuidad
geográfica entre las ZEE de Israel, Chipre y Grecia, para que se pueda
materializar la instalación del gasoducto EastMed de 1900 km. Para hacer
esto, Turquía debe ser marginada en el Mediterráneo oriental y los derechos
de otros países como Palestina, Líbano y Siria deben ser seriamente
reducidos.



Hemos escrito en varias ocasiones que es extremadamente dudoso que un plan
de este tipo pueda llegar a buen término pacíficamente.



La izquierda radical internacional es consciente de la naturaleza
reaccionaria y antidemocrática del régimen de Erdogan. Conoce sus constantes
ataques contra las y los trabajadores, las y los militantes kurdos, el
movimiento social y la militancia de izquierda. La repulsión contra esta
situación está justificada y es correcta. Pero sería un error tratar al
pueblo turco como una entidad unificada e impotente, incapaz de pensar y
actuar por sí misma. Por ejemplo, las encuestas en Turquía han demostrado
que una gran parte de la población no está de acuerdo con la decisión de
Erdogan de convertir la antigua Hagia Sophia en una mezquita.



Pero para quienes vivimos en países vecinos, nuestras tareas son más
complejas. Tenemos que enfrentarnos al “enemigo en casa” y nos vemos
obligados a luchar contra “nuestro” peligroso nacionalismo.



Son muchos quienes no se adhieren al frenesí belicista y esperan que, en
última instancia, se evite un enfrentamiento militar gracias al derecho
internacional y las instituciones competentes. Hasta ahora, resultó ser una
ilusión.



Turquía no ha firmado muchos de los acuerdos internacionales que rigen el
derecho del mar. Pero hoy, al darse cuenta del equilibrio negativo de poder
que existe en su contra y calcular que las demandas maximalistas de Grecia
no pueden mantenerse, promueve iniciativas que pueden ser tramitadas ante la
Corte Internacional de Justicia de La Haya. Pero exige decisiones para toda
la gama de disputas entre Grecia y Turquía.



Por el contrario, Grecia afirma que sus demandas están fundadas y
justificadas por el derecho internacional. Pero se niega a participar en
cualquier procedimiento legal internacional que incluya decisiones sobre
cuestiones que el Estado griego ha “resuelto” mediante acciones unilaterales
(militarización de las islas del Egeo oriental, extensión de su soberanía
sobre islas y rocas en disputa, extensión de su espacio aéreo a 10 millas,
que está más allá de sus aguas territoriales que se extienden a 6 millas).
Al mismo tiempo, parte de la burocracia estatal, sabiendo muy bien que las
demandas de Grecia sobre su ZEE son maximalistas, se resiste a cualquier
perspectiva de recurrir al Tribunal Internacional, advirtiendo que en tal
proceso legal, el resultado podría ser un compromiso “perjudicial para los
intereses de la nación”.



Esto significa que el enfrentamiento continúa con el método del “hecho
consumado” que consiste en imponer unilateralmente hechos sobre el terreno.
Como hemos visto este verano, este método implica la amenaza de un
“incidente caliente”, que puede resultar difícil de controlar y conducir a
la guerra.



Historia



Es trágico e irónico que todo esto esté sucediendo 100 años después de la
última guerra greco-turca de 1918-1922, por la que ambos pueblos pagaron un
alto precio.



Al final de la Primera Guerra Mundial, las grandes potencias de la época
presionaban por la partición del Imperio Otomano, animando así al líder
griego Eleftherios Venizelos a invadir Asia Menor. El ejército griego entró
en Anatolia, ocupando porciones de tierra al este de la costa y llegando a
las afueras de la capital turca, Ankara.



Pero cuando ingleses, franceses e italianos obtuvieron las anexiones que
buscaban, se volcaron a normalizar sus relaciones con el nuevo régimen turco
de Kemal Ataturk, abandonando a sus antiguos aliados. El colapso del
ejército griego fue inmediato. Durante el contraataque turco, 1,5 millones
de grecófonos de Asia Menor abandonaron sus hogares y se establecieron como
refugiados en Grecia. Su trágica experiencia, a causa de este aventurerismo
del ejército griego, llevó a su radicalización: los refugiados formaron la
columna vertebral del movimiento obrero y de la izquierda comunista durante
las décadas de 1930 y 1940.



Pero la historia también proporciona otro ejemplo instructivo. En 1930, al
darse cuenta de que se avecinaba una crisis financiera, Venizelos y Ataturk
firmaron conjuntamente un acuerdo de paz y asociación que preveía el
reconocimiento mutuo de las fronteras existentes y una reducción del gasto
militar. La modernización capitalista inicial en ambos países se basó en una
política de paz y cooperación. En 1934, el belicista Venizelos propuso a
Kemal Ataturk postularse para el Premio Nobel de la Paz …



Hoy, los dos países se enfrentan a una grave crisis económica y social. En
medio de tal crisis, la política de armamentos es absurda. Un enfrentamiento
militar será devastador para todos los pueblos, a ambos lados del mar Egeo
y, sin embargo, sigue siendo posible.



Tomar posición contra la guerra, defender la paz como un bien mayor de las
masas populares, rechazar unilateralmente los armamentos, romper con las
alianzas imperialistas son puntos insustituibles del “programa” de cualquier
política emancipadora. En la actual crisis climática, esta política
antibelicista debe combinarse con el rechazo a la estrategia extractivista
que amenaza con enviarnos al matadero de la guerra como carne de cañón para
las ganancias del Big Oil, de las grandes compañías petroleras.

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