Ecuador/ Defender la Amazonia: la guerra de las mujeres es caminar. [Gabriela Ruiz Agila]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Abr 13 23:34:17 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

13 de abril 2021

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Ecuador

 

Defender la Amazonia: la guerra de las mujeres es caminar

 

Desde 2013, las mujeres de los pueblos Kichwas, Shuar, Achuar, Shiwiar,
Waorani, Sapara y mestizas marchan desde la ciudad del Puyo, provincia de
Pastaza, hacia la capital del Ecuador. Se constituyeron en un colectivo que
reivindica su identidad como Mujeres Amazónicas y defensoras de la selva.
Esta crónica recupera el caminar de las Mujeres Amazónicas hacia Quito,
cuando entregaron su mandato contra el modelo económico extractivo al
gobierno de Lenín Moreno. Mandato desoído y con la necesidad de recuperar y
cumplir por el Ecuador 

 

Gabriela Ruiz Agila, desde Quito *

Pie de Página, 12-4-2021

https://piedepagina.mx/

 

Once días antes de salir de la provincia de Morona Santiago hacia Quito,
María Taant ayunó tres días. Fue a la cascada. Preparó su cuerpo para esta
lucha. Soñó. Pudo hablar con sus ancestros. María Taant de 47 años, una de
las cuatro científicas Shuar en su comunidad, no soñó con escudos como lo
hacen los hombres guerreros. María Taant soñó mujeres caminando, pintando a
la gran anaconda con tintura de pitu, una en la cara de la otra, hablándose
al oído, soltando carcajadas. Soñar es hacer. María Taant soñó la
resistencia. Vio el mensaje de forma clara: Un viaje extenuante seguido de
largas horas de espera. “Será difícil que nos escuchen”, les dijo a sus
hermanas reunidas en asamblea.

 

Para acompañar a las mujeres amazónicas, escribo con el hijo en el vientre y
la conciencia de que toda mujer es fértil y capaz de concebir aunque no haya
parido, ni lo haga en el futuro. Las mujeres wao dicen que si un bebé se
mueve mucho dentro de la barriga desde muy temprano, es mujer. Las mujeres
cultivamos en nuestros sueños. Así nos encontramos el 13 de marzo de 2018,
la tercera noche de su protesta en Quito.

 

—¿Cuál fue el conocimiento más importante que heredó de sus mayores? —le
pregunto a María.

 

—El baño en la cascada —dice, y descubre con su mano izquierda la boca, como
si fuera capaz de pronunciar las palabras del agua e invocarla.

 

María Taant tiene cuatro hijos —una mujer y tres varones—. Hace siete años
quedó viuda. A los 25 fue elegida por otros mayores sabios en su comunidad
para curar y por tanto, fue instruida en el uso medicinal de plantas y en el
mensaje de las palabras. María llegó a ser una sabia en la herbolaria y los
símbolos oníricos.

 

—El hijo en tu vientre pregunta por su padre —me devuelve María, elevándose
entre los pliegues de su túnica azul.

 

Morena es su lengua. Dos lanzas cruzadas en cada mejilla me recuerdan que
además de madre, María Taant sabe de guerra. Los conflictos limítrofes entre
Ecuador y Perú, especialmente el del Cenepa en 1995, necesitaron de
soldados. Y los soldados Iwias, hijos del Pueblo Shuar Arutam, fueron
siempre los primeros en la línea de combate por su dominio sobre el terreno
y su bravura. María y yo recordamos que en una carta del 2017, el Consejo de
Gobierno del Pueblo Shuar Arutam pidió al gobierno del presidente Rafael
Correa frenar los proyectos de megaminería en comunidades como Nankints, en
la Cordillera del Cóndor: 

 

“Nuestra selva se ha teñido con lágrimas, angustia y sangre y los senderos y
caminos que antes transitábamos en paz ahora se han vuelto inseguros y
peligrosos. Han pasado casi 30 años cuando los ecuatorianos hablaron de
nosotros como los guerreros del Cenepa, defensores del Ecuador, al cual
pertenecemos. Pero ahora es necesario que por nuestra propia voz conozcan
quiénes somos nosotros…”, escribieron y lo escrito no se ha cumplido. Ahora
son las mujeres amazónicas quienes llegan hasta la plaza mayor de la capital
ecuatoriana para exigir que sus tierras no sean más heridas por las empresas
extractivas.

 

Los dos primeros días, las mujeres amazónicas lidiaron con el amague
policial en su intento de desalojarlas de la Plaza de la Independencia,
frente al Palacio de Gobierno. Algunos de los colectivos que se dieron cita
en el lugar fueron la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la
Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), Saramanta Warmicuna, Organización ASIA y
otras representaciones populares.

 

Ahora ya es tarde y hace frío. Una diferencia de casi diez grados
centígrados entre el clima amazónico y el quiteño afecta a las viajantes.
Lluvia y sol intensos en el mismo día. Están cansadas y aún no han sido
recibidas en el Palacio de Carondelet, donde el presidente Lenín Moreno
estará despachando. Son treinta mujeres las que se hospedan en casa Kolping,
pero parecen ser muchas más.

 

Es el efecto de su presencia en el mundo. Cuando cargan a sus hijos en
brazos, los niños y las niñas parecen extenderse como ramas desde su cuerpo.
Cada una de ellas se siente como muchas y muy fuertes. De sus voces, no solo
se escucha el grito que reclama sino también la música que imita al kíiki
(pajarito común). Las mujeres cantaron en la Plaza Grande. Bailaron. Al fin
de la jornada, las líneas que se dibujaron en su cara temprano por la
mañana, se mezclan con sus cabellos. Otras líneas se escriben en la memoria
de sus hijos.

 

Ahora cambian sus vestimentas tradicionales y buscan abrigo y comida para
los niños que las acompañan. Después de cenar, retoman la asamblea. “Mañana
tampoco nos recibirán”, “Nos vamos a la plaza…”. “Para luchar vine aquí”, se
anima en voz alta Salomé Aranda, que viajó desde Morete Cocha (Pastaza),
“pero hay que organizar otras tareas”. Se habla de las necesidades que
apremian: ropa para el frío, alimentos para los siguientes días, atención
médica. El diálogo comunitario es una práctica y un hacer, es la
articulación de manos y responsabilidades en las que se fortalecen los
saberes.

 

Hay un par de varones entre ellas. Uno de ellos, las llama al orden: “A
muchos hombres les he dicho qué hacer y ellos obedecen”. No hay reacción a
esa frase sorda. La noche es de las mujeres, la resistencia es de ellas.
Avivan de nuevo con un grito: “¡Vivan las mujeres amazónicas!”. Y es que
muchos de los acuerdos de explotación petrolera y minera fueron firmados por
los hombres.

 

Ellas, que paren hijos, que son fértiles, se saben guardianas de la
naturaleza. Aquí está por ejemplo, Dayuma, la nieta de la primera waorani
que hizo contacto con el mundo occidental y reconocida líder histórica de
ese pueblo, fallecida en 2014. Ambas llevan el mismo nombre. Dayuma de
cabellos largos, se ilumina con achiote el antifaz de guerrera como su
abuela. Tiene 24 años y espera a su primer hijo. “Nosotras nos movemos desde
el primer momento en el vientre de nuestra madre, y no paramos nunca”,
cuenta Alicia Coawiya, líder waoraní y madre de una niña.

 

Hablamos entre mujeres: con tatuajes en la piel, con cicatrices que marcan
el nacimiento o la muerte. Sandra Tukup de 33 años, pide la palabra con
urgencia. Con cinco meses de embarazo caminó desde Shimpis (provincia de
Morona Santiago) y se unió a la marcha de Mujeres Amazónicas en el Puyo el
pasado 8 de marzo. Su testimonio es de dolor y fuerza. Recuerda cómo se
perdieron vidas de niños en la lucha contra lo que denominan Festín Minero.
2 millones de hectáreas se concesionaron por el Ministerio de Minería
ecuatoriano sin consulta ambiental, derecho colectivo de pueblos indígenas,
afros y montubios. El proyecto de mujeres “Chaskiwarmi” de la Ecuarunari en
alianza con el colectivo Geografía Crítica, develó la problemática en 38
comunidades. 

 

Encabezando la asamblea estuvo Noemí Gualinga, presidenta de la Asociación
de Mujeres de Sarayaku “Caminos de Oro”. Le dijo a su hija de 16 años que
ella iba a participar en la gran caminata de las mujeres. Que a ella, le iba
a tocar estar sola y ser responsable en la escuela. Noemí tiene otros dos
hijos varones.

 

“La mayor parte de mujeres amazónicas que estamos aquí somos madres —explica
Gloria Ushigua, presidenta de la Asociación Mujeres Pastaza, líder del
pueblo Sapara—; pasamos juntas con la tierra. Sembramos. Buscamos la comida.
Y por eso nuestro mandato rechaza la explotación petrolera”.

 

Gloria Ushigua ha sido hostigada durante cinco años por protestar en contra
de la explotación petrolera, al igual que otros defensores amazónicos, como
documenta Human Rights Watch. “El beneficio no es solo para los pueblos
indígenas o las mujeres amazónicas, es para todo el mundo.”

 

“Por nuestros hijos estamos aquí”, reafirma Rosario, de 47 años, quien viajó
por primera vez a Quito desde Calapuche. Y lo mismo repiten María de 36 años
y Nora Santi de 43 años, de Sarayacu. Se escucha como una consigna en la
plaza, como una oración profunda en la noche. No solo se trata de moverse y
salir del territorio para viajar a la capital. Caminar es un gran acto de
determinación. Estas mujeres se juegan el orden del mundo tal y como lo
conocen. Pero hay ocasiones en las que la indiferencia o la violencia son
las respuestas a su presencia.

 

En el jardín de la casa grande que las acoge, Catalina Chumbi de 70 años,
presidenta de las siete nacionalidades de la provincia de Pastaza, está de
pie como una raíz roja. Viste un vestido satinado. Sus aretes en pluma
multicolor, le caen de las orejas como dos flores que duermen sobre sus
hombros. Catalina lleva 25 años en la representación política. Estuvo en la
marcha del movimiento indígena ecuatoriano de 1996 y en la marcha de mujeres
de 2016.

 

—Este es el momento más importante de la lucha—, evalúa viendo en la
oscuridad donde intentamos hacerle un retrato con poca luz—. Yo siento que
me necesitan las futuras generaciones. Dejo haciendo el camino.

 

—¿Cuántos hijos tiene?

 

—Tuve 10 hijos. Cinco están vivos. A uno lo mató el sarampión, a otro el
vómito y la diarrea. A Soledad la mató su marido —el suspiro hondo que
vuelve a romper su corazón—. Él era militar. La ahogó donde se bañaban—,
alcanza Catalina a decir el nombre de su hija con sus lágrimas que alumbran
como mercurio sus mejillas.

 

—¿Qué fue del homicida? ¿Lo procesaron por este delito?

 

   —¡No! Él huyó. Pero la justicia de la vida es más grande. Él murió en su
ley. Mi hija se llamaba Soledad porque nació sola. Su padre me dejó cuando
ella estaba en mi vientre. Me dijo que si yo me había dedicado a ser
política, me quedaría también sola.

 

Los hijos vienen a honrar nuestro paso por la tierra. Nos abrazamos fuerte.
Es una noche de cansancio y de hartazgo.

 

Vuelvo a consultar a María Taant:

 

—¿Por qué dicen que eres una mujer sabia?

 

—Porque percibo lo que va a ocurrir.

 

—¿Qué sentiste antes de venir a Quito?

 

—Yo sentí ya en mi comunidad que vamos a durar mucho tiempo antes de que el
gobierno reciba nuestro mandato. No nos va a recibir. Mis compañeras lo
negaban. Si nosotras queremos que nos reciban primero debemos conversar con
los ministros.

 

— ¿Y ahora qué sientes? Mañana es el cuarto día en la Plaza Grande.

 

—Mañana, si las compañeras permiten que nos reunamos en una mesa redonda,
podremos reunirnos con el gobierno.

 

—¿Cuál ha sido la visión más importante que has tenido?

 

—¡La lucha! Aprovechar y compartir conocimientos. Ser solidaria y
constructiva. Nosotras somos las más rechazadas y las más luchadoras.

 

El quinto día de protesta, las mujeres amazónicas pudieron reunirse con el
secretario particular del presidente Lenín Moreno, Juan Sebastián Roldán.
Fue una reunión a puerta cerrada. Su mandato contiene 22 puntos y exigen su
cumplimiento. Se trata de derechos y no de quejas. Entre las demandas se
encuentran la suspensión de licitación de nuevas rondas petroleras, la
conformación de una comisión de la verdad para que haga justicia en el caso
de asesinatos de líderes indígenas, así como la reparación a las familias.
Se destaca la solicitud de “investigación profunda e histórica sobre la
violencia sexual y de género asociada a las actividades mineras, petroleras
y militarización para que se apliquen sanciones necesarias y se brinden
garantías para la NO repetición en territorios indígenas amazónicos.”

 

Las mujeres debieron esperar una semana más hasta el jueves 22 de marzo para
ser recibidas en audiencia en Carondelet. María Taant no se equivocó cuando
advirtió la prolongación de una espera sombría. Petición tras petición, día
tras día.

 

María Taant no se equivocó cuando advirtió la prolongación de una espera
sombría. Petición tras petición, día tras día. ¿Qué más ve María Taant en el
futuro de las generaciones? ¿La extinción de los bosques? ¿La maquinaria
cavando más hondo la tierra de la selva? 

 

Soñar es hacer. María Taant ve a las mujeres amazónicas sembrando la tierra
y caminando. 

 

* Gabriela Ruiz Agila, investigadora en prensa, migración y derechos
humanos. Primer lugar en Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo
[Ecuador, 2017]; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael
Pérez Pazmiño con Escrituras de Viaje [Ecuador, 2016]; primer lugar en
Crónica del Cincuentenario organizado por la UABC con Relato de una foránea
[México, 2007].

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