Afganistán/ ¿Qué está en juego para la vida de las mujeres? "Nos gustaría escapar de este infierno". [Dossier]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Dom Ago 22 22:13:54 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
22 de agosto 2021
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Afganistán
Entrevista a una militante por los derechos de las mujeres
¿Qué está en juego para la vida de las mujeres en Afganistán?
Viento Sur, 21-8-2021
https://vientosur.info/
Traducción de Luiza Mançano
Con la toma del poder de los talibanes en Afganistán, salieron a la luz los
verdaderos impactos de la ocupación militar estadounidense en el país.
Fueron 20 años de un discurso sobre la libertad, la democracia y la guerra
contra el terrorismo que, en realidad, ocultan los billones de dólares y las
innumerables muertes para el pueblo afgano. Durante ese periodo, se conformó
un gobierno títere, inmerso en una lógica de corrupción y un aumento
exponencial de la exportación de opio, acompañado del aumento de la adicción
a las drogas en el país. Pese a que, en una pequeña parte del país, se
produjeron algunos avances en las posibilidades de vida, estudio y carrera
para las mujeres, en otras partes, seguían vigentes las restricciones, la
violencia y los azotes. Los talibanes siguieron organizándose bajo la
ocupación. Las tecnologías de vigilancia ensayadas por Estados Unidos son
ahora instrumentos para el Talibán ejercer su poder.
Las intervenciones militares son una estrategia imperialista de EE UU. para
imponer su política y los intereses de sus multinacionales. Recuperamos la
posición de la Marcha Mundial de las Mujeres en 2001, anticipándose a los
efectos de la ocupación estadounidense que tuvo lugar ese año. La guerra “no
soluciona lo más mínimo de los problemas que están a la raíz de la violencia
y no hará más que agravar la pobreza y la humillación de las poblaciones
afectadas. (…) Habrá gobiernos que aprovecharán esta situación para nutrir
la xenofobia, cerrar todavía más sus fronteras para erigirse en fortalezas
contra las personas inmigrantes y refugiadas; para amenazar y hasta suprimir
los derechos civiles y las libertades fundamentales, en particular de las
mujeres, y para criminalizar todo movimiento de oposición a la
mundialización neoliberal y sexista actual”. Recuperarla nos sitúa en los
tiempos de la política y nos permite observar la alarmante situación actual
en Afganistán a la luz de la coyuntura regional e internacional. Los
peligros para la vida de las mujeres son centrales, pero no pueden ser
analizados de forma aislada.
El 17 de agosto de 2021, dos días después de la toma de Kabul por el
Talibán, Capire entrevistó a una mujer afgana que lucha por los derechos de
las mujeres, cuya identidad no se revelará por razones de seguridad y por lo
delicado de las circunstancias actuales. Estuvo dos años como refugiada en
Pakistán y regresó a su país en 2003, donde dio continuidad a sus estudios
hasta el 2018. Actualmente vive en Alemania. La entrevista a continuación
busca ayudar a entender la situación desde el punto de vista de las mujeres
afganas. Nuestro objetivo es construir una solidaridad feminista e
internacionalista permanente con las mujeres y el pueblo afgano, con
soberanía y autodeterminación para todos los pueblos.
-Nos gustaría difundir lo que está sucediendo en Afganistán actualmente
desde la perspectiva y la experiencia de las mujeres del país. ¿Qué opina de
la actual coyuntura afgana?
La situación en mi país es una pesadilla para la población, especialmente
para las mujeres. Todo se derrumbó en cuestión de horas: el trabajo duro de
las mujeres que estaban luchando por sus derechos y por la escasa
visibilidad que empezaban a tener en la vida pública, conquistando la
participación en instituciones gubernamentales y el acceso a la escuela y la
universidad. Poco a poco empezaron a confiar en la democracia y en la
posibilidad de tener derechos y plantearse un futuro mejor.
La situación es terrible. Hoy vivo en Occidente, en Europa, así que sólo
puedo imaginar cómo están viviendo las mujeres en mi país.
Desgraciadamente, algunas mujeres de mi familia que asistían a la
universidad no pueden seguir estudiando en este momento. Aunque el Talibán
haya anunciado que no habrá restricciones, nadie se fía, teniendo en cuenta
lo que hacían hace 20 años. Los crímenes que cometieron en ese periodo
siguen vivos en la memoria de la gente.
La gente dice que no sabe qué esperar del futuro. Todos tienen miedo de
convertirse en blanco del Talibán. Todos sufren, pero el blanco más fácil
son siempre las mujeres. La gente tiene miedo de salir a trabajar y que le
sigan a casa, por temor a que le hagan algo a su familia. El silencio en
Kabul es aterrador. No se oye a nadie, ni siquiera a los niños jugando en la
calle.
Kabul está en el corazón de Afganistán y la mayoría de las activistas vivían
allí. Algunos periodistas han vuelto a salir al aire hoy. He visto unos
videos de Kabul que muestran que algunas presentadoras han vuelto a aparecer
en las cadenas de televisión privadas. A la vez, la gente no puede fiarse de
toda la situación. Las cosas pueden cambiar después del 31 de agosto, porque
ese será el último día para que los estadounidenses completen la evacuación.
Tal vez los talibanes sólo estén mostrando un lado más moderado por el
momento, pero después de formar el gobierno, las cosas pueden cambiar. Hay
un video en el que se le pregunta a un soldado talibán específicamente sobre
las mujeres y contesta que quieren “implementar lo que la sharía[1] dice
sobre las mujeres”, señalando que las mujeres tendrán que seguir el código
de vestimenta de la sharía. Se le salió que cree que las mujeres deberían
quedarse en casa. Al mismo tiempo, sus líderes dicen que las mujeres podrán
tener acceso a sus estructuras y que son necesarias y forman parte de la
sociedad. De alguna manera lo demuestran, pero los soldados en los
territorios dicen otra cosa.
-Algunos dicen que Estados Unidos ha fracasado en Afganistán, mientras que
otros dicen que este era su objetivo. ¿Qué significaron los últimos 20 años
de ocupación estadounidense en su país?
Cuando Estados Unidos ocupó Afganistán, la expectativa que tenían los
afganos en ese momento era de que se produjera un cambio. Pero no ocurrió
nada fundamental. Volvieron al gobierno afgano y al mismo tiempo mantuvieron
cierta relación con el Talibán, en el sentido de que no lo presionaron,
aunque intentaran demostrar que combatían al grupo. En general, la población
de las aldeas empezó a oponerse a Estados Unidos, y una de las principales
razones fueron los bombardeos que se estaban llevando a cabo. Estaban
matando a civiles.
La gente empezó a tener este sentimiento contra los estadounidenses, pero
eso no significaba que quisiera a los talibanes en el poder. Ya había vivido
el periodo de control talibán y sabía lo que significaba. Durante los
últimos 15 años, mi pueblo estuvo bajo su control en cierta medida. A las
niñas sólo se les permitía estudiar hasta el sexto grado, no más que eso. La
gente sabía que los talibanes no le iban a dar nada. Quería el apoyo del
gobierno, quería que el gobierno se hiciera más fuerte. Creía en ese
pedacito de democracia que ofrecía el gobierno.
No pedimos a Estados Unidos que se queden. No queremos la ocupación. El
problema es la forma como han dejado todo, es el vacío que han promovido.
Literalmente tiraron a los afganos a los leones. Esto es lo que hacen: se
llevan lo que quieren y los dejan ahí. En este momento, los afganos están
viviendo una terrible sensación de pánico.
No se trata de que la gente va a extrañar a los estadounidenses. Quiere un
gobierno democrático, con representantes y elecciones, donde las mujeres
puedan tener sus derechos garantizados. Incluso con 20 años de ocupación,
Estados Unidos no han hecho nada para eso. Se trató apenas de una exhibición
al mundo.
Los afganos tenían un Parlamento y las niñas iban a la escuela; esta es la
única imagen que Estados Unidos quieren que el mundo conozca. Pero son las
familias afganas las que deben recibir los méritos. Fueron ellas las que
mandaron a sus hijas a estudiar, al colegio, a la universidad. Y podían
trabajar. Durante ese tiempo, como las mujeres eran blanco de ataques, hubo
secuestros y atentados suicidas. Sin embargo, el pueblo debería llevarse el
mérito de nuestra seguridad, no Estados Unidos ni el gobierno títere que no
nos ha ayudado.
Ahora la población está muy enfadada, especialmente las mujeres. Creen que
los estadounidenses deberían haber abandonado el país de forma adecuada, a
través de los medios apropiados. La gente no pidió que vinieran. Bin Laden
fue asesinado en Pakistán, no aquí. Vinieron y ahora nos dejan de nuevo con
un grupo medieval que viene a apoderarse del país.
-¿Qué significa esta situación para la coyuntura regional e internacional?
Ahora mismo, todo el mundo está confundido, incluidos los talibanes. No
tienen una agenda, no saben cómo formar un gobierno ahora. La situación es
un poco confusa para todos. Hoy China ha declarado que reconocerá el
gobierno talibán, y Turquía ya ha expresado su apoyo al grupo. Esto lo
legitima.
Las cosas cambiaron mucho en los últimos 20 años en lo que respecta a la
conciencia de las mujeres sobre sus derechos y el acceso a los medios de
comunicación e Internet. Así que los talibanes están mostrando un lado más
moderado para ganar algo de reconocimiento, al menos entre los países de la
región. Es un momento confuso, pero lo vamos a entender mejor después del 31
de agosto. Todo fue muy repentino.
¿Cuál sería una salida posible para Afganistán y cómo podría ser el apoyo
internacional, teniendo en cuenta el aumento del número de personas afganas
que pasarán a ser refugiadas?
Cuando el resto del país cayó en manos de los talibanes, una provincia tras
otra, la gente se refugió en Kabul. En un periodo de tres o cuatro días, más
de 20.000 personas huyeron a la capital. Cuando los talibanes llegaron a
Kabul, la gente empezó a intentar salir del país. Esta es una de las cosas
que hay que mostrar al mundo: la población no apoya a los talibanes, quiere
dejar el país a cualquier precio. Las tres personas que fallecieron al
intentar esconderse en el avión que despegaba… este terrible episodio
demuestra que la gente quiere irse.
Los alrededores del aeropuerto de Kabul están abarrotados porque la gente
cree que va a poder salir. Incluso las Naciones Unidas han hecho un
llamamiento a los países vecinos para que acepten a los refugiados. La gente
no quiere vivir bajo el control del Talibán porque no sabe cuál será el
futuro de sus hijos.
En una situación muy ideal, puede que los talibanes hayan cambiado realmente
y permitan a las mujeres trabajar, que no interfieran en la educación de las
niñas, que permitan a las mujeres acceder a la universidad. Pero tenemos
ejemplos de países como Irán y Arabia Saudí, donde las mujeres son
reprimidas y se convirtieron en un blanco fácil. Los intelectuales no tienen
libertad para trabajar, las personas que defienden los derechos humanos no
pueden actuar.
Los talibanes no se quedarán atrás. Esto es lamentable, porque mucha gente
estaba empezando a tener una vida. Si uno tenía un pedacito de tierra en tu
pueblo, sabía que podía usarlo. Los habitantes de Kabul empezaban a tener
sus propias casas. Hace unos años, los afganos también querían abandonar el
país, pero no así, en un número tan elevado. En ese momento, debido a los
asesinatos de los hazara[2], por la pobreza. Ahora serán millones en los
próximos meses.
-¿Qué acciones de solidaridad internacional pueden emprender los movimientos
sociales y feministas en este momento?
El mayor apoyo es hacer oír la voz del pueblo afgano, de las mujeres
afganas. Esta es la mayor acción de solidaridad, apoyo y ayuda que pueden
recibir. No se olviden de nuestro país. Hoy estamos en las noticias, pero
dentro de unas semanas, cuando el Talibán anuncie su gobierno, la situación
se calmará y ya nadie se va a preguntar qué pasa en el país.
Una vez que el tema esté fuera de los titulares, entonces comenzará el
trabajo duro. En ese momento, nuestras mujeres necesitarán a sus compañeras
internacionales para alzar la voz.
Me temo que en algún momento se cortará el internet. Esto podría suceder
porque los talibanes podrían no querer que se documenten sus crímenes. Así
que estas voces deben llegar a todos los rincones del mundo, para no dejar
solas a las mujeres afganas. Hay gente que dice que si lo que ocurre es
pacífico, como afirma el Talibán, está bien. No está bien. Un cementerio
también puede ser pacífico. No queremos que nuestro país se convierta en un
cementerio.
Notas
[1] La sharía es la ley islámica, basada en el Corán y los hadices, textos
complementarios de esa fe. Se adopta en varios países de mayoría musulmana.
[2] Los hazara, de mayoría musulmana chiita, fueron uno de los mayores
grupos étnicos de Afganistán, representando alrededor del 67% de la
población del país. Se calcula que más de la mitad de esta comunidad fue
masacrada a finales del siglo XIX y hasta hoy es uno de los principales
blancos del Talibán.
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La vida rota de las mujeres de Afganistán: “Nos gustaría escapar de este
infierno”
El miedo a los talibanes las empuja a esconderse en sus casas, a cubrirse
para salir, a intentar abandonar el país. Muchas se han quedado sin trabajo.
Todas temen perder los derechos adquiridos en los últimos 20 años
Jorge Said/Mercè Rivas, desde Kabul
El País, 22-8-2021
https://elpais.com/internacional/
De un día para otro, la vida de unos 19 millones de mujeres y niñas afganas
se ha roto. A Aisha, periodista, le dijeron el lunes que no fuese a trabajar
y le avisaron que, de volver, sería en todo caso con burka. Saphiry destruyó
el jueves el informe en el que estaba trabajando para una ONG extranjera.
Los talibanes apalizaron a unos amigos por tener libros en inglés en su
casa. Ambos nombres son falsos y ambas temen por su vida e intentaban este
sábado salir desesperadamente del país.
En Kabul, los relatos distópicos de mujeres escondidas en sus casas,
obligadas a cubrirse, con la entrada prohibida en sus centros de trabajo o
de estudio se repiten por toda la ciudad, donde viven la mayoría de las
mujeres con estudios superiores y profesiones liberales de un país
mayoritariamente rural. De un día para otro las mujeres han desaparecido de
las calles de la capital. Los rostros femeninos de carteles y escaparates
han sido burdamente borrados con pintura. Dueñas de sus vidas hasta hace
unos días, ahora es difícil contactar con ellas, no cogen el teléfono por
miedo o porque sus familias se los han quitado por temor a represalias.
Ser mujer en Afganistán nunca ha sido fácil. Incluso en los años más
recientes las tasas de analfabetismo femenino, la violencia de género y los
obstáculos legales y culturales para la igualdad de oportunidades están
entre los peores del mundo. Sin embargo, los avances desde 2001, fin del
quinquenio talibán, han sido colosales. Avances que ahora peligran. A pesar
de las promesas de los talibanes, las mujeres temen que vuelva la pesadilla.
El burka obligatorio, el mahram, un guardián masculino para poder salir de
casa, la prohibición de estudiar, trabajar, conducir, viajar solas, tener
dinero propio, ir a un médico varón, mantener relaciones fuera del
matrimonio, todo bajo pena de ser lapidadas, mutiladas, latigadas o presas.
Sería el fin del baile, la música, la tele, los libros, el deporte, la risa,
la independencia y cualquier tipo de libertad para las mujeres. Estas son
solo tres historias de 19 millones.
Aisha es periodista. No es la primera vez que siente el aliento helado de
una amenaza. Mucho antes de su entrada en Kabul, los talibanes ya la habían
acosado por redes sociales: “Vamos a por ti, te vamos a matar y mataremos a
toda tu familia”.
Ahora es oficial, pero el miedo no es nuevo para ella. “Desde hace tiempo
cargo con un tremendo estrés, mi familia me ha pedido muchas veces que por
favor deje este trabajo, porque les pongo en riesgo, pero me costó mucho
llegar hasta aquí, me encanta y no puedo hacer otra cosa”. Hace semanas que
su familia le pidió también que abandonase el país. Ella se negó: “Amo mi
país, quiero luchar por mi gente. ¿Qué oportunidad van a tener las mujeres
de las provincias si ven que todas las que podemos permitírnoslo, aquí en
Kabul, nos marchamos? Las dejaríamos sin ninguna esperanza”.
El lunes pasado, al día siguiente de que los talibanes entrasen en Kabul, la
llamaron del trabajo para decirle que se quedase en casa. Allí sigue
encerrada, solo ha salido para ir al aeropuerto. “No me quería ir del país,
pero las amenazas y los llantos de mi madre me han convencido”, contaba ayer
en una reunión clandestina en el salón de su casa. Pasó 18 horas en el
aeródromo, aguantó varios tiroteos, pero no consiguió nada. Lo sigue
intentando. El rumor es que si dejan volver a trabajar a las mujeres
periodistas será con burka y solo para que entrevisten a otras mujeres.
Aisha nunca lo ha usado. Era una niña pequeña cuando los talibanes
gobernaban, pero no olvida los horrores que relataba su madre. “Aquí nadie
puede aceptar de nuevo esas reglas, que las mujeres no trabajen, que sean
castigadas por salir de casa…”, dice. “Los estadounidenses, los europeos no
pueden abandonarnos, no podemos perder todo lo que hemos avanzado en estas
últimas dos décadas”. Mientras, fuera de su casa se oye un tiroteo.
Hamiya monta en bici. Incluso protegida por el pelotón, incluso sin
talibanes, no es fácil ser ciclista para una mujer en Afganistán. Por la
calle la han insultado muchas veces. Por llevar ropa ajustada, por practicar
un deporte occidental, “de infieles”, como el tenis, el fútbol, el
baloncesto. “Recibimos de forma permanente amenazas en redes sociales, por
WhatsApp, incluso llaman a nuestras casas… Si los talibanes llegan a
controlar Afganistán nadie podrá practicar ningún deporte, especialmente las
mujeres, para ellos el deporte no está en nuestra cultura. Mis sueños
quedarán frustrados para siempre”, dice la joven con angustia.
Además de deportista, Hamiya es hazara, la comunidad más odiada por los
talibanes. El 9% de la población afgana es hazara, una minoría étnica de
ascensión mongola y confesión chií (frente a una mayoría de suníes) que ha
sido históricamente castigada. “Los talibanes no son musulmanes”, dice
Hamiya, “ni siquiera saben leer el Corán, el islam no permite matar y
castigar a su propia gente. Para nosotros los hazaras, el islam es una
religión tolerante. Jamás aceptaríamos matar niños y mujeres como los
talibanes lo hacen abiertamente. Eso no es el islam”.
Ahora no quiere hablar por teléfono delante de su familia. Tienen miedo a
que los milicianos ubiquen la casa. Son todos hazara y viven con una
deportista. Han escondido las bicicletas y los maillots, por si en las
búsquedas puerta a puerta los talibanes la descubren.
Saphiry vive en Kabul y tiene una larga experiencia como activista por los
derechos de las mujeres. Ha trabajado para varias organizaciones
internacionales y reivindicado a cara descubierta la necesidad de mejorar la
situación en Afganistán, que distaba mucho de ser buena ya antes de que
llegaran los talibanes. Recientemente ofrecía una entrevista televisada en
la que reivindicaba: “Estamos ante sociedades muy patriarcales en las que
las mujeres son el foco. En Afganistán hasta las ministras son insultadas,
no se aplican las leyes que defienden nuestros derechos, pero aun así hemos
mejorado considerablemente”. Pero ahora, todo ha cambiado.
Saphiry ya no da su nombre real. Hasta hace escasas semanas vivía
tranquilamente junto a su madre y sus hermanos. Desde que los talibanes
entraron en Kabul no abren la puerta de su casa a nadie, procuran no hacer
ruido para no llamar la atención y ya no entra ningún salario en su casa.
La conversación se entrecorta, la conexión por teléfono es muy inestable, y
la entrevista acaba siendo por WhatsApp; Saphiry no quiere usar el correo
electrónico, no es seguro. “Nos hemos quedado sin trabajo y la vida cada día
es más cara. Somos muchos de familia y no tenemos ni para las medicinas de
mi madre, que tiene 80 años y está enferma” se lamenta. “Vivimos angustiados
de que suene la puerta”. Saphiry está preocupada por el reciente anuncio
talibán de que las mujeres solteras mayores de 18 pueden ser golpeadas y
encarceladas: “Yo tengo 40 años”, repite.
Su mente está ahora en el aeropuerto: “Nos gustaría escaparnos de este
infierno”. Saphiry da vueltas sobre una misma idea, cómo se ha llegado a
esto: “Quizás sea difícil de entender para los occidentales, pero no nos
esperábamos este final. Hasta ahora nuestra vida era buena. Yo estaba
trabajando en un informe para una organización internacional, uno de mis
sobrinos también tenía trabajo y estábamos contentos, pero esta situación,
aunque no lo crean, nos ha cogido por sorpresa. Nunca nos imaginamos que
íbamos a volver al terror. Pensábamos que la situación era irreversible, que
no volveríamos a estar bajo un régimen talibán, que el mundo no lo
permitiría”.
Minutos después de la entrecortada entrevista, Saphiry vuelve a mandar un
mensaje. Los talibanes acaban de entrar en casa de unos amigos, en plena
noche, buscando libros en inglés y documentos críticos con el Islam. Tras el
registro, enseñan “el botín” a los vecinos y apalean a los dueños delante de
todos para que sirva de ejemplo, “para que limpien sus casas”.
“Lo primero que he hecho ha sido destruir el informe en el que estaba
preparando”, escribe Saphiry. “Solo quiero salir de aquí”, repite. Ayer por
la mañana, se animó a salir a comprar el pan. Unos hombres la estaban
esperando en la esquina de su casa. El susto la decidió a salir camino del
aeropuerto.
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Sin fronteras: la sensibilidad de dar y recibir en momentos apagados de
tolerancia
Talibanes prometen respetar a las mujeres afganas, pero hay desconfianza y
temor
La llegada del grupo islamista se ve compleja no solo para mujeres, sino
también para niños y otras minorías, coinciden analistas,
Lizeth Escobar
El Universo, 18-8-2021
https://www.eluniverso.com/
La vida cotidiana se ha empezado a reactivar en la capital afgana tras el
regreso de los talibanes al poder, pero en medio de un ambiente de cautela,
recelo y miedo. Son pocas las mujeres que han salido a las calles de Kabul
y, al igual que los hombres, han cambiado sus ropas occidentales por los
atuendos tradicionales.
Aunque aún no hay señales de que los talibanes impondrán la misma versión
ultrarrigurosa de la ley islámica que hace 20 años, en su gobierno de 1996 a
2001, nadie parece estar dispuesto a correr el riesgo y el temor de muchos
países y organizaciones por la suerte de las niñas y las mujeres afganas va
en aumento.
Entre las principales prohibiciones del islamismo en décadas pasadas, las
mujeres no podían trabajar y salir sin un hombre. Las acusadas de adulterio
eran azotadas y apedreadas hasta la muerte. Las niñas no podían ir a la
escuela. Los juegos, la música, las fotografías y la televisión también
estaban prohibidos y a los ladrones se les cortaban las manos, los asesinos
eran ejecutados en público y se mataba a los homosexuales.
Para la politóloga ecuatoriana Arianna Tanca, la situación de las mujeres no
solo es crítica en Afganistán sino en todo Medio Oriente. “Afganistán nunca
fue una democracia y esto sin duda es un retroceso, van a estar en una
especie de Estado teocrático y el retroceso va a ser inmediato”, dice.
Tanca menciona que hay grandes probabilidades de que en los siguientes meses
ocurra un éxodo de afganos como se ha presentado en Siria, Kosovo, Ruanda,
indica, y agrega que el intento de establecer la democracia en Afganistán es
algo que se ha buscado desde hace más de seis décadas y no se ha logrado.
Virginia Gómez de la Torre, directora de la Fundación Desafío y exmilitante
de la Coalición Nacional de Mujeres en Ecuador, señala que el tema de
Afganistán pone en el centro de la atención mundial la discriminación y
violencia que viven las mujeres de manera general en el mundo.
“Este país es una sociedad en la que han intervenido potencias mundiales y
que en los últimos 20 años logró mejorar las condiciones para las mujeres.
Ahora la situación es compleja no solo para mujeres, sino también para
niños, grupos LBGTIQ+, minorías religiosas, que van a ser muy afectados en
este nuevo contexto político”, comenta.
Respecto a los primeros ofrecimientos de los talibanes de respetar a las
mujeres según “los principios del islam” y a que el uso del burka (velo
integral) no sería obligatorio para las mujeres por existir diferentes tipos
de velo, Gómez considera que “es un indicador bueno, pero que no es claro
hasta qué punto se puede creer en su palabra”.
“No sabemos si esto se va a respetar solo en la capital, pero qué pasa en
las provincias, en zonas de la ruralidad, donde talibanes de menor rango
están gobernando. Afganistán es un cúmulo de terror y la preocupación es
mundial”, añade, y destaca que el país es una zona importante donde se
albergan recursos que interesan a muchos países y potencias mundiales.
“Por más talibanes que sean no puede ser que no lleguen a entender que el
progreso y el desarrollo de un país depende también de las mujeres... me
niego a pensar que no hayan podido avanzar en ese pensamiento y obvien la
oportunidad de avanzar con el aporte igualitario de las mujeres, dice Gómez.
“Resulta imposible pensar que la violencia estructural de un estado tenga a
unos recursos como las mujeres y las diversidades escondidas, reprimidas en
las casas”, refiere.
Tanca considera que si los ofrecimientos de los talibanes se cumplen, sería
un escenario menos malo, pero pide recordar que “cualquier retroceso, por
mínimo que sea en materia de derechos humanos, es malo” y enfatiza que el
papel de la comunidad internacional será clave.
“La comunidad internacional tiene que estar pendiente porque la historia nos
ha demostrado que cuando hay unión de la gestión política con alguna
creencia religiosa, eso nunca sale bien y debe reclamar que no se vulneren
los derechos”, explica.
Catalina Saire, activista feminista chilena y directora nacional de Ladies
Of Liberty Chile, manifiesta que el mundo actual es distinto al que años
atrás se encontraron los talibanes cuando gobernaron, sobre todo en cuanto
al activismo y el feminismo.
“Ahora tenemos un avance en cuanto al activismo a nivel mundial, pero no es
el caso de Afganistán... como activistas no podemos solo mirar cómo al otro
lado del mundo ocurren estas vejaciones a los derechos humanos, ya sea a
mujeres, niños o contra opositores al régimen”, sostiene.
La activista dice que el feminismo y el activismo hay que ejercerlos
efectivamente y destaca las acciones de su país, que ya ha anunciado que
recibirá a activistas afganas “para que no sufran la persecución del
régimen”.
Saire comenta que desde su comunidad han pensado en enviar una carta a las
naciones para expresar que el sentimiento de vulnerabilidad es general, al
igual que la incertidumbre porque “esto se puede convertir en un antecedente
para que otros países puedan repetirlo” y que es “un retroceso importante en
seguridad internacional”.
Con la importancia que el papel del movimiento feminista y el de la
comunidad internacional tienen en el tema coincide Gómez, quien menciona que
ha sido este movimiento el que ha puesto en alerta sobre cómo los pocos o
muchos derechos alcanzados en los últimos 20 años pueden verse vulnerados.
“Hay que agarrarse de lo que ha dicho el líder talibán y ofrecer apoyos para
que el régimen pueda cambiar su visión y pueda entender que las mujeres son
gestoras del desarrollo en los países”, apunta.
Por su parte, Tanca afirma que la mejor forma para ayudar a quienes salen
huyendo es que el mundo abra las puertas, se otorgue asilo, refugio, con
condiciones estrictas para que no resulte en una expansión de sus corrientes
ideológicas.
“Los países deben de prepararse ante esta nueva ola de migración que va a
venir de Afganistán en medio de un contexto de pandemia, donde sigue
habiendo migración por temas económicos principales, sobre todo potencias
como Rusia, China y la Unión Europea”, opina.
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