Análisis/ La Rusia que se rebela [Andrey Schelchkov - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Feb 4 14:24:19 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

4 de febrero 2021

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Análisis



La Rusia que se rebela



Entrevista a Andrey Schelchkov



La detención de Alekséi Navalny abrió un nuevo frente para Vladímir Putin.
Con la mirada puesta en las protestas de la vecina Bielorrusia y en la
estrategia para enfrentarlas, el gobierno apuesta a responder con violencia
a las manifestaciones y esperar su desgaste. El costo es mostrarse como un
régimen abiertamente represivo. Navalny, entretanto, se reafirma como la
principal figura de la oposición.



Pablo Stefanoni

Nueva Sociedad, febrero 2021

https://nuso.org/



El envenenamiento, la salida del país y el regreso y detención de Alekséi
Navalni han reactivado las protestas en las calles a lo largo y ancho de
Rusia. Con una popularidad que comenzó hace años con sus denuncias
anticorrupción, Navalni, de 44 años, se transformó en la principal figura de
la oposición, con un apoyo particularmente significativo entre los jóvenes.
El gobierno respondió a las protestas con una inusitada escenificación de
poder y no menos represión. En esta entrevista, el historiador de la
Academia de Ciencias de Rusia Andrey Schelchkov analiza la coyuntura, el
liderazgo de Navalni y sus posturas ideológicas -algunas de ellas,
paradójicamente, no tan lejanas a las de Putin- y el escenario que abre esta
nueva ola de protestas.



-¿Cuál es la estrategia del gobierno ruso frente al caso Navalni? ¿Cuánto
incide lo que ocurre en la vecina Bielorrusia, con las persistentes
protestas en las calles, en la escenificación de la fuerza y la fuerte
represión de las protestas?



Parece que el gobierno dejó al lado todas las apariencias. La arbitrariedad
es absoluta, la represión es brutal y ejemplarizadora, lo que a los ojos de
la gente menos involucrada políticamente contrasta con la imagen
paternalista que siempre buscó proyectar Vladímir Putin. Ahora el gobierno
optó por la variante de la violencia abierta, al estilo de Aleksandr
Lukashenko en Bielorrusia. Está cortando sus vías de comunicación con
amplias capas de la sociedad, inclusive con los partidarios de Putin. La
represión acelera la radicalización de la protesta, lo que podría acortar
las posibilidades de supervivencia del régimen. Nunca la policía tuvo una
imagen positiva, pero ahora está por debajo del suelo. La cantidad de
arrestados sobrepasa lo imaginable: entre el 23 y el 31 de enero han sido
casi 10.000 personas en todo el país. Ni en la época soviética hubo algo
parecido. En la URSS, la policía era disciplinada y no arbitraria o abusiva.
Claro, hablamos de la época de Leonid Brézhnev, con Stalin no existía la
ley. Cuento esto porque aún ahora hay una cierta confianza e ilusión en la
justicia, que de todos modos se fue evaporando en estos años. Hoy solamente
los más ancianos tienen estos espejismos. Por ejemplo, una vecina mía de más
de 80 años y muy favorable a Putin me dijo «¿Por qué Navalni protesta en vez
de ir a denunciar la corrupción en la fiscalía?». Santa simplicitas. 



De todos modos, durante estas protestas, no en todas las ciudades hubo
confrontación con la policía. Por ejemplo, en mi ciudad natal, Krasnodar,
que cuenta con un millón de habitantes y es tradicionalmente muy
conservadora, salió muchísima gente. El 23 de enero hubo alrededor de 7.000
personas, un número nunca visto allí desde que se recuerde, y nadie les puso
trabas a las marchas. Hay que recordar que todas las manifestaciones fueron
prohibidas, lo que hace más importante el número de manifestantes. Tal vez
las fuerzas especiales se fueron a Moscú y no tenían con qué reprimir en
ciudades más pequeñas. Las autoridades apuestan a la estrategia de
Bielorrusia: la gente se cansará y la represión va a cumplir su función.
Creen que si mantienen preso a Navalni el gobierno podría aguantar algunas
semanas de protestas. El problema es si esto se convierte en una especie de
intifada rusa. Por primera vez la policía se enfrentó a la resistencia
violenta de quienes protestan. Y además vienen elecciones al Parlamento que
puede causar otras conmociones.



El gobierno no puede dejar en libertad a Navalni sin que ello sea
considerado una muestra de debilidad, algo que Putin teme más que nada
porque sería una señal a los servicios de seguridad de que el jefe está
débil, y esto podría causar una crisis en la elite gubernamental. El
gobierno prefiere una crisis corta ahora que una crisis sin fin con Navalni
en libertad. La incógnita es qué sucede si esta situación dura demasiado
tiempo. Ya nadie escucha la propaganda por la TV, excepto gente mayor que no
sale ni para protestar ni para apoyar a Putin. Los medios oficialistas dicen
que las protestas fueron insignificantes. Pero todo el mundo ve la histeria
de las autoridades, que cerraron el centro de Moscú para peatones (algo
inédito), frente a lo cual los manifestantes se dispersaron por barrios más
periféricos mostrando que están «por todos los lados». El centro, donde
hasta las estaciones de metro fueron cerradas, parecía parte de una ciudad
bajo estado de sitio. Pero el drama no es Moscú, siempre rica y acomodada, y
siempre de oposición, sino las provincias, pobres o ricas pero siempre
leales, donde sorprendió la dimensión de la protesta.



-¿Cómo está hoy la popularidad de Putin? Hasta ahora había un clivaje claro
entre «las capitales» (Moscú-San Petersburgo) y el resto de Rusia, pero
desde hace tiempo se ven protestas en otros sitios, incluyendo el extremo
oriente.



No tiene sentido seguir las encuestas oficiales, pero incluso ellas
registran una caída de la popularidad de Putin hasta 53%. Más o menos
independiente, el Levada Center llevan la caída hasta 39%, pero lo más
interesante es su nivel de apoyo entre los jóvenes (hasta 35 años): en un
año, cayó de 36% a 20% de apoyo. En realidad, el problema está además en que
Putin aparece como mentiroso e incluso ridículo. Surgieron miles de chistes,
una forma de reacción popular tradicional en política en Rusia. Putin pasa a
ser objeto de burlas, incluso cae en el ridículo, y esto es lo peor que le
puede pasar desde punto de vista de su imagen. Incluso muchos de los que lo
saludaron como gran líder nacional durante la epopeya de la anexión de
Crimea ya no lo apoyan.



Lo que se denomina «la provincia» es un mundo heterogéneo, y las grandes
ciudades del interior (Novosibirsk, Ekaterimburgo y muchas otras) son un
gran problema para el gobierno, incluso electoral. En el oriente, en el
Pacífico, la población fue siempre rebelde, muchos son descendientes de los
deportados, ahí la violencia es muy posible y no hay temor. Ya provocaron
grandes sorpresas electorales, allí las autoridades se sienten débiles, pero
las preocupan más Moscú y San Petersburgo, donde se decide la suerte del
poder; por eso tanto dinero va a estas dos ciudades. En Siberia oriental
(Jakasia, Jabárovsk, Vladivostok), en las pasadas elecciones, ganaron los
candidatos spoilers (postulados no para ganar, sino para obstaculizar el
triunfo opositor), y la política de Navalni denominada «opción inteligente»
llamó a la gente a votar por cualquier candidato con posibilidades de
ganarle al oficialismo. En varias regiones ganaron los opositores. En
Vladivostok simplemente anularon las elecciones, en Jabárovsk en un año
detuvieron al gobernador, provocando masivas protestas diarias y semanales
que las autoridades no se atrevieron a reprimir. Estas protestas duraron
seis meses. Y las consignas pasaron lentamente de un espirito anti-Moscú,
que es inherente a todas las provincias rusas, a las consignas anti-Putin.
Pero sin tener liderazgo político ni idea de cómo seguir, las protestas se
desvanecieron. Y lo más preocupante es que Navalni, desde su regreso, se
convirtió en un instante en un héroe sin temor y en figura unificada de la
oposición, que consolida todo el descontento en el interior ruso, que
realmente está social y económicamente mal.



-Navalni es un nacionalista, aunque parece más abierto a temas como los
derechos LGBTI, de las mujeres, etc. ¿Qué lo diferencia ideológicamente de
Putin?



Navalni es un nacionalista light. Es un político nato, se apoya en los
sentimientos que existen en la sociedad: nacionalismo antiinmigrante, sobre
todo contra los provenientes de Asia central, de religión islámica y
social-liberal. Sabe que Rusia es un país de izquierda, pero donde los
social-liberales ya son derecha, por eso tiene discurso de justicia social y
de igualdad, en esencia es un «socialista» en lo social y es liberal en lo
económico y en la política, una combinación complicada. El problema no es
tanto qué lo diferencia de Putin sino lo contrario, qué tiene de parecido
con el presidente. Y esto es el caudillismo, un liderazgo personalista. Por
eso algunos lo llaman «joven Putin». Navalni consiguió formar un numeroso
grupo de seguidores jóvenes, muy abnegados y sacrificados. En cuanto a la
agenda social de feminismo, derechos LGBTI, etc., tiene el discurso muy
liberal. Pero su nacionalismo preocupa a muchos porque es antiinmigrante (la
inmigración es un gran problema cultural y religioso en Rusia), aunque
entronca con la sensibilidad de muchos simpatizantes de Putin. Por ejemplo,
Navalni acusa a los oligarcas putinistas de fomentar la inmigración de Asia
central para mantener salarios bajos. Tampoco les gusta a los liberales su
posición sobre el problema de Crimea, que coincide con la de Putin. Hay que
recordar que Navalni fue expulsado a principio de 2000 del partido
social-liberal Yabloko por sus posiciones nacionalistas. Sin embargo, la
mayoría de los opositores, en la derecha y en la izquierda no oficialista
(Frente de Izquierda), apoyan a Navalni por ser capaz hoy de enfrentar a
Putin.



-¿Qué elementos explican la dimensión de la protesta? No parece ser solo la
libertad de Navalni...



Navalni, en su confrontación con Putin, se convirtió en la figura
unificadora contra el régimen, y eso ayuda a aumentar la cantidad de
personas dispuestas a salir a las calles por su libertad. Lo que sorprende
es que un tercio de ellas salió por primera vez. Se junta el cansancio por
la pandemia, la crisis, la erosión de los niveles de vida, lo que contrasta
con la opulencia gubernamental. Por eso, el video que publicó el equipo de
Navalni sobre un un lujoso palacio en las costas del mar Negro,
supuestamente perteneciente a Putin, fue una especie de chispa. De ahí la
indignación de Putin. Muchos creen que la detención de Navalni sin ninguna
justificación legal es una venganza por esa denuncia. De ser cierto, esto
colocaría a Putin ya no en el papel de un líder autoritario, lo que parece
no molestarlo mucho, sino en el de un vulgar político corrupto. Después de
20 años de poder personal de Putin, muchos sienten ya mucho hastío.



-En un comienzo, Putin tenía una base de apoyo también entre los jóvenes,
¿eso está cambiando?



Es cierto, era más popular entre los jóvenes, pero era la época en que el
petróleo estaba a 100 dólares por barril; ahora no hay nada de eso. Los
jóvenes se enfrentan a varios problemas: (a) tienen mayor información por
internet, viven en internet y no ven televisión, que es pura propaganda; (b)
en Rusia casi 90% de los jóvenes (de hasta 35 años) son graduados de la
universidad y 80% trabajan en puestos que no corresponden a su especialidad
profesional, es decir que la frustración laboral entre jóvenes es muy
grande; además, el sistema de Putin, que conforma una elite cerrada, acortó
todos los canales de ascenso social; (c) hay también un conflicto de tipo
estético: los valores putinistas de la guerra, la masculinidad y el imperio
no pegan en la mayoría de los jóvenes, que se muestran bastante sordos a
todo eso. Las tentativas de crear un movimiento pro-Putin entre los jóvenes
en 2005-2010 fracasó. Sus líderes terminaron apropiándose de los recursos y
no cuajó. En el ciclo de protestas anti-Putin de 2011-2012, ellos ni
aparecieron… Un gran problema con los jóvenes es que no conocieron la URSS,
por eso no tienen el temor a una repetición de las épocas estalinistas que
tuvimos todos los que vivimos la época soviética. Ellos no tienen miedo a
las policías y salen a enfrentarse de manera abierta.



-Muchos cantan «Abajo el Zar» en las protestas... ¿quiénes salen a las
calles? ¿Puede formarse allí un nuevo bloque opositor con más suerte que los
anteriores en los 20 años de putinismo?



Es un gran enigma… Lo más lógico sería que el partido Yabloko, que tiene
personería jurídica para presentar las listas para elecciones, aproveche las
protestas y acepte la colaboración con los navalnistas. Ahí cambiaría el
panorama político, pero es posible que prefieran mantener su mísera
existencia sin conflicto con el Kremlin que pujar por ganar las elecciones
(en 2021 hay elecciones legislativas). Es la única opción, porque los demás
partidos no oficialistas deben juntar firmas para obtener su personería y
las autoridades frenan siempre su registro. Si Yabloko no acepta el apoyo de
los navalnistas, el voto de protesta va a ser aprovechado por el Partido
Comunista, que hace algunas cosas críticas al gobierno pero es
antinavalnista. Sin embargo, las bases del PC y de Yabloko (sus diputados
municipales, por ejemplo) ya están con los navalnistas y en pleno conflicto
con la cúpula de sus partidos. En perspectiva, no veo lo que muchos siempre
quisimos: el pluralismo en el espacio opositor. Navalni sin duda va a
monopolizar la posición del líder único, incluso desde la prisión.



-En una de las fotos desde la comisaría, justo atrás de Navalni se ve en la
pared una foto de Genrikh Yagoda, quien estuvo a la cabeza del KGB entre
1934 y 1936, en pleno estalinismo. ¿Se le dio alguna significación
particular a esa imagen en Rusia? Hoy en el país parece haber libertad de
expresión por fuera de los canales oficiales. ¿Cómo es la situación?



Pues sí, y es una especie de ironía, ya que Yagoda también fue fusilado por
Stalin. Aquí lo comentaron mucho, fue más bien un pretexto para
comparaciones con el pasado a mi juicio inadecuadas. De momento se conservan
pocos medios absolutamente opositores, como el canal de TV Dozhd (Lluvia)
que transmite solamente por internet y es de pago, pero tiene mucha
audiencia y casi las 24 horas habla del caso Navalni. Las radios y los
periódicos conservan cierta libertad y los hay de línea opositora. Ahora
bien, las autoridades ya se enteraron de que los millones invertidos en la
propaganda por televisión sirven solamente para convencer a las personas de
mucha edad y no sirven ya nada para atraer a los jóvenes, que no ven
televisión y menos aún los canales oficialistas, con un discurso y una
estética tan anticuados. Por eso el gobierno está buscando formas de
controlar las redes sociales y YouTube, Telegram, etc. Y es muy posible que
cierren más medios. Mucho depende de que les importe la reacción
internacional que siempre puede amenazar su pecunia, que es lo más sagrado.
Por eso dan un paso y esperan la reacción interna y externa. Pero Occidente
prefiere, como siempre, obtener grandes ganancias con Rusia antes que
defender los derechos humanos o civiles, por eso ahora es más importante en
Europa la presión de la opinión publica frente a sus gobiernos, sobre todo
el alemán y el francés, y ni hablar del italiano, que siempre elige una
posición prorrusa, para que corrijan su política hacia Moscú.

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