Medio Oriente/ De cómo el fracaso de la Primavera Árabe cambió nuestro mundo [Vicken Cheterian]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 17 00:19:56 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de enero 2021

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Medio Oriente



De cómo el fracaso de la Primavera Árabe cambió nuestro mundo



Vicken Cheterian

A l'encontre, 13-1-2021

http://alencontre.org/

Traducción de Ruben Navarro - Correspondencia de Prensa



Hace diez años, al caer la noche del 14 de enero de 2011, el dirigente
autoritario de larga data de Túnez, Zine al-Abidin Ben Alí, huyó a Arabia
Saudita. El ejército tunecino no quiso obedecer a sus órdenes de reprimir
las protestas masivas que habían comenzado el 17 de diciembre de 2010,
después de que Mohammad Buazizi se inmolara. El reinado autocrático de 23
años llegaba así a su fin. El cambio de régimen en Túnez desencadenó
movimientos populares masivos a través de lo que se ha llamado la "Primavera
Árabe".



En unas pocas semanas, hubo manifestaciones populares en todo el "mundo
árabe" a lo largo de miles de kilómetros, desde Argelia hasta Bahréin.
Luego, en Egipto, cayó el líder Hosni Mubarak [11 de febrero de 2011] -en el
poder durante 30 años- y más tarde el autócrata yemení Ali Abdullah Saleh
[25 de febrero de 2012] -en el poder durante 22 años-, pero en otros países
las protestas populares no condujeron a ningún cambio político, sobre todo
en Argelia, Jordania, Bahréin e Iraq.



Los artículos de prensa de hace diez años, reflejaban la emoción de aquel
acontecimiento. El mundo árabe fue la última frontera en sucumbir a la "ola
de cambio democrático", después de la Europa meridional, América Latina y
Europa del Este. Las nuevas tecnologías de la comunicación, Internet y las
redes sociales, no podían coexistir con la censura y la dictadura, según lo
que muchos afirmaban. El mundo árabe fue pensado utilizando los parámetros
de Europa del Este: un cambio de régimen no violento que abriría las puertas
a la democracia liberal y al capitalismo de consumo.



***



Sin embargo, ese relato no refleja la realidad. Las rebeliones árabes no
empezaron como las de Europa oriental, nacidas a raíz unos resultados
electorales controvertidos. Tampoco fueron pacíficas desde el primer día:
cuando Ben Alí dejó su país, ya había 380 personas muertas; cuando Hosni
Mubarak renunció, más de 800 egipcios habían muerto de manera violenta.
Tampoco es comparable con el derrocamiento de Slobodan Milosevic [1941-2006]
en Serbia, o con Eduard Shevardnadze [1928-2014] en Georgia, o con la
Revolución de Terciopelo de 2018 en Armenia, en la que no hubo ninguna
víctima mortal.



En Libia, las manifestaciones masivas que comenzaron en Bengasi
desencadenaron no sólo una violenta represión por parte del régimen de
Muammar al Gaddafi -en el poder desde 1969- sino también una intervención
militar occidental bajo la bandera de la OTAN. En Yemen y Siria, la
represión masiva de los antiguos regímenes convirtió las protestas populares
no violentas en sangrientas guerras civiles, con el resultado de cientos de
miles de víctimas, la destrucción íntegra de centros urbanos y una
multiplicidad de intervenciones militares extranjeras.



***



La primera razón del fracaso de la Primavera Árabe es, por lo tanto, la
represión de los regímenes. Una "crisis revolucionaria" no basta para
producir un "cambio revolucionario". En varios países, los antiguos
regímenes -que dominaban completamente la institución militar- desataron una
violencia ilimitada contra su propio pueblo para mantener el monopolio del
poder. El resultado no fue sólo la destrucción física del país, con hasta
cientos de miles de víctimas, ciudades enteras destruidas, millones de
refugiados y personas desplazadas. A largo plazo, el problema será más
profundo: ¿es posible unir los pueblos de Siria, Yemen o Libia en un solo
marco político después de tales violencias?



El fracaso de la Primavera Árabe no se limita a los antiguos regímenes
represivos. Los movimientos de protesta que desencadenaron la Primavera
Árabe, ya sea en Túnez o en Egipto, no consiguieron formar una dirección
política. El Islam político llenó el vacío, ya sea con su versión de los
Hermanos Musulmanes en Túnez, o la versión salafista-yihadista en Siria e
Irak. Pero el Islam político está obsesionado con la violencia y no puede
proponer ni las reformas institucionales necesarias, ni soluciones a los
graves problemas socioeconómicos. Túnez es una ilustración adecuada de esa
incapacidad.



***



¿Y qué pasa en "Occidente"? Ni la Unión Europea (UE) ni los Estados Unidos
podrían haber provocado un cambio de régimen, ni garantizado que las nuevas
autoridades fueran capaces de resolver los problemas que originaron la
explosión masiva en el mundo árabe. Pero el "Occidente" podría haber
contribuido a que las luchas internas no terminaran en violaciones masivas
de los derechos humanos y en masacres. En este aspecto, el Occidente
fracasó. El símbolo más sombrío de ese fracaso es el hecho de que la
administración Obama no tuvo ningún impacto después de los ataques químicos
del régimen sirio en el suburbio rebelde de Duma [en Guta oriental] en
agosto de 2013.



El fracaso de la Primavera árabe no preservó el statu quo ante; produjo una
serie de Estados frágiles e inestables sumidos en un estado de guerra civil
permanente. Pero el impacto negativo fue más allá de las fronteras del mundo
árabe, dando lugar a la militarización y a la concentración de poder en
manos de regímenes duros. Como resultado de ello, las relaciones
internacionales en su conjunto se volvieron más violentas y brutales.



La política turca se volvió más agresiva. Turquía estaba en medio de una
tímida tendencia reformista antes de 2011, tanto en lo que se refiere a los
cambios políticos internos como al principal problema que enfrentaba el
país: el de la cuestión kurda. Tras el fracaso de las negociaciones entre la
dirección del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo, de Recep Tayyip
Erdoğan) y las fuerzas kurdas en 2009, hubo un segundo intento en 2013, en
el momento de la declaración de un alto el fuego entre el ejército turco y
los rebeldes kurdos. Al principio, Ankara tenía dudas sobre la política a
llevar adelante en Siria, pero finalmente optó por una alianza con los
islamistas, abandonando el diálogo con los kurdos. El otro sacrificio fue la
limitada libertad de los medios de comunicación en Turquía, como lo
demuestra el caso de Cumhuriyet y su redactor en jefe, Can Dundar [obligado
a refugiarse en Alemania] y sus reportajes sobre la "conexión con Siria" [es
decir, el apoyo activo del Estado turco a grupos yihadistas]. La
transformación política de Turquía no empezó con el golpe de Estado fallido
de 2016, sino con las decisiones políticas tomadas en la batalla de Kobane
[una ciudad en la provincia norteña siria de Alepo] entre Daech y los grupos
armados kurdos en 2014.



La Rusia de Vladimir Putin ya era un régimen duro, condicionado en gran
parte por la segunda guerra de Chechenia. Pero el fracaso de la Primavera
árabe fortaleció al régimen militarizado ruso para proyectar sus fuerzas no
sólo en el Medio Oriente, sino también en el mundo. Son escasos los debates
en Rusia sobre los costos de esas opciones y sobre en qué medida una
economía en dificultades, que depende de las exportaciones de petróleo y de
gas, puede proyectarse como potencia mundial.



Europa también se vio influenciada por ella. La permanente inestabilidad en
el Medio Oriente produjo sucesivas olas de refugiados que buscaban [y
buscan] escapar a la muerte, lo que a su vez se tradujo en un rebrote de la
extrema derecha. Desde 2016, la UE le confió a Turquía la tarea de proteger
sus fronteras sudorientales de los refugiados. A cambio de ello, no sólo le
paga en efectivo sino que hace la vista gorda sobre la política exterior
turca.



***



Sin embargo, la represión, la guerra civil y el caos no resolvieron las
causas de la Primavera Árabe. No hicieron más que agravar los problemas. En
el momento de la dimisión de Mubarak, Egipto tenía una población de 81
millones de habitantes; actualmente, tiene una población de más de 102
millones, y no resulta claro cómo un régimen basado en la institución
militar puede llegar a satisfacer las necesidades socioeconómicas de la
nueva generación.



El desempleo a gran escala, los fracasos financieros y la corrupción
desencadenaron una nueva ola de protestas en 2018-2019 en Argelia, en Sudán,
en el Líbano, en Iraq y en otros países. Curiosamente, en casos como el de
Argelia y el Líbano, los regímenes gobernantes no se sintieron obligados a
dar una respuesta a las protestas populares masivas.



El fracaso de la Primavera Árabe desembocó en un endurecimiento de los
regímenes políticos a nuestro alrededor, lo que representa una mala noticia
porque en nuestro mundo cambiante necesitamos una adaptación política,
económica y social. Si el cambio no se produce a través de reformas
institucionales, el peligro de explosiones súbitas y violentas seguirá
aumentando. Esta observación es aún más cierta después de una pandemia que
ha agotado los recursos financieros de nuestro mundo globalizado. Hay algo
que está más que claro para cuando se produzca la próxima ola de explosión
popular: entre civilización y barbarie, no tenemos "policías" que protejan a
los más vulnerables.

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