Cuba/ Estallido social: las señales ignoradas. [Alina Bárbara López Hernández]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jul 15 16:14:05 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

15 de julio 2021

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Cuba



Estallido social en Cuba: las señales ignoradas



Alina Bárbara López Hernández

La Joven Cuba, 15-7-2021

https://jovencuba.com/



Duele ver el estallido social en Cuba; sin embargo, no asombra en lo más
mínimo. Las ciencias sociales no serán exactas pero no son ciegas. Si
quienes dirigen  cierran los ojos a la realidad, las mujeres y hombres de
ciencia no debemos hacerlo. Está en juego nuestra credibilidad y, lo más
importante, la vida de muchas personas y el futuro de la Patria.



Las señales



En entrevista para OnCuba hace poco más de un año, Alex Fleites me preguntó
si creía que en la Isla se incubaba un nuevo momento histórico y cuáles
serían sus señales más visibles. Esta fue mi respuesta:



«Sí, lo creo. Una crisis no es tal hasta que los actores sociales no toman
cuenta de ella, ahí es determinante el factor subjetivo. Es una especie de
malestar de época, por decirlo de un modo que ciertos críticos hallarán
metafórico. Casi siempre se relaciona con el agotamiento de un modelo,
fíjate que no digo de un sistema (…)



Para la llegada a ese momento de malestar existen hoy, en mi opinión, dos
condicionantes. Por un lado la incapacidad de nuestros gobernantes de
encauzar un camino de reformas exitoso. Ya son más de tres décadas del
derrumbe del campo socialista y dos períodos de intento de reformas, uno en
los noventa y otro a partir del 2010, este último incluso de modo formal y
con una gran cantidad de documentación confirmatoria. Por otro lado, existe
la capacidad ciudadana de someter a juicio público esa incapacidad, eso es
algo novedoso. La ruptura de un canal de información unidireccional permite
visibilizar las señales de alarma. Y los que dirigen lo saben bien pero han
sido incapaces de responder adecuadamente.



Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo
económico y político, el de socialismo burocrático. Quienes dirigen no
logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces
de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en
la toma de decisiones».



Doce meses después, publiqué en LJC (La Joven Cuba) el artículo «Cuba, los
árboles y el bosque», donde afirmé:



«En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una
transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no
crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que
los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas
de manera inexplicable. Es evidente que los de arriba no pueden seguir
administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con los de abajo?



Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se
requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica
que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y
mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo
socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de
comportarse de sus ciudadanos.



Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no
determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de
su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato
ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a
«un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de
matrices de opinión negativas sobre el gobierno»; sin que yo niegue de plano
que ello también ocurra. La dirección del país no termina de ubicarse en:



– El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes
sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que
tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la
posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.



– Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la
propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de
la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta
y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos,
ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus
convocatorias.



– La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó
mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir
libertades que la propia Constitución garantiza.



– La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han
encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas
incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.



Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una
trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo
socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que
cambiar, sino cómo hacerlo (…)



Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio
social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me
adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de
ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos,
políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya
discriminación por motivo de credos políticos (…)



Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial
conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por
el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos
sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los
hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica
(…)



Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad
civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el
gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran
escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados
con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas
en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la
Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por
algunas horas. Todo se conoce, y se enjuicia.



Mi conciencia no me permite callar.



El resultado



Los intelectuales que alertamos durante meses al gobierno sobre la
posibilidad de un estallido social de mayor magnitud fuimos denominados
mercenarios. El aparato partidista y gubernamental desconoció con
negligencia las señales de alarma. Este es el resultado de su actitud.



El domingo 11 de julio, miles de personas se manifestaron en numerosas
ciudades y pueblos de la Isla. Junto a los que solicitaban cambios, mejores
condiciones de vida y libertades políticas; como es común en todo conflicto
de estas dimensiones, también se sumó el que pretendía únicamente delinquir
y vandalizar, pero esa fue la excepción, no la regla.



El presidente y primer secretario Miguel Díaz-Canel reaccionó a esos hechos,
inéditos en la historia reciente de Cuba, con la siguiente convocatoria: «La
orden de combate está dada. A la calle los revolucionarios».



En su primera comparecencia televisiva reconoció que entre los manifestantes
había personas revolucionarias y confundidas. En la segunda aparición, el
día 12, aseveró que todos eran contrarrevolucionarios y mercenarios y que lo
acaecido era resultado de un plan diseñado en el exterior. Esa es la
narrativa que se ha sustentado desde entonces. Para él, los miles de
manifestantes no son parte del pueblo. Gran error.



Las fuerzas del orden —del Ministerio del Interior, las FAR, Tropas
Especiales, los cadetes de las Academias militares y hasta la reserva—, han
reprimido con violencia. También algunos grupos de manifestantes han sido
violentos.



Se sabe de al menos una persona muerta y otras heridas, golpeadas y
detenidas. Una parte de ellas fue liberada al siguiente día. No sucedió así
en otros casos, como el de Leonardo Romero, joven estudiante de Física de la
Universidad de La Habana que fue preso hace dos meses por alzar un cartel
que decía «Socialismo sí, represión no». Transitaba cerca del Capitolio con
un alumno suyo de preuniversitario. El muchacho intentó grabar la enorme
manifestación que se había congregado allí. Lo agredieron con saña. Era un
menor de edad y Leonardo lo defendió. Fueron detenidos ambos.



Es imposible conocer con exactitud lo ocurrido, porque desde las 3 de la
tarde de ese día fue quitado el servicio de internet en Cuba. Somos un
pueblo a ciegas, sin derecho a información y sin posibilidad de expresarnos.
Los periodistas oficiales demuestran con su actitud que apenas son meros
propagandistas del gobierno. Caiga sobre ellos toda la vergüenza del gremio.



Declaraciones justificativas, y en ocasiones incoherentes, han marcado la
tónica del gobierno. El Buró Político se reunió hoy con la presencia de Raúl
Castro pero nada trascendió de lo tratado. Al parecer, no existe una hoja de
ruta diseñada para resolver una situación interna como este estallido, que
es presentada ante la opinión pública como una gran conspiración
internacional que emergió a partir de la etiqueta SOS Cuba.



Se han limitado a pedir la eliminación del bloqueo norteamericano. Ni una
admisión autocrítica acerca de reformas postergadas y transgresiones
constitucionales. Ni una invitación al diálogo. Creen, o quieren hacer
creer, que los incómodos apagones de las últimas semanas son los
responsables de la molestia ciudadana, sin reconocer las inmensas deudas
sociales acumuladas que datan de décadas.



Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Exteriores, dijo en una conferencia
con la prensa extranjera acreditada que en Cuba «nadie pasa hambre». Esa
afirmación es otra evidencia del nivel de desconexión del gobierno con la
gente de a pie. Solo es comparable con la crítica que hiciera Raúl en su
«Informe Central» al 8vo. Congreso como secretario general saliente, a la
«cierta confusión» que tuvieron algunos cuadros de dirección al emprenderla
contra la «supuesta desigualdad» que ha creado la comercialización
dolarizada en Cuba.



La desesperación de la gente la ha lanzado al estallido, a protestas masivas
en medio del peor momento de la pandemia en la Isla. Es previsible esperar
un enorme crecimiento de contagios, tanto entre los manifestantes como entre
las fuerzas del orden y en los grupos de respuesta rápida convocados en los
centros de trabajo para mostrar apoyo al gobierno.



A todo esto se une el oportunismo político de algunas voces en el exilio que
piden una solución militar para Cuba. Deben saber que afectar la soberanía
nacional con la tesis de una intervención humanitaria es totalmente
inaceptable para una enorme mayoría de este pueblo, incluso para muchos de
los que se manifiestan hoy contra el gobierno.



Al dirigirse a la prensa extranjera, Rodríguez Parrilla argumentó con
ligereza que este no era el peor momento que se ha vivido en Cuba. Es cierto
que en los noventa tuvimos una crisis terrible y un maleconazo; no obstante,
le recuerdo que en aquella etapa teníamos un líder con visión suficiente
para ofrecer cambios a corto plazo y un pueblo con esperanzas de que ante la
caída del socialismo real en Europa el gobierno tendría la inteligencia
suficiente para encauzar una vía expedita y continua de cambios.



Ninguna de estas cosas existe hoy. Pero pedirle al gobierno cubano que
atienda a las señales es, ya lo hemos visto, arar en el mar.

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