Chile/ De la revuelta al proceso. [Karina Nohales]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 31 15:10:48 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

31 de julio 2021

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Chile



De la revuelta al proceso



Karina Nohales *

Viento Sur, 31-7-2021

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Las elecciones a constituyentes del 15 y 16 dieron la vuelta el tablero.
Hace poco más de un año afirmamos que el estallido social de octubre de 2019
había sido el primer ensayo de ruptura de la conjura de la transición
posdictatorial contra la lucha de clases. Afirmamos también que, acorralados
por la irrupción popular, los partidos del orden habilitaron el proceso
constitucional con la esperanza de desactivar la revuelta y clausurar por
arriba lo que el pueblo abrió por abajo. Finalmente, afirmamos que este
proceso constitucional, entendido al principio como garantía de
gobernabilidad, aparecía cada vez menos como un evento predecible y
controlado, tornándose una caja de Pandora que, lejos de cerrar flancos, los
abría a cada paso.



Justo en este punto la pandemia arribó a Chile, aplazando el itinerario
constitucional y creando en muchos la sensación de que la revuelta pasaba a
ser cosa del pasado. Pero no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se
pague. Las elecciones demostraron que la revuelta sigue abierta y que ha
entrado en el terreno de tornarse proceso, desbordando tanto el diseño
oligárquico que pactaron los partidos del orden como el fatalismo de
diversos sectores de la izquierda extraparlamentaria, acostumbrada a
vaticinar derrotas. Esta vez el pueblo confió en sus propias fuerzas y ganó.



Del plebiscito de octubre de 2020 a la conformación de listas electorales



El 25 de octubre de 2020 se impuso con un 80% la opción Apruebo en el
plebiscito que consultaba a la población si quería o no una nueva
Constitución. Las encuestas previas proyectaban correctamente que el Apruebo
triunfaría por sobre el 70%. El Rechazo ganó solo en cinco de los 345
municipios del país, uno del norte extremo, otro de la Antártica y luego en
los tres municipios de la capital en que se concentran los superricos.



El mundo social organizado crítico del Acuerdo que habilitó el proceso
constitucional llamó a votar ampliamente en el plebiscito con el objetivo de
infligir una derrota contundente a la derecha, desmoralizarla, para afirmar
así la autoconfianza de las amplias capas populares. Y, efectivamente, el
aplastante resultado generó entusiasmo y de manera inmediata diversas
organizaciones emprendieron la discusión de levantar candidaturas para la
Convención Constitucional.



Importantes franjas de organizaciones decidieron levantar sus candidaturas
de manera independiente, es decir, por fuera de los partidos políticos que
han administrado los últimos 30 años, así como de aquellos que firmaron el
Acuerdo y las leyes represivas que le prosiguieron. Una amplia deliberación,
invisible desde las alturas, volvió a tomar los espacios organizados, pulso
vivo limitado por el contexto de pandemia, pero no por eso menos latente. El
proceso constituyente abierto por octubre seguía su curso y se preparaba
para reclamar la titularidad que le había sido arrebatada por la mezquina
traducción institucional.



Si bien las personas que no militan en partidos legalmente constituidos
pueden ordinariamente ser candidatos ocupando un cupo en listas de partidos,
para esta elección, de manera extraordinaria, se permitió a los
independientes formar sus propias listas electorales, cuestión que no está
contemplada para ningún otro tipo de elección, incluyendo las
parlamentarias.



Pronósticos previos



Ninguna de las encuestadoras del establishment se atrevió a publicar
pronósticos de los resultados de la elección de constituyentes. Diversos
personeros de los partidos del orden se dedicaban a sostener en los medios
de comunicación hegemónicos que la Convención Constitucional quedaría
integrada de manera similar al actual Parlamento, es decir, sin sorpresas
significativas.



Más o menos, todo el mundo, incluyendo las organizaciones populares,
coincidía en que la unidad de todos los partidos de derecha en una única
lista a nivel nacional versus la dispersión de la heterogénea oposición se
traduciría en una holgada sobrerrepresentación de ese sector en el órgano
constituyente, en el que solo necesitaba un tercio de representantes para
bloquear cualquier transformación estructural al modelo.



El único pronóstico cercano a lo que finalmente se verificó fue el de Axel
Callís, analista político y director de la encuesta DataInfluye, quien se
limitó a afirmar que en esta elección podría verificarse “un reseteo de todo
lo conocido”.



Terminó aconteciendo que la derecha no logró un tercio, que la ex
Concertación se desfondó y que la revuelta ingresó en masa a la Convención.
La sensación generalizada fue de sorpresa. Para los partidos del orden, una
sorpresa que sucedió a pesar de ellos; para el pueblo, una sorpresa que
sucedió gracias él, una sorpresa que deliberadamente deseó, y ese deseo
orientó los esfuerzos y los pasos dados, produciendo el resultado.
¡Simplemente funcionó! Cuando un pueblo ha experimentado su fuerza, como en
octubre, no hay acuerdo cupular que pueda detener su voluntad
transformadora.



La composición de la Convención Constitucional



Las presiones sociales hacia la democratización del proceso constituyente
habilitaron la adopción institucional de mecanismos de participación que
desplazaron la centralidad de las clásicas intermediaciones del sistema
político, partiendo por los partidos.



Hemos visto muchas veces que las irrupciones sociales se incorporan a la
institucionalidad mediadas por ciertas formas y actorías que transforman
tanto sus dinámicas como sus contenidos. El hecho particular de que en estas
elecciones pudiesen participar los independientes a través de listas propias
se tradujo en que la revuelta social pasará de manera directa y apenas
mediada a la Convención Constitucional.

Con el feminismo del movimiento social entra a la Convención el programa
político contra la precarización de la vida



La Convención Constitucional está compuesta por 155 miembros, 17 de los
cuales son escaños reservados para pueblos originarios, y además es
paritaria. La derecha obtuvo 38 escaños, de los cuales 16 entraron como
independientes en cupos de partidos de derecha. La ex Concertación (alianza
entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana) obtuvo 25 escaños, de
los cuales 11 entraron como independientes en cupos de esos partidos. La DC
solo obtuvo un escaño. La alianza del Partido Comunista y el Frente Amplio
obtuvo 28 escaños, de los cuales 13 entraron como independientes en cupos de
esos partidos.



Los independientes electos en listas independientes sin tutela de partidos
suman 48. Once de ellos son de la lista Independientes No Neutrales,
alineados con la ex Concertación y financiados por el gran empresariado.



De los 155 constituyentes, solo 52 militan en partidos, todos los demás son
independientes de todos los sectores. De los 17 escaños reservados para
pueblos originarios, la mayoría, 9 de ellos, son de izquierda, 5 de centro
izquierda y 3 de derecha.



Dejando de lado los puntos de entrada a la Convención Constitucional, los
constituyentes de izquierda electos en listas de partidos, en cupos
independientes, en listas independientes y en escaños reservados suman un
abanico diverso de 78. Los electos identificados como de centro suman 36.
Los electos de derecha suman 41.



Con excepción de la lista de la derecha y la de la ex Concertación, en todas
las demás listas y en los escaños reservados fueron electas muchas más
mujeres que hombres. La paridad –inédita en el mundo para este tipo de
procesos– tuvo que ser aplicada para corregir la subrepresentación
masculina. Mientras once hombres entraron a la Convención en virtud de la
corrección de paridad, solo cinco mujeres lo hicieron.



Este resultado refrenda que el feminismo ha logrado ser no solo un contenido
político ineludible en este periodo, sino que en el campo popular es
reconocido como legítimo portador de las aspiraciones generales de
transformación de los pueblos. Con el feminismo del movimiento social entra
a la Convención el programa político contra la precarización de la vida.



En las elecciones por venir es necesario luchar por una paridad cuyo
resultado no tenga techo, es decir, mantener la paridad de entrada y una
paridad de salida que garantice una representación de al menos el 50% de
mujeres, pero sin límite máximo, como fue en este caso.



Importante ausencia



Del mundo social organizado prima la representación de las organizaciones de
lucha socioambiental y feminista, también las organizaciones y asambleas
territoriales. Del mundo social no organizado priman figuras que estuvieron
en las calles desde el comienzo de la revuelta hasta ahora, resistiendo y
denunciando la represión.



La revuelta ha entrado en masa a la Convención, pero el sindicalismo ha
quedado fuera. La principal central sindical del país (CUT) levantó 22
candidaturas, ninguna entró. Misma suerte tuvieron las candidaturas del
gremio de docentes, de empleados fiscales, de la salud primaria y de algunos
sindicatos del sector privado, como la Unión Portuaria y Starbucks. NO+AFP,
espacio que condujo las masivas movilizaciones por el fin del actual sistema
privado de pensiones y cuya composición es principalmente sindical, presentó
19 candidaturas y solo una de ellas fue electa. Como contraste, dos
constituyentes (mujeres) representantes de organizaciones del trabajo no
asalariado (cuidadoras) –trabajos que aún no encuentran su espacio de
participación en el sindicalismo tradicional– sí resultaron electas.



Numerosos diagnósticos y balances críticos largamente masticados explican
esta desidentificación entre revuelta y sindicalismo. Sin duda se trata, en
parte, de la ruina del sindicalismo de la transición, subordinado a los
partidos de estos 30 años; se trata, también en parte, de la impotencia de
una forma sindical que no logra –en muchos casos no se lo ha propuesto–
incluir a ingentes capas de trabajadores y trabajadoras informales,
desempleadas, no remuneradas, migrantes, dispuestas a organizarse y luchar,
pero respecto de quienes la forma sindical se ha desarraigado de su
experiencia organizativa. Pero lecturas más, lecturas menos, el hecho es
que, a diferencia de otros debates trascendentes, el debate programático e
ideológico del trabajo asalariado en la Convención Constitucional no será
portado en primera persona por los representantes sindicales. Para el
movimiento social y, en particular, para el movimiento feminista queda
planteada la importante tarea política de hacerse de la legítima titularidad
de ese debate, más en cuanto el 29 de mayo el PS arrasó en las elecciones
del CUT sacando del podio al PC. Esto solo podrá hacerse con apuestas
organizativas audaces en este plano.



Temblor en el centro político, impotencia de la derecha



El próximo mes de noviembre tendrán lugar en Chile elecciones presidenciales
y parlamentarias. Tres días después de las elecciones –el miércoles 19 de
mayo– vencía el plazo para que los partidos políticos inscribieran pactos
para realizar primarias presidenciales. La jornada se convirtió en un
culebrón de la oposición.



Mientras el Partido Comunista y el Frente Amplio ya habían acordado realizar
primarias entre sus respectivas cartas a la presidencia, en la víspera y con
la venia de ambos sectores se sumó el Partido Socialista con su candidata.
Este hecho es de significativa trascendencia, toda vez que suponía que el PS
ponía fin a su histórica alianza con la Democracia Cristiana, dejándola a su
suerte tras el devastador resultado obtenido por esta en la Convención.



Sin embargo, en el momento mismo de reunirse todos los partidos en el
servicio electoral para proceder a la inscripción, el Partido Socialista
llegó de la mano con el Partido por la Democracia (partido instrumental
menor de la ex Concertación), anunciando que este había depuesto su carta
presidencial para colocarse detrás de la carta del PS, y exigiendo
consecuentemente la inclusión del PPD en el pacto para que pudiera prosperar
la primaria conjunta. Se sumaba a esta exigencia la de acordar además listas
conjuntas para las elecciones parlamentarias. Tras tensas horas de ires,
venires, dimes, diretes y exposiciones públicas de las diferencias dentro de
los partidos que conforman el Frente Amplio, tanto este bloque como el PC
cerraron la puerta al PS por querer colar a su hermano pequeño por la
ventana.



Finalmente, la derecha inscribió su propia primaria, el PC y el FA hicieron
lo propio y la ex Concertación no logró inscribir como bloque primarias
legales para las elecciones a la presidencia. Ello no quiere decir que este
sector no pueda tener candidatura propia, pero sí que tendrá que encontrar
la forma de consensuar, en medio de sentimientos de traición y de la debacle
electoral que los atraviesa, una apuesta presidencial única, o bien no
consensuar nada en lo absoluto y competir cada cual por separado.



Como sea, un desplazamiento inédito de las coordenadas políticas ha tenido
lugar. Vemos una derecha de contornos definidos pero estancada en el 20%
electoral y con poco margen de crecer fuera de ese margen; vemos un nuevo
pacto de partidos de izquierda que viene a ocupar el lugar del
fantasmagórico centro y, de manera incontestable, todo el país sabe que
existe algo que ha irrumpido en el poder constituyente que está más a la
izquierda de estas expresiones.



Trascendencia del momento electoral



El 20 de mayo, en editorial de radio Bio Bio –principal transmisora del
país–, su dueño Tomás Mosciatti, conocido por sus posiciones conservadoras,
afirmaba que:



La victoria en las elecciones no fue de la centro izquierda, fue de la
izquierda, esa sin apellidos. Desde ahora, nunca la izquierda había tenido
tanto poder. Esta victoria es superior a la de Salvador Allende pues en esa
época la Unidad Popular no pretendía modificar la Constitución, sino que
aceptó un reforzamiento de ella, llamado Estatuto de garantías democráticas,
para poder acceder al poder. Lo que ha ocurrido ahora es que la izquierda
logró tener el mandato popular, o sea, un mandato legítimo, para redactar la
Constitución sin ninguna limitación, porque la única que tenía, esa de los
dos tercios que obligaba a negociar no existe, se vació por completo.



La afirmación es debatible, pero la trascendencia de lo que está en juego es
bastante real. Para pensar la magnitud transformadora que abre el momento
constituyente actual es necesario ligarla tanto a la concreción de varios
desafíos políticos y organizativos que tiene por delante el movimiento
popular como a la suerte de los posibles resultados de las elecciones
presidenciales y parlamentarias.

El pueblo ha obtenido una victoria. La ha obtenido por abajo y por la
izquierda, heterogéneo como la revuelta misma



Desde distintas bancadas se han presentado al Congreso tres proyectos de ley
que buscan habilitar la participación de independientes en listas propias
para las parlamentarias, tal como fue para las elecciones de constituyentes.
Sería contraintuitivo que el poder legislativo apruebe una reforma tal, pero
no es una posibilidad a descartar. De concretarse esto, lo más probable es
que el Congreso que acompañe el trabajo de la Convención Constitucional
tenga una composición similar a esta última. De no concretarse, durante un
periodo el país podría entrar en una inestable y tensa dualidad entre poder
constituido y poder constituyente.



Lo propio acontece en materia presidencial de lograr imponerse alguna de las
antiguas coaliciones en el poder ejecutivo. Sin embargo, de imponerse el
bloque PC-FA en el actual momento constituyente, el escenario podría dar un
giro inédito por la izquierda. Esta afirmación prescinde de la mayor o menor
radicalidad del bloque en cuestión, sino que parte, al igual que durante la
Unidad Popular, de la expectativa popular que se pone en juego y de la
iniciativa autoorganizada que estas expectativas desatan.



Está por verse qué pasará en este plano en los próximos meses. Algunos
escenarios –como es el caso del presidencial– no solo son posibles, sino
probables.



Tareas por venir



El pueblo ha obtenido una victoria. La ha obtenido por abajo y por la
izquierda, heterogéneo como la revuelta misma. Los sectores organizados la
han obtenido y los poco organizados también. Ningún acuerdo por las alturas
pudo detener la voluntad de un pueblo que se levantó decidido a derrocar
tanta injusticia. Es el pueblo el que ya empezó a hacer y concretará ahora
lo que no hicieron en 30 años los gobiernos posdicatoriales: poner fin a la
herencia de Pinochet y abrir con ello una nueva forma de organizar la vida
en Chile. A diferencia de los procesos constituyentes verificados en América
Latina durante el llamado ciclo progresista, aquí lo ha hecho a pesar de y
bajo el mandato de un gobierno que le declaró la guerra y a pesar de una
pandemia.



El pueblo tiene su propia historia, no parte de cero, pero tampoco se
propone una nostálgica vuelta a un pasado violentamente interrumpido. La
presencia central del feminismo, de las luchas socioambientales y de la
plurinacionalidad miran hacia adelante, con memoria de futuro que pone en
juego ejercicios de imaginación política emancipadora.



Si bien durante estas décadas, en todo el mundo, los pueblos se han
levantado para impedir el avance de las reformas neoliberales, el caso
chileno tiene la particularidad de que su clave antineoliberal no consiste
en frenar este avance, sino en desmontar un neoliberalismo que se instaló
radicalmente hasta el final. No hay nada existente por proteger ni por dejar
intacto. En este sentido es una experiencia novedosa.



En el plano interno, algunas izquierdas miran con cierto recelo la
diversidad de la representación popular en el órgano constituyente. Hay
ciertas izquierdas que le temen a lo que declaran desear o que simplemente
sucumben ante la propia impotencia que las hizo llegar mal y tarde a una
decisión popular de disputa que ya estaba en curso y en la que han quedado
como furgón de cola. Nada más peligroso para esas izquierdas que esa pulsión
conservadora que lleva a desconfiar de la potencia de un pueblo que ha
decidido, con razón, confiar en sus propias fuerzas, dejando el campo
abierto para un encuentro amplio con las ideas anticapitalistas.



Más acá y en lo inmediato, las representaciones populares de la Convención
ya han emprendido la tarea de conformar la bancada de los pueblos, exigiendo
en primer lugar condiciones políticas mínimas para que pueda tener lugar el
proceso constituyente, a saber, la libertad sin condiciones de todos los y
las presas políticas de la revuelta, la desmilitarización del Wallmapu
–territorio ancestral mapuche– y la creación de una comisión de verdad y
justicia que contenga una política de reparación integral a las víctimas de
violaciones a los derechos humanos, así como la determinación de las
responsabilidades políticas y judiciales de los responsables de estos
crímenes.



* Karina Nohales es activista anticapitalista y feminista.

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