Covid-19/ ¿Hubo una fuga del laboratorio de Wuhan? Por qué una investigación no revelará la verdad. [Jonathan Cook]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jun 12 01:19:28 UYT 2021



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Correspondencia de Prensa

12 de junio 2021

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Covid-19



¿Hubo una fuga del laboratorio de Wuhan? Por qué una investigación no
revelará la verdad



Jonathan Cook *

Coumterpunch, 2-6-2021

https://www.counterpunch.org/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info



¿Por qué hemos de creernos que los estamentos político, mediático y
científico tienen ahora interés en contarnos la verdad, o en asegurarnos el
bienestar, después de haberse demostrado que han mentido repetidamente o
guardado silencio en relación con asuntos todavía más graves y durante
periodos mucho más largos, como por ejemplo con las diversas catástrofes
ecológicas que han estado acechando desde la década de 1950?



Hace un año, la idea de que la Covid-19 se produjo a raíz de una fuga del
Instituto de Virología de Wuhan –que se halla cerca del mercado de mariscos
de esa ciudad, donde suele situarse el origen del virus– se consideraba
descabellada, propia de los Donald Trump, QAnon y demás halcones de la
derecha que pretendían escalar peligrosamente las tensiones con China.



Ahora, después de lo que ha sido efectivamente un año de apagón de la teoría
de la fuga del virus en los grandes medios de comunicación y por parte del
estamento científico, el presidente Joe Biden ha anunciado una investigación
con vistas a evaluar su credibilidad. A raíz de ello, lo que hasta hace unas
pocas semanas se tachaba de desquiciada conspiración de derechas, de pronto
se airea a los cuatro vientos y se sopesa seriamente en círculos
progresistas. Todos los medios publican reportajes destacados, en los que se
preguntan si una pandemia que ha matado a tanta gente y destruido la vida de
tantas personas puede atribuirse a la soberbia humana y la manipulación
biológica en vez de a una causa natural.



Durante muchos años, científicos que trabajan en laboratorios como el de
Wuhan han llevado a cabo experimentos de tipo Frankenstein con virus. Han
modificado agentes infecciosos presentes en la naturaleza –que a menudo se
hallan en animales como los murciélagos– para tratar de prever qué podría
ocurrir en caso de que los virus, y especialmente los coronavirus, mutaran a
la peor variante hipotética imaginable. La finalidad declarada de esta
práctica es asegurar que la humanidad parta con ventaja frente a cualquier
nueva pandemia, preparando estrategias y vacunas por adelantado para hacerle
frente. Es sabido que en el pasado ha habido muchas fugas de virus de
laboratorios como el de Wuhan. Y ahora han aparecido informaciones,
desmentidas por China, de que varios miembros del personal del laboratorio
de Wuhan enfermaron a finales de 2019, poco antes de que la covid-19
comenzara a expandirse a escala mundial. ¿Escapó del laboratorio un
coronavirus novedoso, manipulado por humanos, y se propagó por el mundo?



La verdad no interesa



Aquí entramos en arenas movedizas. Porque nadie que está en condiciones de
responder a esta pregunta parece tener interés alguno en hallar la verdad, o
al menos en que el resto del mundo sepa la verdad. Ni China, ni la clase
política estadounidense, ni la Organización Mundial de la Salud, ni tampoco
los grandes medios de comunicación. Lo único que podemos afirmar con certeza
es esto: nuestro conocimiento de los orígenes de la covid-19 ha sido
manipulado narrativamente a lo largo de los últimos 15 meses y sigue siendo
manipulado narrativamente en la actualidad. Nos cuentan únicamente lo que
conviene a poderosos intereses políticos, científicos y comerciales.



Hoy sabemos que hace un año nos engañaron para hacernos creer que lo de la
fuga del laboratorio era un despropósito fantasioso o una prueba de
sinofobia, cuando a todas luces no era ni lo uno, ni lo otro. Y ahora
deberíamos comprender que, aunque la nueva versión suponga un giro de 180
grados, siguen engañándonos. No podemos confiar en nada de los que nos hayan
contado o nos cuenten ahora el gobierno de EE UU o los grandes medios de
comunicación sobre el origen del virus. Nadie en el poder desea realmente
llegar al fondo de esta cuestión.



De hecho, más bien sucede lo contrario. Si llegamos a comprender realmente
sus implicaciones, esta historia podría acarrear la posibilidad no solo de
desacreditar profundamente a las elites políticas, mediáticas y científicas
occidentales, sino de cuestionar incluso toda la base ideológica sobre la
que descansa su poder. De ahí que lo que vemos ahora no es un intento de
buscar la verdad del año transcurrido, sino un esfuerzo desesperado de esas
mismas elites por seguir controlando nuestra comprensión de la misma. Las
opiniones públicas occidentales están siendo objeto de una continua guerra
psicológica a manos de sus propios gobernantes.



Experimentos con virus



El año pasado, la versión más segura por los estamentos político y
científico occidentales era la idea de que un animal salvaje, como un
murciélago, introdujo el virus de la covid-19 entre la población humana. En
otras palabras, nadie tenía la culpa. La alternativa era responsabilizar a
China de una fuga del laboratorio, como intentó hacer Trump, pero había una
buena razón para que la mayoría de la clase política estadounidense no
quisiera avanzar por esta vía. Una razón que tenía poco que ver con la
preocupación por no caer en teorías conspiranoicas o por evitar la
provocación de tensiones innecesarias con una China provista de armamento
nuclear.



Nicholas Wade, experiodista científico del New York Times, expuso en mayo,
después de investigar a fondo, por qué la idea de una fuga del laboratorio
era científicamente sólida, citando a algunos de los virólogos más
destacados del mundo. Pero Wade también sacó a relucir un problema mucho más
grave para las elites estadounidenses: poco antes de producirse el brote de
la covid-19, el laboratorio de Wuhan estaba cooperando por lo visto con
científicos de EE UU y funcionarios de la OMS en la experimentación con
virus, en lo que en lenguaje científico se denomina una investigación de
ampliación de funciones (gain-of-function).



Los experimentos de ampliación de funciones habían quedado suspendidos
durante el segundo mandato de Barack Obama, precisamente debido a la
preocupación por el peligro de que una mutación de un virus producida por la
intervención humana escape del laboratorio y cause una pandemia. Sin
embargo, bajo la presidencia de Trump, EE UU reanudó el programa y, según se
informa, financió los trabajos del laboratorio de Wuhan a través de una
organización médica estadounidense llamada EcoHealth Alliance.



El funcionario estadounidense a quien se atribuye el impulso más decidido
por reemprender esta actividad es el doctor Anthony Fauci: sí, el asesor
médico jefe del presidente de EE UU y el alto cargo ampliamente conocido por
frenar la respuesta temeraria de Trump a la pandemia. Si la teoría de la
fuga del laboratorio es correcta, la persona que supuestamente salvó a EE UU
de los peores efectos de la pandemia podría haber sido en realidad uno de
sus principales instigadores. Y para más inri, también han estado implicados
en el asunto altos cargos de la OMS, al estar estrechamente relacionados con
la investigación de ampliación de funciones a través de grupos como
EcoHealth Alliance.



Colusión en el engaño



Esta fue al parecer la verdadera razón por la que la teoría de la fuga del
laboratorio fue descartada de modo tan terminante, el año pasado, por las
elites políticas, médicas y mediáticas occidentales, sin que se hiciera
esfuerzo alguno por evaluar seriamente esta posibilidad o iniciar una
investigación. No obedeció a ningún sentido de fidelidad a la verdad o a la
preocupación por evitar toda incitación racista contra los chinos, sino al
puro interés egoísta.



Si alguien lo duda, piense que la OMS nombró a Peter Daszak, presidente de
EcoHealth Alliance, el mismo grupo que supuestamente financió la
investigación de ampliación de funciones en Wuhan en nombre de EE UU, para
que investigara la teoría de la fuga del laboratorio y fuera de hecho el
portavoz de la OMS en esta cuestión. Decir que Daszak tenía un conflicto de
intereses sería minimizar totalmente el problema. Este señor, por supuesto,
ha descartado claramente cualquier posibilidad de una fuga y –cosa que tal
vez no sorprenda– sigue dirigiendo la atención de los medios al mercado de
mariscos de Wuhan.



Este artículo publicado por la BBC el fin de semana ilustra hasta qué punto
los principales medios no solo muestran negligencia a la hora de informar de
este asunto de manera mínimamente seria, sino que también siguen engañando
activamente a su público y ocultando estos indignantes conflictos de
intereses debajo de la alfombra. La BBC sopesa abiertamente las dos posibles
narrativas sobre el origen de la covid-19, pero no menciona ninguno de los
explosivos hallazgos de Wade, incluido el posible papel de EE UU en la
financiación de la investigación de ampliación de funciones en Wuhan. Cita
tanto a Fauci como a Daszak como comentaristas fiables e imparciales y no
como personajes que tienen mucho que perder en caso de una investigación a
fondo sobre lo que ocurrió en el laboratorio de Wuhan.



Dado este contexto, los hechos de los últimos 15 meses se parecen mucho más
a un encubrimiento preventivo: al deseo de impedir que emerja la verdad
porque, si ocurrió una fuga del laboratorio, quedaría en entredicho la
credibilidad de las estructuras de autoridad sobre las que descansa el poder
de las elites occidentales.



Apagón informativo



Entonces, ¿por qué, después del apagón tan afanosamente impuesto durante el
año transcurrido, de pronto el presidente Biden, los medios de comunicación
dominantes y el estamento científico hablan ahora públicamente de la
posibilidad de una fuga del laboratorio chino? La respuesta parece clara:
porque el artículo de Nicholas Wade, en particular, abrió de par en par las
puertas de la hipótesis de la fuga del laboratorio que se habían mantenido
cerradas herméticamente. Científicos que anteriormente temieron verse
asociados con Trump o alguna teoría de la conspiración, dicen ahora lo que
piensan. Se ha destapado el pastel.



O bien, tal como informó el Financial Times sobre la nueva narrativa
oficial, “el factor impulsor ha sido un cambio de actitud de algunos
científicos que no quisieron ayudar a Trump antes de las elecciones o
irritar a otros científicos influyentes que habían desechado la teoría”.
Recientemente, la revista Science ha doblado la apuesta al publicar una
carta de 18 destacados científicos, en la que declaran que las teorías de la
fuga del laboratorio y del origen animal del virus eran igualmente “viables”
y que la investigación anterior de la OMS no había dado un “trato
equitativo” a ambas, una manera galante de decir que la investigación de la
OMS había sido un parche.



De modo que ahora el gobierno de Biden nos aplica el plan B: limitación de
daños. El presidente de EE UU, la clase médica y los grandes medios plantean
la posibilidad de una fuga del laboratorio de Wuhan, pero no mencionan todas
las pruebas reveladas por Wade y otros, que implicarían a Fauci y a la elite
política estadounidense en dicha fuga, si ocurrió realmente. (Mientras,
Fauci y sus acólitos se dedican a enturbiar las aguas tratando de redefinir
el concepto de ampliación de funciones.)



El creciente ruido en las redes sociales, en gran parte provocado por la
investigación de Wade, es una de las principales razones por las que Biden y
los medios se ven obligados a abordar la teoría de la fuga del laboratorio,
que anteriormente habían descartado. Sin embargo, casi la totalidad de los
medios pasan de puntillas sobre las revelaciones de Wade relativas a la
implicación de EE UU y la OMS en la investigación de ampliación de funciones
y a su posible complicidad en una fuga del laboratorio y su posterior
encubrimiento.



Táctica evasiva



La supuesta investigación encargada por Biden obedece cínicamente a una
táctica evasiva. Hace que el gobierno estadounidense parezca decidido a
conocer la verdad cuando no se trata para nada de eso. Alivia la presión
sobre los grandes medios que de lo contrario se sentirían obligados a buscar
la verdad por su propia cuenta. El hecho de centrar la investigación
estrictamente en la teoría de la fuga deja fuera del campo visual la
cuestión más amplia de la posible complicidad de EE UU y de la OMS en esa
fuga y eclipsa los esfuerzos de círculos críticos ajenos por esclarecer
precisamente esta cuestión. Y el retraso inevitable que implica la
realización de la investigación aprovecha la fatiga ante las noticias
relativas a la covid-19 cuando las sociedades occidentales comienzan a
asomar la cabeza de detrás de las sombras pandémicas.



El gobierno de Biden esperará que el interés del público por esta cuestión
se desvanezca rápidamente, de manera que los medios de comunicación puedan
dejarla fuera de sus radares. En cualquier caso, lo más probable es que los
hallazgos de la investigación no sean concluyentes, para evitar una guerra
de narrativas contrapuestas con China. Pero incluso si la investigación
obliga a señalar con el dedo a los chinos, el gobierno de Biden sabe que los
grandes medios occidentales informarán lealmente sobre sus acusaciones
contra China como un hecho, del mismo modo que ocultaron lealmente toda
información sobre una posible fuga del laboratorio hasta que se vieron
forzados a sacarla a la luz en los últimos días.



La ilusión de que nos cuentan la verdad



El asunto de Wuhan nos brinda la oportunidad de comprender más profundamente
cómo las elites arrojan su poder narrativo sobre el público, para controlar
lo que pensamos o siquiera somos capaces de pensar. Pueden torcer cualquier
narrativa en ventaja suya. En los cálculos de las elites occidentales, la
verdad es en gran parte irrelevante. Lo que importa sobre todo es alimentar
la ilusión de que nos cuentan la verdad. Es vital que sigamos creyendo que
nuestros líderes gobiernan velando por nuestros intereses; que el sistema
occidental –a pesar de todos sus defectos– es el mejor posible para
organizar nuestra vida política y económica; y que avanzamos sin parar por
el camino del progreso, aunque a veces resulte pedregoso.



La tarea de mantener la ilusión de la verdad incumbe al poder mediático. Su
función consistirá ahora en exponernos a un debate tal vez prolongado, pero
sin duda vivo –si bien cuidadosamente circunscrito y al final no
concluyente– sobre si el virus de la covid-19 apareció de forma natural o
escapó del laboratorio de Wuhan. Se trata de gestionar sin sobresaltos la
transición de la certeza incuestionable del año pasado –que la pandemia
tenía su origen en un animal– a un cuadro más difuso y confuso que incluye
la posibilidad de una intervención humana –eso sí, muy china– en el
surgimiento del virus. Hay que procurar que no notemos ninguna disonancia
cognitiva cuando una teoría que hace tan solo unas semanas los expertos
aseguraban que era imposible pasa de pronto a ser muy posible, por mucho que
en el entretiempo no haya cambiado nada sustancialmente.



Lo esencial para los estamentos político, mediático y científico es que no
nos planteemos cuestiones más profundas:



* ¿Cómo es posible que medios supuestamente escépticos, combativos e
indómitos volvieran a hablar en su mayoría con una única voz acrítica sobre
un asunto de vital importancia, en este caso, durante más de un año, sobre
el origen de la covid-19?



* ¿Por qué este consenso mediático no lo quebró algún medio poderoso y bien
dotado de recursos, sino un antiguo redactor científico en solitario, que
trabaja como independiente y publica en una revista científica poco
conocida?



* ¿Por qué los numerosos científicos de postín que ahora están dispuestos a
poner en tela de juicio la narrativa impuesta del origen animal del virus de
la covid-19 han guardado silencio durante tanto tiempo sobre la hipótesis
por lo visto igualmente creíble de una fuga del laboratorio?



* Y sobre todo, ¿por qué hemos de creernos que los estamentos político,
mediático y científico tienen ahora interés en contarnos la verdad, o en
asegurarnos el bienestar, después de haberse demostrado que han mentido
repetidamente o guardado silencio en relación con asuntos todavía más graves
y durante periodos mucho más largos, como por ejemplo con las diversas
catástrofes ecológicas que han estado acechando desde la década de 1950?



Intereses de clase



Estas preguntas, y con mayor razón las respuestas, las evitará cualquiera
que necesite creer que nuestros gobernantes son gente competente y honesta y
que buscan el bien público por encima de sus propios intereses personales,
estrechos y egoístas, o de los de su clase o categoría profesional. El
personal científico se somete servilmente al estamento científico, pues ese
mismo estamento controla un sistema en el que los científicos individuales
obtienen financiación para la investigación y oportunidades de empleo y de
promoción. Y los científicos no se sienten muy motivados para poner en tela
de juicio los fallos de su comunidad profesional o alimentar el escepticismo
del público ante la ciencia y la profesión científica.



Asimismo, los y las periodistas trabajan para un puñado de empresas
mediáticas que son propiedad de multimillonarios y que desean mantener la fe
del público en la benevolencia de las estructuras de poder que premian a los
multimillonarios por su supuesto ingenio y su capacidad para mejorar la vida
del resto de la humanidad. Los grandes medios no tienen interés alguno en
animar al público a preguntarse si son capaces de operar realmente como
entidades neutrales que transmiten información a la gente común o si más
bien mantienen el statu quo que beneficia a una diminuta elite de gente
rica. Y los políticos tienen todos los motivos del mundo para seguir
convenciéndonos de que representan nuestros intereses y no los de los
donantes multimillonarios cuyas empresas y medios de comunicación pueden
destruir fácilmente sus carreras.



En esto nos las tenemos que ver con una serie de categorías profesionales
que hacen todo lo que está en su mano para preservar sus propios intereses y
los del sistema que les sostiene. Y esto requiere muchos esfuerzos por su
parte para asegurar que no comprendamos que la política no se guía
principalmente por la codicia y el ansia de prestigio social, sino por el
bien común o por el afán de sinceridad y transparencia. De ahí que no
extraeremos ninguna lección significativa de lo que realmente ocurrió en
Wuhan. El deseo de mantener la ilusión de que se nos dice la verdad
prevalecerá sobre el deber de exponerla. Y por esta razón estamos condenados
a cometer las mismas cagadas. Como sin duda demostrará la próxima pandemia.



* Jonathan Cook es escritor y periodista. Sus libros más recientes son
Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the
Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in
Human Despair (Zed Books). Su página web es http://www.jonathan-cook.net/

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