Estados Unidos/ Ocultismo, trumpismo y lucha por el socialismo. Educación en crisis y pandemia capitalista. [Peter McLaren]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 25 18:15:14 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

25 de junio 2021

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Estados Unidos



Educación en crisis y pandemia capitalista



Ocultismo, trumpismo y lucha por el socialismo



Peter McLaren *

Viento Sur, 25-6-2021

https://vientosur.info/



Mientras la pandemia hace estragos como Grendel en la sala de hidromiel de
Hrothgar, rey de los daneses, EE UU parece carecer de un héroe capaz de
matar al monstruo vírico que ha aterrorizado al país, apilando hasta la
fecha casi medio millón de cadáveres en el carro de la peste. Con la gente
blanca corriendo a los barrios latinos pobres para conseguir citas para la
vacuna covid-19 y el país en un caos político, EE UU se encuentra
actualmente engullido por teóricos de la conspiración, por los que cargan
sus pistolas y por los enloquecidos partidarios de Trump, vestidos con
trajes militares y empuñando sus AR-15, gritando venganza por unas
elecciones que creen que han sido robadas, aunque no hay pruebas de fraude
generalizado.



Mostrando su típica rabia incandescente al salir de la Casa Blanca en
desgracia, dejando el legado de su presidencia al juicio de los medios de
comunicación a los que ha demonizado como “el enemigo del Estado”, el rey
Donald se retira a su palacio de Florida para planear su venganza. El
presidente Biden intercede, mirando fijamente a la cámara de televisión con
ojos viscosos, estabilizando su frágil estructura de 77 años para asumir la
enormidad de la tarea de conseguir que se vacunen suficientes
estadounidenses para acabar con la pandemia y dar una apariencia de unidad
al país. Mientras Biden toma las riendas de su ansiada presidencia (y solo
podemos desear que no olvide sus muchos fracasos políticos como
vicepresidente bajo el mandato de Obama), un número abrumador de senadores
republicanos proclama su apoyo a Trump con un fervor casi religioso, y jura
no apoyar el impeachment. Con el recuerdo del ataque al Capitolio por parte
de los fanáticos de Trump (planeado y coordinado por operativos de la Casa
Blanca y miembros del ejército y la policía, y cuyos participantes eran
desproporcionadamente militares y exmilitares) todavía ardiendo en nuestros
cerebros cívicos, los estadounidenses y sus vecinos del Norte se tambalean
por las recientes encuestas que muestran que uno de cada cuatro
estadounidenses (y uno de cada cinco canadienses) cree que la democracia es
una mala forma de dirigir el país y preferiría que un hombre fuerte (es
decir, un fascista) tomara las decisiones sin la interferencia de las
elecciones.



Lo más aterrador de esta nueva realidad es que casi la mitad de los
millennials comparte esa opinión. Como revela Joel Westheimer, “la
democracia, al parecer, no es antediluviana”. La nueva Administración Biden
se enfrenta a un número creciente de partidarios de Trump radicalizados por
el culto conspirativo QAnon, una organización con cabeza de hidra y
numerosos tentáculos que tiene afinidad con las raíces ocultas del nazismo
que profetizaba a Hitler como el salvador divinamente ungido de Alemania.
Contar mentiras conspirativas llena el acuífero de la política
estadounidense actual y alimenta todas las corrientes subterráneas de la
gobernanza cívica.



Tras publicar seductoras fotos de campaña en las que aparecía blandiendo un
rifle de asalto AR-15, Marjorie Taylor Greene fue elegida para representar
al 14º Distrito del Congreso de Georgia en noviembre. Ha sido acusada de
amplificar las teorías conspirativas de QAnon, según las cuales los
atentados del 11 de septiembre fueron un trabajo interno y el tiroteo masivo
en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas nunca ocurrió, sino que
fue un montaje llevado a cabo por actores pagados. Greene grabó un vídeo en
el que pedía que se ejecutara a la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, y
difundió una teoría conspirativa llamada frazzledrip que acusa a la
exsecretaria Hillary Clinton de asesinar a niños.



Otros sectarios de QAnon creen que la élite global liderada por George Soros
está cosechando sangre de niños por el mundo, que Angela Merkel es la nieta
de Hitler, Justin Trudeau es el hijo de Fidel Castro, Vladimir Putin es la
reencarnación de Rasputín y Bill Gates está planeando usar tinta invisible
para tatuar el estado de vacunación en la piel de los niños. Un memorando
que publicó el FBI en mayo identificó a QAnon como una potencial amenaza de
terrorismo a nivel nacional, citando al menos dos incidentes que conectan a
QAnon con la planificación y ejecución de actos violentos. Hasta la fecha,
el Partido Republicano no ha denunciado oficialmente a Greene –de hecho, fue
seleccionada para formar parte de un importante comité de educación– y
muchos congresistas republicanos parecen apoyarla, insistiendo en que el
Partido Republicano está comprometido con apoyar la diversidad.



Biden, en el fondo un capitalista neoliberal, se enfrenta al enorme reto de
ayudar a la recuperación de la economía. La evolución de los ingresos entre
1975 y 2018 ha revelado una transferencia de riqueza de la clase trabajadora
a la clase propietaria estimada por la Rand Corporation en 47 billones de
dólares (Price y Edwards, 2020). Se han redistribuido casi 50 billones de
dólares de la clase trabajadora al 1% más rico de EE UU. Esta desigualdad
roba 2,5 billones de dólares a los trabajadores cada año (un crecimiento
equitativo contrafactual). Este robo ejemplifica el legado actual del
capitalismo neoliberal.



A pesar de cierta polarización intrapartidaria, las encuestas revelan que el
70% de los republicanos sigue apoyando firmemente a Trump, que en estos días
se parece más al hombre fuerte de La Strada de Fellini que a un Mussolini
con la mandíbula desencajada presidiendo el balcón de Piazza Venezia, pero
que se ha convertido en un líder genuinamente neofascista que ahora utiliza
el mantra de las elecciones robadas como medio para apoyar la violencia
política contra sus enemigos: los demócratas y cualquier republicano que se
le oponga. Trump es responsable de la mayor parte de las 400.000 muertes por
la covid-19, debido a su constante sabotaje de la respuesta de la comunidad
médica a la pandemia. Sin embargo, incluso aquellos republicanos que
critican el autoritarismo de Trump y su fallida respuesta a la pandemia
apoyan muchas de sus políticas de extrema derecha a nivel nacional y
continúan besando el látigo de Trump con sus halagadoras demostraciones de
obediencia servil al desatado Dios del Caos.



La actual crisis global del sistema capitalista desencadenada por la
pandemia debe verse en el contexto de la crisis internacional del
capitalismo manifestada en todos los países del globo, desnudando las
mentiras que sostienen los intereses sociales y políticos de la clase
dominante. Merece la pena repetir que la crisis del capitalismo no es un
rasgo idiosincrásico provocado por un excéntrico político neofascista que
lleva loción bronceadora, que se laca el pelo en un formidable casco y que
disfruta pontificando en los mítines masivos de sus frenéticos seguidores.
Más bien, la crisis del capitalismo ha sido un proceso históricamente
prolongado, ya que la pobreza masiva y la desigualdad social se han ido
expandiendo progresivamente en EE UU durante décadas, y hay que reconocer
que el capitalismo debe entenderse no en términos de su tendencia a las
crisis cíclicas o a las crisis sistémicas, sino en términos de una crisis
estructural mundial, una crisis que ya no puede resolverse dentro de las
propias relaciones sociales capitalistas.



El sistema político de EE UU está inextricablemente conectado con el
mantenimiento de su estatus como la mayor potencia económica y militar del
mundo. A medida que el imperio estadounidense comenzó a enfrentar su
inevitable erosión (después de treinta años de guerra ininterrumpida llevada
a cabo en Oriente Medio y Asia Central) como potencia hegemónica global
indiscutible en un mundo unipolar, actualmente con graves desafíos
procedentes de China, la contrarrevolución fascista estaba destinada a
seguir mientras los partidos políticos establecidos pudieran mantener al
socialismo en el punto de mira como un mal que debe ser resistido a toda
costa. Y esta tarea cayó justo en la jurisdicción de Trump, ya que sus
actuaciones de hombre fuerte demostraron no solo que encajaba perfectamente
dentro de su casa política, sino que se convirtieron en un lugar oportuno en
el que su ego maníaco podría obtener suficientes caricias como el ser humano
más poderoso del mundo en el escenario mundial. El talón de Aquiles de Trump
fue, por supuesto, su insensible respuesta a la pandemia mundial, ya que su
administración estaba obviamente más preocupada por proteger los mercados
que por salvar vidas (North, 2021).

Los republicanos están utilizando la controversia sobre la prioridad de la
vacunación para atacar a las escuelas públicas



Las fuerzas objetivas pospandémicas que apuntan a la necesidad del
socialismo hoy son fuertes, pero las fuerzas subjetivas en EE UU para el
socialismo son frágiles y se inclinan claramente hacia el fascismo. ¿Qué
significa esto para la educación estadounidense? Por supuesto, hay una
letanía de sugerencias de los críticos del establishment neoliberal para
mejorar la educación de los trabajadores: adquirir experiencia en
competencias digitales o de resolución de problemas, producir programas de
formación superior para ayudar a los trabajadores y a los directivos a
sobresalir en las tecnologías de automatización que permiten a las
industrias ser más eficientes, ayudar a las industrias a mantenerse al día
con las últimas tecnologías de ahorro de mano de obra y proporcionar a los
trabajadores incentivos para lograr la alfabetización computacional que
pueda ayudarles a reciclarse cuando los puestos de trabajo se pierdan por la
automatización. Para quienes se niegan a considerar una alternativa
socialista al capitalismo, estas sugerencias tienen sentido y las escuchamos
constantemente. Pero esto no nos va a salvar de la crisis global del
capitalismo y del futuro de la democracia.



Biden comienza su presidencia con los profesores amenazando con no volver a
la enseñanza presencial sin que existan suficientes salvaguardias para
proteger a docentes y alumnos de la covid-19. Al mismo tiempo, hay una
reacción contra el profesorado que insiste en tener prioridad para las
vacunas, y los debates que se están produciendo en torno a qué grupo debe
ser vacunado primero –ciudadanos de la tercera edad, trabajadores agrícolas,
trabajadores del transporte o trabajadores de la sanidad– suponen un reto
logístico y de justicia social para el país ante los limitados e iniciales
suministros de vacunas. Los republicanos están utilizando la controversia
sobre la prioridad de la vacunación para atacar a las escuelas públicas y
promover las escuelas privadas, religiosas y concertadas.



Muchas escuelas religiosas privadas suelen emplear requisitos de admisión y
contratación que no son aceptables en las escuelas públicas, como planes de
estudio anticientíficos y libros de texto que promueven la religión. Algunas
de estas escuelas rechazan a las y los estudiantes si han abortado o han
ayudado a alguien a hacerlo. Algunos colegios concertados se niegan a
admitir a estudiantes homosexuales o bisexuales. Algunas escuelas religiosas
exigen que los padres asistan a la iglesia de la escuela. El dinero de los
contribuyentes no debería apoyar a las escuelas que se adhieren a estas
prácticas discriminatorias. El propósito de las escuelas públicas es
garantizar que estudiantes de todas las religiones y orígenes tengan acceso
a una educación gratuita de calidad. Pero las escuelas públicas están siendo
socavadas por el movimiento de elección de escuela, detrayendo fondos a las
escuelas públicas que ya tienen problemas y utilizándolos para apoyar la
educación privada. Por ejemplo, Trump recortó el presupuesto de educación en
un 13,5%, pero amplió la financiación de las escuelas concertadas y privadas
en 9.200 millones de dólares, mientras que al mismo tiempo recortó los
fondos para la formación de profesores y los programas extraescolares en las
escuelas públicas.



La multimillonaria secretaria de Educación de Trump, Betsy DeVos, fue el
ejemplo perfecto de las anteojeras neoliberales que impidieron cualquier
incursión inteligible o seria en los debates sobre educación. Estaba
perfectamente contenta con trabajar dentro del modelo vertical, tecnocrático
y de consumo/empresa de la educación que ha envenenado la educación de
oficios liberales en todo el país, como se ha demostrado con la falta de un
salario digno para los instructores a tiempo parcial y los trabajadores
precarios de la educación, la disminución de las prestaciones médicas y la
deuda masiva estudiantil. DeVos estaba especialmente preocupada por el
socialismo, argumentando que las escuelas públicas estaban subvirtiendo los
valores familiares al no reforzar las creencias religiosas de los cristianos
conservadores. El apoyo de DeVos a los valores cristianos conservadores y a
la privatización del sistema educativo no es una sorpresa, dado que fue
criada en la tradición de la Iglesia Cristiana Reformada, una denominación
calvinista holandesa, conservadora, poco conocida (Rizga, 2017). Betsy DeVos
quería que los contribuyentes pagaran para que cualquier estudiante
asistiera a las escuelas concertadas, a pesar de que están gobernadas por
consejos designados y frecuentemente dirigidas por empresas privadas. Esto
suele dejar a las escuelas públicas con un número desproporcionado de
estudiantes en riesgo y con menos fondos. Trump propuso dedicar 20.000
millones de dólares para ayudar a los estudiantes a pasar de las que
consideraba escuelas públicas fallidas a las privadas.



Este desafío es imposible sin una alfabetización mediática crítica que pueda
cuestionar las grandes mentiras.



Durante el mes de agosto de 2019, el New York Times publicó el Proyecto 1619
que preocupó mucho a la Administración Trump y a los conservadores de todo
el país. El Proyecto 1619 pretende replantear la narrativa nacional de EE
UU. El proyecto se publicó por primera vez en agosto de 2019 con motivo del
400 aniversario de la llegada de los primeros africanos esclavizados a la
colonia de Virginia. El proyecto incluyó posteriormente un artículo de gran
formato, eventos en vivo y un podcast. El Proyecto 1619 explora la historia
americana a través de un encuadre afroamericano que sitúa en el centro de la
fundación de EE UU los horrores del racismo y la esclavitud. Aquí, el ideal
estadounidense de que todos somos creados iguales se ve forzosamente
cuestionado por la realidad de que el país se ha fundado, en muchos
sentidos, sobre los brutales legados de la violencia racializada. Trump
respondió creando una comisión por orden ejecutiva –la Comisión 1776– para
promover la educación patriótica y para atacar con saña el supuesto relato
calumnioso y antipatriótico de la izquierda sobre la historia de EE UU. El
informe seudohistórico de Trump, inexacto, engañoso y que tergiversa los
hechos, fue repudiado por Biden tras asumir el cargo en 2021.



El desafío para los educadores revolucionarios críticos



Los educadores críticos pueden asumir la lucha por crear un currículo
liberador haciendo hincapié en un sector educativo nacionalizado y no
neoliberal y en la creación de una educación gratuita basada en principios
cooperativos (Maisuria y Helmes, 2020). Dicho plan de estudios debe estar
orientado a la construcción del socialismo, distinguiéndose claramente de la
reforma educativa progresista que se centra en la reforma de la escuela
capitalista –trasladando los recursos del capital al trabajo–, pero dejando
las relaciones sociales de producción en gran medida sin cuestionar. El reto
más apremiante en la creación de un nuevo universo social pospandémico
implica la lucha contra el cambio climático que suponen las emisiones de
carbono y la extracción de recursos naturales facilitada por la tecnología;
esto debe ser concomitante con los esfuerzos por eliminar la amenaza de las
armas nucleares (Mecklin, 2020). Estas dos amenazas existenciales tienen que
ser enfrentadas con furor educativo.



Este desafío es imposible sin una alfabetización mediática crítica que pueda
cuestionar las grandes mentiras y el virus de la posverdad que infectan el
universo mediático. Estamos hablando aquí de la ecosfera de la información y
de la actual infodemia que está promulgando las teorías de la conspiración y
que están prolongando e intensificando el daño causado por la pandemia y el
cambio climático al sugerir que no son reales, que fueron creados por el
Estado profundo con el único propósito de proporcionar cobertura para una
mayor consolidación e intensificación del Estado de vigilancia. Por
supuesto, el Estado de vigilancia es un problema real y persistente, y ahora
se está viendo reforzado por enfoques basados en datos, como los análisis
predictivos extraídos de las operaciones militares –como la policía
predictiva basada en las personas– que se basan en los grandes datos para
prevenir la delincuencia y la insurgencia. Y aunque el Estado de vigilancia
es un obstáculo real para los derechos civiles, no puede utilizarse en sí
mismo como tapadera para demonizar todas las posturas adoptadas por los
liberales y progresistas, como los imperativos del uso de máscaras y el
distanciamiento físico para evitar el contagio de covid-19. Millones de
personas en todo el mundo se están conectando a través de dispositivos
móviles con una potencia de procesamiento, una capacidad de almacenamiento y
un acceso al conocimiento sin precedentes, todo ello agravado por los nuevos
descubrimientos en los campos de la inteligencia artificial, la robótica, el
Internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión en 3D, la
nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de los materiales, el
almacenamiento de energía y la computación cuántica, que nos están
convirtiendo en ciudadanos consumidores, y controlando nuestras decisiones e
impactando en nuestra conciencia colectiva y moral. Nos encontramos ante una
cuarta revolución industrial, caracterizada por una fusión de tecnologías
que está desdibujando los límites entre las esferas física, digital y
biológica.



Lo más importante es que las iniciativas educativas en nuestras escuelas se
centren en evitar que estos nuevos avances tecnológicos de la cuarta
revolución industrial sigan racionalizando, legitimando y consolidando la
lógica del capital y sus mecanismos de producción y distribución (es decir,
la financiarización) que solo servirán para promover los intereses del 1% de
la población mundial. Estas tecnologías deben ponerse al servicio de la
creación de un universo social que no se base en la producción de valor y la
riqueza monetizada, sino en la reimaginación y reorganización de nuestras
infraestructuras económicas y sociales. La sociedad, la cultura y las
relaciones sociales de producción deben ser vistas como inextricablemente
interconectadas, como enredadas, por usar un término popular de la física
cuántica. En consecuencia, el racismo y la desigualdad sistémicos deben
entenderse como vinculados a las relaciones sociales de producción, al
sistema legal y al sistema de justicia penal; no son simplemente
sintomáticos de puntos de vista o comportamientos personales subjetivos. El
racismo, la homofobia, la misoginia, la misantropía y la misología deben ser
examinados por su interrelación, incluyendo los mitos generados
históricamente que han servido para legitimarlos.



Solo impulsando una acción política masiva de la clase trabajadora podremos
avanzar y construir un verdadero socialismo. La mayoría de los
estadounidenses de hoy dudan en abrazar el socialismo porque lo asocian con
regímenes totalitarios comunistas como China o la antigua Unión Soviética.
Un examen minucioso de estos regímenes revela que son capitalistas de Estado
más que verdaderamente socialistas, y que están muy alejados de las ideas
socialistas que animaron la obra de Karl Marx y sus antepasados socialistas
(Dunayevskaya, 1958). Los socialistas de la educación popular tienen pruebas
claras y actuales de cómo la pandemia ha asolado de forma desproporcionada a
las comunidades de color en términos de disponibilidad y calidad del
tratamiento hospitalario debido a las condiciones ambientales de los barrios
obreros negros y latinos, y a una predisposición engendrada por el
capitalismo a enfermedades como el asma que hacen a los negros y latinos
altamente vulnerables a la covid-19.



La cuestión generadora que impulsa un plan de estudios liberador es la
comprensión de los diversos sistemas de mediación que nos han producido como
seres humanos obedientes y autocensurados del siglo XXI, que parecen
indefensos ante los llamamientos nacionalistas a soluciones militares para
los problemas globales, de los ataques chovinistas de la supremacía blanca
contra la gente de color, de las narrativas que defienden el nacionalismo,
el aislacionismo y el excepcionalismo estadounidense. Claramente necesitamos
una educación que pueda hacer que la lucha socialista se desplace desde una
clase en sí a una clase para sí, es decir, a una clase que persiga
activamente sus propios intereses, siguiendo los imperativos de la
deliberación crítico-dialógica sobre cómo debería ser nuestro futuro
socialista. Necesitamos un movimiento de masas desde abajo para
contrarrestar la digitalización mucho más avanzada de toda la economía y la
sociedad mundial actual, que ha utilizado la aplicación de las tecnologías
de la cuarta revolución industrial lideradas por la inteligencia artificial
(IA) y el análisis del Big Data (aprendizaje automático, automatización y
robótica, nanotecnología y biotecnología, computación cuántica y en la nube,
impresión 3D, realidad virtual, nuevas formas de almacenamiento de energía,
etc.) para sus propios intereses de clase dominante. No será tarea fácil,
pero es una tarea necesaria, ya que seguiremos luchando contra la formación
de un Estado de vigilancia global a través de los reinos digitales que
tecnoblanquea atrozmente el racismo al servicio de la prevención del crimen
y la seguridad nacional.



El sociólogo William Robinson (2020) ha advertido que en la época de la
pandemia podemos ver la aceleración de la reestructuración digital “que
puede esperarse que dé lugar a una vasta expansión de los servicios
digitales con mano de obra reducida o sin mano de obra, incluyendo todo tipo
de nuevos acuerdos de teletrabajo, entrega de drones, comercio sin dinero en
efectivo, fintech (finanzas digitalizadas), seguimiento y otras formas de
vigilancia, servicios médicos y legales automatizados, y enseñanza a
distancia con instrucción pregrabada”. Robinson también señala que “la
economía global pospandémica implicará ahora una aplicación más rápida y
expansiva de la digitalización a todos los aspectos de la sociedad global,
incluyendo la guerra y la represión” (2020). Si podemos hacer que la ciencia
posdigital trabaje en favor de los intereses de las y los oprimidos, y no de
los guardianes corporativos de la clase capitalista transnacional, entonces
seríamos tontos si no intentáramos fortalecer nuestro sistema inmunológico
comunal.



Aquí apreciamos cómo la autoactividad espontánea o las prácticas de masas,
como el reciente levantamiento de Black Lives Matter provocado por el
asesinato de George Floyd, son también expresiones potenciales de nuevos
desarrollos teóricos, así como de nuevas estrategias y tácticas, de modo que
podemos observar cómo el movimiento desde la práctica es también una forma
de teoría. Y la práctica es también una forma de hacer historia, ya que “la
historia misma debe entenderse como en esencia un objeto de la práctica
humana... La acción adquiere un significado universal, que va más allá del
mundo social para afectar al ser como tal” (Feenberg, 2014: 66).



¿Qué significa poner en práctica una pedagogía de la liberación? A lo largo
de las décadas, los pedagogos críticos han repensado la idea de los
profesores como intelectuales públicos y transformadores (Henry Giroux),
como investigadores (Joe Kincheloe) y como trabajadores culturales. Josh
Winn y Mike Neary han contribuido al importante proyecto de convertir la
universidad de una corporación neoliberal a una cooperativa de trabajo con
profesores y estudiantes como productores, como agentes protagonistas que
promueven el desarrollo del socialismo para los comunes, para el bien
público. Profesores y alumnado se convierten juntos en agentes activos de la
historia. En lugar de permitir que la historia actúe sobre ellos, actúan
sobre la historia, en una danza dialéctica de praxis revolucionaria. Los
campus universitarios pueden –y deben, en mi opinión– convertirse en lugares
de solidaridad con los movimientos sociales, nuevos y antiguos, así como con
los sindicatos de trabajadores y de profesores que puedan estar abiertos a
alternativas socialistas. Se han propuesto nuevas iniciativas para
reimaginar las universidades sobre el modelo de la cooperativa de trabajo en
lugar de la corporación y en la línea del estudiante como productor. Los
valores cooperativos que podrían informar el nuevo diseño de la universidad
incluirían, según Joss Winn, autoayuda, autorresponsabilidad, democracia,
igualdad, equidad y solidaridad. Los principios son: afiliación voluntaria y
abierta; control democrático de los miembros; participación económica de los
miembros; autonomía e independencia; educación, formación e información;
cooperación entre cooperativas, y preocupación por la comunidad.

Tal como están, las universidades son empleadores capitalistas que
reproducen el trabajo académico en forma de trabajo estudiantil



La plataforma para construir cooperativas de trabajo y para repensar la idea
misma de trabajo académico en la era del capitalismo cognitivo sería, en
este modelo, el movimiento cooperativo internacional (Winn, 2015). Tal como
están, las universidades son empleadores capitalistas que reproducen el
trabajo académico en forma de trabajo estudiantil. Según Winn, el
conocimiento que se produce en esta forma de organización se alimenta a
través de la producción de valor y existe principalmente como una forma de
mercancía. Sin embargo, Winn (2015), Neary (2020) y otros piden la
transformación de la universidad en una universidad cooperativa de propiedad
y gestión de los trabajadores que controlaría los medios de producción de
conocimiento y potencialmente produciría nuevas formas de conocimiento
social a través de una forma de propiedad común de las relaciones de
propiedad que transforma la distinción entre público y privado con el fin de
crear un patrimonio académico diseñado para el bien de la comunidad
(McLaren, de próxima publicación). Esto implicaría un nuevo tipo de relación
entre estudiantes y profesores mediante formas de solidaridad, igualdad y
mutualidad en cuanto a la división del trabajo. Aquí, los modelos
empresariales neoliberales basados en los precedentes institucionales se
sustituyen por modelos dialógicos freireanos basados en el análisis
materialista histórico que hace hincapié en el desarrollo de la conciencia
crítica y la agencia protagonista y en lo que Winn (2015) y Neary (2020)
denominan el Estudiante como Productor. La comunidad de académicos que
componen la universidad cooperativa coconstruiría el currículo que implica
luchas políticas contra los imperativos de la producción de valor
capitalista. Hay mucho trabajo por hacer.



* Peter McLaren es uno de los fundadores de la pedagogía crítica desde un
enfoque marxista humanista.



Referencias



Dunayevskaya, Raya (1958) Marxism and Freedom: from 1776 Until Today. New
York: Bookman Associates.

Feenberg, Andrew (2014) The Philosophy of Praxis: Marx, Lukacs and the
Frankfurt School. London y Nueva York: Verso.

Guevara, Che (1965) El socialismo y el hombre en Cuba. Disponible en:
https://www.marxists.org/espanol/guevara/65-socyh.htm

Maisuria, Alpesh y Helmes, Svenja (2020) Life for the Academic in the
Neoliberal University. Londres y Nueva York: Routledge.

McLaren, Peter (2021) Journal of Higher Education Policy and Leadership
Studies (en prensa).

(2015) Life in Schools: An Introduction to Critical Pedagogy in the
Foundations of Education, sexta edición. Boulder y Londres: Paradigm.

Mecklin, John (2020) “Closer than ever: It is 100 seconds to midnight. 2020
Doomsday Clock Statement”. Bulletin of the Atomic Scientists.
https://thebulletin.org/wp-content/uploads/2020/01/2020-Doomsday-Clock-state
ment.pdf. Consultado el 15 de diciembre de 2020.

Neary, Mike (2020) Student as Producer: How Do Revolutionary Teachers Teach?
Winchester y Washington: Zero Books.

North, David (2021) “The Trump coup and the rise of fascism: Where is
America going?” World Socialist Website. Tomado de:
https://www.wsws.org/en/articles/2021/01/19/dnor-j19.html

Price, Carter y Edwards, Kathryn A. (2020) “Trends in Income from 1975 to
2018”, Rand Corporation. Disponible en:
https://www.rand.org/pubs/working_papers/WRA516-1.html

Rizga, Kristina (2017) “Betsy DeVos Wants to Use America’s Schools to Build
God’s Kingdom” en Mother Jones. Marzo-abril. Disponible en
https://www.motherjones.com/politics/2017/01/betsy-devos-christian-schools-v
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Robinson, William (2020) “Global capitalism post-pandemic”, en Race & Class,
62 (2), 3-13. Disponible en https://doi.org/10.1177%2F0306396820951999.

Smith, Craig Bruce (2021) “How Biden Can Fix Trump’s 1776 Disaster”.
Disponible en
https://www.politico.com/news/magazine/2021/01/22/biden-trump-1776-commissio
n-461483

Westheimer, Joel (2021) “The virus of disinformation threatens democracy and
education is the cure” en Toronto Star. Disponible en
https://www.thestar.com/opinion/contributors/2021/01/25/the-virus-of-disinfo
rmation-threatens-democracy-and-education-is-the-cure.html

Winn, Joss (2015) “The co-operative university: Labor, property and
pedagogy” en Power and Education. Vol. 7, issue 1. 6 de abril. Disponible
en: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1757743814567386

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