Debates/ Feminismo de raíz: México y sus guerreras en resistencia. [Irlanda Mainou Montañez ]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Lun Mar 1 00:14:36 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
1° de marzo 2021
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Debates
Feminismo de raíz: México y sus guerreras en resistencia
A pesar de que muchas mujeres, incluidas las indígenas, trabajan para
mitigar la opresión masculina en la cultura, la economía y la política, la
mayoría no se sienten identificadas con el término feminismo, y con razón
Irlanda Mainou Montañez *
ctxt, 23-2-2021
https://ctxt.es/es/
La cultura es lo más importante que tiene una sociedad, sin cultura no
existe una identidad, es nuestro origen y ningún movimiento social que
busque ayudar a las personas oprimidas debe reprimir rasgos culturales que
son parte de la identidad de un pueblo. Debe apuntar a la esencia de la
violencia sistémica y adaptarse a las necesidades sociales por muy
tradicionales, convencionales o conservadores que nos parezcan algunos
valores de cualquier cultura –como podría llegar a verse la epistemología y
praxis del feminismo islámico..
Es necesario esclarecer que existen distintos tipos de feminismos porque se
ha creado una imagen dictatorial errónea de este movimiento. Aunque las
corrientes contemporáneas más famosas o conocidas podrían identificarse como
feminismo radical –ideario contracultural que busca corregir el sistema
desde su núcleo patriarcal– y feminismo liberal –que busca la equidad entre
ambos géneros dentro del sistema–, resulta imposible encasillar las
necesidades de todas las mujeres en un paradigma con privilegios exclusivos
de clase, raza, sexualidad, género, nacionalidad, neurodivergencias, etc.
Entonces, entendámoslo como una ideología ni hegemónica ni dogmática porque
no existe un manifiesto feminista donde se indiquen los pasos específicos
que hay que seguir. Por lo tanto, es tarea del feminismo adaptarse a las
necesidades culturales, políticas y creencias de las mujeres, no adaptar las
mujeres al feminismo, como si este fuese otra doctrina religiosa más.
De la misma manera, ha funcionado el movimiento en México. A pesar de que
muchas mujeres mexicanas, incluidas las mujeres indígenas, trabajan y actúan
para mitigar la opresión masculina en la cultura, la economía y la política,
la mayoría no se sienten identificadas con el término feminismo per se, y
con razón. Lo pregonan con sus hechos y palabras pero no se conciben como
feministas debido a que por décadas el feminismo parecía exclusivamente para
las mujeres burguesas, blancas, heterosexuales, cisgénero y europeas que
gozaban de prerrogativas para rebelarse sistémicamente. Esa es la paradoja
del derecho a protestar. El rebelarse implica también un privilegio
sistémico.
Por otro lado, las mujeres lesbianas, negras, trans, indígenas, latinas,
africanas, asiáticas, de estratos sociales medios o bajos, mujeres en toda
la expresión de la palabra, tuvieron que ajustar ciertos términos y
conceptos para poder desenvolverse dentro del movimiento. Sucede, con el
feminismo decolonial como lo expone por vez primera la argentina María
Lugones en 2008 en su texto “Colonialidad y género”. Este modelo de
feminismo está enfocado a solucionar los problemas de mujeres en comunidades
que fueron colonizadas, despojadas de sus territorios, que se encuentran en
las periferias, en los lugares más vulnerables de una nación en vías de
desarrollo y que fueron conquistadas por medio de un brutal genocidio. Estas
mujeres que carecen de las mismas oportunidades de vida que otras con
grandes privilegios ante el esclavizante sistema neoliberal. Esto indica que
el feminismo por sí solo, en su epistemología y praxis, no va a abarcar
íntegramente las necesidades de todas las mujeres.
El feminismo decolonial fue creado por latinoamericanas para romper con esa
hegemonía feminista, para generar una crítica y una ruptura dentro del
propio feminismo, el blanco. Visibilizando que las problemáticas de la
interseccionalidad también existen dentro de los grandes movimientos
enfocados a luchas sociales. La retórica del privilegio es sistémica.
“En el desarrollo de los feminismos del siglo XX, no se hicieron explícitas
las conexiones entre el género, la clase, y la heterosexualidad como
racializados. Ese feminismo enfocó su lucha, y sus formas de conocer y
teorizar, en contra de una caracterización de las mujeres como frágiles,
débiles tanto corporal como mentalmente, recluidas en el espacio privado, y
como sexualmente pasivas. Pero no explicitó la relación entre estas
características y la raza, ya que solamente construyen a la mujer blanca y
burguesa. Dado el carácter hegemónico que alcanzó el análisis, no solamente
no explicitó, sino que ocultó la relación. Empezando el movimiento de
‘liberación de la mujer’ con esa caracterización de la mujer como el blanco
de la lucha, las feministas burguesas blancas se ocuparon de teorizar el
sentido blanco de ser mujer como si todas las mujeres fueran blancas”, dice
María Lugones.
Yo, como mexicana, me enfocaré en hablar sobre mi territorio. En México,
esta ruptura se remonta a principios del siglo pasado. Durante la revolución
mexicana hubo varias detonaciones de libertad colectiva. La revolución no
solo simboliza el levantamiento del pueblo en armas contra un dictador, sino
que –aquí comienza la retórica feminista– se produjo con aquellas mujeres
que lucharon por obtener los mismos derechos que los hombres. Unas lucharon
desde la casa preservando el hogar, otras tomando las armas para la guerra y
otras como espías para las tropas, pero siempre en resistencia.
Lucha que se vio reflejada en aquel Primer Congreso Feminista de Yucatán en
1916, en donde se habló sobre el derecho a una educación laica y el sufragio
femenino, entro otras cuestiones. Además esta fue la plataforma que creó la
organización del Frente Único Pro Derechos de la Mujer en 1935, evento clave
para que las mexicanas de la postrevolución crearan su propia sublevación.
Gracias a estas mujeres, nosotras, las guerreras actuales en México, tenemos
los derechos básicos de estudiar, trabajar, votar, decidir por nosotras y
seguir resistiendo. Pero la lucha aún no termina.
Pero ¿es distinta la visión del feminismo aplicado por una mujer con
privilegios sistémicos que por una mujer sin estos mismos privilegios? La
lingüista mexicana Yásnaya Elena A. Gil explica a fondo este fenómeno en su
texto “Mujeres indígenas, fiesta y participación política” a partir de una
comparación de factores socioculturales, étnicos y de clases. Mientras que
para muchas mujeres occidentales o norteamericanas de élite –y también a
veces en América Latina– cocinar para la familia puede significar ser sumisa
y abnegada, en la cultura mixe en la Sierra Norte de Oaxaca quienes trabajan
en la cocina mantienen una jerarquía política importante. Manejar los
alimentos para la comunidad no es un trabajo para cualquier persona. De
hecho, quienes ejercen el cargo en la presidencia municipal deben realizar
previamente trabajo de mayordomía, y para ser mayordomo es necesario
disponer ante la comunidad una fiesta simbólica de la unión del pueblo,
incluyendo así los alimentos para la gente. Antiguamente era un trabajo
otorgado exclusivamente a los varones; desde hace un tiempo, las mujeres
indígenas se han introducido en estos puestos de poder, estableciendo
algunos derechos básicos. Es una lucha que tarda, pero que vale la pena para
las futuras guerreras.
“En un intercambio de experiencias con mujeres feministas, algunas mujeres
mayores de mi comunidad no entendían a cabalidad por qué en ciertos
discursos las labores de la cocina se veían como un espacio de opresión
cuando la preparación y la venta de alimentos les habían conferido a ellas
espacios de decisión que antes estaban vedados en la organización política
de nuestra comunidad”, explica Yásnaya Elena.
El feminismo contemporáneo es un abanico de posibilidades, camaleónico y
adaptable ante los distintos enigmas sociales. Es tan feminista la mujer que
decide casarse y ser madre, como la que es madre soltera o la que decide no
serlo, es tan feminista la mujer que decide ir a marchar con los senos
descubiertos para reeducar a los varones sobre la hipersexualización de
nuestros cuerpos, como la que se coloca un velo en el rostro y decide ser
más recatada. Es tan feminista la mujer que cocina para el pueblo o para su
familia que la que sale a trabajar para proveer los bienes básicos del
hogar, ya que no existe un reglamento feminista que regule la libertad
individual.
Hay que agradecer profundamente la existencia de todas estas guerreras, que
desde sus trincheras genuinas logran un cambio desde la casa, el trabajo, el
arte, la educación y sobre todo la cultura mexicana. Estas guerreras son
nuestras hijas, madres, abuelas y ancestras. Esa es precisamente la
sustancia de la decolonialidad: que las raíces originarias prevalezcan y se
fortalezcan contra un sistema que nos impone la occidentalización
aspiracional. Era justo y necesario verter esa esencia dentro del feminismo
para que fuera verdaderamente nuestro y poder acuerparlo.
El feminismo es todo un espectro y, en definitiva, el feminismo
latinoamericano o mejor dicho, de Abya Yala (“Tierra viva”, es el nombre del
continente americano previo a la llegada de los españoles) difiere mucho del
europeo, empezando por el aspecto decolonial, la rama antirracista y la
necesidad de cambiar el mismo lenguaje castellano que se nos impuso. Los
feminismos están llenos de diversos colores, olores, matices y texturas, así
como nosotras mismas lo estamos.
* Irlanda Mainou Montañéz es actriz, artista escénica y feminista mexicana.
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