Venezuela/ En busca de agua. Pozos y más pozos horadan Caracas. [Humberto Márquez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mar 1 12:43:20 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

1° de marzo 2021

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Venezuela

 

Pozos y más pozos horadan la capital de Venezuela en busca de agua

 

Humberto Márquez, desde Caracas

Inter Press Service (IPS), 25-2-2021 

http://www.ipsnoticias.net/

 

Miles de familias de la capital de Venezuela echaron mano a sus ahorros o se
endeudaron, en medio de la peor crisis económica desde el siglo XIX en el
país, para que el edificio en que viven acceda a un pozo desde el cual
obtener el agua que ha dejado de llegar por las tuberías convencionales.

 

“Fue difícil reunir el aporte, pero valió la pena, nos ha cambiado la vida,
le dijimos adiós a los bidones”, dijo a IPS la profesora jubilada Cristina
Hernández, cuya pensión es de unos pocos dólares al mes, mientras moja sus
manos bajo el grifo en la cocina de su apartamento en la urbanización de Los
Palos Grandes, en el este de Caracas.

 

Perforar y completar un pozo cuesta entre 15 000 y 25 000 dólares,
dependiendo de su profundidad, características del terreno, las obras
civiles y sistemas de bombeo que lo acompañan.

 

“Es costoso, pero se trata del agua. Un camión cisterna, con apenas unos
miles de litros por viaje, nos costaba ya 100 dólares cada vez. No podíamos
vivir así, semanas enteras sin una gota de Hidrocapital”, la empresa hídrica
estatal, dijo a IPS Ronny Castro, usuario de un pozo construido entre 76
familias de cuatro edificios vecinos.

 

Desde hace más de dos años, los taladros han horadado centenares de veces el
subsuelo en el valle y colinas de Caracas, de unos cuatro millones de
habitantes, las más de las veces sin completar los permisos gubernamentales,
y los estimados de cuántos pozos existen van desde unos cientos hasta varios
miles.

 

“Perforan compañías nuevas y viejas, incluso de quienes trabajaron para la
industria petrolera, un mundo en el que hacer un pozo de agua es un juego de
niños”, indica a IPS el ingeniero José Manuel García, de la firma
especializada Servicios Caspian.

 

El valle de Caracas, de unos 100 kilómetros cuadrados, a más de 900 metros
sobre el nivel del mar, posee un rico acuífero a distintos niveles de
profundidad, alimentado por las aguas de lluvia año tras año y las que
durante milenios han escurrido desde las faldas de su montaña tutelar, el
Ávila, que lo separa del mar Caribe.

 

“Es un acuífero muy generoso, poco aprovechado hasta los años 60 del siglo
XX, explotado ahora en forma bastante desordenada por ciudadanos a quienes
un Estado ausente ha dejado de garantizar el servicio”, dijo a IPS José
María De Viana, quien presidió Hidrocapital entre 1992 y 1999.

 

Durante décadas, el agua fue un problema en las grandes barriadas informales
sobre las colinas, que en este caso pasan a llamarse localmente cerros, en
las que se apiñan las viviendas de los más pobres de Caracas, y muchas
luchaban, con bastante éxito, para ser alcanzadas por la red de tuberías que
tendía el Estado.

 

En cambio, era un problema casi desconocido en las áreas formalmente
construidas de la urbe, especialmente en los barrios de clase media y alta
que ocupaban los mejores terrenos del gran valle. Esa situación cambió al
avanzar el siglo XXI y se hizo un drama de severa y pertinaz escasez en los
últimos cinco años.

 

El agua al sur, la gente al norte

 

Venezuela es un país con 1000 ríos, más de la mitad de considerable longitud
o caudal, y es uno de los 20 países del mundo con mayor disponibilidad de
agua en su naturaleza, unos 41 000 metros cúbicos por habitante al año, un
volumen semejante al de sus vecinos Colombia o Brasil.

 

Pero la mayoría de esas fuentes superficiales están en el sur o corren hacia
el sur del territorio, en su mayor parte en la cuenca del Orinoco, el tercer
río más caudaloso del mundo, después del Amazonas y el Congo.

 

Mientras, más de 80 por ciento de los 28 millones de habitantes viven en el
norte y occidente a orillas del mar Caribe y el petrolero lago de Maracaibo,
con cinco por ciento del agua dulce y en condiciones costosas para acceder a
su consumo.

 

En el caso de Caracas, se alimenta con los embalses de Camatagua, de 7000
hectáreas en el norte de las llanuras del Orinoco y capacidad de 1500
millones de metros cúbicos, Taguaza, en un parque nacional boscoso y
capacidad de 180 millones de metros cúbicos en sus 800 hectáreas, y algunos
embalses menores.

 

Pero están en zonas cientos de metros más bajas que la capital, a 150
kilómetros al suroeste Camatagua y 40 kilómetros al sureste Taguaza, y el
líquido llega a la capital con un esfuerzo eléctrico de más de 300
megavatios hora (Mwh), con 14 plantas de tratamiento, 200 estaciones de
bombeo, y kilómetros de tuberías y conexiones, recuerda García.

 

Esa costosa red presenta fallas sobre fallas, según informa cotidianamente
Hidrocapital a sus millones de usuarios en todo el centronorte del país, con
necesidades desatendidas de reparaciones, sustitución de equipos y
conexiones bajo el asedio de la peor crisis económica y de recursos del
Estado en los últimos 100 años.

 

Por ese deterioro ya llega a Caracas solo la mitad de los 20 000 litros por
segundo que se acarreaban a finales del siglo XX, y así el Estado no cumple
la tarea autoimpuesta por la Constitución de 1999 de garantizar que todas
las viviendas tengan los servicios básicos esenciales.

 

Alcaldías al rescate

 

Con ese panorama, la alcaldía de Chacao, emblemático municipio de clase
media en el este caraqueño, decidió acompañar a sus 80 000 habitantes en la
búsqueda de agua bajo las faldas del Ávila, donde están casi empotrados la
mitad de los 13 kilómetros cuadrados de su territorio.

 

“Si tuviéramos un abastecimiento normal esto no sería necesario, pero ante
la falta de suministro y la necesidad de la gente, nosotros también abrimos
pozos, eso sí, sin banderías políticas y con los permisos de Hidrocapital y
del Ministerio del Ambiente”, dijo a IPS su alcalde, Gustavo Duque.

 

La alcaldía ha completado nueve pozos para abastecer a sectores desde
dispensadores a boca de calle o directamente a grupos de edificios. El más
reciente, estrenado este mes de febrero, bajo una inacabada plazuela
dedicada a los inmigrantes, surtirá con 890 000 litros diarios a 41
edificios con casi 15 000 personas y puede durar 30 años.

 

Completar ese pozo costó 50 000 dólares, y Duque quiere perforar otros
siete, pero está limitado porque le cobran esos trabajos en divisas, en
medio de la veloz y desordenada dolarización de facto que aqueja a
Venezuela, mientras que su despacho se nutre con impuestos que recauda en
bolívares, que se deprecian velozmente, día a día.

 

El ejemplo se ha extendido y otros municipios del este de Caracas, Baruta y
El Hatillo, básicamente residenciales y, como el de Chacao, en manos de
alcaldes de tendencia opositora aunque elegidos como independientes, ya han
perforado o rehabilitado viejos pozos para colocar grifos a disposición de
varias comunidades.

 

Cuidado con excederse

 

El arribo de la pandemia covid-19 (en Venezuela hay en promedio 500
infecciones y cinco muertes diarias, según cifras oficiales) aceleró durante
el último año la búsqueda de agua, recurso indispensable para la higiene,
por los habitantes de miles de edificios, destacó el ingeniero Jean Paul
Regnault, de la firma Regleef.

 

Regnault dijo a IPS que “esa búsqueda debería ser organizada, con estudios
que comiencen por determinar el consumo de cada edificio o grupo de ellos
para establecer el tipo de pozo necesario, y prestar atención a la presencia
de aguas contaminadas en las capas más superficiales del subsuelo”.

 

Un pozo perforado en el céntrico y vetusto hospital Vargas en busca de agua
debió ser cerrado al completarse, porque las aguas encontradas estaban
contaminadas con combustible que durante años percoló desde una estación de
servicio cercana.

 

En las faldas del Ávila “hemos encontrado agua a solo nueve metros de
profundidad, puede haber gran cantidad a los 15 metros, pero la prisa no
debe guiar la búsqueda sino la certeza de encontrar agua buena y sin afectar
el ambiente” abundó Regnault.

 

García subraya que “cada terreno amerita un estudio y no sólo áreas
privilegiadas del este tienen buena agua. También en el oeste y suroeste”,
como El Paraíso, zona donde hace un siglo vivían familias pudientes, e
Hidrocapital opera pozos que surten a camiones cisterna para entregas
privadas o atender barriadas populares.

 

Instalar el pozo no lo es todo, pues requiere mantenimiento. En el grupo
donde vive Castro cada familia debe aportar 100 dólares anuales, el que
estrenó Duque requerirá unos 30 o 40 dólares por edificio y el alcalde dijo
que, asumida la construcción por su despacho, mantener las instalaciones
debe ser cargada a cuenta de los usuarios.

 

El nuevo estatus del agua desde pozos particulares implica una suerte de
privatización de hecho de un servicio secularmente público, y además marca
una desigualdad entre quienes pueden emplear dinero en un pozo, con más o
menos sacrificio, y los que no.

 

De Viana también advirtió los riesgos de que la prisa, la inexperiencia o la
falta de dinero en muchos condominios lleve a proveerse de agua que no sea
limpia, y sobre todo de las limitaciones del “generoso acuífero”: podría
proporcionar unos 2,3 metros cúbicos de agua por segundo, la décima parte de
lo que necesita Caracas.

 

“Debiera ser un recurso de apoyo, para complementar, para emergencias, para
diversificar las fuentes de agua de la población, pero un sistema constante
para todos, actualmente deteriorado pero que puede recuperarse en dos años,
siempre requerirá traer agua de los embalses”, aseveró.

 

Caracas, “como la mayoría de nuestras grandes ciudades, con excepción quizá
de Brasilia, son las mismas de la colonia (española), muchas a orillas del
mar, lejos de fuentes de agua dulce. Hay que traer el agua a las ciudades,
mudar la gente de las ciudades a donde está el agua no es posible”, afirmó
De Viana.

 

Coincide con la docente Hernández, para quien “al fin resolvimos este
problema, ahora puedo vivir con paz, no puedo mudarme a la orilla de un río
ni gastar mi tiempo libre llenando tobos (cubos). Espero que tengamos agua
para siempre”.

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