Mujeres/ La dignidad en un cuarto de baño. [Manuel Ligero]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 7 14:23:18 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

7 de marzo 2021

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Mujeres

 

La dignidad en un cuarto de baño

 

El documental 'La Mami', de Laura Herrero Garvín, retrata el mundo de las
ficheras en México a través de la mujer que limpia el baño y vigila el
guardarropa de un cabaret.

 

Manuel Ligero

La Marea, 5-2-2021

https://kiosco.lamarea.com/

 

En México llaman «ficheras» a las mujeres que bailan y hacen compañía los
hombres a cambio de dinero. No son prostitutas, aunque vivan también una
situación precaria que las empuja cada noche a ciertos bares y cabarets.
Entre estos últimos, uno de los más famosos es el Barba Azul, situado en la
capital del país. Este singular establecimiento sobrevive, inopinadamente,
en tiempos de las apps de citas, y no solo gracias a sus clientes más
veteranos. También hay jóvenes ávidos de roce y música latina. Y de ejercer
una cierta posición de poder. Allí bailan, consumen copas y se las hacen
consumir a las chicas, que van a comisión y con ello consiguen su principal
fuente de ingresos. Hay, asimismo, una nueva clientela de ambos sexos, joven
y pija, que ha encontrado en el local un espacio para sus ansias de
transgresión bobo (así etiquetan los franceses a los bourgeois bohémiens).

 

En este ambiente conoció la directora Laura Herrero Garvín (Toledo, 1985) a
la protagonista de su documental, doña Olga, o simplemente La Mami. Así se
titula la película y así la llaman las trabajadoras del local, para quienes
representa una figura maternal. Doña Olga protege, regaña, escucha,
aconseja. Cada noche se sienta en un rincón del aseo de señoras y se hace
cargo del guardarropa. Reparte papel higiénico a las clientas a cambio de la
voluntad y mantiene limpios los baños. «La Mami dignifica mucho su trabajo.
Le pone mucho esfuerzo y lo cuida como si fuera superimportante, porque para
ella lo es. Para todos los demás es una mujer que está en el último rincón
del mundo limpiando baños y cuidando de los bolsos de las chicas. Ella, sin
embargo, le pone mucho esmero, ese trabajo es el centro de su vida», explica
la realizadora.

 

Laura Herrero Garvín estudió el Máster en Documental de Creación en la
Universidad Pompeu Fabra (de donde han salido documentalistas tan celebrados
como Isaki Lacuesta, Lois Patiño o Lupe Pérez García) y llegó a México en
2010. Allí se forjó como cineasta de documentales, vinculados habitualmente
a los Derechos Humanos y al medioambiente. Y siempre desde una perspectiva
feminista. Su película El Remolino (2016), seleccionada por el festival de
Locarno, condensa todos esos temas. Hoy vive en Barcelona. Entre sus últimos
trabajos para la televisión destaca la reciente entrevista concedida por
José María Aznar al periodista Jordi Évole, en La Sexta. En La Mami,
encerrada en el espacio que le concede un cuarto de baño, rodando a las
ficheras mientras se maquillan antes de subir a la pista de baile, realiza
un retrato de los roles de género en la sociedad mexicana, un alegato
humanista y un canto a la dignidad de la mujer trabajadora. Y todo ello sin
recurrir a la sordidez. «También está esa parte oscura», señala. «Pero creo
que, al final, aparecen todas las caras de la humanidad, lo luminoso y lo
oscuro».

 

Al cabaret Barba Azul llegó de la mano de un amigo músico. «Bajé al baño y
en ese mismo momento empezaron a entrar chicas y a interactuar con la Mami.
“¿Cómo me queda este vestido, Mami?”. O “Mami, me estoy enamorando de este
cliente…”. Y ella le decía: “Mi niña, vas muy tomada, quédate aquí conmigo
un ratito”. Entonces empecé a entender lo importante que era esta mujer en
ese espacio. Y lo importante que era para ellas ese espacio seguro, de
desahogo, de conversación. Me sentí muy atraída por ese lugar, no tanto por
el cabaret».

 

El documental pone el foco en una de estas mujeres, que llega para trabajar
en el Barba Azul. Es viuda y necesita dinero para cubrir los gastos médicos
de su hijo, enfermo de cáncer. Ese primer día, la Mami le aconseja no
trabajar con su nombre verdadero. Una precaución frente a futuros problemas
de acoso. Así nace Priscila, la fichera que se convierte en el hilo
argumental del filme. Herrero Garvín rueda su aprendizaje y su desarrollo,
cómo va «integrándose en la noche», cómo pasa de novata a experta, desde el
primer día al último. Fueron seis meses de rodaje, pero el trabajo de
preparación le llevó años. Necesitaba ganarse la confianza de estas mujeres
antes de entrar en su santuario con una cámara: «Quería hacer una película
profunda, que no folklorizara el tema de las ficheras. Quería hacer algo que
fuera cercano a ellas. Por eso me pasé tanto tiempo conociéndolas. Cuando
llegué a ese punto y ya estaba preparada para rodar, todo fluyó delante de
la cámara. Y eso fue maravilloso».

 

La autenticidad que desprenden sus películas surge de todo ese trabajo
previo y, ya metida en materia, de ese azar mágico que aparece a menudo en
los rodajes. «Me cruzo con historias que me interpelan», explica Herrero
Garvín. «Ahí encuentro un punto de partida y la motivación para hacerlo. Y
una de las cosas que más me gustan es confiar en el proceso. Disfruto mucho
con el acto de entregarme, de fluir, de estar atenta a lo que va pasando, de
estar conectada con quien tengo delante. Ese proceso me va llevando a
lugares diferentes, porque todo cambia, todo es móvil. Creo que es algo
orgánico, algo poco meditado o preconcebido».

 

Entre las maestras que cita a la hora de inspirar su trabajo están Chantal
Akerman, la insoslayable Agnès Varda o, más directamente, Marta Andreu. Esta
última, asegura, le ha hecho «pensar, estrujar, agrietar el quehacer
cinematográfico». Andreu no es directora, pero en su calidad de docente es
un referente internacional en el cine documental: «Es una pensadora del
cine, una asesora extraordinaria, y ha estado cerca de mí durante todo el
proceso de elaboración de La Mami».

 

El cine siempre es político

 

Hay una razón por la que en la actualidad hay tantas mujeres haciendo
documentales: el dinero. Rodar un documental es siempre más barato que una
película de ficción. «Las producciones con grandes presupuestos no están
dirigidas por mujeres, eso está claro. Así está construida la pirámide del
cine, desde la desigualdad. Pero, de alguna manera, el cine de mujeres está
al margen y el documental también está al margen, y a mí eso no me
disgusta», confiesa la directora. «Cuando se trabaja en el margen hay
espacios para más creatividad, para más libertad a la hora de enfocar una
historia».

 

Qué historia quieres contar y cómo la cuentas es también una declaración de
intenciones: «En el Barba Azul se pueden hacer tantas películas diferentes
como miradas hay en el mundo. Que yo haya elegido hacer la película
centrándome en el baño de mujeres y en esa señora que habita el último
rincón de ese cabaret, eso tiene algo de político. Hacer cine, para mí, es
una forma de posicionarse ante la vida. Mi búsqueda ha sido algo personal,
muy íntimo, pero cuando la historia resultante rebota en una sociedad eso se
vuelve político, claro».

 

La protagonista de La Mami es una mujer mayor que ha vivido la peor tragedia
que puede vivir una madre: el asesinato de su hija a manos de su yerno.
Tiene más hijos, e incluso probó a jubilarse y a vivir con uno de ellos,
pero no estaba a gusto y volvió al Barba Azul. «La Mami vuelve a ser,
gracias a estas chicas, la madre que antes fue», explica la directora, que
confía en que no se malinterprete su obra. De la humanidad que desprende la
película no surge un retrato amable. Aquí no hay un blanqueamiento de la
explotación de las ficheras: «Lo que he intentado hacer es desprenderme de
todos los filtros que llevamos en la mirada y que están hechos con nuestra
moral y nuestros prejuicios. Me he querido desprender, especialmente, de
esos prejuicios que afectan a las mujeres que trabajan con su cuerpo, como
las ficheras o las trabajadoras sexuales. Mi ejercicio, ante esas mujeres,
ha sido intentar acercarme a ellas, escucharlas, entenderlas. En ningún caso
juzgarlas».

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