Brasil/ El Frente Amplio con Alckmin no es una táctica "genial". Es una aventura. [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Nov 10 23:22:59 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

10 de noviembre 2021

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Brasil



El Frente Amplio con Alckmin no es una táctica "genial". Es una aventura 



No es posible entusiasmar a los trabajadores y a los movimientos sociales
sin un programa contra los ajustes neoliberales.



Valerio Arcary *

Revista Forum, 5-11-2021

https://revistaforum.com.br/

Traducción de Correspondencia de Prensa



En los últimos días ha surgido la noticia de que se está haciendo una
articulación discreta y secreta, al parecer desde hace varios meses, para
buscar una alianza entre el PT y Geraldo Alckmin (político de
“centro-derecha” quién está de salida del PSDB y fuera gobernador de San
Pablo entre 2011 y 2018: ndt). Se barajaba incluso la posibilidad de que
fuera candidato a la vicepresidencia con Lula, si decidía unirse al PSB, de
Marcio França.



Nadie sabe qué hay de cierto en esta información. Al fin y al cabo, se han
ventilado otros nombres. Pero el hecho es que todavía no ha habido ningún
desmentido por parte de ninguna de las partes implicadas. También han
circulado rumores sobre alianzas para las candidaturas al gobierno y al
Senado en San Pablo.



El día 20, en el marco del Noviembre Negro, volveremos a las calles con la
bandera "Fuera Bolsonaro". Sin embargo, también hay que pensar en las
elecciones de 2020. Puede ser que, en octubre de 2022, ocurra algo
explosivo. Pero lo más probable, si las condiciones actuales de "temperatura
y presión" no cambian mucho, es que Bolsonaro pueda preservar la influencia
sobre una corriente electoral suficiente para garantizar una posición en la
segunda vuelta. Lo que nos sitúa ante la cuestión de cuál debe ser la
táctica electoral para la primera y, también, segunda vuelta.



La disyuntiva Frente de Izquierda o Frente Amplio no sólo tiene que ver con
cálculos electorales. Hay dos cuestiones clave en este debate sobre la
táctica. En qué consiste el programa y quiénes son los candidatos. Son dos
tácticas electorales muy diferentes.



El Frente de Izquierda es una alianza entre los partidos que mantienen
relaciones orgánicas con los trabajadores y los movimientos sociales. Se
trata esencialmente del PT, el PSOL y el PCdoB, pero también, si es posible,
del PSTU, el PCB y la Unidad Popular. Puede formarse en la primera o en la
segunda ronda. Cuando se forma sólo en la segunda vuelta, cada partido de
izquierda tiene sus propios candidatos en la primera vuelta, pero se
comprometen a apoyarse mutuamente con el que pase a la segunda vuelta. El
PSOL defiende el Frente de Izquierda y aprobó en su Congreso Nacional la
línea de explorar la posibilidad del Frente de Izquierda desde la primera
vuelta, pero lo dejó para decidir en los primeros meses de 2022.



Los que defienden la táctica del Frente Amplio buscan incorporar al menos al
PSB y posiblemente al PV, a la Rede, y hay quienes sueñan con el PSD. Lo que
significa que, si se materializa, el programa del Frente Amplio sería de
centro, no de izquierda. En un Frente, el denominador común es
invariablemente la posición más moderada. Si la articulación con Alckmin se
produjera sería una variación de la "táctica Kirchner" en Argentina.
Cristina Kirchner aceptó ser vicecandidata en la fórmula con Alberto
Fernández, líder de un ala muy moderada del peronismo. Lula sería candidato
a la presidencia, pero con un "freno de mano" preventivo, al presentarse con
un vicepresidente del PSDB, a pesar de haber "roto" con el PSDB. Una
variación aún más peligrosa de la táctica del Frente Amplio.



Más peligroso porque significaría que, además del programa, se renunciaría
desde el principio a una candidatura con perfil de izquierdas. Ya aprendimos
con el desastre del segundo gobierno de Dilma Rousseff, de 2014, cuáles son
las consecuencias de ganar elecciones y luego intentar gobernar con el
programa de nuestros enemigos de clase. ¿Qué sentido tiene una izquierda que
en el gobierno hace la política de la derecha?



El argumento más fuerte es que "contra Bolsonaro, todo vale". La premisa es
que si la izquierda renuncia a un programa de reformas estructurales, para
defender el "régimen democrático", tendría más posibilidades de derrotar a
Bolsonaro. Resulta que la aritmética no es la mejor brújula en la lucha
política. La disputa electoral es una lucha de clases.



El cálculo de que se puede ganar en un lado sin perder en el otro es irreal.
El amplio favoritismo actual de Lula favorece una "ilusión óptica". La idea
de que la "imagen de Lula" es un ancla suficiente para mantener el voto de
los sectores organizados por los movimientos sociales, sin importar cuál sea
la campaña y quiénes sean los aliados, después de lo ocurrido con el golpe
institucional de 2016 contra Dilma Rousseff, es irresponsable. No podemos
correr el riesgo de un nuevo "Michel Temer" en el palacio de Jaburu. (es la
residencia oficial del vicepresidente de Brasil: ndt)



La polémica sobre la táctica electoral en 2020 debe ser, por tanto,
indivisible de la táctica para derrotar a Bolsonaro, en las calles o, en el
peor de los casos, en 2022. Las articulaciones ya han comenzado en la
izquierda. No hay nada malo en ello. Una oposición irreconciliable entre la
resistencia en la acción directa y en las elecciones es un error. Las
movilizaciones callejeras deben ser nuestra prioridad, porque son las que
abren el camino, como en Santiago de Chile.



Pero tampoco servirá una izquierda incapaz de convertir las elecciones en
una polarización contra los neofascistas. Y ser útiles a los trabajadores y
a la juventud, a quienes queremos servir y representar, debe ser nuestra
razón de ser en la lucha contra Bolsonaro. En otras palabras, no es posible
entusiasmar a los trabajadores y a los movimientos sociales sin un programa
contra los ajustes neoliberales. No habrá "arrastre" del voto de los pobres
de las ciudades sin propuestas claras sobre el salario mínimo, la renta
básica, el pleno empleo, el fortalecimiento de la educación pública, el SUS
(Sistema Único de Salud), etc.



El PSOL se ha posicionado en la oposición frontal al gobierno de Bolsonaro,
defendiendo la táctica del Frente Único de Izquierda, pero también, en torno
a reivindicaciones democráticas concretas, a la táctica de unidad de acción
con los partidos y dirigentes de la oposición que no tienen relaciones
orgánicas con el movimiento de los trabajadores. Pero son dos tácticas
diferentes, de "geometría variable".



Fue la táctica del Frente Único la que favoreció fundamentalmente el tsunami
educativo de mayo de 2019, una jornada nacional de huelga contra la reforma
de la previsión social en junio del mismo año, las manifestaciones
antifascistas de 2020 y, sobre todo, las jornadas nacionales desde mayo de
2021. Por otro lado, fue la táctica de la unidad en la acción la que impidió
el traslado de Lula a la cárcel de Tremembé, donde su vida correría peligro,
y posteriormente, la lucha por su liberación.



¿Cómo deben traducirse estas dos tácticas en las elecciones? Debemos
considerar, en primer lugar, tres problemas. La primera es metodológica. Es
imposible predecir, sin márgenes de error muy elevados, cuál será la
situación dentro de un año, es decir, el grado de apoyo a Bolsonaro, con la
fractura de un ala burguesa que articula una candidatura de "tercera vía".



Podemos dibujar escenarios de probabilidades. Sin embargo, esto es
insuficiente. Porque, estrictamente hablando, no sabemos (a) cómo
evolucionará el desgaste del gobierno, si la economía no sale, por lo
fundamental, del marco recesivo de los últimos cinco años; (b) cómo
evolucionarán las investigaciones policiales que evalúan la relación del
bolsonarismo con las milicias y la oficina del crimen en Río de Janeiro; (c)
cómo evolucionará la crisis política del bolsonarismo, que aún no ha
definido el partido de alquiler que utilizará; (d) y, lo más importante,
cómo evolucionará la conciencia de las amplias masas populares.



La segunda es que no se descarta que, en algunos de los principales estados,
una candidatura de extrema derecha pueda llegar a la segunda vuelta.
Bolsonaro sigue siendo el favorito en las regiones del sur y del
centro-oeste. Es el caso de Minas Gerais y Río de Janeiro.



De ahí surge el tercer y más complejo problema. Cuál será la mejor táctica
para derrotar las candidaturas aliadas de Bolsonaro? La idea de que los
candidatos de centro serán más competitivos que los de izquierda parece
lógica, pero no lo es. Este ha sido siempre el argumento de Ciro Gomes y los
defensores de la táctica Kirchner en Argentina. La verdad es a menudo
contraria a la intuición.



Ante un problema complejo, la respuesta más sencilla parece fascinante, pero
casi siempre es errónea. Parece lógico, porque la mente humana prefiere la
repetición, la simetría. El razonamiento es sencillo, pero anacrónico. El
argumento es que en 2018, Haddad fue a la segunda vuelta contra Bolsonaro, y
perdió. Y aseguran: "si el PT, pero también el PSOL y el PCdoB hubieran
apoyado a Ciro Gomes (PDT), se habría evitado el rechazo de la izquierda y
se habría derrotado a Bolsonaro; "no podemos correr el riesgo de volver a
perder"; hay que evitar, por tanto, "la polarización de la izquierda contra
la extrema derecha".



Esta hipótesis parte de dos premisas erróneas. La primera es la suposición
de que una candidatura de perfil de centro-izquierda con Alckmin podría
ganar incluso en la primera ronda. Esta táctica no es una genialidad, es una
aventura.



La idea oculta es que la izquierda podría mantener los votos de su área de
influencia, pero la única forma de vencer a Bolsonaro sería en alianza con
una disidencia de la oposición liberal que transformara a Lula en un
candidato híbrido, mitad izquierda, mitad "tercera vía". En definitiva, la
idea de que sólo un Frente Amplio que unifique a toda la oposición a
Bolsonaro, desde la primera vuelta, podría ganar. Esta premisa es
electoralmente falsa y, políticamente, peligrosa. ¿Por qué?



Debemos considerar dos cuestiones. En primer lugar, no es cierto que esta
transferencia de votos se produzca. Alckmin no tiene tanta fuerza. Una
enorme parte de la base electoral del PSDB sería devorada por el
bolsonarismo. Muchos se negarán a votar a Lula, aunque reinvente un nuevo
formato de "paz y amor". Las elecciones de 2022 no serán un "remake" de las
de 2002.



En segundo lugar, debemos recordar que la táctica para 2022 es indivisible
de lo que será un tercer gobierno de Lula y del futuro de la izquierda.
¿Estamos dispuestos a ser un vagón auxiliar del tren dirigido por una
disidencia de la burguesía brasileña, que quiere mantener, a cualquier
precio, el ajuste fiscal neoliberal, pero deshacerse de las alucinaciones
neofascistas?



¿O queremos derrotar el peligro bonapartista, y creer en la capacidad de la
clase trabajadora para movilizarse contra Bolsonaro? Para ello, necesitamos
un programa de izquierda y candidatos de izquierda. Si el PT no lo hace, lo
hará el PSOL.



* Escritor, historiador, militante de la corriente Resistencia/PSOL,
columnista de Esquerda Online: https://esquerdaonline.com.br/

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