Israel/Francia/ "Los cuerpos árabes son objeto de deseo y de amenaza en el mundo gay". [Jean Stern - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 10 00:16:49 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

10 de octubre 2021

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Israel/Francia



Entrevista a Jean Stern, periodista. Autor de ‘Mirage gay à Tel Aviv’



“Los cuerpos árabes son objeto de deseo y de amenaza en el mundo gay”



Pablo Stefanoni *

CTXT, 9-10-2021

https://ctxt.es/es/



Hace unos años, Jean Stern (París, 1955) publicó un libro que buscaba
responder una pregunta sobre un tema que estaba ahí pero al que pocos le
habían prestado atención: cómo Tel Aviv, una ciudad que en los años 70 la
guía Spartacus recomendaba no visitar, se había convertido de pronto en una
Meca gay, que promete mucho sol, sexo y playa… y poca política. El conflicto
Israel-palestino es “demasiado complicado” para abordarlo en los pocos días
de Gay Pride sin que termine por aguar la fiesta. En Mirage gay à Tel Aviv
(Espejismo gay en Tel Aviv, Libertalia, 2017) este periodista francés, con
un larga trayectoria en el activismo LGBTI, analiza los mecanismos, y las
políticas estatales, para construir el pinkwashing (lavado rosa) israelí.



Cofundador de la revista Gai Pied en 1979, Stern analiza en esta entrevista
por Zoom, desde su casa en Belleville, la actualidad francesa, el voto gay a
la extrema derecha y la “histerización” de la conversación pública, sobre
todo en relación con el Islam, y las formas complejas en las que hoy
conviven islamofobia y antisemitismo. Pero recupera también algunos de sus
análisis sobre los cambios en la geopolítica del erotismo y el lugar de Tel
Aviv en el orientalismo sexual post-2001.



Stern constata la despolitización del mundo gay occidental actual pero
apuesta por recuperar una agenda emancipadora y destaca las manifestaciones
de radicalidad que, aunque en pequeña escala, emergen y buscan converger con
las luchas del presente.



-Hay mucha discusión en la actualidad sobre el homonacionalismo, y más en
general, sobre el vínculo entre homosexualidad y extrema derecha, ¿cómo lo
ve?



Se puede hablar de las discusiones o de la situación. En Francia hay de
hecho una situación bastante objetiva: una parte del electorado homosexual
–gays y lesbianas– confluyó con la extrema derecha. Podemos situar este
desplazamiento en los inicios de los 2000, sobre todo como efecto del 11 de
septiembre (de 2001). Poco a poco, el discurso antimusulmán –o antiárabe,
porque en Francia hay una gran confusión terminológica– se fue expandiendo.
La cruzada en Estados Unidos contra la comunidad arabo-musulmana tuvo un
gran eco en la comunidad gay francesa. Una comunidad dividida entre dos
sentimientos: atracción y amenaza.



El deseo corporal hacia los árabes nutrió toda una fantasmagoría que no es
solo del pasado; es absurdo cuando se dice que es algo de los años 50 o 60,
que es Yves Saint Laurent, que es Pierre Bergé. Es eso, por supuesto, pero
también, por ejemplo, el sitio citebeur.com, una web que se lanzó en los
años 90 y que a partir de los videos porno, a menudo grabados con jóvenes
provenientes de periferias populares, va a mitificar el cuerpo árabe (beur).
Después de la Copa del Mundo de 1998 podemos ver una reacción por parte de
una serie de gays que van a emerger en la escena pública y van a dejar atrás
las figuras gays de los años 70 y 80, que eran militantes, rebeldes, como
las nucleadas en el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), donde
se destacó Guy Hocquenghem, o en ACT UP (iniciativa centrada en la lucha
contra el sida) hacia fines de los años 80, con referentes como Didier
Lestrade… todos ellos, con sus matices, eran asimilables a la izquierda. Por
el contrario, los gays de la escena pública de fines de los 90 y 2000
aparecen más apegados a su estatus social; son de clase media y en ese
sentido se muestran más pendientes de su patrimonio, de su propio confort.
El horizonte mental de los pequeños propietarios, si quieres. Y los árabes
pasaron de objeto de deseo a objeto de amenaza.



No es falso que haya habido agresiones contra homosexuales en Francia por
parte de jóvenes de las periferias, y a partir de eso la extrema derecha
comenzó a atizar el discurso de odio. En esta época aparece también Marine
Le Pen, que tomaría el relevo de su padre (Jean Marie), que se mostraba como
una mujer rubia, amante de la juerga y rodeada de homosexuales. En muchos
casos, homosexuales que no salieron del armario oficialmente pero que
tampoco se escondían. Como se dice en Francia, “pas vu, pas pris” (no visto,
no pillado). Así, Marine, con su entorno de maricas (pédés), para usar una
palabra familiar a nuestro léxico, va a continuar poniendo el acento en los
viejos odios de su padre, sobre todo hacia los árabes, pero ahora contra los
árabes “que detestan a los homosexuales”; va a destacar, entonces, lo
“difícil que es ser homosexual en las banlieues francesas” –lo que no es
falso, pero también lo era antes y no solo en las periferias proletarias–.



De este modo, esta extrema derecha homosexual se afirma a partir de 2001 y
tiene posiciones muy fuertes en el campo político que se corresponden con
cierta evolución sociológica, bastante natural, de la comunidad homosexual
francesa. Para precisar, hay que decir que si bien hay movimientos de
lesbianas radicales alrededor de figuras como Alice Coffin, al mismo tiempo
hay una fuerza bastante conservadora. En las elecciones regionales de 2015,
algunas encuestas revelaron que uno de cada tres matrimonios de gays o
lesbianas votó por el Frente Nacional, lo cual es un porcentaje muy alto que
se explica por el conservadurismo social sumado al rechazo a los árabes.



-En la actualidad, la derecha, y ciertos sectores “republicanos”, acusan a
la izquierda de ser tonto útil del islamismo; se habla despectivamente de
“islamoizquierdismo” y se denuncia que los gays ya no pueden vivir en las
periferias… ¿Cuál es su visión?



Lo que puedo decir es que para un joven racializado, para un joven negro o
para un joven arabo-musulmán de la periferia no es más difícil ser
homosexual que para un joven blanco del oeste de París de un entorno
católico integrista. Hay que recordar que los partidarios de las terapias de
conversión en Francia, que es algo sin lugar a dudas abominable, se
encuentran en dos sectores de la sociedad: entre los católicos integristas y
entre ciertos arabo-musulmanes; menos entre los judíos, que en general son
poco religiosos en Francia y poco sometidos a la opinión de los rabinos. Los
tres grandes países europeos donde hay debates y prácticas de terapias de
conversión son Polonia, Irlanda y Francia, tres países predominantemente
católicos. Tampoco debemos olvidar que quienes se manifestaron masivamente
contra el matrimonio “para todos” no fueron los árabes sino quienes se
sienten parte de la Francia católica.



Hoy Francia es lo contrario al cuadro que pinta la extrema derecha. Es un
país de mezcla, de mixtura, de blancos, amarillos, negros, árabes,
musulmanes, cristianos, judíos, y a nadie le importa. Pero evidentemente hay
una histerización de la discusión en los medios y los temas centrados en la
cuestión racial ocupan mucho más espacio que los vinculados a la cuestión
social. En París pasa lo mismo que en otras grandes urbes. Cuando estás
lejos en las periferias te vas a la gran ciudad, a los centros urbanos. Pero
que esa gente, sean heterosexuales u homosexuales, venga a París inquieta
mucho a la derecha encarnada en figuras como Éric Zemmour pero también en
Marine Le Pen. Vienen a trabajar en McDonald’s, en plataformas de reparto,
en bares; y también a acostarse con otros, porque la sexualidad forma parte
del lazo social. París es una ciudad extremadamente joven,
extraordinariamente dinámica y extremadamente mezclada. Hay sufrimiento, la
vida puede ser dura, las familias arabo-musulmanas –o católicas, insisto–
son a menudo espacios sofocantes, pero también lo eran antes.



Sin embargo, lo que sí se agravó es el racismo en relación a las comunidades
arabo-musulmanes, y también negras, y se puede escuchar discursos racistas,
más en provincias que en París, que hace 20 años no se pronunciaban de
manera tan abierta. Un cambio vinculado, sin duda, a la emergencia y
expansión de la extrema derecha.



-¿Por qué decidió escribir Mirage Gay à Tel Aviv?



Como suele ocurrir, hay una mezcla de razones personales y políticas. Mi
historia personal me llevó a viajar en numerosas ocasiones a Israel desde
muy joven. Tengo amigos y familia allá. En los años 80 y 90, como mucha otra
gente, yo estaba entre los partidarios del campo de la paz. Era una especie
de sionista de izquierda. En Tel Aviv podía observar una escena homosexual
que se parecía en parte a la de Berlín Oriental o Budapest. Escondida,
detrás de las persianas, en lugares oscuros, y con mucha doble vida. Fue en
los bares gays de Tel Aviv que a fines de los 70 me encontré con
homosexuales palestinos; los descubrí, podría decir, porque para la
ideología sionista los árabes prácticamente “no existían” en Israel, que se
había construido “sobre un desierto”. La vida gay en Tel Aviv no se parecía
en nada a la de París, Berlín o Nueva York. Cuando en 1995 Isaac Rabin fue
asesinado me causó un gran dolor personal y decidí que Israel ya no me
interesaba más. Por eso no volví hasta 2009. Ese año acepté organizar un
viaje con un grupo de estudiantes a Israel y Palestina.



El día que llegué a Tel Aviv, el 1 de agosto, estaba cenando con unos amigos
y nos avisaron de un ataque contra un centro lésbico-gay, ocurrido en el
marco del Bar-Noar (encuentros gay para dar contención y apoyo contra la
homofobia). Fuimos y descubro una enorme multitud de jóvenes gays
enfurecidos, con lágrimas en los ojos… Así me encuentro, en una
circunstancia trágica, el mismo día de mi regreso a Israel después de 13 o
14 años, con una comunidad gay vital y al mismo tiempo con un ataque
homófobo.



Al día siguiente, se desarrolló una manifestación de varios miles de
personas, con muchas banderas arco iris y mucha rabia. El orador principal
fue Benjamin Netanyahu, la figura de la derecha israelí que acababa de
asumir nuevamente como primer ministro. Netanyahu pronuncia un discurso en
favor de los homosexuales, diciendo que iba a defenderlos, que iba a
encontrar a los culpables, y la manifestación termina con todos entonando el
himno nacional. Yo me quedé atónito al ver a todo el mundo aplaudiendo a un
primer ministro que para mí era una especie de cabrón de extrema derecha.



Me di cuenta rápidamente de cuánto había cambiado Tel Aviv. Bares,
iconografía, Gay Pride. Descubro toda la campaña de marketing gay financiada
por el gobierno israelí, la alcaldía de Tel Aviv y las organizaciones de
hoteleros. Toda esta operación tuvo una oposición muy marginal en el mundo
gay global. La idea es ir a Tel Aviv a vivir la fiesta. Sexo, sol y playa.
La despolitización del discurso sobre Israel-Palestina no puede escindirse
de la despolitización más amplia del mundo gay en Occidente.



No obstante, descubro que hay grupos anti-pinkwashing en San Francisco,
Toronto, Auckland; descubro a una autora que se llama Sarah Schulman, y
decido ponerme a trabajar con los instrumentos que conozco, los de mi
profesión de periodista. Entonces, vi la cantidad impresionante de gente que
atraía el Gay Pride en Tel Aviv, aviones enteros con daneses, suecos,
españoles, franceses, pero también brasileños, argentinos, neozelandeses,
australianos… si surge el tema de Palestina, la respuesta es siempre la
misma: “Es complicado”, “no me fastidien con eso”, “no me vengan a dar la
lata”… “vinimos a divertirnos”. Lo interesante es que, en un caso de
absoluto cinismo, Israel recurrió a toda una iconografía, y en parte una
historia, gay medioriental, la de las grandes ciudades árabes, como Bagdad o
El Cairo, y un poco menos Beirut, desde los años 20 y 30 para vender su
proyecto de opresión de los palestinos. Parte de esto quise contar en mi
libro.



-Usted habla en Mirage gay de una suerte de nueva geopolítica del erotismo
que cambió el Magreb y otros destinos del orientalismo sexual por los
cuerpos de los judíos sefardíes que, al tiempo, son bastante parecidos…



La masculinidad israelí se construye alrededor de la sabra [poblaciones
judías nacidas antes de 1948 en Israel]. Eran judíos mayormente asquenazíes,
de Polonia, de Ucrania, de Besarabia. Como decían los sionistas de fines del
siglo XIX, estaban afeminados por la práctica de los rezos. En la fundación
de Israel podemos ver dos instituciones fundamentales: el ejército –un
ejército guerrero que va a modelar literalmente un nuevo tipo de cuerpo,
musculoso, viril– y el kibutz, que organiza la vida social y el trabajo en
común de la tierra. Entonces, en esta primera etapa de Israel se va a
virilizar el cuerpo de los jóvenes israelíes. Entretanto, uno de los
desafíos de Israel es poblar el territorio y hacer frente a la mayor
natalidad de los árabes musulmanes. Van a llegar entonces muchos judíos de
Marruecos, de Irak, de Yemen, a los que llamaban los “judíos árabes”, que
llevaban consigo otra fisonomía en el sentido estricto del término.



Estos jóvenes sefardíes van a reemplazar la iconografía de los jóvenes
árabes cuando, en las últimas décadas, los gays europeos ya no viajen, por
temor, a los países musulmanes como lo hacían décadas atrás. Esto es
interesante porque Israel se construyó con un sustrato racista muy profundo,
en relación a los palestinos pero también a los sefardíes, que eran tratados
con desprecio por la burguesía asquenazí de izquierda que construyó el
Estado y los veía con inquietud. Hubo, de hecho, un gran movimiento de
protesta de los sefardíes, con manifestaciones de miles de personas. Incluso
se fundó el movimiento de las Panteras Negras, inspirado en las Panteras
Negras de Estados Unidos, para luchar contra la desigualdad.



En este mundo profundamente desigual que fue la historia de Israel,
finalmente se creó a través de las imágenes, de la iconografía o de los
fantasmas, si prefieres, un semblante de igualdad a través de los cuerpos de
los jóvenes deseados de Tel Aviv. Y preciso, de Tel Aviv, porque no los vas
a encontrar en Jerusalén ni tampoco en las periferias de Tel Aviv. Si
hablábamos de las periferias parisinas, te puedo garantizar que ningún
turista gay va a las periferias en Israel, porque se arriesga a las
reacciones de los religiosos que pueblan esos territorios.



-En las protestas contra el pase sanitario, y más en general, se puede ver
un aumento del antisemitismo en Francia, ¿lo percibe como un verdadero
peligro?



El incremento del antisemitismo en Francia es algo muy real, en paralelo con
el aumento de la islamofobia. Pero si bien ambos procesos son concomitantes,
no debemos confundirlos. Hoy, la matriz del antisemitismo es internet, y
también una figura de extrema derecha que se llama Alain Soral. Este
antisemitismo está difuminado en toda la sociedad, incluida la derecha
católica francesa que siempre tuvo tendencias antisemitas, y segmentos de la
población provenientes de la inmigración. Podemos ver también a Zemmour, él
mismo es de origen judío, involucrado en una especie de rehabilitación del
mariscal Pétain (que dirigió el gobierno colaboracionista bajo la ocupación
nazi) que retoma la vieja cantinela de que habría protegido a los judíos de
Francia frente a Alemania. Eso es repugnante y falso al mismo tiempo. Es un
error fáctico pensar que el antisemitismo en Francia está solo en la parte
arabo-musulmana de la población.



Entretanto, el incremento de la islamofobia fue muy rápido, muy fuerte y muy
potente. A través de la derecha pero también de corrientes supuestamente
socialdemócratas como la que encarna Manuel Valls. Valls es al mismo tiempo
fuertemente proisraelí, al punto de pedir que se cambiara la embajada
francesa a Jerusalén y apoyar la anexión de territorios en Cisjordania.
Entonces, hoy tenemos una islamofobia dominante y un antisemitismo difuso,
en crecimiento. Este está presente o subyacente en discursos como los de
Zemmour, que reivindica esa Francia tradicionalista, católica, “en
decadencia”.



Una pequeña anécdota para concluir: hay numerosos médicos judíos en Francia
y en la crisis de la covid-19 muchos de ellos aparecieron a menudo en los
medios. Una amiga estaba esperando el bus en una zona muy chic del distrito
VII de París y una señora muy burguesa comenzó decirle cosas increíbles
sobre los médicos judíos.



-¿Es posible recuperar una política emancipadora en el movimiento LGBTI?



Yo estoy convencido de que aún es posible. Es verdad que hoy no hay una
verdadera militancia gay en Francia, como la había en el pasado. Pero
asistimos a algunas nuevas convergencias. Hay un movimiento de lesbianas
importante. El libro de Alice Coffin hizo mucho ruido. Es un libro muy
interesante. Hay también una idea de articulación de luchas de pequeños
nodos. Vimos aparecer en estos años grupos radicales como los Pink Bloc
–inspirados en los Black Bloc– que acompañaron varios movimientos sociales,
como el que se movilizó contra la reforma de pensiones y, en parte, el de
los chalecos amarillos, o corrientes queer ecologistas. Hay una radicalidad
que no es muy fuerte en términos numéricos, pero se expresa en luchas contra
el calentamiento global, por el decrecimiento, en torno a diferentes “ZAD”
(Zone À Defendre). Son pequeños epifenómenos en un país que parece al borde
de la explosión desde el punto de vista político, social y cultural, en el
marco del fuerte crecimiento de la injusticia social. En todo caso,
constituyen presencias radicales en el paisaje francés que son interesantes
y no deberíamos despreciar.



* Pablo Stefanoni, periodista e historiador. Coautor de 'Todo lo que
necesitás saber sobre la Revolución rusa' (Paidós, 2017) y autor de '¿La
rebeldía se volvió de derecha?' (Siglo Veintiuno, 2021).

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