Sin fronteras/ Eileen Gray, pionera de la arquitectura moderna, una de las primeras diseñadoras homosexuales de la historia. [Anatxu Zabalbeascoa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 12 13:59:36 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

12 de septiembre 2021

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Sin fronteras



Eileen Gray, pionera de la arquitectura moderna y una de las primeras
diseñadoras abiertamente homosexuales de la historia




Anatxu Zabalbeascoa

El País Semanal, 12-9-2021

https://elpais.com/eps/



Durante décadas, la casa más famosa de la diseñadora irlandesa Eileen Gray
(1878-1976) fue popularmente atribuida a Le Corbusier. Que el autor de
Chandigarh la okupara con ocho murales pintados en contra de la opinión de
Gray y que al incluir esos frescos en sus obras completas no mencionara a la
arquitecta no ayudó a aclarar el equívoco. El resto de la leyenda lo tejió
la larga, fructífera e intensa vida de Gray —una de las pioneras de la
arquitectura moderna, una creadora elegante y visionaria y una de las
primeras diseñadoras abiertamente homosexuales—, que, por longeva, vivió
para ver desaparecer y reaparecer su fama. Sus singulares diseños, audaces,
vanguardistas y artesanales a la vez, los precios que adquirieron en
subastas posteriores y su vida de catolicismo, lujo, bohemia y vanguardia
artística en París terminaron de dibujar el mito.



Corría 1929 y, con la casa acabada pero apenas conocida —estaba en Cap
Martin, en un lugar donde no existía camino de acceso en la costa del sur de
Francia—, su nombre contribuyó al misterio. La vivienda no se llamó Mi
Descanso o, pongamos por caso, Villa Eileen, sino E1027, que resulta un poco
más difícil de descifrar. E1027 es un acrónimo que encierra en cuatro
iniciales (tres de ellas cifradas) el nombre de sus dueños. La E identifica
a la propia Eileen, el 10 es el puesto que ocupa en el alfabeto la inicial
del otro habitante, el rumano Jean Badovici, el 2 corresponde a la B de ese
apellido y, cerrando la cifra, el 7 representa la G de Gray.



La casa que diseñó Gray para ella y su protegido, el arquitecto y periodista
Jean Badovici, mira al Mediterráneo desde una ladera sembrada de pinos en
Roquebrune y nació como un acto de unión entre dos personas en un lugar
apartado. La mujer, Gray, era abiertamente lesbiana. Este dato no resulta
anecdótico en su vida ni en el azar de la vivienda.



Gray tenía 46 años. Se entusiasmó por un inquieto arquitecto de origen
rumano al que abrió las puertas del París más vanguardista, tal y como se
las habían abierto a ella. Quince años menor que ella, él no había
construido nada, pero juzgaba la arquitectura y el diseño en las páginas de
L’Architecture Vivante y la convenció para que diera el paso del interior al
exterior. Ese entusiasmo acabó con la apasionada relación que Gray mantenía
con una cantante de moda en el París de los años veinte, Marie-Louise
Damien, conocida como Damia, que se paseaba por la calle Bonaparte —donde
vivía Gray— con una pantera negra atada a una correa. Damia se había
escapado de su casa con 15 años. La propia Gray había llegado a París con 22
y para caminar tranquilamente con su primer amor, Jessie Gavin, tendía a
vestirse de hombre.



Aunque las diversas historias de la arquitectura la ignoraran, y las pocas
que contaron luego su contribución la nombraron asistente de Badovici, fue
la fama de Gray como inclasificable lo que atrajo al arquitecto rumano.
Cuando se conocieron, Gray ya había ideado sus famosos biombos, había
firmado el interior de sucesivas viviendas y había abierto una galería con
nombre de hombre, Jean Désert, para vender sus diseños en el 217 de Faubourg
Saint-Honoré. Allí acudían a comprar buena parte de sus distinguidas amigas,
Gertrude Stein, Elsie de Wolfe o Sylvia Beach, la dueña de la librería
Shakespeare and Company, no lejos de la calle Jacob, donde —según ha
investigado Katarina Bonnevier en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM)— la casa de Natalie Barney se había convertido en su lugar de
reunión. Con todo, su mejor cliente fue el diseñador de moda Jacques Doucet.
Paradójicamente, será la subasta de la colección de muebles de este modista,
40 años después de su muerte en 1929, lo que le permita a Gray recuperar su
papel en la historia de la arquitectura.



Hija de un pintor terrateniente y de la baronesa Lady Evelyn Pounden, criada
en el campo irlandés de Wexford como Kathleen Eileen Moray, para cuando
llegó a París con su madre para visitar la Exposición Universal de 1900 —y
de paso descubrir la obra de Charles Rennie Mackintosh—, Gray ya sabía que
quería diseñar. Con 22 años regresó a Londres para estudiar y allí conoció a
Jessie Gavin, su primer amor. En una visita al Museo Victoria & Albert se
preguntó qué se podría hacer con la laca japonesa en el siglo XX. Sus
primeros trabajos los dedicó a investigarlo.



Corre 1905 cuando Gray y Gavin estudian en la Académie Julian, que todavía
existe en la calle Dragon de París, y por donde, unos años antes, había
pasado Matisse. Es entonces cuando Gray conoce al japonés Seizo Sougarawa y
comienza a hacer biombos móviles y lacados. También cuando se instala en el
21 de la calle Bonaparte. Desde allí viaja a África y Estados Unidos. Y allí
regresa, durante la I Guerra Mundial, para conducir ambulancias con el resto
de sus modernas amigas. En 1923, abre la galería, un año después de conocer
a Damia. Algo más tarde aparece Badovici, firma su primera casa —para la que
ideó más de un centenar de muebles— y, muy poco después, todo comienza a
desmoronarse.



Cuando la relación entre el director de L’Architecture Vivante y Gray se
enfría, ella le cede la residencia donde han sido felices, incluidos muchos
de los diseños —mesas, lámparas, armarios o alfombras— que ahora se muestran
hasta el 10 de octubre en el IAE de San Sebastián, y comienza a diseñar
otros muebles y una nueva vivienda.



Como periodista, Badovici conoce a Le Corbusier, que ya ha firmado casas
emparentadas con la austeridad y la ligereza exterior de la vivienda. La
Semana Santa de 1938, Badovici le deja la residencia en Cap Martin a su
amigo, que adora el lugar, y terminará construyéndose su famoso Cabanon (una
cabaña de apenas 10 metros cuadrados) en el límite de la propiedad. El
futuro autor de Ronchamp se instala en la E1027 y comienza a pintar frescos
en las paredes. No uno, pinta ocho. La vivienda deja de ser blanca. Queda
invadida por las escenas eróticas de Le Corbusier. En palabras de la
arquitecta Beatriz Colomina, que ha estudiado durante años lo que allí
sucedió: “Como todos los colonizadores, no piensa que sea una invasión sino
que lo considera un regalo”. Cuando Gray descubre la invasión, monta en
cólera. Pero hay problemas mayores. Con la II Guerra Mundial tiene que
regresar a Londres. Para cuando está de nuevo en Francia, descubre que su
casa de Saint-Tropez ha sido saqueada. Y la E1027, tiroteada y ocupada.



En 1956 Badovici, con un grave problema en el hígado, sabe que se muere y
llama a Eileen, que acude a Mónaco y lo acompaña en sus últimos días. Luego
Gray se recluye en París, en la calle Bonaparte. Ya apenas diseña. Ha
firmado más de 400 ideas y vive rodeada de algunas de ellas, como el sillón
Bibendum, inspirado en el muñeco de Michelin que hoy produce Classicon, o la
mesilla que sube y baja E1027, que ideó para que su hermana pudiera
desayunar en la cama. Gray no trabaja con encargos, diseña lo que ella o sus
amigos necesitan.



Louise Dany entra como gobernanta en la casa de Gray, se convierte en
colaboradora y termina siendo su compañera más fiel. En 1968, Gray tiene 90
años. Tras décadas de silencio, Joseph Rykwert firma un artículo en la
revista Domus reconociéndola como pionera cuando ya nadie la conoce. Para
1972 comienza la subasta de los muebles de Doucet. La silla Dragon, también
llamada Serpiente, es adquirida por Yves Saint Laurent. Cuando se vuelve a
vender, en 2009, lo hará por más de un millón de dólares.



Lo poco que queda de los dibujos, notas y facturas de Gray está en los
archivos del Museo Victoria & Albert, en Londres. Sabemos por esa
documentación que durante años contó con la colaboración del mueblista
japonés Kichizo Inagaki, que la ayudaba a construir sus diseños capaces de
transformar interiores. Es esa creatividad móvil, exquisita y transformadora
lo que ha ganado a Gray un lugar en la historia.



La casa E1027 no es, por mucho que se haya escrito ampliando el mito, la
primera vivienda moderna. Para 1925, cuando la diseñadora compra el terreno,
Le Corbusier ya ha firmado la residencia de sus padres junto a un lago o el
estudio para Amédée Ozenfant en París. Lo que no ha conseguido Le Corbusier
es la correspondencia entre la rompedora modernidad de la fachada de sus
edificios y su acartonado interior. Era eso lo que le faltaba: los muebles
versátiles capaces de transformar la arquitectura.



Le Corbusier terminaría sus días nadando —y ahogándose— en el mar frente a
la casa. Gray, rodeada de sus muebles en la calle Bonaparte. Desde hace una
década, una placa de mármol recuerda que vivió allí durante 70 años.
Paradójicamente, los intrusivos murales del arquitecto evitaron la
destrucción de una de las casas más enigmáticas del mundo. Hoy cuentan una
historia de libertad y de egocentrismo, de osadía, amor, tal vez de celos y,
seguramente, una mezcla de admiración y miedo.

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