Ecuador/ Alicia Cahuiya: "¡Déjennos vivir como waorani!". [Gabriela Ruiz Agila]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mie Sep 22 09:47:28 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
22 de septiembre 2021
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Ecuador
Alicia Cahuiya: “¡Déjennos vivir como waorani!”
Desde hace casi 30 años, la lideresa waorani enfrenta a los capitales
petroleros, que invaden y contaminan el parque Yasuní, uno de los lugares
más biodiversos del mundo y, también, el de mayor reserva de petróleo en
Ecuador. Y ahora la amenaza a la vida de los waoranis y de otros pueblos
indígenas se intensifica.
Gabriela Ruiz Agila *
Pie de Página, 18-9-2021
https://piedepagina.mx/
Territorio Waorani, Ecuador. Alicia Cahuiya subió al podio en la Asamblea
Nacional de Ecuador. Su palabra de mujer waorani retumbó en los murales
donde se hacen leyes para la patria, colonial y paradójica. Había llegado
desde Yasuní con un grupo de indígenas bajo la consigna de apoyar la
explotación de hidrocarburos en su territorio ancestral, pero ella estaba
decidida a romper el guion.
Así reclamó Alicia, lideresa indígena de la Amazonía ecuatoriana, ese 4 de
octubre de 2013. Lucía una serpiente pintada en cada mejilla, signo de
sabiduría. Dos atados de tejidos claros y oscuros le cruzaban el pecho con
un gran collar de semillas; una pluma larga y roja coronaba su cabeza.
“Todos ustedes tienen que decir sí”, les había pedido el presidente de la
Nacionalidad Waorani del Ecuador (Nawe), Moi Enomenga, a las y los indígenas
de base, antes de iniciar la comparecencia en la Asamblea Nacional del
Ecuador. Alicia recuerda que éste vestía como “gran señor” y llevaba una
corona robada.
Los comuneros fueron citados de manera tramposa al debate en el poder
legislativo para aprobar el proyecto de ley que autorizaría la explotación
del Bloque 31 y Bloque 43 en el Parque Nacional Yasuní. Éste es uno de los
lugares más biodiversos del planeta y alberga a los Kichwa, Shuar, Waorani y
pueblos aislados como los Tagaeri o Taromenane.
Los representantes del expresidente Rafael Correa (2007-2017) presionaron a
Alicia y a otros waoranis, a través de la dirigencia cooptada. Todos fueron
transportados desde sus comunidades a conveniencia del Gobierno.
Poco parecía importar a los asambleístas que la aprobación de esta
iniciativa de ley implicaría como consecuencia la depredación del bosque
amazónico y la afectación a la integridad de pueblos como el Kichwa de
Sarayaku, Sapara o pueblos en aislamiento como los Tagaeri-Taromenane.
Los waoranis se llaman hermanos entre ellos. La idea de que su propia gente
pudiera lastimarla, provocó en Alicia gran tristeza.
Vivió atemorizada y en zozobra temiendo por su vida y la de su familia. Al
poco tiempo, personas desconocidas ingresaron a una habitación, que rentaba
por un precio módico, en la ciudad del Puyo, cuando salía de la selva.
«Cuidado con tu vida, puedes morir»
Esa noche se quedó dormida en el altillo al que se subía por una escalera.
Cuando los intrusos ingresaron, no la vieron. Robaron su computador,
teléfono y cámara después de envenenar al perro que cuidaba la entrada de la
casa y dejaron un papel que decía: “Cuidado con tu vida puedes morir”.
Alicia aún se pregunta qué hubiera pasado si ellos la encontraban abajo.
Pese a esas amenazas, Alicia continuó trabajando por los waoranis y otros
pueblos. En 2013, fue testigo en la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) para contar la situación de los pueblos aislados
Tagaeri-Taromenane, afectados por proyectos de desarrollo de sectores
estratégicos que devastan recursos naturales y modos de vida. Y desde 2018,
es coordinadora del Programa de Pueblos Indígenas Aislados de la
Organización Land is Life.
Las diferentes acciones y protestas de las y los indígenas no detuvieron las
exploraciones petroleras. Tras la consulta popular de 2018 para proteger el
Yasuní, el gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) incumplió el mandato del
pueblo ecuatoriano; autorizó la construcción de plataformas de perforación y
producción de hidrocarburos en el Bloque 43 (ITT) que afectó a los pueblos
aislados y territorio waorani.
En ese contexto, en 2019 el pueblo waorani ganó el fallo legal en tribunales
nacionales para que se respete el derecho de consulta previa, libre e
informada, amparado en el artículo 57 de la Constitución Política del Estado
ecuatoriano. Aun así el gobierno no frenó sus planes.
La presión gubernamental y de las petroleras, en distintos momentos, fue tan
fuerte que promovieron contratos injustos desde siempre. Por ejemplo, la
empresa Agip Oil en 2001 ganó millones de dólares, generados en el Bloque
10, y la comunidad solo recibió un saco de arroz, un saco de azúcar, dos
baldes de manteca, una funda de sal, dos balones de fútbol, un silbato para
el árbitro y un cronómetro.
Eso sí, las consecuencias pesan en el territorio. En pleno corazón de la
Reserva de Biósfera del Yasuní se evidencia el daño: el río Manduro registra
el doble de hidrocarburos (0.6 mg/1) permitidos por la Unión Europea para
aguas de baño y sesenta veces más de lo aprobado para agua de consumo
doméstico. Mientras que 447 mecheros permanecen encendidos quemando gas
licuado de petróleo (GLP) a cielo abierto. Y, hace unos meses, la comuna
waorani Dikapare —ubicada en Bloque 55, en la provincia de Orellana— fue
militarizada para proteger las operaciones de la petrolera Ecuaservoil S.A.
El largo caminar de Alicia
Conocí a Alicia en 2017 en Pacayacu, durante una protesta pacífica a la que
se sumó en reclamo a Petroecuador por la contaminación de pozos de agua en
la provincia de Sucumbíos. El día anterior, un sueño me anticipó su bravura.
La vi como una niña dentro de una jaula negra colgando dentro del árbol. En
mi sueño ella no tenía miedo, como no lo tiene en la vida real. Un año más
tarde, marchó en el “Día Internacional de la Mujer” con el colectivo de
Mujeres Amazónicas para exigir el cumplimiento de su mandato en la
dirigencia.
Durante cuatro años, en distintos momentos, la vi caminar descalza en las
calles de Quito y asistir a ruedas de prensa y a comparecencias. Su imagen
con diademas de plumas rojas y amarillas, wayruros en muñecas y rodillas
para protección, y su vestimenta tradicional tejida con fibras de chambira
la identifican en todos los espacios que participa.
Su antifaz rojo sobre su rostro, pintado con achiote, la muestra más
imponente cuando habla ante los dirigentes indígenas, presidentes,
periodistas, ambientalistas o foros internacionales. Su cabello largo y
negro le cae como cascada sobre la espalda.
Mide aproximadamente 1.55 metros. A sus 46 años tiene la fortaleza de un
río; va y vuelve de Ñoneno a Quito, y luego a Shell —su comunidad— entre
caminatas, transbordos en canoa y autobús.
Ella enfrenta a las petroleras y al poder político con el orgullo que
inspira el legado de sus ancestros, habitantes del Yasuní. Esta es la única
herencia para sus cinco hijos, nietos y el mundo.
Su abuela Waare la llamó “Weya” que significa “Guardiana de la Cascada” y la
instruyó en el uso de las plantas. Ella le enseñó a ir al monte, preparar
las flechas, elaborar artesanías y cuidar de la chacra. Su abuelo Iteca fue
un guerrero muy respetado que luchó contra los caucheros. Lo asesinaron y su
cuerpo fue enterrado de forma ritual en medio del Yasuní.
Waare lloraba recordando a Iteca pero no tenía un lugar donde honrar su
memoria, porque esta fue arrasada por la maquinaria de las petroleras. Los
waoranis se quedaron sin moretales, kewencores —lugares de enfrentamientos
por defensa territorial— y tumbas de sus abuelos cuando el gobierno autorizó
tender líneas de caminos y tuberías por kilómetros a través de la selva.
Cuando Alicia comprendió que las lágrimas de su abuela advertían el dolor de
las próximas generaciones, sintió un gran incendio en su corazón. Decidió en
la década de los 2000 buscar una forma de hacer escuchar su voz. Se organizó
con otras mujeres; mejoró su español y viajó a Quito, con más frecuencia,
para contar una historia que contradice el discurso de bonanza petrolera.
Previamente, las obras de infraestructura petrolera provocaron el
desplazamiento forzoso de los waoranis. No fue la única política que les
afectó. En la década de los setenta, gobierno y petroleras como la
Texaco-Gulf instalaron el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) para cumplir
la función de mediador comunitario.
Bajo el argumento de evangelizar y educar a los waoranis, gobierno,
petroleras e ILV iniciaron la segregación forzosa hacia el “Protectorado”
indígena de Tiweno con el fin de que las tierras queden vacías. De esta
forma, el Estado ecuatoriano pudo ofertar terrenos “baldíos” a petroleras,
reforzando la práctica de expropiación de tierras colectivas por “interés
público”.
Los rastros y la memoria de los ancestros de Alicia Cahuiya se borran con
políticas públicas hidrocarburíferas. Por eso, ella y otros waoranis están
en resistencia. Ellos saben que el petróleo continúa devastando su
territorio y que, sin selva, podrían desaparecer.
Tomar la lanza
El petróleo llevó otros problemas a los territorios indígenas: tala de
bosques, minería, hidroeléctricas, alcoholismo, violencia, prostitución.
Algunos dirigentes waoranis firmaron acuerdos con petroleras para la
explotación del territorio ancestral. Mientras las mujeres eran relegadas al
cuidado doméstico, los hombres —empleados por las petroleras— aprendían
español y costumbres ajenas; ganaban dinero pero no llevaban ropa ni
alimentos para cuidar de sus hijos.
“(Los hombres) salían de esas reuniones de la dirigencia o con las
petroleras y llegaban borrachos a pegar. Me pregunté qué podíamos hacer para
que esto se detuviera”, comparte Alicia, quien también sufrió maltratos.
Así fue que nació la Asociación Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana
(Amwae) con el fin de generar empleo, autonomía financiera; fortalecer
emprendimientos de mujeres y visibilizar su presencia política.
La lideresa dice que en la selva no se necesitan dólares sino arduo trabajo
para cuidar de la tierra, y que la inserción de la lógica del mercado de
consumo modificó la relación de los waoranis con la selva. “Si fuera por
dinero, mis hijos no conocerían la selva”, asegura.
La lucha de Alicia, como de otras mujeres waoranis organizadas, empezó
primero en casa. Ella enfrentó a su padre que trabajó toda su vida para las
petroleras y que aún las defiende y luego debió también confrontar a su
marido.
Históricamente, el matrimonio se usó por los waoranis para pacificar las
guerras, unir a los clanes y reforzar la función pacificadora de las
mujeres. Incumplir la promesa de este supone la muerte. Alicia tenía 12 años
cuando debió casarse con Nanto en Shell. Antes había sido prometida a la
hija de un poderoso chamán del Yasuní pero los adultos eligieron a su actual
esposo.
“Tienes que llegar a una hora puntual o quedarte en casa”, intentaba imponer
Nanto a Alicia cuando asumió la dirigencia. Pero ella tenía que cumplir con
sus tareas: viajar y organizar a su gente mientras en casa había quejas y
celos.
Incluso su esposo —quien también fue dirigente comunitario— le pidió, en
algún momento, que aceptara a la petrolera en el Yasuní. Alicia no cedió.
Pese a que los waoranis no permiten que las mujeres toquen las armas, porque
consideran que es de ‘mala suerte’, Alicia tomó un día la lanza de Nanto.
Por su cuenta, cazó monos y tapires.
Con el transcurrir del tiempo, Nanto aprendió a cuidar también de cuatro
niñas y un niño mientras su esposa trabajaba como política.
Victoria en Cotopaxi
El verano de 2021 marcó un hito en la trayectoria política de Alicia. Fue
elegida como la responsable de Mujer y Familia en la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), una de las organizaciones de
mayor repercusión en el país y dentro de la región. Así se convirtió en la
primera mujer waorani electa con el cargo más alto en una instancia de
representación política indígena nacional.
El nuevo presidente de la Conaie, Leonidas Iza, en su posesión enfatizó:
“Hay que fortalecer la justicia indígena en nuestras comunidades por los
niveles de violencia que nuestras compañeras están sufriendo”.
A más de 30 años del “primer levantamiento indígena” de 1990, la elección de
Alicia es el resultado de procesos políticos de dirigencia local y
comunitaria, el de su historia personal y el de otros liderazgos femeninos
indígenas como Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango.
Según recuerda Alicia, esa marcha fue su primera visita a Quito, de la mano
de sus padres. Así forjó su camino, hasta llegar a ser vicepresidenta de la
Nawe; cofundadora y presidenta de la Amwae. Esta última organización genera
empleo en la elaboración de artesanías y la producción de cacao, trabajo
reconocido con el Equator Prize en 2014 y el Premio Latinoamérica Verde, en
la categoría Biodiversidad y Bosques en 2015.
Esa tarde de la posesión del 24 de julio, entre las montañas de Cotopaxi,
Alicia —con el antifaz de guerrera pintado en la cara— recibió el encargo de
cuidar de las familias y mujeres de 53 organizaciones que representan a 18
pueblos y 15 nacionalidades indígenas.
Su tía Huica la acompañó junto a otros waoranis para unirse a la
celebración. Nanto estuvo a su lado brindando su apoyo en ese histórico
momento. Alicia entrelazó las manos con sus compañeros y las levantaron en
signo de victoria.
Como dirigenta de la Conaie, Alicia Cahuiya planea capacitar en derechos a
más mujeres para erradicar la violencia de género en las comunidades.
Seguirá apoyando y formando parte de procesos de fortalecimiento de
liderazgos femeninos indígenas en Ecuador y en la Amazonía sudamericana.
Le tocará continuar con su ardua lucha en un contexto hostil para los
indígenas, con un Estado que pretende ampliar las explotaciones petroleras
en el Yasuní. El gobierno del banquero Guillermo Lasso (posesionado en mayo
de 2021) ya anunció el incremento de producción petrolera diaria para que
pase de 500 mil barriles de petróleo (bdp) a un millón.
El plan de la expansión de la frontera petrolera ya está en marcha y por eso
la lucha de Alicia Cahuiya está más vigente que nunca. Imágenes satelitales
muestran la apertura de una carretera de 4,7 km en el Bloque 43 que
atraviesa el parque Yasuní y que conecta la plataforma Tambococha B y C,
Ishpingo A y B. Esto ocurre pese a que persiste la huella del derrame de
15.800 barriles de petróleo —ocurrido el pasado 7 de abril de 2020—,
afectando a familias waoranis y de otros pueblos que conviven con los ríos
Napo y Coca. Aún no hay justicia para las 25 mil familias damnificadas.
Tras el canto de los niños del Cotopaxi en kichwa —que fue parte de la
ceremonia de posesión como alta dirigenta— la cuestionante de Alicia a las
autoridades gubernamentales se oyó más fuerte: “¿Dónde vivirán los niños?”.
Su reclamo es que permitan y faciliten la depredación de uno de los bosques
más ricos en biodiversidad. “El gobierno debe entender que la selva no es
territorio vacío, no es una mercancía”, expresó Alicia con dignidad y
exigió, una vez más, “¡Déjennos vivir como waoranis!”.
* Gabriela Ruiz Agila, Investigadora en prensa, migración y derechos
humanos. Cronista. Es conocida como Madame Ho en poesía. Premios: Primer
lugar en Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo [Ecuador, 2017];
segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño con
Escrituras de Viaje [Ecuador, 2016]; primer lugar en Crónica del
Cincuentenario organizado por la UABC con Relato de una foránea [México,
2007].Este reportaje es parte del proyecto ‘Defensoras del territorio’ de
Climate Tracker y FES Transformación.
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