Francia/ Reconstruir una izquierda combativa ante un segundo quinquenio de Macron. [León Cremieux]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Abr 4 22:11:13 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

4 de abril 2022

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Francia



Reconstruir una izquierda combativa ante un segundo quinquenio de Macron



León Cremieux

Viento Sur, 3-4-2022

https://vientosur.info/

Traducción de Viento Sur



El quinquenio ultraliberal y autoritario de Macron está llegando a su fin, y
la probabilidad de que sea reelegido el 24 de abril como presidente de la
República es grande. El rechazo a la reforma de las pensiones, el movimiento
de Chalecos Amarillos, la pandemia y la agresión rusa en Ucrania han marcado
la vida política del país en un contexto de creciente precarización e
injusticia social. Por tanto, la probabilidad de esta reelección no se debe
ni a una base popular real ni a una estabilidad política que garantice su
continuidad.



En 2017, Macron fue elegido debido al descrédito del presidente socialista
saliente, François Hollande (del que fue ministro de Economía), y tras el
fiasco total de la candidatura del partido de derechas Les Républicains
(LR), cuya victoria parecía asegurada cuatro meses antes de las elecciones.
Cultivando el ala más tradicionalista y homófoba del electorado de derechas,
la candidatura de François Fillon se había impuesto en LR frente a los
favoritos Sarkozy o Juppé, pero el escándalo de empleos ficticios y
malversación de fondos públicos revelado unas semanas antes de las
elecciones invirtió totalmente el escenario. Por primera vez desde las
elecciones presidenciales por sufragio universal en 1965, la derecha no
estuvo presente en la segunda vuelta y un recién llegado Macron, sin
partido, arrebató la victoria a los dos principales partidos
institucionales.



sEl sistema político francés es, de hecho, un sistema presidencialista
estricto con una concentración del poder ejecutivo en manos del presidente y
un control casi automático del presidente sobre la asamblea legislativa. De
hecho, esta es elegida unas semanas después de la elección presidencial
mediante un sistema mayoritario a dos vueltas,. Durante veinte años, este
mecanismo ha garantizado un efecto de arrastre; es decir, la elección
sistemática de la gran mayoría de candidatos de las listas del presidente
que viene de ser elegido; lo que se traduce en una asamblea en la que la
mayoría, en ausencia de toda representación proporcional, aplasta a sus
oponentes.  Es lo que ocurrió también en 2017, cuando La République en
marche (LREM) -el movimiento creado por Macron para liderar su campaña-,
recién creado y sin apenas implantación, logró obtener, ex nihilo, 349
escaños de 577. Además, atrajo a un gran número de tránsfugas de LR y PS,
con algunos pesos pesados ex ministros que volverían al gobierno, como Bruno
Lemaire, Edouard Philippe, Roselyne Bachelot y Jean Yves Le Drian.



También hay que tener en cuenta que si Macron fue elegido aprovechando
abusivamente la ola por desalojar [al establishment político] jugando con el
descrédito de los anteriores gobiernos del PS y de LR, ese mismo descrédito
hizo que las elecciones de 2017 marcaran también una creciente
desautorización del sistema político como tal. Con un 34% de abstención y
votos en blanco en la segunda vuelta, fue la participación más baja en la
votación presidencial desde su creación en 1965. Lo mismo ocurrió en las
elecciones legislativas, con más del 57% de abstención.



Así pues, en 2017, Macron logró su elección mediante un ejercicio de
equilibrio sobre arenas movedizas, atrayendo principalmente a los votantes
de izquierda y del centro en la primera vuelta y ganando en la segunda
gracias al voto anti-Le Pen. Este ejercicio se concretó en la equipo de su
gobierno, reciclando a ex ministros y funcionarios del PS y de la derecha.
Durante estos cinco años, tanto el PS como LR apenas han levantado cabeza
ante una política liberal bastante similar a la que hubiera llevado a cabo
otro gobierno social-liberal del PS o un gobierno de derechas dirigido por
LR.



Por otra parte, LREM no ha logrado extender esta relación de fuerzas y esta
fusión en un nuevo movimiento al conjunto del sistema institucional
[Consejos regionales, Departamentos, Ayuntamientos], que está marcado en
gran medida por el peso de la socialdemocracia, la derecha sarkozista y, en
menor medida, Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen. Macron y LREM no
han conseguido ganar ni una sola elección en cinco años: fue derrotada por
el RN en las elecciones europeas de 2019, no logró ninguna alcaldía en
ciudades de más de 100.000 habitantes en 2020, sólo un pequeño puñado de
concejales elegidos, ni encabezó ninguna de las regiones en 2021. Porque,
aún a pesar de una importante crisis como partidos nacionales, la
implantación en las instituciones locales y regionales sigue siendo
abrumadoramente la prerrogativa de LR, la socialdemócratas y RN. LREM no
tiene presencia local y Macron se ha negado claramente a transformarlo en un
partido político. Los portavoces de LREM son, de hecho,sus ministros.
Además, es el portavoz del gobierno, Gabriel Attal, quien es al mismo tiempo
el portavoz de la campaña de Macron.



En los últimos meses, numerosos informes han confirmado de forma detallada
las condiciones de vida que vienen sufriendo las clases populares desde el
comienzo de la pandemia: por un lado, la profundización de las desigualdades
y el incremento de la miseria social; por otro, el enriquecimiento
monstruoso de unos pocos. Esta situación social dio lugar al movimiento de
Chalecos Amarillos en otoño de 2018, planteando reivindicaciones sociales y
democráticas. En el mismo período, el personal del sector hospitalario se
movilizó contra la falta de medios y los salarios de miseria frente a una
política de desmantelamiento, de cierre de camas y de hospitales. Y unos
meses más tarde, el movimiento sindical en su conjunto se movilizó contra
una nueva reforma de las pensiones destinada explícitamente a hacer que la
gente trabaje más tiempo mientras se reduce la cuantía de sus pensiones.



La pandemia de la covid congeló la mayor parte de la actividad del
movimiento social a partir de la primavera de 2020, lo que salvó a Macron de
nuevos enfrentamientos sociales. Por desgracia, el aumento de la precariedad
no se ha detenido. Las poblaciones más precarias han sido las más afectadas
por la pandemia y el desempleo; la pérdida de poder adquisitivo ha sido el
día a día de millones de hombres y mujeres. Al mismo tiempo, mientras el
Gobierno congelaba la reforma de las pensiones, puso en marcha, en plena
pandemia, una reforma del sistema de seguro de desempleo destinada a ahorrar
2.300 millones de euros en las prestaciones pagadas a las personas en paro.
Asimismo, no se tomaron medidas para garantizar una financiación del sistema
público de salud a la altura de las necesidades y, lo que es peor, no se
suspendieron los planes de recorte de gastos. En 2020 se cerraron 25
hospital y 5.700 camas de hospitalización completa. Estos son sólo algunos
ejemplos en el ámbito social. En lo que respecta a las libertades
democráticas, Macron, en cinco años, ha aprobado 7 nuevas leyes
liberticidas, amparándose en el aumento de la violencia policial en los
barrios obreros y durante las manifestaciones. Esto ha ido de la mano de la
explosión del control social con el estado de emergencia sanitaria y los
pases sanitarios y de vacunación.



Si Macron ha evitado la desautorización que padecieron sus predecesores
Sarkozy y Hollande, es sólo porque aprovechó la pandemia para evitar y
sofocar cualquier debate político en nombre del estado de emergencia
sanitaria, de los confinamientos y de las restricciones impuestas por la
pandemia a las actividades sociales y a las reuniones populares. Además,
liderando una política neoliberal en continuidad de los dos quinquenios
anteriores (los del PS y la UMP, ahora LR), ha logrado que ni el PS ni LR
haan sido capaces de distanciarse o marcar una diferencia real con él en las
cuestiones fundamentales. Ninguno de estos partidos representa una
alternativa a las políticas de Macron y no cuentan con el apoyo de los
principales grupos capitalistas y sus medios de comunicación. Lo que
constituye un factor de profunda crisis en estos dos partidos, que se
refleja en la marginación de sus dos candidatos en estas elecciones, una
marginación que llega incluso a una pésima posición, con una caída en
picado, de Anne Hidalgo, la candidata oficial del PS.



Así pues, probablemente, Macron conseguirá mantener la polarización de una
buena parte del electorado de izquierdas e incluso de una parte, sin duda
creciente, del electorado de LR. En efecto, ante la incapacidad de
distanciarse de Macron en la gestión real de los asuntos del capital, LR
optó por plebiscitar en la primera vuelta de sus primarias a los dos
candidatos que reclaman el perfil más cercano a los temas de seguridad y
racistas de la extrema derecha, habiendo sido designada finalmente Valérie
Pécresse, lo que ha provocado varias deserciones de funcionarios que se han
unido a Macron.



Antes de la agresión de Rusia contra Ucrania, Macron había imaginado una
segunda treta para desviar cualquier debate sobre el balance de su gestión y
las cuestiones sociales: habiendo fracasado en Francia, contaba presentarse
como el principal líder europeo al asumir la presidencia (rotatoria) de la
Unión Europea, garantizando la presencia francesa a nivel internacional.
Este escenario se acentuó dramáticamente con la invasión de Ucrania, con
Macron otorgándose la imagen de negociador principal con Putin, a pesar del
escaso peso económico de Francia en la región.



Así, en las últimas semanas, Macron ha vuelto a imponer una situación en la
que, lejos de aparecer como candidato presidencial, se presenta como el
Clemenceau
de nuestro tiempo, protegiendo al país en tiempos de guerra, y como un
presidente en funciones, a la espera de su segundo mandato y sin tiempo que
perder en una campaña electoral en la que su reelección sería automática.
Evidentemente, este escamoteo de la campaña evita cualquier debate y
cualquier evaluación del quinquenio de Macron, pero también tendrá el efecto
evidente de acentuar el abismo entre estas elecciones y las preocupaciones
cotidianas de las clases populares, con un Macron jugando la carta del
desinterés popular por las elecciones. Esto no le impide esbozar los nuevos
ataques previstos para un segundo quinquenio; entre otros: aumentar la edad
de jubilación, poner en cuestión los derechos de los beneficiarios más
indigentes de la RSA [RGI], nuevas reformas en la educación nacional.



De momento, sin provocar mucho ruido, aparte de las numerosas
manifestaciones contra el pase sanitario que se dieron en 2021, la pandemia
y su gestión por parte del gobierno han degradado fuertemente las
condiciones de vida de las clases trabajadoras, acentuando el desinterés, el
rechazo o la creciente hostilidad hacia un sistema político clasista que,
lejos de proteger, ignora y agrava el sufrimiento. Obviamente, esto se ha
visto agravado por la explosión de los precios de alimentarios y de la
energía en los últimos meses.  Lo más probable es que esto se refleje en un
nuevo y fuerte aumento de la abstención en estas elecciones.



Por tanto, dentro de unos días, el electorado popular hará de la abstención
su primera opción. Pero esta situación también refleja un rechazo y una
profunda crisis de la izquierda institucional, exacerbada durante esta
elección presidencial. La socialdemocracia francesa está pagando un alto
precio por su conversión al social-liberalismo. El gobierno de Hollande
habrá servido de trampolín para Macron, y una buena parte del electorado
socialista tradicional seguramente optará por votarle de nuevo.



En este panorama, Mélenchon aparece en esta campaña como el salvavidas de la
izquierda institucional, moldeándose a sí mismo como figura presidencial.
Con la plataforma de la "Unidad Popular"[1], también ha buscado captar los
votos de los militantes de los movimientos sociales que buscan una
alternativa al estancamiento socialdemócrata, pero sin abrir la más mínima
perspectiva de construir una fuerza anticapitalista unitaria (véase el
artículo de Patrick Le Moal). Renovando una campaña bastante similar a la de
2017, en la casi alcanzó el 20% de los votos, el mantenimiento de su
credibilidad electoral hoy en día sólo se debe al desplome electoral del PS
en estas elecciones y a la escasa visibilidad de la candidatura verde.



Pero todo esto deja sin respuesta una pregunta -ya presente desde de 2012-
que va más allá de estas elecciones presidenciales: en una situación social
que va a empeorar aún más con los efectos de la guerra en Ucrania, ¿cómo
pueden actuar y organizarse los explotados y los oprimidos? Porque el
historial de fracasos de la socialdemocracia muestra claramente que no se
puede dar respuesta a las urgencias sociales si no se pone en juego la
movilización social para transformar la relación de fuerzas, si no se ataca
al sistema capitalista. Y son estas respuestas concretas a las necesidades
sociales fundamentales las que necesitan las clases trabajadoras.



Por otra parte, la urgencia social va de la mano de la urgencia democrática
ante la deriva autoritaria agravada por la pandemia y, también, de la
emergencia climática, que ha sido ampliamente olvidada a pesar de la
irresponsable huida hacia delante de un sistema sin aliento.



En sentido de la campaña de Philippe Poutou y del NPA es plantear claramente
estas cuestiones y presentar propuestas para responder a las exigencias del
momento.



Arrancada a fuerza de trabajo militante, para superar la barrera de las 500
firmas de los cargos electos, ignorada voluntariamente por los medios de
comunicación durante meses, la campaña de Poutou ha encontrado, sin embargo,
un importante eco, como demuestran los mítines con salas a rebosar, a menudo
por encima de su capacidad y de las expectativas más optimistas de los
militantes.  El otro elemento importante es el interés que su campaña ha
despertado en la juventud, incluida la que participó en las movilizaciones
por el clima y las movilizaciones feministas, así como la de quienes están
en contra de la violencia policial.



Esta juventud busca herramientas y formas de actuar. Evidentemente, una
cuestión que se volverá a plantear al término de las elecciones, con la
perspectiva de un nuevo quinquenio de Macron. Un debate que no se dio
durante la pandemia en el movimiento social. El objetivo de la campaña de
Poutou es poner de manifiesto la urgencia anticapitalista y sentar las bases
de un plan B [cómo construir una movilización unitaris] que será necesario
tras las elecciones presidenciales del 24 de abril.



En el seno de las clases populares, la realidad de las próximas elecciones
será la de una importante abstención y RN que cosechará la mayoría de votos
emitidos. Por ello, esta situación planteará con fuerza esta doble
exigencia: responder a las emergencias sociales y sentar las bases de un
frente de acción anticapitalista, que aglutine las fuerzas del movimiento
social y político, y sea capaz, en el seno de las clases populares, de
barrer las soluciones reaccionarias y racistas para avanzar en una
perspectiva de emancipación social. Este es un reto importante, que debería
llevar antes que tarde a poner en pie encuentros para sentar las bases de
colaboración, los marcos de debate y la coordinación entre las fuerzas
sociales, políticas y sindicales con el fin de encontrar vías rápidas de
acción en torno a un programa común de urgencia.



Nota



[1] Con objeto de dar una base social a su campaña, Mélenchon puso en pie lo
que ha se conoce como “Parlamento de la Unidad Popular”, un organismo con
cerca de 200 personalidades surgidas de los movimientos sociales.

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