Capitalismo/ Atlas envanecido. Elon Musk y la compra de Twitter [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 30 22:13:48 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

30 de abril 2022

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Capitalismo



Elon Musk y la compra de Twitter



Atlas envanecido



El futuro nuevo dueño de la red social, uno de los hombres más ricos de la
historia de la humanidad, promete llevar la libertad a nuevos esplendores.
Mientras tanto, crecen su poder y su billetera.



Daniel Gatti

Brecha, 29-4-2020

https://brecha.com.uy/



El señor Elon Musk no es solo el hombre más rico del mundo (o el segundo:
intercambia posición con el dueño de Amazon, Jeff Bezos, según las
cotizaciones en bolsa de sus respectivas empresas). Su hambre de poder es
tan grande como sus delirios, que son enormes. Musk acaba de sumar Twitter a
una corona que ya comprendía rubíes en los sectores del transporte (Tesla),
la infraestructura (The Boring Company), las monedas digitales (activos en
dogecoin y bitcoin), el aeroespacial (Space X), la comunicación informática
cerebral (Neuralink, fabricante de chips cerebrales… Y dice que no se va a
quedar ahí, que irá por otras joyas de esas que hacen a su poseedor sentirse
con capacidad como para hacer lo que se le cante.



Allá por julio de 2020 alardeó de ese poder cuando por Twitter aseguró que,
si se le antoja, puede «golpear» a quien quiera y donde quiera. Lo habían
acusado de estar detrás del golpe contra Evo Morales para hacerse del litio
que en Bolivia hay a raudales, un mineral indispensable para la fabricación
de los autos eléctricos de Tesla y que interviene también en la construcción
de naves espaciales. «Le vamos a dar un golpe a quien se nos ocurra,
¡bancátela!», le dijo entonces a otro tuitero.



Fanfarroneaba, porque después aclaró que su litio lo sacaba de Australia.
Pero tampoco alardeaba tanto: luego de eso, dijo que sabía que Bolivia tiene
las reservas más importantes de litio en el mundo y que algún día «habría»
que echar mano de ellas. «Por el bien de la humanidad.» Y que no se ponga
nadie, ningún gobierno, ninguna organización internacional, nadie a meterle
trabas.



En marzo de este año, tres semanas después de la invasión rusa, Musk desafió
a Vladimir Putin a un duelo «hombre a hombre». El premio del combate «entre
potencias» sería Ucrania. Unos meses antes, Space X había sido la primera
empresa privada en organizar un viaje a la Estación Espacial Internacional.
«Siempre sentí que no tenía límites, que mi límite ni siquiera era el cielo,
que iría más allá, por qué no hasta Marte, por qué no a montar la primera
colonia humana fuera de esta Tierra, que puede llegar a volverse
inhabitable», dijo entonces.



Hace unas pocas semanas le dio consejos a Pedro Sánchez sobre lo que tenía
que hacer con la industria energética española: le dijo dónde debería
invertir y dónde no. El socialista le tendió la alfombra roja para que fuera
a Madrid a discutir con él. Y en cada cumbre sobre el cambio climático Musk
se permite, como Jeff Bezos, como Bill Gates, plantear «soluciones»
tecnológicas fabulosamente caras para un drama al que ellos mismos han
contribuido como pocos y siguen contribuyendo (véase «Mundo Musk», Brecha,
7-I-22).



A Musk le gusta posar, le gusta bailar mientras inaugura una nueva planta de
Tesla, hacer mohínes mientras anuncia un nuevo viaje de Space X del que él
mismo formará parte. Le gusta provocar payaseando. Pero mal se haría en
tomarlo como un payaso. El apenas cincuentón sudafricano pertenece a esa
raza de magnates modernos que marca los rumbos de este mundo, como a
comienzos del siglo XX lo marcaban los dueños de las siderúrgicas, del
carbón, de la industria automotora.



«Musk es ahora más poderoso que muchísimos Estados. Controla el activo
tecnológico más importante de Estados Unidos (Tesla) y probablemente uno de
los activos más estratégicos del mundo (Space X). Con Twitter tiene en su
poder, además, una de las herramientas de comunicación más importantes del
planeta», comentó el inversor Ross Gerber (Mediapart, 26-IV-22). Gerber no
lo estaba denunciando. Se congratulaba. Es un estrecho colaborador del
multimillonario.



***



En apenas tres semanas, Musk se hizo de la red social. Primero anunció que
aumentaba su participación en el capital de la empresa, luego dijo que la
compraría toda, después se retractó y, finalmente, terminó poniendo sobre la
mesa una millonada sideral para concretar su proyecto más ambicioso. Su
desembarco había motivado protestas del personal de Twitter: Musk tiene una
bien ganada fama de racista, de sexista, de explotador. También había
provocado reacciones adversas entre usuarios y accionistas, temerosos de que
el magnate, un «defensor absolutista de la libertad de expresión más
irrestricta», como él mismo proclama, abra tanto el espacio de la red que se
llene de «mensajes de odio y de campañas de desinformación», según expresó
uno de los inversionistas en la red. Las mismas preocupaciones manifestaron
movimientos antirracistas, como Black Lives Matter, organizaciones de
derechos humanos, feministas, de defensa de las minorías.



Cuando se supo que Musk había tomado el control de casi el 10 por ciento de
las acciones de la empresa, a principios de abril, y que no descartaba
avanzar aún más, la dirección de Twitter intentó aventar los temores y las
protestas e insinuó que se opondría a los planes del milmillonario. Pero Don
Dinero todo lo puede, y al dueño de Tesla le sobra. Cuando la semana pasada
Musk anunció que pagaría 44.000 millones de dólares por la compra de
Twitter, ofreciendo una prima de 38 por ciento sobre el valor del título en
bolsa al 1 de abril, el Consejo de Administración acabó cediendo y
recomendando a los tenedores de capital que hagan lo mismo cuando, a fines
de mayo, se reúna la junta de accionistas. «Elon es la única solución a la
situación actual. Necesitamos urgentemente despegar», dijo Jack Dorsey,
cofundador del grupo.



Twitter es una de las redes con mayor influencia entre políticos,
financistas, medios de comunicación, gobernantes, pero está muy lejos de sus
competidores en número de usuarios: 231 millones contra casi 3.000 millones
de Facebook, bastante más de 1.000 millones de Instagram y 1.000 millones de
Tiktok.



El plan de Musk será revisado por la Comisión Federal de Comercio, que
deberá determinar si viola las leyes antimonopolio. El proceso puede durar
unos meses, quizás hasta fin de año. Nada hace pensar que haya marcha atrás:
Musk no es propietario de ninguna otra red social ni tiene hasta ahora
empresas de telecomunicación.



***



En filas del Partido Republicano, la venta de Twitter no pudo caer mejor.
Musk supo estar muy cerca de Donald Trump, un tuitero desenfrenado al que la
red social «canceló» el año pasado por el contenido de sus mensajes (véase
«Cuando la esfera pública es propiedad privada», Brecha, 15-I-21). Nieto de
un canadiense de extrema derecha que abandonó su país por juzgarlo
«demasiado comunista», para instalarse en la «paradisíaca» Sudáfrica de
comienzos del apartheid, e hijo de un ingeniero que hizo su fortuna
explotando minas de esmeraldas en Zambia, el dueño de Tesla tiene todo para
ser considerado por Trump como «un tipo con buenos valores».



Al igual que al expresidente de Estados Unidos, a Musk, que se define como
un «libertario», un neoliberal puro y duro, no le gusta que le cobren
impuestos, por más que esté entre los más ricos del mundo. «Los empresarios
estamos para emprender y para derramar hacia abajo con nuestra iniciativa y
no para que los burócratas nos esquilmen», supo decir este hombre, que mudó
la sede de Tesla de California a Texas para beneficiarse de leyes sociales y
de un sistema fiscal mucho más favorables a los «emprendedores».



A Trump le preguntaron por estos días si volvería a Twitter si, como es muy
probable, Musk impusiera un cambio de reglas. Respondió que no, que seguirá
apostando a Truth, su propia red social, inaugurada en febrero. Pero algunos
de sus allegados dicen que Trump «extraña Twitter» y que no le disgustaría
tomarse revancha.



En todo caso, Musk ya anunció que «toda censura será abandonada, incluso
para [sus] mayores detractores». Dijo también que hará públicos los
algoritmos de la plataforma, que limitará al máximo los bots y que Twitter
será «un paraíso libertario». Laverna Spicer, una republicana que será
candidata a diputada por Florida en las próximas elecciones legislativas,
tuiteó que «la compra de Twitter por Musk es el equivalente en el siglo XXI
a lo que fue la liberación de los esclavos por Lincoln: un triunfo de la
libertad».



Bernie Sanders, el veterano senador del ala izquierda del Partido Demócrata,
no cree en espejitos de colores. «Musk es uno de los representantes por
excelencia del capitalismo de casino. La libertad para él es la libertad de
los dueños del dinero», escribió el año pasado. El verdadero objetivo de
Musk, escribió, a su vez, el domingo pasado en el diario inglés The Guardian
el profesor universitario Robert Reich, exsecretario de Trabajo de Bill
Clinton, «nada tiene que ver con la libertad de expresión, [ya que] su
objetivo es su propia libertad sin obstáculo alguno, la libertad de ejercer
un poder enorme sin tener que rendir cuentas».



En 2020 Reich había acusado a Musk de negrero por obligar a los trabajadores
de Tesla en California a volver al trabajo, a pesar de que en ese estado el
covid-19 estaba haciendo estragos. Se lo dijo en Twitter. Musk lo bloqueó.

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