Esclavismo/ “Me estaba prohibido preguntar a mi amo”. La vida de Frederick Douglass. [Ingrid Sarchman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 25 22:54:48 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

25 de agosto 2022

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Esclavismo



“Me estaba prohibido preguntar a mi amoâ€



Una editorial chilena traduce el conmovedor relato del esclavo estadounidense Frederick Douglass, transcripto por el periodista William Lloyd Garrison en 1945.



Ingrid Sarchman

Revista Ñ, 24-8-2022

https://www.clarin.com/revista-enie/



Frederick Douglass nació cerca de Maryland, tal vez en 1818: “Me estaba prohibido preguntar cualquier cosa acerca de mi edad a mi amo. Él consideraba que esas averiguaciones eran impropias e impertinentes si provenían de un esclavo; además eran la evidencia de un espíritu inquieto. Llego a este cálculo porque, en algún momento de 1835, escuché decir a mi señor que yo tenía 17 añosâ€, cuenta Douglass en 1841, recién escapado de una cárcel del sur de Estados Unidos.



Invitado a disertar en una convención antiesclavista, narra los detalles de su vida y lo toma como un desafío en varios sentidos. No se trata de conmover a una audiencia ya predispuesta, sino de desnaturalizar incluso la piedad de los oyentes.



De su relato, transcripto por el periodista William Lloyd Garrison en 1945, y recientemente editado por la editorial chilena La pollera bajo el título Narración de la vida de Frederick Douglass, un esclavo americano, (*) derivan dos cosas.



La narración rigurosa de los hechos (nunca deja de sorprender la naturalidad del castigo físico, los cuerpos flagelados, doloridos, sangrantes a los que se les exige, con saña, el trabajo constante) y la evidencia de que el esclavo es un tipo de existencia que pende entre lo humano y lo animal y entre la vida y la muerte.



Todo se reduce a estos dos extremos junto con la posibilidad de pasar de uno a otro en un instante. Si la esclavitud es el punto de partida -la condición inicial- el de llegada tiene dos opciones: morir esclavo o ser libre.



Tomar conciencia



Sin embargo, el libro se ubica en una posición intermedia y con cada situación va develando su hipótesis central: las personas que han nacido en la esclavitud, que no han conocido otra cosa pueden (y deben) tomar conciencia de su estado.



¿Para qué? ¿Para rebelarse? ¿Intentar una fuga? Lo que en Douglass es evidente –tiene que pensar el modo de escapar de su condición– en otros casos es simplemente anhelar mejores condiciones de existencia.



De cualquier manera, la toma de conciencia aparece como un gran interrogante ¿cómo se llega a este estado? ¿Qué sucede para que alguien nacido y criado como esclavo advierta su posición injusta? Douglass no es solo cuenta las infamias a las que ha sido sometido, sino también las escenas que le han permitido “quitarse la venda de los ojosâ€; esos momentos en los que intuyó que la esclavitud no podía ser compatible con el carácter humano.



En ese sentido, vale destacar lo relacionado con su alfabetización. Para Douglass, aprender a leer y a escribir no solo se vuelve una necesidad instrumental, sino, también una manera de rebelarse contra el deseo de permanecer en estado “salvajeâ€.



Si en los escasos momentos de descanso, los patrones prefieren que sus esclavos se emborrachen, es simplemente para mantenerlos en estado de sopor, de bruma. Saber leer y escribir es un acto de resistencia, pero especialmente, un intento de no perder el carácter humano y reflexivo.



Si en el siglo XIX entregar tiempo y esfuerzo físico aparecía como una especie de castigo, que, aunque se da sobre el cuerpo (ya se dijo que el relato está lleno de imágenes donde la piel se corta por acción del látigo, donde las personas mueren como amasijos sangrantes), sucede especialmente sobre la psiquis.



Ni siquiera un objeto



Rebajar a las personas a la condición de cosas que pueden transportarse, venderse y comprarse no basta para describir esa condición. En este caso, el esclavo ni siquiera puede equipararse a un objeto, después de todo, a las mesas no se las golpea ni se las lastima, sino de algo mucho más monstruoso. ¿De qué es capaz de hacer un ser humano con otro ser humano?



Lamentablemente la pregunta no es exclusiva de los estados esclavistas del sur de Estados Unidos a lo largo del 1800. La misma ha debido hacerse dos veces más: en pleno siglo XX, con la apertura de los campos de concentración nazis y en nuestro presente hipertecnologizado. Basta con recordar Si esto es un hombre, de Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, quien relata en primera persona, la máquina deshumanizante a la que fueron sometidos los prisioneros. Ochenta años después, nadie parece, en apariencia, estar de acuerdo con la esclavitud.



Con respecto a la primera, el filósofo Giorgio Agamben recuerda que el campo de concentración no es una anomalía, la “obra de un locoâ€, sino el nomos de lo moderno, la consecuencia de un pensamiento instrumental llevado al paroxismo.



Esclavos actuales



Sin embargo, apenas se atraviesan los eufemismos, se advierte que en nuestro presente globalizado e hipercomunicado, conserva mojones de trabajo esclavo o semi esclavo en talleres textiles clandestinos, trata de personas y otras formas aberrantes de sometimiento.



Estos modos contemporáneos de sumisión, no solo reactualizan el relato de Douglass, sino que nos ofrecen un espejo, por momentos extremadamente cruel pero no por eso menos real, acerca de nuestra supuesta vida acomodada, civilizada y bien pensante, y la confrontan con el estado de cosas.



Después de todo, reconocernos humanos es, también, asumir que los relatos sobre la esclavitud no son exclusivos de un pasado perimido, sino que estructuran también nuestro presente lleno de eufemismos. Si la literatura tiene alguna función social será la de ponerlos en cuestión. De sus consecuencias, nada podemos decir aún. Seamos optimistas.



* Narración de la vida de Frederick Douglass, un esclavo americano (Escrita por él mismo). La Pollera, 152 págs.

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