América Latina/ La posible "segunda ola progresista" en debate. [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 23 10:57:03 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

23 de diciembre 2022

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América Latina



Debates sobre la segunda ola progresista



Las comparaciones son odiosas



Mucho se celebra la supuesta segunda oleada de gobiernos progresistas, pero
poco se analizan sus características más profundas, como el hecho de haber
virado hacia la moderación centrista. Pero lo que no está entrando en el
visor y queda fuera del alcance analítico son las reales chances de
transformación de los nuevos gobiernos progresistas en un planeta crispado.



Raúl Zibechi

Brecha, 23-12-2022

https://brecha.com.uy/



El exvicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera fue uno de los primeros
en destacar que se está viviendo una segunda oleada progresista en América
Latina, a raíz de los cambios que desde 2018 se produjeron en los gobiernos
de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile, Colombia y, más
recientemente, Brasil. En esta versión, hubo una primera oleada entre el
triunfo de Hugo Chávez en 1999 y 2014, cuando se produjo una «contraoleada»
de derechas que llegaría hasta 2019.



Aunque las fechas suenan algo caprichosas, porque Andrés Manuel López
Obrador llega a la presidencia en 2018 y la destitución parlamentaria de
Dilma Rousseff se atuvo a normas legales, aunque fue ilegítima, García
sostiene que la segunda ola está «marcada por un progresismo moderado y sin
la presencia de liderazgos carismáticos» (Nodal, 14-VIII-22).



Algunos analistas cuestionan incluso el concepto de oleada, como Paula
Giménez y Matías Caciabue del Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico, ya que el concepto no lograría «desentrañar el movimiento de
las fuerzas sociales en pugna en nuestra región» y la posibilidad de
«cristalización de un orden económico y político en un período relativamente
prolongado de tiempo en una determinada sociedad». Para estos autores, no
alcanzaría con gobernar para promover proyectos emancipatorios de larga
duración, lo que se ha convertido en uno de los debates de mayor alcance en
la región.



Un mundo nuevo y caótico



Daniel García Delgado, de Flacso Argentina, sostiene que América Latina «se
ha ubicado en el centro de la disputa entre las dos grandes potencias:
Estados Unidos y China » (Página 12, 26-VI-22). Cree que el escenario global
marca una primera y fundamental diferencia con la primera ola, pero que la
guerra comercial entre ambas potencias es una oportunidad para la región.



Sin embargo, «esta segunda ola progresista se encuentra amenazada por una
resistencia de parte de las elites latinoamericanas aferradas al ideario
ortodoxo de ajuste, al poder financiero o del partido judicial». Este hecho
lleva a que «el poder político democrático del Estado de los gobiernos
populares queda recortado».



En una línea similar reflexionan Giménez y Caciabue, para quienes la primera
oleada progresista «no pudo terminar de romper con nuestra dependencia y
nuestra falta de diversificación económica» y, ahora, «la emergencia de una
nueva fase del capitalismo a nivel mundial está cambiando las reglas del
juego». Si a esto sumamos que la pugna entre Estados Unidos y China se libra
también en América Latina, el escenario aparece sumamente complicado para
avanzar en uno de los ejes de lo que fueron los primeros gobiernos
progresistas: la integración regional.



Este proceso, según García Delgado, se ve dificultado porque «la región
carece de instituciones propias consolidadas para intentar en esta situación
impulsar el proceso de integración, como sucediera en la primera década y
media, cuandopor caso estaban la Unasur [Unión de Naciones Suramericanas] y
el Mercosur ampliado». En tanto, prosigue, la CELAC (Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños) aún no tiene capacidad de proyección
continental mientras se han reposicionado la Organizaciónde los Estados
Americanos y el Banco Interamericano de Desarrollo durante el período de
gobiernos derechistas entre ambas oleadas.



En este punto no debería olvidarse que durante la primera oleada la
integración regional consumió importantes energías de los gobiernos, aunque
hubo tendencias divergentes como la Unasur y la ALBA (Alternativa
Bolivariana para América Latina y el Caribe) impulsada por la Venezuela de
Chávez. Por eso promueve que la segunda oleada se enfoque en «ampliar la
vinculación comercial intrarregional y con el mundo, que pueda promover
soberanía regional», ya que la mera exportación de commodities hacia el
Norte y Asia no configura el mejor escenario para promover la integración
toda vez que los países compiten entre sí por los mismos mercados.



Pero el escenario global, más allá de los enormes desafíos que plantea,
enseña también nuevas oportunidades. «Los momentos de conflicto por el poder
mundial y su orientación han sido tiempos de aumento de franquicia, de
oportunidades para los países de la periferia como los nuestros, como
ocurriera en la Primera y la Segunda Guerra Mundial», concluye García
Delgado.



Gobierno y hegemonía



Una mirada diferente es la que esboza el politólogo argentino Atilio Borón,
para quien la clave está en los movimientos. En su opinión, lo decisivo para
que los nuevos gobiernos progresistas avancen y se consoliden dependerá en
buena medida «de la movilización del campo popular, su efectiva organización
y concientización. Sin ese impulso “desde abajo”, poco podrá lograrse»
(Cronicón, 8-III-21).



Coincide con García Linera en que 2018, con la llegada de López Obrador al
gobierno mexicano, marca una inflexión que, no obstante, tendría muchas
dificultades para procesar cambios por la cercanía y la dependencia de los
Estados Unidos.



En la particular visión de la izquierda que encarna Borón (no anduvo lejos
de bendecir la invasión rusa a Ucrania, por ejemplo), los liderazgos
carismáticos resultarían decisivos, pero, en estos momentos, una de las
grandes dificultades es la ausencia de ellos: «Ya no está Fidel, la fuente
de inspiración de tantísimas luchas; tampoco están Chávez y [Néstor]
Kirchner; y los otros líderes están o bien retirados, como [José] Pepe
Mujica, o sometidos a la implacable persecución del lawfare».



El exministro de Comunicación de Bolivia Manuel Canelas sostiene, por el
contrario, que el triunfo electoral de fuerzas ubicadas a la izquierda del
escenario político no es una condición suficiente para decir que estamos
ante un ciclo progresista y que «conviene tomar estos datos con cautela y
hacer un análisis más detenido antes de hacer afirmaciones ideológicas
demasiado apresuradas» (Nueva Sociedad, mayo-junio de 2022).



El boliviano argumenta que «el resultado de una elección no determina un
rumbo ideológico predeterminado y que, de hecho, ese rumbo puede incluso ser
bastante diferente del que se hubiera esperado en sus comienzos». Aunque
hace referencia a gobiernos como el de Lenin Moreno en Ecuador, que se
apartó bruscamente del legado de su mentor Rafael Correa, el aserto puede
ser útil para pensar la actual coyuntura.



Y va más lejos al apuntar que es difícil que Gabriel Boric o Alberto
Fernández puedan sintonizar con el gobierno de Nicolás Maduro, pero además
con el de Cuba o Nicaragua. El venezolano fue muy duro al criticar al
chileno como parte de una «izquierda cobarde», lo que no hizo más que
profundizar las diferencias entre el eje Nicaragua-Cuba-Venezuela con los
demás progresismos.



Por último, una enorme diferencia entre la primera y la segunda oleada es la
actual inexistencia de foros y espacios comunes entre las corrientes más
moderadas o lulistas y las más radicales o chavistas, como los hubo en los
primeros años del siglo XX.



Es posible que la llegada de Lula al Palacio de Planalto el 1 de enero de
2023 pueda mejorar las relaciones entre gobiernos de signos similares,
permita un avance en los proyectos de integración y acelere el proceso que
debería llevar a la región a hablar con voz propia en el escenario global.
Pero no debemos olvidar uno de los mayores debes de la primera ola: no haber
hecho balance de aciertos y sobre todo de errores, y echar todas las culpas
del fin de ciclo a las derechas.



Al dudar sobre la existencia de un verdadero segundo ciclo, Canelas
concluye: «Aunque la izquierda podría sumar más gobiernos que en el primer
ciclo, hay un creciente hiato entre gobierno y hegemonía, en un contexto
global incierto marcado por una sucesión de crisis y un debilitamiento de
los imaginarios, los discursos y los liderazgos de los progresismos
regionales, que buscan diversas formas de recomponer sus proyectos y
encontrar nuevos relatos movilizadores».

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