Antiimperialismo/ ¿No a la guerra? Denunciar sin ambages la invasión rusa de Ucrania. [Santiago Alba Rico]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Feb 27 13:53:54 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

27 de febrero 2022

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Antiimperialismo



¿No a la guerra?



La consigna “no a la guerra, no a la OTAN” es completamente inapropiada para
el momento y para el acontecimiento. Ese eslogan hoy solo puede
interpretarse o como regüeldo de la Guerra Fría o como mera yuxtaposición de
males.



Santiago Alba Rico *

CTXT, 25-2-2022

https://ctxt.es/es/



No tengo nada que objetar al eslogan “no a la guerra”, a condición de que
quede completamente claro de qué estamos hablando. En 2003, en vísperas de
la invasión estadounidense de Iraq, su poder movilizador residía en el hecho
de que España formaba parte de la coalición agresora en un contexto
geopolítico en el que, omnipotencia solitaria, todas las guerras las
desencadenaba EE.UU. Ese “no a la guerra” no ofrecía dudas: era una denuncia
del horror que estaba a punto de abatirse desde la Casa Blanca sobre el
pueblo iraquí indefenso. En 2022 la realidad es muy distinta. La guerra se
ha descentralizado; hay otras potencias y subpotencias dejando su propia
denominación de origen en diferentes infiernos locales: Arabia Saudí en
Yemen, Rusia e Irán en Siria, Turquía en el Kurdistán, etc. La mayor parte
de los humanos estamos en contra de la guerra todos los días del año, pero
si solo nos manifestamos hoy conviene que se sepa por qué lo hacemos, qué ha
despertado en nosotros esta necesidad de movilizarnos, a quién acusamos –en
definitiva– con nuestra protesta.



Así que no me parece mal la consigna “no a la guerra”, a condición, por
ejemplo, de que todas las manifestaciones se convoquen delante de las
embajadas y consulados rusos. Y no me parece mal, a condición, además, de
que no se añada en los carteles ese absurda jaculatoria sin sentido: “No a
la OTAN”, rutinario reflejo izquierdista de un mundo que no existe y que,
con razón, dejará fuera de las manifestaciones a miles de personas que solo
reconocen ahí el sello de una vieja izquierda cerrada y autocomplaciente,
más antiamericana que anti-imperialista, más pendiente de sí misma que del
sufrimiento de los ucranianos (o de la valentía de los rusos que -estos sí
con fundamento- se manifiestan en Moscú “contra la guerra” desencadenada por
su gobierno). Cuidado: no es que la OTAN no exista o que no tenga ninguna
responsabilidad en lo que está ocurriendo; nos lo ha contado muy bien Rafael
Poch, por ejemplo, desde estas mismas páginas. La OTAN es dañina para Europa
y para el mundo. Todos los días del año son buenos para manifestarse contra
ella; todos, sí, menos éste. Ucrania no pertenece a la OTAN; no hay soldados
de la OTAN combatiendo en Ucrania; y no hay, desde luego, aviones de la OTAN
bombardeando Moscú; ni intención alguna, por parte de la OTAN, de frenar
militarmente la agresión rusa. A la OTAN se la puede –y debe– incluir en un
artículo de análisis o en un ensayo histórico sobre la cronología del
conflicto, pero no en una manifestación de protesta contra una guerra cuya
responsabilidad señala con el dedo una sola fuente: Putin. En 2003 todos
sabíamos que Sadam Hussein era un dictador, que había matado chíies y
utilizado armas químicas contra los kurdos; y a nadie se le ocurría pensar
que los cientos de miles de españoles que se manifestaban contra la
inminente invasión de Irak fueran sus cómplices. ¿Por qué hablar hoy de la
OTAN? Nadie puede pensar tampoco que los manifestantes contra Putin son por
ello partidarios de la OTAN. ¿Nadie? Solo paradójicamente ese sector de la
izquierda que o bien busca mitigar la responsabilidad del gobierno ruso o
tiene miedo de que sus propios compañeros los acusen de ser complacientes
con el “único y verdadero” imperialismo, que es, ha sido y será siempre el
de EE.UU..



La consigna “no a la guerra, no a la OTAN” es completamente inapropiada para
el momento y para el acontecimiento. Ese eslogan hoy solo puede
interpretarse de una de estas dos formas: o como regüeldo de la Guerra Fría
o como mera yuxtaposición de males. Si no se menciona a Putin y sí se nombra
a la OTAN, se está insinuando que esa guerra, una vez más, es
responsabilidad de EE.UU. y de sus socios atlantistas. “Guerra” ahí, con ese
subtítulo, deja de evocar por eso el caso concreto de Ucrania. ¿O es que nos
estamos limitando a yuxtaponer dos de los males de este mundo (la guerra en
abstracto y una organización inútil y criminal)? Pero entonces podríamos
preguntarnos por qué no añadimos al cartel de la convocatoria otras lacras y
amenazas más o menos conectadas: no a la guerra, no a la OTAN, no a las
drogas, no al fascismo, no a las pandemias, no a las farmacéuticas. Una
manifestación en la que la guerra en Ucrania se identifica con la OTAN se
transforma en una manifestación de apoyo a Putin; una pan-manifestación
contra todos los males del mundo es un completo absurdo.



Los pacifistas, que consideramos malas todas las guerras (ver este bello
artículo de Vanesa Jiménez), y los anti-imperialistas, que consideramos
criminales todas las invasiones, no hemos podido evitar la invasión de
Ucrania como no pudimos evitar la invasión de Irak. Ahora bien, una vez
consumada la agresión, por decencia y militancia, en favor de la paz futura,
contra los imperialismos de toda laya, no debemos vacilar en denunciar a
Putin como responsable imperialista de un crimen de lesa humanidad (pues
recordemos que para la ONU el mayor crimen imaginable es precisamente la
activación de la guerra, madre de todos los crímenes), tal y como hicimos en
2003 con EE.UU. en Irak. No sacrifiquemos mentalmente, como peones de
ajedrez, a los civiles ucranianos que perecen bajo las bombas de Putin;
solidaricémonos con los rusos que protestan contra ellas; dejemos
sonoramente claro que queremos un mundo en el que los conflictos se
solucionen por la vía diplomática y que, por lo tanto, nos manifestaremos
contra cualquiera (¡cualquiera!) que viole la ley internacional e invada
países soberanos, generando con ello muertes, desplazamientos y destrucción.
Otras veces lo hicimos –y tendremos que volver a hacerlo, me temo– contra
EE.UU. y la OTAN. El problema de un eslogan no es que sea breve y un poco de
brocha gorda; tiene que serlo por fuerza; lo que no puede ser es ambiguo.
Podemos elegir no convocar manifestaciones y dedicarnos a escribir y leer
buenos análisis; pero si nos manifestamos hoy no lo hagamos con consignas de
ayer o con pusilánimes consignas sectarias. Estar contra la guerra hoy es
denunciar sin ambages la invasión rusa de Ucrania. Mañana ya veremos.



* Santiago Alba Rico, es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive
desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte
de su obra. Sus últimos dos libros son "Ser o no ser (un cuerpo).

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