Chile/ "El destino de Chile lo resolverá la Constituyente, no Gabriel Boric". [Gabriel Salazar - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 11 00:03:50 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de enero 2022

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Chile



“El destino de Chile lo resolverá la Constituyente, no Gabriel Boric”



“Yo voté por el mal menor”, señala el profesor Gabriel Salazar en entrevista
para Pie de Página. “Me interesaba votar por quien le hiciera el menor daño
posible al proceso constituyente».



Iván Cadin

Pie de Página, 8-1-2022

https://piedepagina.mx/



París. El historiador chileno Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia
2006, es tajante: las recientes elecciones presidenciales en Chile que
dieron como ganador a Gabriel Boric, de la coalición de izquierda Apruebo
Dignidad, “no tienen gran importancia. El destino de Chile lo va a resolver
la Convención Constitucional, no Boric. Históricamente hablando, esta
elección es superflua.”



Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile,
Salazar asegura haber votado por Boric; pero dada su condición profesional
es su deber académico analizar la situación chilena bajo una perspectiva
histórica.



“Hay un proceso constituyente por decisión ciudadana por primera vez en la
historia de Chile. La clase política, dada la movilización ciudadana, tuvo
que abrirle camino, pero pautado, legalizado, constitucionalizado,
convirtiendo al proceso en un juguete de ellos mismos. Sin embargo, no
pudieron controlarlo al cien por ciento y quedó fifty-fifty. Tiene un 55, 54
por ciento de convencionales electos por el pueblo y el resto es clase
política. Es una convención semi-soberana pero es lo que hay, como decimos
en Chile. (…) Tiene en sus manos el control del proceso profundo histórico.
En cambio, la clase política que se rige por la constitución de 1980, que es
justo la que queremos derribar, no tiene de dónde agarrarse que no sea de
esa constitución. Y la mejor manera de agarrarse es darle a las elecciones
una importancia que no tiene. No tiene.”



Salazar, también cursó las carreras de filosofía y sociología y representa
una voz obligada en Chile para hablar sobre poder popular y soberanía. Él
considera que el proceso que vive la nación sudamericana va más allá de las
pugnas electorales e, incluso, del espectro ideológico que entendemos por
izquierdas o derechas. Para él la fuerza de cambio se ubica en un fenómeno
que, a su parecer, está creciendo por todo el mundo: “la ciudadanización de
la política”. En este la gente participa de la cosa pública sin esperar que
partidos políticos y el parlamentarismo medien por ellos.



El historiador estima que Chile lleva unos pasos adelante en esta práctica;
no tanto por ser una especie de vanguardia en el tema, sino por su propia
condición histórica: haber vivido una dictadura que una década antes de que
sucediera en otras partes del mundo, impuso el modelo neoliberal.



Para Gabriel Salazar un ejemplo de esta ciudadanización de la política en
Chile fue la llamada Revolución pingüina, el movimiento estudiantil que
brotó a inicios del nuevo milenio. De esa lucha por una educación pública,
gratuita y de calidad surgió el hoy presidente electo de Chile, Gabriel
Boric.



“Él (Boric) y su equipo son de la generación pingüina. Si obedecen a su
corazón y al alma de esa generación, deben recordar su consigna de cuando
salieron a la calle y lograron apoyo: ‘la asamblea manda’. Lo gritaron por
todas partes de 2001 a 2011. Y de ahí surgen asambleas. Fue por eso que (la
presidenta en aquel entonces, la socialista Michelle) Bachelet tuvo que
abrir una pseudo asamblea constituyente, que fue un chiste. Y como fue un
chiste, el estallido social obligó (ahora) a tomarlo en serio. La generación
pingüina está comprometida con la deliberación. Y lo que debiera hacer Boric
es obedecer a eso y favorecer el desarrollo libre de esa asamblea
(constituyente). Eso es lo mejor que puede hacer con criterios de
estadista.”



1980: Constitución ilegítima



El golpe de Estado de 1973 que derrocó al gobierno legítimamente constituido
de Salvador Allende para implantar una junta militar encabezada por Augusto
Pinochet, no sólo tuvo la intención de parar las reformas que el presidente
chileno estaba realizando. No.



Puso en práctica una nueva faceta económica y política del capitalismo que
debutaría años después en el mundo, teniendo a Chile como laboratorio: el
neoliberalismo. De la mano de los llamados Chicago Boys, la privatización
férrea de los servicios y bienes públicos comenzó en Chile. (Como dato: uno
de esos Chicago Boys, estudiantes chilenos formados en Chicago, Estados
Unidos, bajo la tutela del economista Milton Friedman, fue precisamente
Miguel Kast, hermano mayor de José Antonio Kast, el candidato de la
ultraderecha apenas derrotado por Boric en las recientes elecciones.)



Para darle un marco legal a la serie de privatizaciones contempladas hubo
que confeccionar una carta magna a la medida: la constitución de 1980. Sin
embargo, dado que esta nueva reglamentación fue ideada, confeccionada,
instrumentalizada y promulgada bajo una dictadura que llegó bajo golpe de
Estado, que registra miles de asesinados, desaparecidos, exiliados y donde
la censura y la represión minaban cualquier expresión crítica, esta
constitución es considerada ilegítima por amplios sectores en Chile.



En 1990, al ser obligado a dejar el poder tras un plebiscito, Pinochet pasó
las riendas del país a un civil, Patricio Aylwin. En términos formales la
dictadura terminaba pero el pinochetismo seguía ahí, en una constitución con
esencia ultraliberal y donde el Estado se sujetaba a las leyes del mercado.
Cambiar esa ley fue una demanda constante desde los primeros momentos del
retorno a la democracia. No obstante, aunque gobernaran demócratacristianos
o socialistas (el bipartidismo que estuvo a la cabeza de Chile de 1990 a
2010), no fue modificada en sus artículos más elementales.



“¿La alegría ya viene?”



“Chile, la alegría ya viene” fue uno de los jingle y frases que la coalición
del retorno a la democracia usó en 1988 para promover el “No” en el
plebiscito que finalmente, tras 17 años de dictadura, sacó a Pinochet del
poder.



30 años después la gente en Chile ironizaba con ese slogan: dimos un paso a
la democracia pero “la alegría nunca llegó”. Si bien la economía del país
creció en números macroeconómicos, a ras de suelo esa bonanza jamás se vio
reflejada y Chile se fue conformando como una sociedad con servicios básicos
privados, eternamente endeudada y muy desigual… hasta que la olla explotó.



El 6 de octubre de 2019 entró en vigor un aumento de 30 pesos chilenos (3.8
centavos de dólar, aprox.) al transporte público. Un alza quizá
insignificante para muchos; pero si se aprecia el contexto previo y la suma
de precariedades para la población, ese hecho terminó siendo la gota que
derramó el vaso: estalló una revuelta popular tan fuerte y legítima que
obligó, en cuestión de semanas, a anunciar lo que en 30 años la mayoría de
la clase política no quiso escuchar: llamar a crear una nueva constitución.
Pocos meses después, tras un plebiscito nacional, 78% del padrón electoral
ratificaría comenzar un proceso constituyente.



“Chile despertó” fue la frase que comenzó a extenderse por todo el
territorio. El 25 de octubre la manifestación más grande en la historia de
Chile se volcó en las calles de Santiago, la capital. “Un millón 400 mil
(personas), según estimaciones. No había banderas de partidos políticos, ni
siquiera del Partido Comunista”, rememora Gabriel Salazar, quien en época de
dictadura fue detenido, torturado y exiliado en Reino Unido, país en el que
residió de 1976 hasta su regreso a Chile en 1985.



Boric, “el mal menor”



“Yo voté por el mal menor”, señala el profesor Salazar en entrevista vía
Internet para Pie de Página al responder sobre la intención de su voto en
las pasadas elecciones presidenciales. “Me interesaba votar por quien le
hiciera el menor daño posible al proceso constituyente. Porque por supuesto
Kast (el candidato de la ultraderecha por el Partido Republicano) iba a
entrar en guerra, que iba a perder de todas maneras, pero era entrar en
guerra. Boric no. Por eso voté por él pero si Boric ahora no apoya el
proceso constituyente, uy, lo lamentamos por Boric porque va a llegar una
presión tremenda contra él.”



El plebiscito constituyente nació del llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva
Constitución”, un polémico tratado firmado la madrugada del 15 de noviembre
entre gobierno y diversos partidos políticos, una negociación fuertemente
criticada por sectores de las izquierdas al considerarlo un madruguete
cupular en contra del propio proceso social. Gabriel Boric estuvo presente
en dichas negociaciones y firmó el acuerdo, aunque señalando que lo hizo a
título personal y no de su partido, Convergencia Social (CS).



La firma de Boric le significó fuertes reclamos a su persona por parte de
diversos sectores de izquierda, de la antisistémica hasta la de su propio
partido. Pocas semanas después de ese acuerdo, Boric fue funado [increpado]
por manifestantes que lo reconocieron mientras él charlaba con una mujer en
un parque. El hecho quedó registrado en video: él permanece quieto, sin
responder, mientras un grupo de gente lo baña con refresco, lo insulta y le
grita “vendido” y “traidor”.



A su vez, la coalición del Frente Amplio (coalición de la que era diputado)
y el Partido Comunista criticaron su proceder. Su partido, CS, lo puso a
disposición de su Tribunal Supremo, quien le suspendió temporalmente su
militancia. Varios compañeros de partido renunciaron al mismo, entre ellos
el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, amigo de años de Boric y compañero de
generación en la lucha estudiantil.



Por el contrario, otras voces señalaron que la firma de ese acuerdo fue
fruto de la política real del momento y que sin el apoyo explícito de su
espectro político, Boric había sacrificado fuerte capital personal para
abrir cauce al plebiscito que conformaría después la Convención
Constitucional.



El acuerdo buscaba también calmar los ánimos en la calle, que para entonces
ya llevaban un mes de revueltas que no cesaban. Veinte personas habían
muerto y se registraban dos mil 209 heridos, entre ellos decenas de personas
con traumas oculares (muchos de ellos quedando completamente ciegos) debido
a las balas de goma que dispararon los carabineros durante la represión de
las manifestaciones.



Octubristas y noviembristas



Desde entonces en Chile se habla de que hay dos formas de abordar el proceso
constituyente: los octubristas y los noviembristas, quienes le dan la voz
cantante al pulso social de la calle y quienes le dan más relevancia a la
política institucional, respectivamente. El primer término hace referencia
al 18 de octubre, día en que la revuelta adquirió gran fuerza en las calles
chilenas, mientras que el segundo le da mayor énfasis a la firma del acuerdo
del 15 de noviembre.



Los trabajos constitucionales comenzaron el 4 de julio de 2021 y tienen,
oficialmente, hasta el 4 de abril (o 4 de julio, si se solicita prórroga) de
2022 para presentar la nueva Constitución chilena, que deberá aprobarse en
un plebiscito de salida (sin fecha establecida todavía). La conformación del
constituyente está considerablemente marcada hacia la izquierda y
centroizquierda. La derecha no cuenta con el tercio de los escaños
necesarios para tener poder de veto en las votaciones.



–Hay sectores académicos en Chile que señalan que la actual convención
constitucional no es una convención soberana en términos de que pueda
adjudicarse la representación total del pueblo, que las instituciones ya
creadas también deben aportar y que no se está inventando un país de la
nada, que ya hay cosas existentes.



Ese es un discurso de los políticos: la soberanía radica en la ley, en la
clase política. Todos los políticos dicen lo mismo. Relativizan el rol de la
convención constitucional y le dan más importancia a la ley pura, a la
tradición legal, hablando de la constitución de 1980 y a los partidos
políticos que no quieren morir como partido. Pero este discurso no tiene
peso histórico.



Agrega Salazar: “Si escuchaste el discurso de Boric después que ganó, no
está planteando ninguna dicotomía de fondo. Está llamando a todo el mundo
para la paz. Son términos propios de una generación juvenil que se rigió por
los valores no politizados, porque rechazaban lo político.”



Para Gabriel Salazar, quien en 2020 sacó el libro Acción Constituyente. Un
texto ciudadano y dos ensayos históricos, si Boric no deja libre el actuar
del proceso constituyente y la convención no aprueba una nueva carta que
resuelva las demandas de décadas de la sociedad chilena, de nuevo habrá otro
estallido social: “tú viste que la ciudadanía, llegado el momento crítico
(la revuelta de 2019), claramente se cargó para el lado más radical.”



Salazar es una voz ampliamente respetada en Chile, que suele no quedarse en
el follaje en sus análisis sino ver las ramas, tronco y raíz de los
problemas de su país. Desde hace años participa activamente en mesas,
debates, foros, pláticas sobre soberanía y participación política directa,
temas constantes en su estudio histórico.



En 2016, cuando ciertos rostros del movimiento estudiantil chileno como
Gabriel Boric, Camila Vallejo, Giorgio Jackson, entre otros, comenzaron a
flirtear con aspiraciones políticas tradicionales, Salazar fue muy crítico
con ellos. Dijo, sin referirse a nadie en particular, que el líder
estudiantil en Chile se convertía en una especie de “mandamás y todos los
periodistas lo entrevistan, el campeón se cree la muerte y sigue después el
camino de la clase política y se convierte en diputadito”.



Dado el peso de las palabras de Salazar en la izquierda chilena, Boric
respondió a esa crítica vía Twitter: “Respeto [la] opinión de Gabriel
Salazar. Su advertencia debemos analizarla reflexivamente, justamente para
no convertirnos en lo que pronostica.”



Como en muchas partes del mundo, en Chile hay un fuerte rechazo y
desconfianza hacia la clase política pero este rechazo no es absoluto ni
inflexible, dados los mismos números de la reciente elección presidencial
chilena: Gabriel Boric es el presidente más votado en la historia de Chile,
con una participación de casi el 56% del padrón electoral, incluso mayor que
la obtenida por el plebiscito constitucional.



–Si existe esa desconfianza hacia la clase política, ¿por qué se dio esta
votación, que es prácticamente la más alta en su historia, teniendo en
cuenta anteriores votaciones presidenciales con mucho menor participación?



Esto es interesante. Y permite entender la naturaleza profunda que estamos
viviendo acá. (…) Quien votó fue la juventud de los barrios marginales,
quienes no habían votado antes. Y esta vez la votación de la juventud
aumentó y la votación de los sectores populares aumentó. Y el millón de
diferencia (entre la cantidad de votos ganados por Boric entre primera y
segunda vuelta) se explica por eso en buena medida.”



Sin embargo, Salazar, doctor en Historia Económica y Social por la
University of Hull, de Inglaterra, y uno de los fundadores de la llamada
Nueva Historia Social chilena, insiste que si el constituyente no delibera
en verdad “de nuevo va a aparecer una oposición con todo el peso de aquellos
que tienen definida su opción política profunda pero que no votan, que es el
grueso de la juventud popular. Y ellos son de acción. Y vamos a tener una
movilización callejera que no me la quisiera para Boric ni para nadie pero
va a ser el 18 de octubre multiplicado.”



–¿Cree que se pueda correr por las dos vías de una forma un tanto
pragmática, la de la calle y las instituciones? Usted votó por Boric, por
ejemplo. Es decir, reivindicar el poder popular de la Convención es lo
ideal, pero no se pueden dejar libres e inoperantes las fuerzas de cambio
que  llegaron con el triunfo de Gabriel Boric.



No hay duda. Si este proceso sigue adelante, inevitablemente los partidos de
centro y de izquierda van a colgarse detrás, por oportunismo o porque
realmente van a entender que la cosa va por ahí. Y los que van a quedar
aislados son los de centro derecha y su aislamiento irá en forma creciente.
Lo que está en duda es qué capacidad tienen los convencionales populares
para interpretar al pueblo que está afuera de la Convención para llegar a
una constitución que responda por lo menos al 60 por ciento de las
expectativas populares.



“Si alguien tuviera estatura de estadista… que yo creo Boric no tiene, por
eso no quise suscribir la carta de apoyo (a Boric) donde firmaron todos los
premios nacionales. Yo no firmé esa carta. No creo que Boric sea el gran
estadista que necesitamos ni tiene capacidad él solo de liderazgo. Él no va
a ser un Fidel Castro, ni un (Juan Domingo) Perón, ni un Mao (Tse-Tung), ni
una (Angela) Merkel, (Franklin D.) Roosevelt o (Charles) De Gaulle.



«Quien tiene estatura de estadista es quien reconoce por dónde va la
historia y le abre camino a la historia. Quien sólo defiende los intereses
de la clase política o de una ideología o clase social, no tiene estatura de
estadista. (…) En Chile quien lea bien la historia tendría que actuar para
favorecer el desarrollo constituyente, más allá de lo que pueda alcanzar la
comisión constituyente. Y no creo, sinceramente, que Boric capta eso y va a
actuar por eso.”



–¿Y si juega bajo reglas pragmáticas para luego marcar otras?



¿Fuera tan astuto como eso? Podría ser. Sería un Maquiavelo–, suelta Salazar
con cierta ironía. –No tiene cara de Maquiavelo. Tiene cara de niño bueno.



–¿Le concede el beneficio de la duda a Boric?



–Tengo una duda metódica al respecto.

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