Colombia/ La vida sin plata de 19 millones de colombianos. [Greace Vanega]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jul 19 13:57:21 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

19 de julio 2022

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Colombia



La vida sin plata de Patricia y otros 19 millones de colombianos



El 40% de la población subsiste con menos de medio salario mínimo mensual.
La crisis mundial rebaja las posibilidades de reducir la pobreza.



Greace Vanega,  desde Bogotá

El País, 18-7-2022

https://elpais.com/



Patricia Rodríguez llega sonriente, dispuesta a abrir las puertas de su casa
para mostrar cómo vive. La vivienda es humilde, de madera color naranja y
tejas de aluminio sobre las que pega el sol ardiente del mediodía en Altos
de Cazucá. El barrio está en la parte alta de las lomas cercanas a la zona
que divide a Bogotá de Soacha (Cundinamarca), un municipio con más 500.000
habitantes, vecino de la capital. Se sabe cuándo se cruza del último barrio
del suroccidente de la ciudad a Cazucá por una especie de frontera
invisible: las vías son polvorientas, sin pavimentar. A sus 43 años, esta
mujer desempleada es cabeza de un hogar de seis personas. Solo una de sus
hijas tiene trabajo estable. Forma parte del 40% de la población en
Colombia, 19,6 millones de habitantes, que subsiste con menos de medio
salario mínimo mensual.

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“La invito a mi sala”, dice entre risas mientras extiende su mano señalando
una banca rectangular de madera desgastada y dos llantas de carro que sirven
de sillas improvisadas en el exterior de la vivienda. Se sienta en una de
ellas para contar su historia. “Llegué a vivir aquí cuando tenía 17 años; me
cansé del maltrato físico que había en mi casa y decidí irme. Tuve que dejar
el colegio cuando estaba por terminar”, recuerda esta madre soltera. Desde
allí, se contempla la vista de Bogotá. No hay ningún otro lujo.



La familia completa, Patricia, dos hijas jóvenes y un hijo menor de edad,
una nieta de tres años y la abuela, de 85, vive con un único sueldo fijo: un
millón de pesos (227 dólares), uno de los salarios mínimos más bajos de
América Latina. Es lo que gana Carol Michell Serrato, la hija mayor de
Patricia y madre de la niña. Le costó años, luego de graduarse de
secundaria, encontrar un trabajo formal. “Fue súper duro, la verdad. Estuve
buscando empleo por todo lado. Es muy complicado para uno como joven por la
experiencia que piden”, dice al teléfono mientras regresa en bus a casa,
después de cumplir la jornada como operaria de máquina en una fábrica de
ropa interior. Su ingreso mensual se reduce a un poco más de 166.000 pesos
(unos 38 dólares) si se divide entre las seis personas del hogar, muy cerca
de la línea de pobreza extrema.



Viven en un terreno de invasión, donde no pagan servicios públicos y cocinan
con cilindro de gas. “En gastos todo se me ocupa, no me queda derecho ni
para un par de zapatos. En una quincena doy lo del mercado y en la otra,
pago deudas”, dice Carol Michell, de 23 años. Su mamá y hermana se le miden
al ‘rebusque’, una forma de ingenio a la que recurren millones de
colombianos para tratar de conseguir su sustento. “En mi caso es trabajar en
casas de familia o hacer turnos en restaurantes, en una gallera, una
discoteca o lavar overoles en tiendas de venta de pescado”, dice la madre de
la joven. “Es terrible vivir del diario. Muy berraco”, agrega.

Solo pueden comprar lo básico: granos como lentejas o fríjoles y arroz.
“Carne, pollo o pescado, eso acá no se ve”. La plata tampoco alcanza para
gastos personales. “El perfumito no se puede, eso es un lujo. Usamos una
crema que huela rico y ahí estamos bien. Son cosas básicas porque a todo el
mundo le gusta vivir, vestir y oler bien. Esos son gastos que no podemos
tener”, dice Rodríguez, quien trabajó como operaria de producción hasta que
llegó la pandemia. La han rechazado en dos empleos por su edad y ahora se
dedica al cuidado de su abuela y su nieta mientras Carol Michell trabaja.



La niña de tres años, Yoselyn Prada, se entretiene adentro de la casa con
muñequitos de plástico regados sobre el cemento rústico. Juega con una
raqueta pequeña y una pelota que de vez en cuando lanza hacia los adultos
buscando atención. Su tía, Karen Liseth Serrato, también cuida de ella. La
joven de 21 años podría estar a la mitad de su carrera, pero no ha podido
continuar con el estudio después del bachillerato por falta de recursos. “Me
gustaría estar estudiando belleza, pero se necesita dinero. El SENA
(institución técnica y tecnológica) es gratis, pero hay que tener algo
flexible y estable para pagar el transporte y los implementos”, dice. Como
no tiene experiencia, tampoco encuentra empleo. “Estoy enviando hojas de
vida para poder trabajar”.



Solo el 54% de los estudiantes que se gradúan de secundaria en el país
accede a la educación superior. Los cupos en las universidades públicas son
escasos comparados con el número de egresados y únicamente logran iniciar su
carrera quienes obtienen los mejores resultados en las pruebas de ingreso.
Para entrar a las universidades privadas, donde los costos son elevados, es
necesario contar con el dinero suficiente. El desempleo juvenil es otro
dolor de cabeza. La tasa de desocupación para los jóvenes de 15 a 28 años
entre marzo y mayo fue de 19%, casi el doble de la tasa nacional de 11,3%
para el mismo trimestre.



Una balanza desigual



En Colombia, el futuro de un niño o niña está marcado por el lugar o las
condiciones económicas del hogar donde nace. Entre menos dinero tenga, más
se debe esforzar por superar barreras para alcanzar sus metas. “Un niño que
nace en un hogar pobre tiene una probabilidad muy alta de seguir siendo
pobre buena parte de su vida por características de origen que no tienen
nada qué ver con su talento o esfuerzo. La desigualdad de oportunidades en
temas como acceso a una educación de calidad es la primera trampa de
pobreza”, afirma Roberto Angulo, economista experto en el tema y socio
fundador de la firma Inclusión.



En la casa de Patricia Rodríguez se refleja esa realidad en más de una
generación. Su familia ha recibido ayuda del Estado por la emergencia del
coronavirus, pero no piden dinero sino oportunidades. “Hay gente que tiene
la opción de surgir y no da opciones a otros, sino que sencillamente sigue
adelante sin importarle a quién dejó atrás. Muchas veces nos juzgan por el
lugar donde vivimos”, lamenta.



El hijo menor de Patricia, Dylan Serrato, de 14 años, quiere ser agente de
investigación criminal cuando se gradúe del colegio. Su madre también dedica
tiempo a ser líder de la comunidad y voluntaria de la fundación SOS Paz
Cazucá, que ofrece refuerzo escolar y talleres culturales a niños y jóvenes
del sector para que mejoren sus habilidades, ocupen su tiempo libre y eviten
caer la delincuencia. “No tenemos nada, pero lo damos todo”, afirma
Margarita Torres, coordinadora de la fundación.



La mayor riqueza, dice Patricia Rodríguez, es el amor de la familia. “Hay
gente que tiene muchísima plata pero que no tiene esa satisfacción personal.
Nosotros nos tendemos la mano y eso genera felicidad”. Comparten el afecto y
también el espacio reducido de la vivienda. Duermen en tres camas sencillas.
Una de ellas está reservada para la abuela, Emperatriz Gutiérrez, una mujer
calmada y risueña que cocinaba con leña en las fincas donde trabajó durante
su juventud. En las otras dos camas duermen las otras cinco personas de la
familia.



“A pesar de las condiciones hay que mirar hacia adelante. Siempre hay
barreras que uno se encuentra en el camino, pero no hay nada imposible”,
sostiene Carol Michell. Su máximo anhelo, dice, es que el futuro de su hija
Yoselyn sea diferente, que esté definido por sus sueños y no por su lugar de
nacimiento.



La crisis mundial del costo de vida



Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), la crisis del costo de vida en países en desarrollo, intensificada
por la guerra en Ucrania, ha empujado a millones de ciudadanos a la pobreza
a una velocidad más rápida que durante la pandemia. En solo tres meses, 71
millones de personas han caído en esta condición como resultado directo del
aumento de los precios de los alimentos y la energía a nivel global.



En Colombia, además de la población que vive en pobreza monetaria y pobreza
monetaria extrema, otro 31% de los habitantes, alrededor de 15 millones de
personas, está en situación de vulnerabilidad, es decir, tienen un rango de
ingresos que implica alta probabilidad de caer en la pobreza. Si bien se
proyecta que el país liderará el crecimiento económico de América Latina
este año, la inflación es una fuerza en contra de la dinámica de
recuperación que se ha logrado tras los efectos de la pandemia. Esto
dificulta aún más salir de la pobreza y hace más fácil entrar a esta
condición.



“La salida de la pobreza con enfoque de ingresos va a estar complicada
porque así los hogares hayan recuperado su puesto de trabajo y estén
generando ingresos, la inflación se está comiendo todas esas ganancias y,
por consiguiente, la posibilidad de que Colombia retorne a niveles de
pobreza que tenía antes de la pandemia va a ser muy difícil este año”,
sostuvo el director del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas
(Dane), Juan Daniel Oviedo, en reciente entrevista con este medio.



Con un nivel de ingresos medio-alto, el país tendrá que tomar medidas para
afrontar esta turbulencia y tratar de evitar nuevos retrocesos. Roberto
Angulo, experto en la materia, considera que uno de los aspectos que deben
contemplar las políticas que se adopten es el alto costo de vida en las
ciudades, el cual afecta especialmente a los de menores ingresos. Los
hogares más pobres gastan cerca del 70% en alquiler de vivienda, transporte
y servicios públicos. El resto está destinado a alimentación y otras
necesidades básicas.

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