Argentina/ De eso no se habla. Las condiciones del capitalismo dependiente, ausentes en la campaña. [Esteban Mercatante]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ago 13 15:38:09 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

13 de agosto 2023

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Argentina



De eso no se habla. Las condiciones del capitalismo dependiente, ausentes en
la campaña



Hoy llegamos a las primarias, que definirán las candidaturas que integrarán
las boletas en octubre. Sin sorpresas, en este primer tramo de campaña, solo
el Frente de Izquierda apuntó de manera decidida y coherente a debatir los
grandes problemas nacionales, en los cuales para oficialismo y oposición
patronal no hay ninguna grieta.



Esteban Mercatante

Ideas de Izquierda, 13-8-2023

https://www.laizquierdadiario.com/



Llegamos a las elecciones con la economía con la soga al cuello. La
inflación alcanza todos los meses nuevos récords, más allá de alguna recaída
que finalmente termina siendo una pausa para tomar nuevo impulso. La
cotización de los dólares paralelos voló en los días previos a esta jornada
electoral, ante la disponibilidad de reservas del Banco Central cada vez más
raleada (y hace tiempo claramente en rojo). Esto ocurre después de haber
permitido durante todo el mandato de Alberto Fernández una formidable fuga
de dólares protagonizada por las grandes empresas a través de múltiples
vías, y de pagar deuda a los acreedores privados y al FMI. El organismo
internacional de crédito contribuyó a extremar la precaria situación de
desequilibrios que atraviesa el país, dedicándose en el último mes a cobrar
sin entregar los desembolsos que habrían correspondido de acuerdo al
cronograma del último acuerdo, que pactó Martín Guzmán cuando era todavía
titular de Economía y que el hoy ministro-candidato Sergio Massa se ocupó de
que tuviera aprobación en el Congreso (con la bochornosa colaboración de
diputados que se referencian en el espacio de “Juan XXIII” Grabois, como es
el caso de Itai Hagman, que cedió su sillón en la comisión de Presupuesto y
Hacienda para no trabar el dictamen favorable).



Mientras el candidato oficialista promete que de resultar electo podrá
encarar todas las cuestiones que Alberto Fernández no pudo llevar a cabo
durante estos cuatro años y ahora sí mitigar los estragos que dejan los
ajustes sostenidos durante 8 años por Macri y por el Frente de Todos –no se
sabe cómo, si planea seguir bajo la tutela del FMI para intentar
“normalizar” la economía bajando el gasto y seguir pagando deuda–, la
oposición de Juntos por el Cambio propone hacer otra vez más o menos lo
mismo que llevó a cabo Macri, aunque se diferencien entre Larreta y Bullrich
por si debe ser a “todo o nada” y si las medidas más dolorosas tendrán que
instrumentarse con shock o más gradualmente. Milei, candidato libertariano
que busca terciar en la disputa y aspira a terminar hoy como el segundo
candidato individualmente más votado, promete resolver todo dolarizando la
economía y ajustando “a la política”, buscando sembrar la ilusión de que los
drásticos recortes del gasto público que proyecta realizar se pueden
implementar a costa de “la casta” política, concepto que construye de manera
muy selectiva, como vimos con sus alianzas bien procasta en provincias como
Tucumán, La Rioja, Chubut, San Luis, y PBA, por nombrar solo algunas.



¿Por qué ningún sector de la clase capitalista argentina puede hoy ofrecer
una salida para el círculo vicioso del capitalismo dependiente argentino?

No pueden hacerlo porque lo que tienen en común es carecer de cualquier
planteo que apunte a revertir las condiciones que configuran al capitalismo
dependiente argentino.



A grandes rasgos podemos decir que dos proyectos u orientaciones de la clase
dominante se alternaron en el poder durante los últimos 40 años, desde la
salida de la dictadura genocida. Pero lo cierto es que más allá de las
diferencias de políticas a las que nos referiremos (que configuran una
oposición entre apertura indiscriminada vs. ciertas medidas de protección
comercial o retenciones para exportaciones; incrementos tarifarios vs.
subsidios; precios sin trabas vs. controles/acuerdos de precios), el saldo
de las últimas administraciones evidencia que a ambos lados de la “grieta”
hay una serie de supuestos compartidos. Veamos algunos de los más
destacados.



1) La extranjerización de la economía y el dominio que tiene el capital
imperialista sobre resortes fundamentales aparecen como incuestionables.
Junto con esto, la integración subordinada de la Argentina en un entramado
internacional armado a la medida del capital trasnacional es otro punto
compartido. Las leyes de inversión extranjera impuestas desde la dictadura
(que también impuso la Ley de Entidades Financieras vigente) favorables al
dominio del capital extranjero, lo que se reforzó con los Tratados
Bilaterales de Inversión (nunca denunciados por ningún gobierno) conservan
su vigencia hasta hoy y no fueron cuestionadas por ninguna administración.
Por el contrario, con convenios como el de Chevron en Vaca Muerta se
agregaron nuevas concesiones para atraer capital extranjero durante los
gobiernos “nacionales y populares”.



2) Tampoco conoce grieta el consenso extractivista. La idea de que la
argentina debe conseguir más dólares exportando más commodities, a través de
la expansión indiscriminada del agronegocio (con sus agrotóxicos), la
megaminería con su vuelco masivo de desechos químicos que contaminan el
agua, la producción del litio en el NOA y la explotación petrolera vía
fracking. Se trata de una “especialización” que viene determinada por la
división internacional del trabajo del imperialismo en su etapa actual, en
la que el lugar que le cabe al país está caracterizado por la baja
generación de valor agregado y una elevada destrucción del medio ambiente.
Están quienes buscan presentarlo como un inverosímil camino de desarrollo,
cuando a esta altura está claro que no hace más que perpetuar un lugar
subordinado en la división internacional del trabajo que refuerza el
carácter dependiente. Y también quienes de manera más “realista” se afirman
que es la única manera de resolver el imperativo de conseguir divisas,
haciendo caso omiso de que el problema de la Argentina no es tanto la falta
de divisas por insuficiencia de exportaciones, como la voraz apropiación de
las mismas realizada por la clase dominante y el capital imperialista.



3) “Honrar” las deudas y respetar los acuerdos con el FMI (con todo lo que
eso implica), también se suman a los presupuestos compartidos. La bandera
más soberana que logró balbucear el candidato oficialista Sergio Massa es
“pagarle al FMI y que no vuelva nunca más”, como si esa deuda impagable no
fuera hoy uno de los lastres que más pesas sobre la economía nacional.



Esta configuración perpetúa al capitalismo argentino como un eslabón débil
del capitalismo mundial, que pasó más de la mitad de los últimos 45 años en
recesión, exhibe un estancamiento del PBI per cápita, y registra una caída
formidable del poder adquisitivo del salario (hoy un 60 % del que era en
1974) y una degradación en las condiciones en que vive la gran mayoría de la
clase trabajadora y el pueblo oprimido. La precariedad e informalidad
laborales se convirtieron en una realidad estructural para la mitad de la
población activa, un tercio de quienes tienen empleo se encuentran no
registrados, y en la mayoría de los lugares de trabajo se extienden las
divisiones entre personal de planta por tiempo indeterminado, contratado,
personal tercerizado sin relación laboral con la patronal del lugar donde
realiza tareas, etc. Todo esto es resultado de la herencia de la
flexibilización laboral y otros ataques patronales, cuya herencia no solo no
es cuestionada, sino que entró en la campaña con todo.



La “grieta” entre proyectos capitalistas tiene como presupuesto no discutir
ningún cambio para las condiciones de las mayorías.



Un “cambio” para que sigan ganando los mismos de siempre



Podríamos haber imaginado que después de la bancarrota en la que terminó
Macri desde Juntos por el Cambio buscarían presentar sus propuestas en esta
campaña diferenciándose más con lo hecho por el expresidente. No es eso lo
que está ocurriendo. Unificar rápido el tipo de cambio (lo que implica
devaluar fuerte y subir las tasas de interés para reiniciar la bicicleta
financiera), volver a pedirle más plata al FMI para “blindar” la economía
(Bullrich dixit), poner otra vez sobre la mesa las iniciativas del
“reformismo permanente” que se chocaron en diciembre de 2017 contra la
movilización popular, son más de lo mismo que trae el “cambio” opositor. La
diferencia entre Larreta y Bullrich a este respecto no es de fondo, sino de
forma.



Bajar impuestos a los empresarios y los ricos (mientras se suben el IVA y
otros impuestos al pueblo trabajador) y al mismo tiempo bajar el gasto
público, flexibilización laboral, reforma jubilatoria para “abaratar” las
jubilaciones y extender los años que las y los trabajadores estamos
obligados a esperar para jubilarnos, son parte del combo que implementaron
en 2015-2019 y que nuevamente traen bajo el brazo. Al mismo tiempo que
promueven el ajuste fiscal, estimulan el endeudamiento para crear buenos
negocios para las finanzas y estimular las bicicletas financieras y
vehiculizar la fuga de capitales.



El proyecto de país que da sustento a estos planteos, si tal cosa existiera
de manera coherente, se manifestaría claramente nostálgico de los tiempos
del llamado modelo agroexportador, sosteniendo que la Argentina debería
concentrarse en aquellos sectores en los que cuenta con ventajas
“comparativas” (agro, energía, minería, pesca) y dejar de sostener aquellos
sectores como la industria, que desde las visiones más extremas de este
espectro se llega a definir sin más como “artificiales”, y en versiones más
matizadas como ineficientes o incapaces de funcionar sin “protección”
(aranceles externos y otras trabas que impiden que la competencia de los
productos industriales importados compitan con la producción local). Se
trata de un proyecto de país al que le “sobran” varios millones de
habitantes, entre la fuerza de trabajo y familias que no tienen cabida ante
el desmantelamiento del aparato productivo que propugnan. Se suele tomar
como medida de comparación para las aspiraciones del país que se debería ser
a países como Australia, cuya relación con el imperialismo (británico,
primero, y estadounidense, después) queda soslayada, además de la mayor
abundancia de recursos en relación con la población; o Chile, cuyo aparato
productivo en todo lo que no fuera sector primario fue completamente
desmantelado desde la llegada de Pinochet al poder, base sobre la cual se
profundizó la desigualdad en niveles extremos.



¿Esta vez es en serio?



Unión Por la Patria, versión reciclada del Frente de Todos que se impuso en
2019 proponiendo que era posible terminar con el ajuste sin romper con el
FMI ni repudiar la deuda de los fondos especulativos (y así terminamos),
pide el voto sin proponer nada muy diferente. Es entendible: el precandidato
que con toda seguridad se impondrá hoy en la interna de este espacio, viene
siendo desde hace más de un año el encargado de administrar el descalabro
económico. Quiso crear expectativas de que podría bajar la inflación, pero
esta batió los récords de los últimos 30 años; lleva adelante los tarifazos
para cumplir el ajuste que exige el FMI, y así y todo no pudo lograr que el
staff del organismo siguiera aprobando los giros del préstamos. Así, llega
al final de mandato acorralado por el verdugo financiero del imperialismo.



Para dar una idea de lo difuso de las fronteras que separan a los partidos
mayoritarios, mencionemos que Dante Sica, economista cercano a Patricia
Bullrich, apuntó a la intención de aprobar nuevas leyes de reforma laboral
(como la “ley Banelco” aprobada durante el gobierno de De la Rúa) y también
impulsar la renegociación flexibilizadora de convenios, tomando el ejemplo
del SMATA con las automotrices y autopartistas –con el cual se frotan las
manos todas las patronales–. Este planteo no solo no fue repudiado por
Massa, sino que este explícitamente señaló lo desactualizados que están
muchos convenios. El mismo Grabois defiendió la necesidad de flexibilizar
las condiciones laborales en nombre los “pequeños patrones”, mostrando que
lejos de ser una “presión por izquierda” (sic) en el frente oficialista,
está cada vez más tironeado hacia tomar todo el programa del “extremo
centro”, aunque en algunos spots se da el lujo de coquetear con ideas más
rupturistas sin correlato en lo que hizo Patria Grande en estos años.



Menemismo austríaco



Javier Milei, cuyo resultado electoral hoy es de acuerdo a las encuestas una
incógnita, volvió a afirmar en su acto de cierre en el Movistar Arena que
Carlos Saúl Menem fue el mejor presidente de la historia argentina.
Disfrazado tras una jerigonza incomprensible plagiada de economistas
liberales austríacos y gritos contra la “casta” (en la que no incluye a los
privilegiados empresarios que multiplicaron su riqueza con subsidios
múltiples del Estado como su expatrón Eduardo Eurnekián) es básicamente una
una versión recalcitrante de los liberales.



Buena parte de sus políticas se aplicaron en distintos momentos desde
Martínez de Hoz hasta acá, pero su argumento es que el fracaso se explicaría
por no haberlas aplicado consecuentemente. Impulsa una reducción sin
anestesia del gasto público y los impuestos, y reivindica una especie de
“anarcocapitalismo” en el que el Estado se reduzca a las leyes elementales
para que funcione la economía privada y al rol de policía. Tiene un discurso
antisistema y muchos medios lo tratan así, pero es una voz rabiosa de
defensa de los derechos de la clase dominante, los mismos “empresaurios” que
se enriquecieron durante décadas con las políticas de todos los que estos
ultraliberales repudian. Su “rebeldía” es pura impostura.



¿Cómo se puede salir del círculo vicioso que imponen las clases dominantes?



En el escenario político argentino actual, la verdadera “grieta” es entre
quienes expresan distintas variantes para continuar aplicando las exigencias
del FMI, el imperialismo y la clase capitalista argentina atada por una mil
lazos a este y quienes proponemos rechazar de plano el chantaje y cortar de
raíz con las causas de la decadencia.



Esta última perspectiva es la que sostenemos desde el FIT-U, la única fuerza
política que pelea por que la clase trabajadora y el pueblo oprimido
impongan su propia salida a la crisis. La fuga de capitales, los onerosos
pagos de la deuda, las remesas de ganancias de las empresas multinacionales
que operan en el país a sus casas matrices, y la renta agraria, muestran que
el problema no es la falta de recursos potencialmente disponibles para
realizar las inversiones más urgentes que permitan elevar el desarrollo de
las fuerzas productivas. El problema está en cómo los actores que concentran
la apropiación del excedente hacen uso de él. La “restricción” fundamental
que explica el atraso y decadencia tiene un carácter de clase: es el
resultado del gobierno de una burguesía integrada por mil lazos al
imperialismo. Si cortamos con el vaciamiento nacional que producen los
acreedores de la deuda, las grandes empresas y el agropower, podrán surgir
los medios para incrementar la capacidad de crear riqueza, para destinarse a
mejorar o desarrollar las infraestructuras fundamentales, a la construcción
de viviendas, escuelas, hospitales, a la modernización de los transportes, y
a garantizar el acceso a la cultura y el esparcimiento. Al mismo tiempo, a
través del monopolio del comercio exterior y un sistema financiero
nacionalizado, podríamos apuntar a estimular los desembolsos requeridos para
el desarrollo o adquisición de los medios de producción que resulten
prioritarios. Los recursos que hoy se fugan en esta sangría podrían
concentrarse en el objetivo de reducir la jornada laboral, para trabajar
menos y repartir el trabajo entre todas las manos disponibles, sin reducir
el salario y garantizando siempre un piso acorde a la canasta familiar. La
fuerza social para llevar adelante este programa existe: la clase
trabajadora ocupada y desocupada, junto a la pequeña burguesía pobre que es
su aliada natural, representan casi ocho de cada diez habitantes del país.
Si estas fuerzas sociales se ponen en movimiento hegemonizadas por la clase
trabajadora se puede derrotar al imperialismo y sus aliados. La perspectiva
que planteamos puede iniciarse en los marcos nacionales, cortando las
ataduras que imponen la burguesía y el imperialismo. Pero con las fuerzas
productivas hoy más internacionalizadas que nunca, la transición hacia una
transformación socialista solo puede avanzar a escala internacional. El
puntapié inicial para ello es unir lazos con los pueblos de la región. La
unidad de América Latina será socialista o no será.



La pelea es por esta perspectiva frente a todos los responsables de la
perpetuación de la decadencia de la Argentina capitalista, que se preparan
para perpetuar el régimen del FMI. Para que la crisis no la siga pagando el
pueblo trabajador.

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