Rusia/ Un año de invasión a Ucrania. La economía rusa en camino de la militarización total. [Romaric Godin]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Feb 26 14:38:57 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

26 de febrero 2023

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Rusia



Un año de invasión a Ucrania



La economía rusa camino de la militarización total



Romaric Godin

Viento Sur, 25-2-2023

https://vientosur.info/

Traducción de Viento Sur



Un año después de la invasión rusa de Ucrania, la resistencia de la economía
rusa ha sorprendido a más de un experto occidental. Cuando, a raíz del 24 de
febrero de 2022, Estados Unidos, Europa y Japón comenzaron a imponer una
batería de sanciones contra Moscú, algunos, como el ministro francés de
Economía, Bruno Le Maire, predijeron un colapso total de la economía rusa,
mientras que otros vaticinaron una caída del 10% de su PIB.



Sin embargo, las últimas Perspectivas de la Economía Mundial del FMI,
publicadas a principios de febrero, disiparon cualquier idea de colapso. Se
espera que el PIB ruso caiga sólo un 2,2% en 2022, mientras que en octubre
aún se preveía una caída del 3,4%. El Fondo prevé incluso un crecimiento del
0,3% en 2023 y un repunte aún más fuerte en 2024, con un 2,1%. Varios
analistas han señalado que la previsión de crecimiento de Rusia para 2024 es
superior a las de Francia (1,6%), Alemania (1,4%) y Estados Unidos (1%).



Sin embargo, sería un error adoptar una posición contraria a las previsiones
de hace un año. En primer lugar, porque los datos de Rusia deben tomarse con
cautela y también forman parte de la comunicación de guerra, pero también
porque, en determinadas circunstancias, los conflictos pueden apoyar el
crecimiento del PIB, que dista mucho de ser un indicador de bienestar o
incluso de prosperidad.



Lo que muestran estas cifras es una capacidad de adaptación al régimen de
sanciones que desmiente los escenarios de los dirigentes occidentales de
hace un año, y que es ante todo un reflejo de su fetichismo económico (la
economía lo puede todo, es una simple mecánica traducida por los modelos). Y
también, sin duda, la infravaloración de las lecciones que el Kremlin había
aprendido de las primeras sanciones aplicadas tras la anexión de Crimea en
2014.



Por otra parte, comparar las tasas de crecimiento de Rusia con las de los
países occidentales para demostrar que la primera tiene más éxito no tiene
realmente sentido y cae en el mismo fetichismo. Una tasa de crecimiento no
tiene el mismo significado para un país de renta media centrado en la
producción de materias primas, como Rusia, que para los países de renta alta
centrados en los servicios. Para todo el periodo 2022-2024, los cálculos del
FMI muestran un crecimiento del 0,15% para Rusia, bajo para una economía de
su tamaño (equivalente a Italia con el doble de población).



Eludir las sanciones



Dicho esto, merece la pena plantearse la cuestión de la resistencia de la
economía rusa a las sanciones y analizar el propio régimen de sanciones. La
apuesta occidental consistió primero en provocar una crisis financiera en el
país y, después, en privarle de recursos limitando determinadas
exportaciones. Se privó al Banco Central ruso de sus reservas, se aisló a
los bancos rusos del sistema financiero internacional y se redujeron las
entregas de determinadas mercancías.



En un principio, se perdonó la vida a las exportaciones rusas para que los
países más dependientes pudieran encontrar alternativas, lo que no siempre
fue posible.



La estructura de estas sanciones ha sido especialmente desastrosa. En los
mercados, los precios de las materias primas exportadas por Rusia se
dispararon debido a las expectativas de escasez. Al mismo tiempo, se
redujeron las importaciones. El resultado fue una explosión del superávit
comercial de Rusia en marzo y abril, que compensó las pérdidas y contuvo los
efectos de las sanciones financieras.



La cuota de los países occidentales en las exportaciones rusas cayó del 58%
al 32% del total en 2022. Al mismo tiempo, las exportaciones a China
aumentaron un 43,4%.



Mientras el Banco Central subía los tipos al 20%, el Kremlin tomaba medidas
para restringir los movimientos de capital, impidiendo a los rusos invertir
sus fondos en divisas extranjeras, y tomó el control del sistema bancario.
El rublo, aislado de los mercados internacionales, se convirtió en un
reflejo de la balanza por cuenta corriente rusa, y como ésta registraba
superávits récord, se fortaleció significativamente dado que Rusia no tenía
necesidad de pedir prestado al exterior. En abril, el riesgo de crisis
financiera había desaparecido.



Por tanto, el quid de la resistencia de Rusia fue un superávit por cuenta
corriente que en 2022 alcanzó la cifra récord de 227.000 millones de dólares
(alrededor del 14% del PIB), frente a los 120.000 millones de 2021. Cuando
las exportaciones a Occidente empezaron a disminuir en volumen, dos
fenómenos lo compensaron: en primer lugar, el efecto precio y, más
significativamente, la apertura a otros mercados, principalmente Turquía,
Kazajistán, China e India. Así, la cuota de los países occidentales en las
exportaciones rusas ha pasado del 58% al 32% del total en 2022. Al mismo
tiempo, las exportaciones a China aumentaron un 43,4%, hasta 114.000
millones de dólares. Sin embargo, el 45% de los ingresos del presupuesto
ruso dependen de las exportaciones energéticas.



Este es un límite importante de las sanciones: son ignoradas por una parte
de los países del mundo. Occidente debe ser consciente de los cambios que se
han producido en las últimas cuatro décadas a instigación suya: han surgido
nuevas potencias económicas capaces de ofrecer mercados a una economía de
tamaño medio como la rusa, que cuenta con inmensos recursos. Occidente ya no
dispone de todos los resortes, como antaño.



Por no hablar de que no hay que dejarse engañar por las propias sanciones.
Las imágenes del cierre de McDonald's o Starbucks rusos han dejado la
impresión de que las empresas occidentales están abandonando Rusia en masa.
Pero un estudio de la Universidad de St. Gallen (Suiza), publicado el 20 de
diciembre, muestra que sólo el 8,5% de las empresas del G7 y de la UE habían
abandonado al menos una de sus filiales en Rusia a finales de noviembre de
2022. Esto representa sólo el 6,5% de los beneficios antes de impuestos de
estas empresas.



En otras palabras: las empresas occidentales han optado por permanecer en
Rusia, deshaciéndose de sus actividades menos rentables por las buenas. No
cabe duda de que esto ha propiciado un mejor comportamiento de la economía
rusa.



Por supuesto, las sanciones no han sido totalmente indoloras en 2022, ni
mucho menos. Algunas fábricas tuvieron que cerrar por falta de materiales en
los primeros meses de la guerra. Pero los enormes superávits por cuenta
corriente del país permitieron al Kremlin embarcarse en un auténtico
keynesianismo de guerra inundando el país de dinero.



El Estado invirtió, ayudó a las PYME con fondos especiales y concedió
subvenciones y préstamos para facilitar la sustitución de las importaciones
occidentales no disponibles. En total, se desembolsó casi el 3% del PIB para
apoyar la actividad, según el think tank Bruegel.



La herramienta industrial se vio obligada a adaptarse a la escasez y,
gracias al dinero de las exportaciones, pudo hacerlo. Sobre todo, son las
inversiones de supervivencia las que han mantenido a flote la economía. Pero
este gasto no parece explicar el aumento del 6% de la inversión total rusa
calculado por Bloomberg.



Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta que el consumo ha caído
paralelamente, debido tanto a la caída de los ingresos reales hasta octubre
como al aumento del ahorro por precaución (prueba de que los hogares rusos
están preocupados por el futuro). Parece claro, por tanto, que gran parte de
esta inversión se ha destinado al esfuerzo bélico.



Los informes procedentes de Rusia describen fábricas de armamento
funcionando a pleno rendimiento todo el tiempo. La revista británica The
Economist ha estimado el gasto adicional en armamento del presupuesto ruso
en 5 billones de rublos, unos 63.000 millones de euros. Obviamente, este
gasto ha sido posible gracias a las exportaciones extraordinarias.



Cuando un país apoya un esfuerzo bélico, sin verse afectado en su propio
territorio por los combates, viendo crecer sus exportaciones y con capacidad
de evitar una crisis financiera, su economía lo puede soportar. Como señala
Oleg Istkhoki, economista de la Universidad de California en Los Ángeles
(UCLA), "cuando la economía está inundada de dinero, es posible seguir como
si nada".



En este contexto, la Rusia actual se encuentra, por ejemplo, en una
situación mucho mejor que la Alemania de 1914, sometida a un severo bloqueo,
o la Francia del mismo año, parte de cuyos territorios productivos estaban
ocupados.



Presión sobre las exportaciones



Sin embargo, no todo es de color de rosa. Este primer año estuvo marcado por
circunstancias excepcionales, en particular el mal calibrado de las
sanciones, que permitió a Moscú acumular reservas. Pero los próximos años
presentan dificultades considerables para Rusia, que entra ahora en una
economía de guerra.



La clave para continuar con este keynesianismo de guerra es mantener el
superávit por cuenta corriente. Sin ello, Rusia se quedará rápidamente sin
dinero. Aislada de los mercados internacionales, no tendrá más remedio que
buscar recursos financieros en terceros países, lo que no será fácil ni
gratuito.



Esta perspectiva no es para mañana, dado el monto de las reservas en divisas
y oro que, según el Banco Central ruso, ascendían a 601.000 millones de
dólares el 3 de febrero. Pero la guerra es muy cara. Hay que sostener las
fábricas de armas, subvencionar la transformación de la producción civil en
producción militar y pagar el material. También hay que pagar a los
soldados, cuya paga se ha incrementado para compensar la falta de entusiasmo
de los reclutas y asciende a 195.000 rublos al mes (unos 2.457 euros), lo
que supone nada menos que tres veces el salario medio ruso. Ya en otoño hubo
noticias de malestar por los retrasos en el pago de las pagas.



Por supuesto, si caen los ingresos que dependen principalmente de las
exportaciones de gas y petróleo, el dinero acabará por agotarse. En enero,
el presupuesto federal ruso mostró su mayor déficit para un mes desde 1998.
Un déficit de unos 25.000 millones de dólares, debido en gran parte a la
caída de los volúmenes de exportación y a la caída de los precios de venta.
La subida de volúmenes y precios registrada en 2022 se ha invertido.



Sin embargo, desde el 5 de febrero, las nuevas sanciones occidentales
apuntan directamente a los ingresos, ya que introducen un precio máximo para
el petróleo ruso importado por estos países (principalmente la UE, el G7 y
Australia), pero también obligan a los terceros países que utilizan los
servicios de flete occidentales a aplicar esta tarifa, de 60 dólares por
barril. Desde el comienzo de la guerra, Rusia utiliza cada vez más la vía
marítima para enviar su petróleo a Asia, principalmente a India y China.



Según Bloomberg, el país se está adaptando utilizando su propia flota y la
flota en la sombra, una red de buques a menudo envejecidos gestionados por
operadores independientes. Queda por ver si esta estrategia puede mantener
las entregas, aunque los retrasos ya han aumentado considerablemente.



Mientras tanto, a Moscú no le queda más remedio que intentar jugar con el
volumen para impulsar los precios del petróleo y compensar los volúmenes con
los precios. Así, el Kremlin anunció el 9 de febrero que había reducido su
producción en 500.000 barriles diarios. Pero el crecimiento mundial, a pesar
de la reapertura de la economía china, sigue siendo moderado. Ya no estamos
en los años 2000, cuando la demanda de petróleo y materias primas parecía
infinita.



En otras palabras: si India o China compensan plenamente la demanda
occidental en volumen, podría ser a costa del precio. La compensación entre
precio y volumen tiene, pues, sus límites. Una cosa parece segura: repetir
cada año los resultados de 2022 no será fácil.



El problema central de las importaciones



Si continúa esta presión sobre las exportaciones, el país tendrá que vigilar
de cerca sus importaciones para mantener los excedentes, los nervios de la
guerra.



La Rusia de 2022 parece haber intentado renovar la estrategia
latinoamericana de los años sesenta y setenta, la de la industrialización
por sustitución de importaciones, ISI. En lugar de comprar productos
acabados o componentes en el extranjero, se fabrican en el país. El Banco
Central ruso ha denominado a esta estrategia "industrialización inversa".



Suele ser una estrategia a largo plazo, en la que el país va creando
gradualmente capacidades productivas cada vez más complejas. En 2022, Rusia
parece haber logrado la parte más fácil de este proyecto, la de producir
bienes de consumo sustitutivos: en ocasiones, las marcas extranjeras han
dado paso a las rusas en las estanterías de los supermercados, desafiando
las predicciones de escasez.



Pero la parte más difícil está aún por llegar. Tras la caída de la URSS,
Rusia se concentró en las industrias extractivas y en algunas industrias
pesadas, y se encontró en la parte baja de la división internacional del
trabajo. Con los ingresos de sus exportaciones, pudo importar los bienes y
servicios que necesitaba para su producción y exprimir su demanda interna
para mantener el excedente.



Este modelo condujo a una forma de dependencia de Occidente para los
productos tecnológicos. La estructura de las importaciones antes de la
guerra lo confirma: casi el 40% procedían de Occidente (entendido como la
UE, el G7, Japón y Australia) y eran principalmente maquinaria, productos
químico-farmacéuticos y ópticos.



Las fuentes de Occidente se han agotado. Los datos alemanes muestran que las
exportaciones de maquinaria a Rusia han caído un 43,1% en un año. Para
mantener la producción, se han sustituido en gran medida por suministros
chinos que, según la organización de vigilancia del comercio internacional
OEC, representan ahora el 73% de las importaciones rusas, principalmente de
maquinaria.



Pero este efecto de sustitución no está exento de problemas. En primer
lugar, Rusia sigue dependiendo de estas importaciones para su producción.
Los datos sobre importaciones son inciertos, pero el Banco Central ruso ha
estimado que las importaciones podrían aumentar en 44.000 millones de
dólares este año en comparación con 2021. El esfuerzo bélico de Rusia sigue
dependiendo de las importaciones. Para producir más, hay que importar más.
Este es un hecho importante de la futura economía política de Rusia en
guerra.



En segundo lugar, la sustitución no es total y equivalente. La recuperación
tecnológica de China en los últimos diez años no se ha completado y la
sustitución de las importaciones occidentales no puede ser perfecta. Una
máquina-herramienta china es menos productiva que una máquina-herramienta
alemana, y ciertos productos occidentales o controlados por occidentales,
como ciertos semiconductores, son inevitables.



Por tanto, en parte, es necesario gestionar la escasez; en parte, recurrir a
una forma más costosa de contrabando de componentes occidentales, pero
también asumir una pérdida de calidad y eficacia en la producción.



Esto conlleva nuevos problemas: puede que haya que compensar la calidad con
cantidad y reorganizar la producción con más mano de obra. En este contexto,
la sustitución precipitada, con bienes de capital locales producidos a toda
prisa en condiciones tecnológicas degradadas, puede tener el mismo efecto.
En otras palabras: la economía sólo puede ser menos productiva.



Hacia una economía militarizada



Esta situación abre nuevas contradicciones para Rusia. El país necesita
apoyar un esfuerzo bélico y, por tanto, producir manteniendo bajas sus
importaciones. Pero el esfuerzo bélico no sólo requiere producción, sino
también personas. Esta demanda perturba por sí misma la producción.



El economista Jacques Sapir ha calculado que la movilización parcial ha
tenido un efecto negativo en la producción industrial de 0,9 puntos
porcentuales a lo largo de 2022, de una caída total del 1,6%. Esto significa
que la producción tiene dificultades para adaptarse a la falta de mano de
obra.



No es de extrañar, ya que la adaptación del tejido productivo ruso se hace
con menor productividad. Esto explica que la tasa de desempleo haya seguido
bajando: actualmente se sitúa en el 3,7%, frente al 5,1% de 2021. Pero esto
implica una presión al alza sobre los salarios que empezó a materializarse a
finales del año pasado y plantea un problema importante.



En primer lugar, porque puede alimentar la demanda interna en un momento en
que la producción tiene dificultades para mantener el ritmo y es necesario
contener las importaciones. En segundo lugar, porque esta subida de los
salarios pesará sobre un tejido productivo calibrado desde el final de la
URSS sobre salarios bajos. Esto sólo puede conducir a dos opciones: una
caída de la inversión o un repunte inflacionista.



Según Bloomberg, las empresas ya están revisando a la baja sus planes de
inversión en 2023, lo que sólo puede agravar el problema. Por último, dado
que la economía rusa está ahora impulsada por el esfuerzo bélico, un aumento
de los salarios supone una presión adicional sobre el presupuesto federal.



Poco a poco, a pesar de la resistencia del año 2022, la soga se va tensando.
Si no está amenazado por un colapso total, como afirmaba Bruno Le Maire, se
enfrenta a problemas considerables. Tiene que gestionar la presión sobre sus
recursos, la necesidad continua de importaciones clave y las contradicciones
entre el esfuerzo de guerra y la economía normal.



Todo ello conduce lógicamente a una deriva de la economía rusa hacia la
militarización global. Para mantener los salarios en proporciones aceptables
para el capitalismo ruso y el esfuerzo de guerra, el Kremlin tendrá que
recurrir a la coacción y hacer trabajar a la parte inactiva de la población,
que es importante (la tasa de actividad es del 61,4% y es particularmente
baja entre las mujeres). Recordemos que el gobierno alemán, durante la
Primera Guerra Mundial, proclamó: "Si no quieres trabajar, no comas".



Del mismo modo, el control de las importaciones y la escasez de ciertos
componentes implican tener que arbitrar entre las importaciones necesarias
para la producción militar y otras. Esto se puede hacer con medidas
directas, pero también con medidas de austeridad. En este sentido, parte del
aparato de producción civil podría verse afectado en los próximos meses y
años, a medida que aumenten las necesidades presupuestarias.



Las reservas de divisas pueden servir de amortiguador durante un tiempo,
pero si el conflicto y las sanciones continúan o se endurecen, no serán
suficientes.



Por último, para hacer frente a las limitaciones del superávit por cuenta
corriente y no recurrir demasiado a sus reservas, el gobierno ruso puede
verse tentado a recurrir a la creación de dinero para financiar su
presupuesto. El sector bancario está ahora totalmente controlado por el
gobierno federal, pero el Banco Central sigue siendo relativamente autónomo.



El 7 de enero, Bloomberg entiende que el Kremlin quiere que el Banco Central
envíe el mensaje de que recortará los tipos durante el año. Pero la
gobernadora, Elvira Nabioullina, declaró el 9 de febrero que era más
probable una subida que una bajada de tipos durante 2023.



Este tira y afloja refleja una tensión interna en el asediado capitalismo
ruso. El Banco Central intenta frenar la subida de los salarios y la
transmisión de la subida de los precios de importación; el Gobierno intenta
obtener los medios para librar su guerra manteniendo una cierta paz social
mediante una política monetaria acomodaticia.



Una vez más, esto es un signo de la tendencia a la militarización de la
economía rusa. En cuanto el esfuerzo bélico se convierte en una prioridad,
las reservas de divisas deben utilizarse para mantener la capacidad militar,
mientras que el resto de la economía se financia mediante la creación de
dinero. No es casualidad que esta política fuera adoptada por todos los
beligerantes en 1914, incluido el Reino Unido, cuna del patrón oro.



Como señala el historiador estadounidense Adam Tooze en un reciente texto,
si "Rusia está en una lógica de guerra", la cuestión de la financiación es
"irrelevante, siempre que se trate de gastos internos". Siempre y cuando,
añade, el Banco Central siga el juego. Y éste es, sin duda, el objeto de la
sorda lucha que se desarrolla en estos momentos en Moscú.



El conflicto entre el Banco Central y el Gobierno refleja así el conflicto
entre dos opciones: mantener la vieja economía política basada en exprimir
la demanda interna mediante la austeridad para mantener los superávits, o
precipitarse a una guerra total en la que toda la economía esté sujeta al
interés de los militares.



Ninguna de las dos opciones tiene muy buena pinta. Si el banco central
endurece su política monetaria, la política de sustitución de importaciones
está condenada al fracaso y la financiación del esfuerzo bélico acabará
siendo delicada. Pero si prevalece la opción del Kremlin, el rublo podría
estancarse y provocar una ola inflacionista. La única salida sería un
control más estricto de la economía en torno a los objetivos bélicos. En
1916, la misma presión llevó a Alemania a pasar a una dictadura casi militar
con el apoyo de los industriales. Rusia ya se encuentra en gran medida en
esta vía, aunque el Ejército siga sometido al poder civil.



A largo plazo, estas dos vías plantean el problema de la financiación de la
economía de guerra rusa. Las reservas monetarias del país pueden servir de
protección durante un tiempo, pero si el conflicto y las sanciones continúan
o se endurecen, no serán suficientes. Habrá que buscar recursos en otra
parte. La única solución será China, que dispone de enormes reservas.



Pero Pekín probablemente hará pagar caro a Rusia cualquier ayuda. La propia
China, inmersa en un conflicto cada vez más abierto con Washington y deseosa
de construir una zona de influencia para asegurar su crecimiento, estaría
sin duda interesada en que una Rusia vasallada le ofreciera a buen precio
los inmensos recursos de la vecina Siberia. Es probable que este movimiento
ya haya comenzado: el esfuerzo bélico ruso depende ahora muy estrechamente
de China.



Esta militarización en curso de la economía rusa probablemente deja obsoleta
cualquier reflexión en términos de PIB o incluso de nivel de vida, así como
cualquier comparación internacional. La economía rusa estará ahora integrada
en una función logística sujeta al esfuerzo bélico. Por tanto, lo que le
ocurra a la economía rusa más adelante dependerá en gran medida del
resultado del conflicto.



(Publicado originalmente en Mediapart, 18-2-2023:
https://www.mediapart.fr/journal/international/180223/l-economie-russe-en-vo
ie-de-militarisation-totale)

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