Palestina/ Yenín, la invasión israelí [Mouin Rabbani

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jul 13 16:55:44 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

13 de julio  2023

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Palestina



Yenín



Mouin Rabbani *

Viento Sur, 13-7-2023

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Traducción de Loles Oliván Hijós



El último ataque de Israel al campamento de refugiados de Yenín, el más
contundente desde que lo invadiera hasta la devastación en 2022, está
diseñado para conseguir una serie de objetivos militares y políticos que en
su conjunto persiguen hacer de Cisjordania un lugar seguro para intensificar
la colonización israelí y, en última instancia, para anexionarla
formalmente.



Al igual que en otras operaciones israelíes previas en Cisjordania y la
Franja de Gaza, ésta va a debilitar considerablemente la infraestructura
organizativa palestina imponiendo a la vez un coste enorme y deliberado a su
contraparte civil. Sin embargo, a nivel estratégico los resultados seguirán
siendo nulos; hay pocos motivos para creer que Israel vaya a tener éxito hoy
donde fracasó no sólo en 2002 sino reiteradamente en los años intermedios.
Lo cierto es que esta última agresión de Israel y la realidad del despliegue
contra un adversario palestino audaz y más sofisticado demuestran la
naturaleza transitoria de sus logros anteriores.



Paralelamente, la debilidad de un movimiento nacional palestino cercenado
por la fragmentación y la desintegración impide que los fracasos de Israel
se traduzcan en conquistas palestinas. La repetidamente proclamada unidad de
las plazas, por ejemplo, más que un acuerdo de defensa colectiva no ha
pasado de ser hasta ahora más que un lema; a principios de este año ni
siquiera llegó a materializarse en el interior de la Franja de Gaza, cuando
Israel asesinó a varios altos cuadros de la Yihad Islámica, y Hamás se
abstuvo de implicarse directamente. Israel persiste en su misión para que
las y los palestinos dejen de ser un pueblo unificado y se conviertan en una
presencia demográfica políticamente irrelevante.



Resulta tentador juzgar la invasión israelí de Yenín como resultado de la
composición y el programa extremistas del actual gobierno israelí. Sin
embargo, los planes operativos correspondientes se formularon hace un año
bajo el gobierno predecesor de Bennett-Lapid, lo que demuestra que la
política israelí hacia los y las palestinas se caracteriza esencialmente por
su aplicación sistemática y por ser institucional más que por responder a
impulsos individuales.



El catalizador de esta operación en Yenín ha sido el panorama cambiante de
la resistencia palestina en el norte de Cisjordania. Al margen ya del
control de las facciones y de las iniciativas individuales, nuevos grupos
como la Guarida del León de Nablús reclutados en todos los estratos y libres
de los cálculos políticos de la dirigencia establecida, empezaron con
ataques regulares y cada vez más intensos contra el ejército de ocupación y
contra los colonos israelíes. Sus acciones no sólo les valieron la
aclamación popular sino que inspiraron también la aparición de otros grupos
militantes locales, como las Brigadas de Yenín. Con el tiempo estas
formaciones han establecido conexiones entre sí y con militantes
pertenecientes a facciones políticas afianzadas.



La Autoridad Palestina (AP), en estrecha colaboración con Israel, se ha
aplicado con determinación en erradicar a estos grupos. Pero sus fuerzas de
seguridad, debido a que están completamente castradas por Israel, y a que
jamás se han desplegado para defender a las y los palestinos de las
incursiones militares israelíes nocturnas o de los pogromos de los colonos,
carecen de legitimidad, de adhesión popular y, en general, también de
motivación para llevar a cabo esa tarea. En 2004-2005, el rechazo categórico
de Israel a coordinar su repliegue de Gaza con la AP redujo a esta última a
la irrelevancia política y coadyuvó a sentar las bases para que Hamás se
hiciera posteriormente con el poder. En Cisjordania, la determinación
israelí de reducir a la AP a mero subcontratista de la ocupación, junto a la
incapacidad de su dirigente, Mahmoud Abbas, de sobrepasar el papel de
obediente colaboracionista, tuvo un impacto similar entre quienes
priorizaban la defensa armada de su pueblo.



A medida que los combatientes palestinos han ido llevando a cabo ataques
cada vez más audaces como respuesta a la incesante usurpación israelí de sus
tierras y de sus vidas, Israel ha emprendido una serie de incursiones cada
vez más violentas en centros de población palestinos con el fin de
eliminarlos. Rara vez ha hecho prisioneros y ha asesinado de forma rutinaria
e indiscriminada a civiles no combatientes causando a la vez una vasta
destrucción.



Varios son los factores que han llevado a Israel a ejecutar sus planes de
demostración de fuerza generalizada en Yenín. No es sólo que sus
encarnizadas intervenciones en la ciudad y en su campamento de refugiados
hubieran tenido bastante menos éxito que las de Nablús, es que las Brigadas
de Yenín y otras han venido dando muestras de una progresiva sofisticación.
Muy recientemente, en junio de este año, desplegaron bombas de nuevo
desarrollo al borde de la carretera contra una unidad israelí que había
invadido el campamento de refugiados de Yenín e inmovilizaron siete
vehículos blindados israelíes hiriendo al menos a siete soldados. La unidad
quedó bloqueada durante horas y sólo pudo ser rescatada después de que
helicópteros Apache suministrados por Estados Unidos lanzaran los primeros
ataques aéreos en Cisjordania en dos décadas. Varios días después, dos
palestinos armados miembros de Hamás mataron a cuatro israelíes cerca de
Ramala en represalia por el asesinato de siete palestinos y por herir a
otros cien durante una incursión en Yenín.



En Israel la disuasión es un precepto sagrado y su aplicación práctica
–mantener a los árabes a raya– ha sido una obsesión desde que los primeros
colonos sionistas llegaron a Palestina a finales del siglo XIX. Hacer
visible en tiempo real su desmoronamiento, además, constituía un importante
reto político para el primer ministro Benjamin Netanyahu; fracasar por no
garantizar la seguridad del proyecto colonial de Israel no sólo pondría en
su contra de manera determinante a una población israelí ya irritada por su
autocrática agenda legislativa, sino que provocaría también el hundimiento
de su coalición de gobierno sin la cual se evade su capacidad para evitar la
condena por las acusaciones de corrupción contra él.



Mantener la disuasión es asimismo importante para los fascistas que integran
el gobierno, como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el ministro
de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir. Siendo ellos mismos colonos
fanáticos de Cisjordania siempre reclamando más sangre palestina, se les
hace cada vez más difícil desviar la responsabilidad del “deterioro de la
situación de seguridad” hacia los palestinos o hacia otros israelíes. Habida
cuenta de los altos cargos que ocupan en el gobierno, su demagogia cuenta
con una vigencia limitada y está experimentando rendimientos decrecientes.



La política israelí hacia el pueblo palestino es, por regla general,
producto del consenso institucional y de una meticulosa planificación. Sin
embargo, en esta ocasión es muy posible que las consideraciones partidistas
hayan jugado un papel y que Netanyahu haya visto en el ataque a Yenín un
instrumento de pacificación política con sus socios de la coalición opuestos
a su reciente decisión de posponer parcialmente el autocrático programa de
gobierno.



Sea como sea, el ataque a Yenín forma parte en última instancia de una
agenda política más ambiciosa que pasa por hacer de Cisjordania un lugar
seguro para la rápida aceleración de la colonización israelí que conduzca
finalmente a su anexión formal. Ello requiere que Israel aplaste no
solamente a la resistencia palestina sino también sus aspiraciones
nacionales. Tal como lo formuló Netanyahu a finales de junio ante la
Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa del parlamento: “Tenemos que
eliminar sus aspiraciones a un Estado”. Ben-Gvir lo expresó así: “Hay que
colonizar la Tierra de Israel y [...] lanzar una operación militar. Demoler
edificios, eliminar terroristas. No a uno o a dos sino a decenas, a
centenares, y si es necesario incluso a miles”. En la jerga israelí, sobre
todo en círculos como el de Ben-Gvir, “terrorista” es sinónimo de palestino,
ya sea hombre o mujer, niño o niña; civil o combatiente.



Esta última invasión de Yenín ha seguido un patrón predecible. Destrucción
desmedida y deliberada, fuego indiscriminado, utilización de civiles no
combatientes como escudos humanos, obstrucción premeditada de atención
médica a los heridos, bombardeo intensivo de un hospital con gases
lacrimógenos, y desplazamiento forzoso de al menos 3 mil residentes. En esta
ocasión se ha ejecutado con aproximadamente mil efectivos de tropas de élite
apoyados por unos 150 tanques, vehículos blindados y por la fuerza aérea.



Queda por ver si se trata de un golpe duro al que seguirán otras incursiones
de menor magnitud o si es la primera fase de una ofensiva de mayor
envergadura que se extenderá a otras áreas de Cisjordania y potencialmente a
la Franja de Gaza. En cualquier caso, Israel declarará la victoria y
afirmará que ha llevado a cabo la operación exactamente como estaba previsto
y sin contratiempos.



Lo que ya puede confirmarse de nuevo también es que existe una marcada
discrepancia entre la comunidad internacional y Occidente. A la cabeza de
este último está Estados Unidos, que se ha apresurado a proclamar que
considera la invasión israelí de un campamento de refugiados extranjero como
un acto de legítima defensa que respalda plenamente, y a denunciar como
“terroristas” a quienes defienden su campamento devolviendo el fuego a
soldados uniformados y armados. En Londres, gobierno y oposición han
respondido de manera unitaria a los últimos crímenes de Israel aprobando una
ley en el parlamento que ilegaliza el boicot de las autoridades municipales
a Israel o a sus ilegales asentamientos. Es de suponer que en Bruselas, la
Unión Europea estará debatiendo los últimos retoques de una declaración que
exprese su seria preocupación antes de encargar otra investigación sobre los
libros de texto palestinos.



No menos cobarde es el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio
Guterres. Con el estilo propio de un funcionario menor del Departamento de
Estado, se ha deslizado una vez más por una serie de lugares comunes para
evitar condenar a Israel por unos actos que cuando se producen en otros
lugares él denuncia inmediatamente. Cabe recordar que en su cargo previo,
Guterres desempeñó dos mandatos sucesivos como Alto Comisionado de la ONU
para los Refugiados, una década de su carrera que sigue recordando hasta el
tedio. Pero ante el bombardeo aéreo de un campamento densamente poblado de
personas refugiadas y ante el desplazamiento forzoso de miles de sus
habitantes, parece ser que no ha visto nada que merezca su censura.



* Mouin Rabbani, palestino-holandés, es investigador especializado en el
conflicto árabe-israelí y en temas palestinos. Residente en Ammán
(Jordania), ha sido analista del International Crisis Group, director para
Palestina del Palestine American Research Center, y redactor general de Al
Haq. En la actualidad, es investigador del Instituto de Estudios Palestinos,
coeditor de Jadaliyya, y redactor colaborador de Middle East Report.



(Publicado originalmente en Jadaliyya, 4-7-2023: https://www.jadaliyya.com/
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