Bolivia/ Mujeres recicladoras: recogen esperanzas y demandan reconocimiento. [Franz Chávez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 15 00:05:11 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

15 de julio  2023

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Bolivia



Mujeres recicladoras en Bolivia recogen esperanzas y demandan reconocimiento



Franz Chávez, desde La Paz *

Inter Press Service, 10-7-2023,

https://ipsnoticias.net/



Cargan muchos kilos de material reciclable en las espaldas pero reciben poco
a cambio. Son mujeres bolivianas que ayudan a cuidar el ambiente desde la
madrugada y hasta el anochecer, y también luchan por un reconocimiento
social y laboral a su tarea.



Los habitantes de La Paz, el centro político de Bolivia, caminan apresurados
y casi sin reparar en mujeres de diferentes edades que silenciosamente abren
pesadas tapas de contenedores municipales de basura, situados en las calles,
tan enormes que superan su estatura.



Usan una herramienta fabricada por ellas que es una especie de gancho con
extensión de madera para escarbar entre los deshechos depositados sin orden,
tratando de evitar cortes accidentales por restos de vidrios rotos, y en
busca de envases de plástico, papel, cartones o latas de aluminio.



La gente pasa por estos espacios localizados en avenidas y plazas casi sin
dirigirles la mirada, y a veces esquivándolas. Las recicladoras sienten esa
indiferencia y hasta rechazo, pero se sobreponen con el valor logrado a lo
largo de años y generaciones para convencerse que tienen un oficio digno.



“Las personas nos dicen ‘cochinas (sucias)’, nos humillan y no podemos decir
(responder) nunca nada”, relata Rosario Ramos, una adolescente de 16 años
que acompaña a su madre, Valeriana Chacolla, de 58 años, en la recolección
de residuos reciclables.



“Este sector no es percibido por la sociedad, sobre todo por trabajar con
los residuos, es decir con lo que la sociedad desecha; por tanto su trabajo
es ‘desvalorado’”:  Bárbara Giavarini.



Un estudio del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre mujeres
trabajadoras por cuenta propia en el país, describe su perfil como “de
origen indígena, adultas y con educación primaria. Un 70 % de ellas, además
participa en actividades vinculadas al comercio, mientras que un 16 % lo
hace en la industria manufacturera”.



De una población total de 12,2 millones de habitantes proyectada por el
estatal Instituto Nacional de Estadística para el año 2022, 5,9 millones son
mujeres. En La Paz residen 1,53 millones.



Del total de la población de este país andino, 41 % se autodefinió como
indígena en el último censo, mientras que según los últimos datos oficiales
disponibles 26 % de los habitantes urbanos viven en pobreza moderada y 7,2 %
en pobreza extrema, el sector que incluye mayoritariamente a las
recicladoras informales.



La noche de La Paz en el invierno austral de este mes de julio hace
invisible al grupo de mujeres que se reúne alrededor de los contenedores
ubicados en una esquina de la Plaza Avaroa, en la zona de Sopocachi, un
lugar donde los edificios residenciales y de oficinas públicas se reparten
espacios con otros de la banca, los servicios y los supermercados.



El lugar es adecuado para la recolección y en los contenedores puede
hallarse hojas de papel, periódicos, plásticos y envases de aluminio. Aunque
el volumen de desechos es grande, cada una de las recolectoras no consigue
más de uno o dos kilogramos en una de las jornadas que IPS acompañó a
diferentes grupos de ellas en su labor.



El silencio se rompe en algunas ocasiones cuando aparecen obreros
asalariados de la limpieza municipal que echan del lugar a las mujeres,
porque también compiten por obtener materiales que luego venden a los
acopiadores. Es el momento en que la basura cobra valor.



Esa es una de las varias razones que las obligaron a integrarse en una
asociación llamada EcoRecicladoras de La Paz. “No hay trabajo para nosotras
y cuando nos organizamos (recién) nos escuchan”, explica María Martínez, de
50 años, la secretaria de actas de los 45 asociados, donde también hay
algunos hombres.



En Bolivia los residuos no se dividen entre reusables o no en los hogares u
oficinas sino que es una tarea realizada por acopiadores privados, a los que
nutren recicladores informales como las de EcoRecicladoras.



Con el pelo tendiendo a canoso, Martínez justifica su infaltable presencia
en el lugar cada anochecer. “Era empleada doméstica (trabajadora del hogar)
hasta los 30 años. Cuando nació mi hija no conseguía trabajo. Recogía
botellas de plástico, ropa, zapatos y vendía a las fábricas, pero
aparecieron los acopiadores que compran a bajo precio”, se queja.



Entre la recolección y la venta final pueden transcurrir unos tres meses.
Martínez recoge los materiales, carga a las espaldas unos siete kilogramos,
recorre a pie unos tres kilómetros y almacena pacientemente hasta acumular
una cantidad apreciable antes de ofertar al mayorista.



“Durante un año reuní 200 kilogramos de chatarra y vendí por 150 bolivianos
(unos 20 dólares)”, recuerda. Las empresas recolectoras quieren comprar por
toneladas, explica mientras sonríe porque ese volumen les resulta a todas
inalcanzable.



La dirigente representa a la segunda generación de recolectoras. A su madre,
Leonor Colque, le faltan dos años para ser una octogenaria trabajadora y
lleva 40 años recorriendo calles y botaderos de basura. Sobre sus espaldas
lleva una tela en la que carga unos cuantos papeles y algún residuo de
plástico.



“Que se dediquen a estudiar porque este trabajo no es para jovencitas”,
recomienda en tono de tristeza porque no pudo lograr su objetivo de enviar a
una de sus hijas a un centro de formación de educadores.



Con 58 años, Chacolla es, como casi todas las mujeres recolectoras, una jefa
de hogar. Su esposo, un exconductor de transporte público, dejó de trabajar
afectado por problemas de salud y ocasionalmente hace tareas como soldador,
fabricante de puertas o albañil.



En cada jornada de recolección es acompañada por su hija, Rosario, la joven
que explica y amplia lo que su madre dice, al reclamar un cambio de actitud
de los ciudadanos hacia ellas y respeto por la labor que realizan. Todas,
como parte de su dignificación, remarcan que manejan residuos reciclables y
no  basura.



“Ando con el Señor (Dios) en la boca, él siempre me ayuda”, asegura Angélica
Yana que a sus 63 años desafía los peligros de la madrugada en la zona de
Achachicala, en la periferia pacense, a cinco kilómetros al norte de la
ciudad.



“Nunca me pasó nada”, dice la mujer que abandona su hogar a las tres de la
madrugada y busca el sustento para apoyar a un hijo que ofrece servicios de
albañilería de acabado fino, y a su esposo afectado por una enfermedad.



A sus 70 años, Alberta Caisana, relata que fue agredida por obreros de la
limpieza municipal mientras buscaba objetos reciclables. Ahora porta una
credencial emitida por la Dirección de Prevención y Control Ambiental del
Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, y viste como todas un chaleco de
trabajo donado por agencias de cooperación de los gobiernos de Suecia y
Suiza.



Deposita su confianza en la ropa que la distingue y la tarjeta de
identificación como símbolos de protección ante la indiferencia de la gente
y las agresiones de funcionarios locales.



Madre de una niña y jefa de hogar, Anahí Lovera, frustró su deseo de
continuar estudios universitarios, y a sus 32 años combina la recolección de
botellas de plástico con la ayuda en diferentes tareas de la construcción de
viviendas.



Otras, cuentan, venden ropa y otros objetos que recuperan en ferias
populares, como la famosa de la Villa 16 de Julio de la colindante ciudad de
El Alto, donde se comercian objetos usados y nuevos en una extensión de dos
kilómetros a la redonda.



La tarea de Lovera aparenta no tener contratiempos, pero ella y otras de sus
compañeras describen el momento de enfrentar al comprador. Entregan un
volumen y peso exacto de productos y el comprador declara un peso menor con
el fin de disminuir el pago.



“Este sector no es percibido por la sociedad, sobre todo por trabajar con
los residuos, es decir con lo que la sociedad desecha; por tanto su trabajo
es ‘desvalorado’”, comentó a IPS la coordinadora de Redcicla
Bolivia-Reciclaje Inclusivo, Bárbara Giavarini.



Un signo de reconocimiento de la población a las “recicladoras de base”,
como se autodenominan, podría traducirse en una entrega directa y
clasificada de los residuos y facilite de alguna manera el trabajo de las
mujeres, explica.



Redcicla, una plataforma que impulsa el tratamiento integral de los
residuos, ayuda desde 2017 a organizarlas y difundir su labor, mientras
promueve la entrega de residuos de los ciudadanos a las “recicladoras de
base” y trabaja por el reconocimiento a un trabajo digno.



La presidenta de Ecorecicladoras de La Paz, Sofía Quispe, apoya esta idea de
obtener la ayuda de los vecinos en la clasificación de materiales y
entregarlas a sus afiliadas, en lugar de echarlas a los contenedores donde
se mezclan con productos que impiden el reciclaje posterior.



Quispe es una mujer de 42 años y madre de tres hijos. De precaria condición
económica, como casi todas sus compañeras, recorre unos dos kilómetros a pie
en busca de los contenedores, ataviada con un sombrero de ala ancha y
pollera (falda indígena).



En la noche que IPS la acompañó no encontró el contenedor que habitualmente
estaba en la avenida 6 de Agosto, probablemente porque fue retirado y
llevado a otro punto de la ciudad.



Detrás de su imagen humilde, hay una costurera calificada que trabajó en
pequeñas fábricas familiares instaladas en la brasileña ciudad de São Paulo.
A su retorno por una enfermedad, no pudo reunir el dinero que demanda
comprar una máquina y materia prima.



También le desalentó la falta de interés de los ciudadanos por comprar una
prenda hecha en Bolivia, y preferir la ropa que se importa de contrabando y
a bajos precios.



Leonarda Chávez, otra jefa de familia de 72 años, que tiene como seguidoras
de su tarea diaria a su hija Carla Chávez (42) y a su nieta Maya Muga Chávez
(25), puede sentir satisfacción porque puede ver completado su sueño.



Este mismo mes de julio su nieta obtuvo un diploma en Responsabilidad Social
Empresarial, con el que completó un ciclo de formación universitaria que se
suma a las carreras de ingeniería comercial y administración de empresas, en
un país donde los estudios profesionales no siempre aseguran buenos empleos.



Entre la oscuridad y los objetos descartados por la gente, también se tejen
esperanzas. Rosario Ramos recogió las lecciones del esforzado trabajo y creó
su propia meta: “estudiaré robótica avanzada y ensamblaje de prótesis”,
relata con una seguridad que quiebra las historias de aflicción del grupo.



* Franz Chávez es corresponsal de IPS en Bolivia desde noviembre de 2003. En
busca de una cobertura adecuada de la compleja realidad boliviana, en
especial para una audiencia internacional, Chávez se focaliza en esos temas
en general ignorados por los grandes medios, poniendo esfuerzo en el
contexto de uno de los países más pobres de América Latina. Nacido en La
Paz, Franz trabajó para Radio Cristal entre 1985 y 1990, y luego formó parte
del equipo editorial de los canales de televisión 2, 4, 7 y 11. Fue uno de
los fundadores de los diarios La Razón, en el que se desempeñó entre 1990 y
1995, La Prensa (1998-201), y La Prensa-Oruro. Estudió sociología y
comunicación en la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz.

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