Sin fronteras/ Sinéad O'Connor: al final, no hay nada que se compare con ella. [Adam Behr]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 29 14:49:25 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

29 de julio  2023

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Sin fronteras



Sinéad O'Connor: un alma afligida de inmenso talento y espíritu
inquebrantable



Adam Behr

The Conversation, 27-7-2023

https://theconversation.com/



Pocos artistas se han movido a caballo entre el reconocimiento, la
controversia y el afecto del público con tanta eficacia como Sinéad
O'Connor, fallecida a los 56 años.



Su estatus familiar no se corresponde con su breve apogeo comercial a
principios de la década de 1990, gracias a su fascinante interpretación de
“Nothing Compares 2 U” de Prince.



La vida y la carrera de O'Connor se caracterizaron por la irregularidad y la
sensación de estar en desacuerdo con su entorno. Su infancia fue difícil.
Tras la separación de sus padres cuando era pequeña, O'Connor vivió
principalmente con su madre, que según ella la maltrataba y la involucraba
en robos en tiendas y recaudaciones fraudulentas de fondos benéficos.



El absentismo escolar y la delincuencia la llevaron a pasar una temporada en
el Centro de Formación Grianán, gestionado por la Iglesia católica, un duro
centro de rehabilitación asociado a las tristemente célebres Hermanas de la
Magdalena. Aunque traumático, el centro le proporcionó una entrada en la
música cuando un profesor le pidió que cantara en una boda, lo que la llevó
a conocer a músicos que la animaron a componer y tocar la guitarra.



La adversidad infundió a su música un espíritu punk, una actitud de
oposición que se manifestó a lo largo del resto de su carrera. Cuando su
madre murió en un accidente de coche, O'Connor tenía 18 años e iba por buen
camino.



Había abandonado los estudios y formado una banda llamada Ton Ton Macoute
–con su típica actitud punzante–, un nombre derivado de un mítico hombre del
saco haitiano, y también de la temida policía secreta del dictador Papa Doc
Duvalier.



Una plantilla distintiva como cantautora



Tras captar la atención del antiguo jefe de la discográfica U2, Fachtna
O'Ceallaigh, y colaborar con The Edge en una canción para la película
Captive, su carrera en solitario comenzó a lo grande con The Lion and the
Cobra en 1987. Disco de oro en el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y los
Países Bajos, con el sencillo “Mandinka” en el Top 40, marcó su imagen y su
voz inconfundible, clara y pura, pero nunca recatada.



Su característico pelo rapado y su porte franco la diferenciaban de las
cantautoras dominantes. Huyendo de la imaginería abiertamente sexualizada y
de las extravagantes ondas hippie-chick, la estética de O'Connor era franca
y cruda, aunque la claridad de su voz le dio tracción comercial.



Esto alcanzó su punto álgido en su siguiente álbum, I Do Not Want What I
Haven’t Got de 1990, un número uno mundial multiplatino que incluía su
grabación más conocida, “Nothing Compares 2 U”, que hizo completamente suya.
Impulsada por un crudo videoclip de un primer plano de la cantante, con
lágrimas corriendo por su rostro, la convirtió en una estrella
internacional. Pero la predilección de O'Connor por la exploración musical,
la confrontación política y la honestidad emocional hicieron que su carrera
se autodestruyera rápidamente.



Una mujer rapada y tatuada canta en el escenario vestida de cuero negro y
con gafas de sol.



A pesar del éxito de sus primeras grabaciones, dio un giro contraintuitivo
en su siguiente álbum, Am I Not Your Girl?, de 1992, que incluía versiones
de estándares de jazz. Aunque su voz estaba más que a la altura de la tarea
de interpretar los clásicos con los que había crecido, el alejamiento de su
trabajo anterior supuso un retroceso crítico y comercial. Y lo que es más
relevante, utilizó su actividad promocional en Estados Unidos para mostrar
su condición de cantante protesta más que de estrella del pop.



Dada la importancia de su voz personal y musical en su carrera, quizá
resulte apropiado que dos de sus actuaciones en directo más notables sean a
capela y polémicas.



En una aparición en el programa de televisión Saturday Night Live en octubre
de 1992, abandonó las interpretaciones previstas de sus éxitos y las
sustituyó por una versión de “War” de Bob Marley. La cantante quería
convertirla en una protesta contra los abusos a menores en la Iglesia
católica y su posterior encubrimiento. Los productores del programa
aceptaron el cambio de canción.



Lo que no estaba previsto era que O'Connor rompiera una foto del Papa al
final de la actuación. El furor posterior no se hizo esperar. O'Connor fue
vilipendiada en la prensa y la cadena NBC recibió más de 4 000 quejas.



Dos semanas más tarde, en un homenaje a Bob Dylan repleto de estrellas, fue
abucheada por el público y detuvo a la banda para gritar otra interpretación
de “War” antes de abandonar el escenario entre lágrimas, consolada por Kris
Kristofferson.



Inquebrantable e icónica



Aunque su carrera nunca llegó a ser del todo equilibrada, O'Connor
permaneció inquebrantable y exploradora. Tras recibir clases de bel canto,
sus siete álbumes siguientes abarcaron distintos géneros (reggae, hip-hop,
rock, soul y folk) y situaron su voz en el centro del material original y de
las interpretaciones de un ecléctico abanico de artistas, desde Curtis
Mayfield a Kurt Cobain.



Sus últimos lanzamientos fueron más aclamados por la crítica que
comerciales, y sus publicitados problemas de salud mental provocaron parones
en su carrera. Siempre polémica, siguió opinando sobre cuestiones polémicas,
como su crítica a Miley Cyrus por el vídeo sexualizado de “Wrecking Ball”, y
la posterior disputa pública que tuvo lugar.



A pesar de estas lagunas, y de tragedias personales como el suicidio de su
hijo en 2022, la férrea adhesión de O'Connor a sus principios le granjeó un
considerable afecto público.



Por supuesto, fue reivindicada por sus acusaciones de abusos en la Iglesia
Católica. Su desigual enfoque de la vida pública –anuncios de retirada
seguidos de retractaciones, un periodo como “sacerdotisa” seguido de su
conversión al islam (se hizo llamar Shuhada’ Sadaqat a partir de 2019)– no
disminuyó su atractivo a largo plazo.



En última instancia, a pesar de sus dificultades, o incluso a causa de
ellas, ejemplificó lo que era ser un icono. Su singularidad, su
determinación y su negativa a enfrentarse a la corriente dominante hicieron
que su voz, reconocible al instante, se impusiese a los cambios y la
incertidumbre de su vida personal y del debate público.



Al final, no hay nada que se compare con ella.

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