Argentina/ Tiempo de internas. Entre el caos y el rompecabezas. [Fabián Kovacic]

[Ernesto Herrera]

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Correspondencia de Prensa

16 de junio 2023

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Argentina



Tiempo de internas



Entre el caos y el rompecabezas



Los personalismos y las acusaciones cruzadas caracterizan la campaña
preelectoral argentina, en medio de un ciclo de comicios provinciales que
buscan posicionar las candidaturas que se medirán en las presidenciales de
octubre.



Fabián Kovacic, desde Buenos Aires

Brecha, 16-6-2023

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El Frente de Todos pasará a llamarse Unión por la Patria y mantendrá los
mismos 22 partidos que lo integran desde 2019. Así lo definieron el
miércoles los referentes del kirchnerismo aliados al Frente Renovador de
Sergio Massa, a pesar de algunos reclamos del sector del presidente, Alberto
Fernández, que quedó en inferioridad de condiciones. El 14 de junio fue el
día límite impuesto por la Cámara Nacional Electoral para cerrar alianzas y
frentes de cara a las presidenciales del 22 de octubre. La alianza opositora
Juntos por el Cambio mantiene su nombre e incorporó como aliado al
economista liberal y exaliado de Javier Milei José Luis Espert, con su
agrupación Avanza Libertad, que se suma así a Propuesta Republicana (PRO),
la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica.



Sin liderazgos fuertes, con denuncias judiciales cruzadas y una inflación
que no cede y se mantiene en el 8 por ciento mensual, lo urgente parece
reemplazar a lo importante y las discusiones se limitan a temas coyunturales
cuando no banales.



La interna oficialista



Con la decisión de la vicepresidenta, Cristina Fernández, ya tomada en
febrero, de no ser candidata a ningún cargo electivo, el panorama en la
flamante Unión por la Patria resulta incierto por la falta de candidaturas
naturales. En 1973, cuando Juan Perón armó el Frente Justicialista de
Liberación, los nueve partidos y las fracciones desgajadas de otras
formaciones orbitaban en torno de su fuerte imagen, fortalecida después de
18 años de exilio. No es el caso de Cristina Fernández, condenada en primera
instancia por la Justicia por corrupción en la causa de sobreprecios en la
obra pública en Santa Cruz.



Pese a los reclamos de varias agrupaciones políticas y sociales que integran
la nueva Unión por la Patria, Cristina no será candidata y ese fue el dato
definitivo y saliente del acto del 25 de mayo, cuando ella misma recordó los
20 años de la llegada del kirchnerismo al gobierno. Ese mismo día comenzaron
los ensayos para ver cuál sería el nombre indicado.



Alberto Fernández insiste en la necesidad de usar el mecanismo de las
elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) para
dirimir cuál sería el mejor candidato oficialista. Desde el kirchnerismo
responden que la decisión debiera salir del consenso interno para ser luego
convalidada en las PASO como mero trámite formal.



Para el albertismo, lo ideal es llegar a una interna al estilo del Frente
Amplio uruguayo, donde el que gana gobierna y el que pierde acompaña. En esa
carrera se anotaron el actual embajador en Brasil, Daniel Scioli, y el jefe
de Gabinete, Agustín Rossi, ya lanzados a una campaña de afiches y
acercamientos internos. En el mismo sector, y como aliada de Scioli, se
anotó la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, para competir
en la provincia de Buenos Aires contra el elegido de Cristina Fernández, el
actual gobernador, Axel Kicillof, que aspira a la reelección.



Desde el kirchnerismo, la respuesta ha sido la precandidatura del ministro
del Interior, Eduardo Wado de Pedro; los principales movimientos sociales
lanzaron por su parte al referente Juan Grabois, cercano al papa Francisco;
el poderoso Movimiento Evita, hoy alejado de Cristina y enfrentado con la
agrupación La Cámpora, aceptó apoyar al candidato o candidata que surja de
la síntesis colectiva de la Unión por la Patria.



En este escenario, el economista y exdirector del Banco Nación Claudio
Lozano ha decidido mantener su precandidatura presidencial. Lozano fue el
primero del oficialismo en lanzarse, en enero, como forma de mostrar sus
diferencias y las de su partido, Instrumento Electoral por la Unidad
Popular, con el acuerdo abrochado por el gobierno con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y con la designación de Sergio Massa al frente del
Ministerio de Economía. Lozano cuenta con el apoyo de una de las dos ramas
de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), la CTA Autónoma
Nacional, y de un sector de los empleados estatales.



El último hombre en discordia por el partido de gobierno es el ministro
Sergio Massa, que aún no definió su futuro en el tablero político. El sábado
10 de junio, su sector político, el Frente Renovador, llevó adelante un
congreso nacional partidario donde el mismo Massa cerró con un planteo
tajante. Buscarán un candidato de consenso, pero si hay que ir a internas,
«ahí vamos a estar», sentenció el «superministro», al tiempo que descartó
cualquier ruptura en el interior del oficialismo.



El papel de Massa



En 2019 el entonces candidato presidencial Alberto Fernández acuñó la frase:
«Con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede». Sobre el cierre de
la inscripción de alianzas en junio de aquel año, Fernández había mantenido
reuniones maratónicas con Sergio Massa para sumarlo al Frente de Todos y
garantizar que el peronismo acudiera a las urnas con una sola oferta. Una
parte de los costos de ese triunfo en primera vuelta fueron pagados por
Fernández cuando el 2 de agosto de 2022 Massa asumió como ministro de
Economía con plenos poderes para entender en negociaciones externas.





La otra parte implica la promesa que hizo hace cuatro años Alberto Fernández
de convertir a Massa en el próximo presidenciable de la coalición política
oficialista. El hombre fuerte del Palacio de Hacienda considera que llegó su
momento y se prepara para asaltar el poder. Juega en varios frentes de
batalla y se muestra hiperactivo: mantiene las negociaciones con el FMI para
reformular el acuerdo que en 2021 firmara su antecesor, Martín Guzmán;
negocia directamente en Pekín las inversiones chinas en las industrias
extractivas del país para los próximos 15 años; articula las relaciones
internas de la Unión por la Patria para convertirse en aliado circunstancial
de Cristina Fernández y reclamar un candidato de consenso.



Como fiel de la balanza entre ambos sectores –los albertistas y los
kirchneristas– se ubican los gobernadores peronistas, cuyo poder radica en
el dominio territorial del voto en sus provincias. Sobre un total de 24
gobernaciones, 20 son peronistas o mantienen acuerdos con el peronismo. Pero
es concretamente la Liga de Gobernadores del norte argentino la que aporta
los votos y podría asegurar una victoria en las presidenciales. El otro
sector en danza es la CGT (Confederación General del Trabajo), que con sus
gremios alineados cerca de Massa aún aguarda para tomar una decisión.



Por lo pronto, Cristina Fernández mantiene contacto permanente con Massa y
De Pedro. De esos diálogos, aseguran a Brecha los voceros del massismo,
saldrá el próximo presidenciable, que deberá elegir a su compañera o
compañero de fórmula antes del 24 de junio, fecha límite estipulada por la
autoridad electoral.



La interna en Juntos Por El Cambio



En las tiendas opositoras las cosas no son muy diferentes. Horacio Rodríguez
Larreta y Patricia Bullrich son los precandidatos del PRO, Gerardo Morales,
gobernador de Jujuy, y Facundo Manes, diputado nacional, se postulan por la
histórica Unión Cívica Radical y Elisa Carrió lo hace por la Coalición
Cívica.



Desde el 19 de julio de 2015, cuando alcanzó en segunda vuelta la jefatura
del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en reemplazo a Mauricio Macri,
Rodríguez Larreta buscó pavimentar su camino a la presidencia. Se lo
considera el heredero político de Macri y por eso picó en punta como
precandidato para estas elecciones. El 23 de febrero lanzó su candidatura a
través de un video grabado en la provincia de Santa Cruz, cuna del
kirchnerismo. Con puentes tendidos hacia todo el espectro político, se
muestra como un negociador en busca de consensos. Por eso decidió no
responder los ataques del economista y precandidato de la ultraderecha
Javier Milei, cuando en 2021 lo calificó como «lo peor de la política» y lo
amenazó: «Zurdo de mierda, te puedo aplastar».



Las encuestas ubican a Larreta como el opositor con mejor imagen para las
presidenciales y, por ende, vencedor en las primarias frente a Bullrich, la
otra candidata del PRO. Un 42 por ciento para Larreta y un 39 para Bullrich
indican los sondeos de la consultora Analía del Franco.



El alcalde porteño se ha distanciado de Macri –con quien ya tuvo algunos
encontronazos y que hoy está mucho más cerca de Bullrich–, se ha acercado a
la Unión Cívica Radical, es el artífice de la incorporación del liberal José
Luis Espert a la coalición y busca sumar al peronista cordobés Juan
Schiaretti. La imagen componedora y moderada de Larreta lo convierte además
en el preferido de los empresarios, quienes desconfían de las bravuconadas
de Milei.



Por su parte, Bullrich lanzó su precandidatura con el aval de Macri y con un
discurso de mano dura contra la delincuencia y contra la protesta social.
«Para ordenar el país» es su lema de campaña y apunta a los sectores medios
sensibilizados por temas como la inseguridad y las medidas de fuerza
gremiales, pero no muestra muchas ideas para resolver el otro tema que tiene
a maltraer a los argentinos: la inflación. Esa explotación del discurso
represivo la llevó a coquetear con Milei y sus propuestas de armar a la
población, terminar con «la casta política» y alinearse con la derecha dura
internacional.



Las elecciones provinciales de este domingo 11 de junio, en las que votaron
Tucumán, San Luis, Mendoza y Corrientes, mostraron que el fenómeno Milei
parece circunscribirse territorialmente a la capital y algunos sectores del
Gran Buenos Aires. En ninguna de estas provincias pudo siquiera alcanzar un
4 por ciento de votos. En Tucumán, su candidato, Ricardo Bussi, hijo del
militar torturador Domingo Bussi, apenas llegó a los 3 puntos, muy por
detrás del peronista Osvaldo Jaldo, que retuvo la gobernación con 58,2 por
ciento de sufragios.



La interna de la izquierda



El Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) mantiene su
integración con el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), el
Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y el Partido Obrero (PO). Y
en principio mantendría su caudal de votos tradicional, que ronda el 4 por
ciento a nivel nacional. Irá a las PASO con las fórmulas integradas por
Myriam Bregman y Nicolás del Caño por el PTS y la encabezada por Gabriel
Solano (PO) junto con Vilma Ripoll (MST).



Por fuera del FIT-U, el Nuevo Más intentará alcanzar el mínimo del 1,5 por
ciento de votos requerido en las PASO con la fórmula integrada por la
porteña Manuela Castañeira y el docente de Neuquén Lucas Ruiz. En las
últimas dos elecciones, esta formación de la izquierda no alcanzó siquiera
el 1 por ciento de los votos, por lo que no llegó a las generales. El Nuevo
Más es heredero del histórico Movimiento al Socialismo y su perfil
ideológico trotskista lo ubica en las cercanías del FIT-U, pero las
diferencias tradicionales en la interna de estas tiendas impiden la unidad.
Finalmente, el histórico dirigente Jorge Altamira, uno de los fundadores del
PO que fuera expulsado en 2019 de esa formación, conformó Política Obrera,
otro partido trotskista. En marzo fue reconocido por la justicia electoral
como agrupación política nacional y presenta candidatos presidenciales por
fuera del FIT-U.



Las esperanzas de la izquierda están centradas en aumentar el número de
legisladores nacionales, provinciales y municipales antes que soñar con un
batacazo presidencial. Los restos dispares de lo que fuera el Partido
Comunista argentino, por su parte, están todos integrados a la Unidad por la
Patria desde su fundación como Frente de Todos.

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