Líbano/ "¿A dónde voy a marcharme? He vivido todas las guerras". [Marta Maroto]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Nov 28 13:39:58 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

28 de noviembre 2023

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Líbano

 

“¿A dónde voy a marcharme? He vivido todas las guerras”

 

Los habitantes del sur del Líbano, donde se cuentan más de 50.000
desplazados por el conflicto con Israel, celebran la expansión de dos días
de la tregua en Gaza, que también está respetando la milicia Hezbolá.

 

Marta Maroto, desde Dahira (Líbano) 

CTXT, 28-11-2023

https://ctxt.es/es/

 

Nour tiene miedo de que cuando llegue la noche los drones que sobrevuelan su
casa descarguen su ira mientras duerme. El patio de juegos termina donde
empieza Israel, un muro de hormigón que divide la guerra: hacia el Líbano
cae la artillería del país vecino y, al otro lado de la colina, los cohetes
de Hezbolá, la milicia chií aliada de Hamás y financiada por Irán, que
comenzó a atacar apenas un día después del comienzo del conflicto en Gaza,
el domingo 8 de octubre.  

 

Aunque el grupo libanés no ha formado parte del acuerdo de tregua entre
Hamás e Israel, hasta este tercer frente –después del de Cisjordania–
también ha llegado el alto el fuego. Aunque con algunas excepciones durante
el fin de semana: el sábado Hezbolá trató de derribar un dron israelí sin
éxito, provocando la reacción del enemigo; el mismo día, la Fuerza Interina
de las Naciones Unidas (UNIFIL) informó de que una de sus patrullas había
recibido disparos de las fuerzas israelíes, y el domingo el mismo organismo
identificó nuevos ataques dentro del Líbano.

 

Con la mirada en el impacto de un cohete en la mezquita de Dahira, Hazem
Sweid (35), padre de Nour (10), cree que “la guerra no acabará mañana”. La
familia se refugia en casa de un familiar en Tiro, la ciudad más grande del
sur del Líbano, a unos 20 kilómetros de Israel siguiendo la línea de la
costa, y han regresado a casa aprovechando la tregua de facto para revisar
desperfectos y llenar maletas de ropa de invierno. El zumbido de los drones
recuerda la cercanía del frente, y son varias las viviendas que han perdido
parte de su estructura, anegando de lluvia lo que antes fueron salones o
cocinas. 

 

El área de Dahira es la zona que más ha sufrido el impacto de las bombas de
fósforo blanco, una sustancia incendiaria prohibida por el Derecho
Internacional cuyo uso en zonas civiles supone un crimen de guerra. Amnistía
Internacional ha confirmado el empleo de estas bombas en al menos cuatro
ocasiones entre el 10 y el 16 de octubre, hiriendo a civiles, incendiando
casas y vehículos y destruyendo cultivos en una zona que eminentemente vive
de la agricultura. El Gobierno libanés ha informado de que hay por lo menos
460 hectáreas afectadas, y que interpondrá una queja ante Naciones Unidas
por el daño medioambiental. 

 

“¿A dónde voy a marcharme? He vivido todas las guerras”, señala a CTXT Jamil
Al Haddad, de 71 años, y cuenta con los dedos haciendo memoria: la invasión
de Israel desde mediados de los ochenta hasta su retirada en el año 2000, la
guerra entre Hezbolá e Israel en el 2006 y otros rifirrafes entre medias.
Ambos países nunca han llegado a firmar la paz oficial y el acuerdo que
gobierna la llamada Línea Azul, una zona fronteriza controlada por la
UNIFIL, de mandato español, es de principios de siglo.

 

Junto a su mujer, Al Haddad ha decidido quedarse en la casa que construyó
cuando se casó en Alma Al Chaab. Alrededor de una taza de café, habla con su
hijo en la terraza sobre la extensión de un alto el fuego. Después de dos
meses de visitas interrumpidas, la familia ha pasado el fin de semana junta,
y espera las noticias que llegan desde Gaza antes de tomar la decisión de
regresar. Hezbolá vincula sus operaciones en la frontera sur de Líbano a la
situación en Palestina, y dentro del ‘Eje de la Resistencia’ que se articula
en torno al régimen iraní, la milicia considera que su papel obliga a Israel
a diversificar su fuerza militar, que ya no puede concentrar todas sus
tropas en masacrar a la población en Gaza.

 

Al poco de comenzar la guerra, el hijo y nietos de Al Haddad se refugiaron
en Beirut para evitar que los pequeños perdiesen el curso escolar. Con casi
50.000 desplazados, según las Naciones Unidas, muchas escuelas en el sur del
Líbano han cerrado, o se han habilitado para acoger a los exiliados por la
guerra. Con un Gobierno desprestigiado por la corrupción y que lleva más de
un año en funciones, los vecinos de Alma Al Chaab ríen con amargura cuando
son preguntados por cualquier ayuda institucional. “El Gobierno es quien más
ayuda necesita”, espeta Milad Aid, que no quiere decir su edad, y que antes
de retirarse como médico en las Naciones Unidas ayudó a los heridos del
frente en 2006. 

 

Ahora regenta un hotel con vistas a la costa de Naqoura, y justifica que si
no se marcha es porque “ya hemos hecho esto antes, así es la vida”. “Estamos
contando las balas y los árboles que perdemos y de los que dependemos, las
familias que se marchan y las que regresan…”, continúa Aid. Desde que
comenzó el conflicto, las bombas caen “día y noche” y los vecinos calculan
que, de un pueblo de mil habitantes, apenas quedan 80 personas, la mayoría
ancianos.

 

La artillería israelí ha destruido ocho viviendas, la mitad de las hectáreas
de cultivo y el tanque de agua que abastecía al pueblo. “Nosotros no tenemos
nada que ver con la guerra, somos un pueblo de mayoría cristiana y desde
aquí Hezbolá no lanza cohetes. De nuevo, estamos sufriendo una guerra
ajena”, sostiene. Este lunes la milicia chií, muy arraigada en el sur tras
la victoria contra Israel en el 2006, ha anunciado que indemnizará a las
familias que hayan perdido sus casas y pertenencias en el conflicto. 

 

La carretera que bordea la playa está llena de los signos de la batalla:
campos quemados, paredes destruidas, pueblos fantasma y edificios con
banderas blancas como símbolo de residencias civiles. Fue en Tayr Harfa, a
pocos minutos de Dahira, donde el 21 de noviembre un dron israelí asesinó a
dos periodistas, Farah Omar y Rabih Al Maamari, del canal Al Mayadeen,
mientras trabajaban junto a un civil que los acompañaba. Los chalecos de
protección con el logo de ‘prensa’ no sirvieron para persuadir al Ejército
Israelí, que ya ha matado a tres periodistas en Líbano y, según el Comité
para la Protección de los Periodistas, a más de 50 palestinos en Gaza, eso
sin contar con los desaparecidos. 

 

La noticia de una extensión de dos días de la tregua en Gaza genera la
expectativa de que también se prolongue en la frontera sur del Líbano.
Descreída de la política y con esperanzas de que la pausa se convierta en
una paz duradera, Lara Al Sayah (34), nuera de Al Haddad, teme por la
seguridad y el futuro de sus hijos en una zona acostumbrada al conflicto con
Israel: “Estoy harta, lo único que espero es que esto termine pronto y poder
pasar la Navidad junto a mi familia”.

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