Argentina/ Autocracia, nueva pedagogía de la crueldad y gran piñata. [Maristella Svampa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 1 00:13:12 UYT 2024


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Correspondencia de Prensa

1° de enero 2024

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La Argentina de Milei

 

Autocracia, nueva pedagogía de la crueldad y gran piñata

 

Maristella Svampa *

Revista Otra Parte, diciembre 2023

https://www.revistaotraparte.com/

 

¿Va la Argentina camino a convertirse de modo acelerado en una nueva
sociedad autoritaria y excluyente bajo el mandato del ultraderechista Javier
Milei, recién asumido el 10 de diciembre de 2023?

 

Esto pareciera indicar a través de las recientes medidas, incluidas en el
primer megadecreto 70/2023, anunciado el 20 de diciembre, que abarca 366
artículos que derogan importantes leyes y modifican otras tantas,
proponiéndose “refundar al país”, una reestructuración social y económica
general de corte negativo. Asimismo, el 20 de diciembre pasado, la ministra
de Seguridad (Patricia Bullrich, ex candidata a presidente por la derecha,
conocida por sus posicionamientos represivos, también ministra en 2001)
inauguraba un agresivo protocolo antipiquetes que pretende restringir la
protesta social, acompañado de un despliegue desmesurado de las fuerzas de
seguridad nacional en la ciudad de Buenos Aires, para impedir la
manifestación (ritual, en esa fecha) de unas cinco mil personas,
pertenecientes a organizaciones piqueteras de izquierda. Una estrategia de
shock acompañada de una política de disciplinamiento social constituye una
receta ya conocida, que viene de tiempos dictatoriales, ambas puestas en
marcha en un día simbólico, a veintidós años de un acontecimiento
inolvidable para las clases medias argentinas, cuando tronaron las cacerolas
y terminaron de tumbar a un presidente débil y aturdido (Fernando de la
Rúa), en medio de una gran crisis económica y social y una represión con más
de treinta muertos.

 

Todas las extravagancias conductuales y conceptuales así como los
sorpresivos giros discursivos de Javier Milei ya fueron suficientemente
relevados y analizados. Incluso se avanzó en un primer y tentacular análisis
de sus condiciones sociales de emergencia para explicar qué diablos nos pasó
a los y las argentinas como sociedad para llegar a una situación tan
peligrosa y demencial como la presente, para que en dos años un economista
sin brillo, devenido en panelista prepotente y gritón del prime time
televisivo y luego estrella de TikTok, un outsider autodefinido como
anarcocapitalista, interpelara a una sociedad en crisis, desplazara la
estructura de sentimiento peronista, y llegara al gobierno con el aval del
cincuenta y seis por ciento en el reciente balotaje de noviembre.

 

Aun así, a muchos parece haberlos sorprendido la radicalidad de las primeras
medidas de Milei, pero lo cierto es que están en sintonía con sus promesas
de campaña, en las que colocó como enemigo fundamental al Estado, auguró un
ajuste fiscal más fuerte del que pedía el FMI, cuestionando abiertamente uno
de los pilares fundacionales del peronismo (más allá de sus avatares
históricos, que no cabe analizar aquí), la justicia social, que dijo
considerar “una aberración” en el discurso pronunciado frente a sus
seguidores luego de su victoria en las elecciones primarias (agosto de
2023).

 

Aclaro que no busco volver sobre lo ya dicho, sino que más bien propongo
acercar algunos primeros comentarios de orden político e institucional, con
perspectiva histórica nacional y global, de cara al megadecretazo del 20 de
diciembre y sus consecuencias.

 

1. Cambio de régimen. La estrategia de shock (ajuste fiscal y liberalización
completa de la economía) impulsan un “cambio de régimen”, tal como expresó
el asesor económico de Milei Federico Sturzenegger (un dogmático neoliberal,
varias veces funcionario en malogrados gobiernos anteriores). El megadecreto
70/2023, comunicado por Milei por cadena nacional, abarca cuestiones nodales
como la desregulación económica, un avance en la reforma del Estado, una
profunda liberalización de las relaciones laborales, del comercio exterior,
de la energía, del espacio aéreo, de la justicia, de la salud, de la
comunicación, del turismo, del deporte, algo de minería (tanto más ya no se
puede modificar en ese desregulado campo) y hasta del régimen del automotor.
El decreto-ómnibus contiene así la suma de otros muchos decretos en su
extenso articulado de ochenta y tres páginas, conjugando aspectos más
generales en términos de desregulación estatal/regulación en favor del
mercado, tales como la desaparición de la figura de las empresas del Estado
y sociedades mixtas (con participación estatal) para ser sustituidas por
sociedades anónimas (esto es, privatización total), la reforma del código
aduanero, la derogación de la Ley de Tierras (que ponía límites a la
extranjerización), la restricción del derecho de huelga, la derogación de la
Ley de Alquileres, cualquier medida de control sobre el precio de alimentos
básicos, entre muchos otros, hasta artículos más específicos, como la
desregulación de los servicios de internet “para permitir la competencia de
empresas extranjeras, como Starlink” —leído esto último sin pudor alguno por
Milei en su cadena nacional; algo así como música especial para los oídos de
Elon Musk, propietario de esa empresa—.

 

2. Inconstitucionalidad del decreto y autocracia. El cambio de régimen no es
solo de índole económico-social, aspira también a ser
político-institucional. Un amplio arco de constitucionalistas —de derecha a
izquierda— considera que el decreto es inconstitucional, por su avance sobre
los otros poderes del Estado y porque sus medidas, en gran parte, no lo
justifican, ya que no son ni “necesarias” ni de “urgencia”. ¿Acaso alguien
podría justificar la transformación de los clubes de fútbol en sociedades
anónimas como una medida de “necesidad” y de “urgencia”? ¿O la reducción de
días de licencia por maternidad, entre muchas otras modificaciones?

 

Ha sido dicho de modo reiterado que los decretos de necesidad y urgencia
(DNU) con alcance legislativo son utilizados frecuentemente por los
presidentes argentinos, sobre todo desde la década de 1990, pero ciertamente
nunca tuvieron un alcance tan desdemocratizador como este. De un plumazo se
barre con un conjunto de derechos sociales y laborales; de leyes incluyentes
que suponen un mejor acceso a servicios básicos y una restricción a los
oligopolios, algunas más deficientes que otras, pero que en su intención
apuntan a favorecer a los sectores más débiles, mediante un megadecreto que
explícitamente entrega todo a las fuerzas económicas más poderosas del
mercado.

 

Si las razones económicas y sociales buscan justificarse con la emergencia
(“la única salida es el ajuste”), políticamente hablando, para Milei se
trata de algo más. Como es sabido, se trata de un presidente débil en
términos parlamentarios, aunque esté “muy empoderado” —como dijera
recientemente su vocero presidencial— tras haber recibido el cincuenta y
seis por ciento de los votos en el balotaje (si bien en la primera vuelta
solo obtuvo el segundo lugar con el treinta por ciento). Aunque el sistema
argentino es hiperpresidencialista, su objetivo pareciera ser arrogarse la
suma del poder público, para convertirse en un “presidente fuerte”, con lo
que lograría una reconfiguración de la escena política en torno a su figura,
sin la participación activa de los otros poderes del Estado (que solo
convalidarían su voluntad, actuando de inevitable comparsa). De hecho, el
hoy procurador del Tesoro, un jurista con pasado nazi y otrora asesor
jurídico de la reforma del Estado de Carlos Menem en los noventa, Rodolfo
Barra, acaba de declarar que “nuestro Presidente es una figura análoga al
Rey”.

 

En fin, su estrategia del “todo o nada” tiene que ver con la supervivencia
de su proyecto. Si Milei fracasa, deberá dar de baja sus ideales de
radicalidad pancapitalista. Si triunfa, se verá coronado como un presidente
fuerte y puede apostar a la profundización de los cambios. No es imposible
que el nuevo presidente llegue a aglutinar un bloque importante con la
derecha más conservadora, junto con otros sectores más minoritarios, para
avalar este decreto. Tampoco que las fuerzas políticas opositoras en el
Parlamento (amplios sectores peronistas, sectores de la Unión Cívica
Radical, pequeños bloques “federales” e izquierda trotskista) decidan
expresar su rechazo al decreto en ambas cámaras, acompañados y aguijoneados
por las crecientes movilizaciones sociales. Pero, más allá de los efectos
sociales y económicos, la gravedad institucional es excepcional, por los
efectos políticos que su vigencia puede traer. Si este megadecreto termina
por imponerse (esto es, si no es rechazado por el Congreso Nacional en sus
dos cámaras, ni por la Corte Suprema de Justicia por inconstitucionalidad
frente a la catarata de amparos que seguramente serán presentados), la
autocracia, esto es, esa forma de gobierno en la que la voluntad de una sola
persona es la suprema ley, parece ser el escenario más probable que se abre
para un país tan roto, en un fin de ciclo tan convulsionado como el que
presenta la Argentina.

 

3. Memoria histórica, corta y mediana. En los últimos cincuenta años hubo en
la Argentina tres intentos fuertemente desdemocratizadores. El primero de
ellos fue el de la dictadura cívico-militar de 1976, que impuso un programa
de reestructuración económico y social, de achicamiento del Estado,
indisociablemente unido al terrorismo de Estado. Se trataba de disciplinar a
una sociedad movilizada, fuertemente contestataria en sus clases populares y
medias. En un contexto autoritario, el resultado fue el asesinato y la
desaparición de cientos de militantes armados y de miles de simpatizantes de
causas populares.

 

El segundo intento, que terminó por consolidar el legado social de la
dictadura e imponer una sociedad excluyente, no vino de mano de militares
sino, con el peronismo triunfante en las elecciones de 1989, con Carlos
Menem, que en su campaña electoral había prometido (re)poner un proyecto
igualitario y de justicia social. Sin embargo, la osadía de Menem fue dar
vuelta como un guante esas promesas ligadas al ideario del primer peronismo
e instalar un programa neoliberal radical que sorprendió a una sociedad
exhausta y traumatizada por la experiencia de la hiperinflación, en tiempos
en que caía el Muro de Berlín y arrancaba el Consenso de Washington. Como me
tocó escribir hace casi dos décadas, “tras la imagen de un país devastado,
la crisis del vínculo social experimentado durante la hiperinflación dejó la
puerta abierta, demasiado abierta, para la realización de transformaciones
radicales llevadas a cabo durante la década menemista”.[1] Por otro lado,
Menem no necesitó acudir a los DNU todo el tiempo, pues impuso su paquete de
reforma del Estado y privatizaciones a través de leyes tratadas por el
Congreso, ya que contaba con una mayoría parlamentaria tan obediente como
abrumadora.[2] Menem, como ningún otro presidente constitucional, dejaría
“los dados cargados” —como diría el politólogo Guillermo O’Donnell— a favor
de los sectores más concentrados y consolidaría la gran asimetría social que
inauguró la última dictadura militar.

 

Luego de doce años de kirchnerismo (2003-2015) y en medio de una crisis
económica creciente, Mauricio Macri intentó poner en marcha un proyecto de
ajuste fiscal y desdemocratizador, pero la adopción de la “gradualidad” lo
dejó con menos chances, y pese al agotamiento acelerado de su capital
político, pudo imponer a la sociedad el peso de una deuda externa de
cuarenta mil millones de dólares que le otorgó el FMI, por fuera de todo
reglamento, y que pronto se fugó a las arcas de empresarios amigos y del
capital financiero. Para muchos, no hay dudas de que el remedio fue peor que
la enfermedad.

 

Milei encarna un cuarto intento, hiperradical, luego del espantoso gobierno
de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner (2019-2023), a través
de una estrategia de shock que arrancó con una megadevaluación del sesenta
por ciento y ahora con un megadecreto, al que sucederán otros decretos de
desregulación y ajuste fiscal. En efecto, el nuevo presidente ya llamó a
sesiones extraordinarias del Congreso, entre el 26 de diciembre y el 31 de
enero de 2024, para que se convaliden más decretos, medidas que van en el
sentido de la profundización de la liberalización de todos los sectores de
la economía y la sociedad.

 

4. Nueva pedagogía de la crueldad. Se trata, de modo prístino, como en
tiempos de dictadura, de construir la autoridad política en el altar de una
nueva “pedagogía de la crueldad”, para utilizar libremente la categoría
acuñada por la antropóloga Rita Segato. La falta de empatía hacia los más
débiles y menos favorecidos, hacia “los caídos” (así los llamó el flamante
presidente), no solo se ve reflejada en el discurso de Milei. Aparece
también en las palabras del asesor Sturzenegger, cuando le preguntaron sobre
las primeras protestas de la gente (cacerolazos) contra el DNU y expresó:
“La libertad da vértigo”.

 

Esta nueva pedagogía de la crueldad tiene su complemento en el protocolo
antipiquetes que Bullrich busca sobreactuar y aplicar para disciplinar
brutalmente a una sociedad históricamente indisciplinada, con brotes
plebeyos altamente desestabilizadores para las elites económicas y
políticas. Los otros, los “orcos” a los que se refirió Macri en una
entrevista en un gesto abiertamente deshumanizante, no tienen derecho a
protestar. En el imaginario político de la derecha recargada y de la extrema
derecha, la protesta social es delito —como lo fue bajo la dictadura
cívico-militar—, y la represión es parte indisociable del nuevo modelo
económico-social que se busca imponer.

 

5. Nada nuevo bajo el sol, aunque los rayos acá en el Sur del planeta peguen
de diferente manera. Milei reproduce en clave vernácula lo que en el
presente se escribe en el manual de los populismos de derecha, desde
Benjamin Netanyahu en Israel, Viktor Orban en Hungría, anteriormente Jair
Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos, entre otros, que
utilizan las herramientas electorales de la democracia para pulverizar la
estructura institucional republicana y erosionar aún más los valores
democráticos en declive. A escala global podemos detectar diferentes
intentos recientes, fallidos o victoriosos, según los casos. Trump y
Bolsonaro no lograron instalar un cambio de régimen en sus (hasta ahora
primeros) mandatos presidenciales, aunque llamaron a sus seguidores a la
desobediencia civil y a la toma violenta de sedes del Estado. Pero Orban y
Netanyahu resultaron airosos en sus respectivos países, luego de obtener
revanchas electorales con alianzas más conservadoras, lo que los llevó a
consolidarse en el poder y desplegar políticas abiertamente autoritarias.

 

¿Cuáles son las chances de Milei, ahora que recién empieza su mandato y
cuenta con un partido político de creación reciente? La realidad es que la
posibilidad de instrumentar una estrategia de shock (prometida en campaña)
se monta sobre el explícito afán de revancha social y política de la derecha
más dura, que lo apoyó y facilitó su triunfo en el balotaje. Una derecha que
lamenta haber apostado a una política gradualista entre 2015 y 2019, cuando
Macri fue presidente y el clima político no era favorable, pese a todo, a
tanto neoliberalismo salvaje. Había que sentarse y esperar el fracaso
estruendoso del kirchnerismo, de manos del binomio Fernández-Fernández, gran
catalizador de este proceso de derechización, en un marco global de
expansión de las extremas derechas, para tener una nueva experiencia
recargada. Así, la derecha más conservadora garantizó el triunfo electoral
de Milei en segunda vuelta y proveyó de equipos y ministros, ofreciéndole en
bandeja un espacio de potenciación y amplificación política a un líder de
escasa vocación democrática. Un presidente “empoderado”, que buscará sacar
la máxima ventaja de esta obsesión revanchista de los representantes hoy
radicalizados del neoliberalismo conservador, para asentar un liderazgo
abiertamente autocrático.

 

6. Límite a la democracia. Cuando muchos decíamos que Milei era un peligro
para la democracia argentina, lamentablemente no nos equivocábamos. Más allá
de sus insistentes referencias económicas al anarcocapitalismo o las
agresivas críticas al “marxismo cultural”, las constantes apelaciones de
Milei a la Constitución argentina de Alberdi del siglo XIX dejan afuera
explícitamente otros avances constitucionales, que van en el sentido
democratizador (1949, 1994), pero sobre todo deja afuera las experiencias
democráticas desde 1916 (con la inauguración del voto universal) hasta el
presente. Sus lamentos acerca de la “decadencia argentina” y su invocación
trumpista acerca del pasado de grandeza de la Argentina (que Milei nombra
como “primera potencia del mundo a principios del siglo XX”, algo
rotundamente falso) se asimilan a los de los sectores ultraconservadores y
profascistas de 1920-1930, que crearon grupos de choque armados (como la
célebre “Liga Patriótica”) para enfrentar al proletariado movilizado de la
época y golpearon por primera vez la puerta de los cuarteles militares para
romper el orden institucional (los golpes cívico-militares comenzaron en
1930). No es casualidad que en 2020 Milei no quisiera responder a la
pregunta de una periodista argentina acerca de si creía o no en la
democracia, frente a la cual repitió insistentemente: “¿Conocés el teorema
de Arrow?”.[3] Según Milei, ese teorema, aunque se refiere a las
preferencias en general, demostraría la imposibilidad de una planificación
democrática de la economía y de la sociedad en general y por lo tanto,
justificaría un tratamiento no democrático de los grandes temas del país.

 

7. El megadecreto como gran piñata. Cientos de medidas que contiene el
megadecreto no solo benefician a las grandes empresas, aplastando cualquier
derecho social, económico y ambiental previo, sino que en determinados casos
benefician a “determinadas” empresas. Un rumor bastante fundado y cada vez
más extendido dice que varios de los equipos jurídicos de grandes empresas
habrían estado involucrados en la redacción de diferentes artículos del DNU,
entusiasmados por esta suerte de piñata que gentilmente les ofreció Milei,
de la mano de un discurso anarcocapitalista, con el apoyo de sectores de
derecha que regresan a cobrar las cuentas pendientes… Medicina privada,
sistema bancario y financiero, medios de comunicación, productos
farmacéuticos, organizaciones de grandes industriales, supermercadistas,
empresas de hidrocarburos o incluso ingenios azucareros, hasta el propio
Elon Musk ya citado, se han visto beneficiados por este megadecreto que deja
literalmente desamparado al grueso de las clases populares y medias del
país, entre las que se encuentra el núcleo duro que ha votado a Milei, así
como gran parte de los sectores contestatarios de la Argentina.

 

8. No venimos del mundo feliz peronista. Una vez más, el fracaso rotundo del
kirchnerismo está lejos de ser inocente en esta tremenda derrota política
que alejó a buena parte de la sociedad de propuestas incluyentes que apelen
a la igualdad y la justicia social. A esto se suma la escasa autocrítica de
estos sectores acerca de su responsabilidad en el incremento del
empobrecimiento y la alta inflación. El caso es que Milei logró capturar
gran parte de este descontento, frente a un Estado extendido y deficiente,
que dejaba a mucha gente afuera y toleraba mucha corrupción, agravado por
los multiefectos de la crisis y el largo encierro de la pandemia. Pese a que
el peronismo continúa controlando parte de la estructura política
partidaria, ya no interpela la estructura de sentimiento con que supo
movilizar en otros tiempos, en clave de justicia social, a sectores
subalternos. Milei rearticuló estos pesares y aspiraciones bajo otra
ideología, donde las ideas de “libertad” y de “casta política” supieron ser
altamente eficaces contra la idea de una justicia social cada vez más
vaciada.

 

9. Ideología defectuosa o viciada. ¿Quién gana y quién pierde con este
ajuste descabellado en la Argentina? Para muchos, la respuesta es obvia,
pero para otros no lo es, no todavía. Como muchos han señalado, la defensa
de “la libertad” y el ataque desmedido al Estado constituyen algunas de las
particularidades de la ideología de Milei dentro del mapa de las extremas
derechas globales. De ahí que el megadecreto de shock apunte a quitarle toda
capacidad de regulación al Estado, supuestamente dejando en manos del
“individuo” la capacidad de actuar y elegir. Por supuesto, se trata de una
ideología que desconoce las desigualdades estructurales de base y, por ende,
minimiza o directamente desconoce las relaciones de dominación. Este es el
núcleo de la ideología ultraliberal que condena el Estado, que a través de
regulaciones —sean sociales, ambientales, económicas, políticas o
culturales— coarta la libertad de los individuos. No olvidemos que ya en
2018 Milei había comparado la acción del Estado con un acto de violación:
“El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados
y bañados en vaselina. Y los políticos son los que ejecutan el Estado”.

 

Según la socióloga Eva Illouz, que acaba de publicar un libro muy
recomendable sobre “la vida emocional del populismo”, [4] el aspecto de las
emociones involucradas en las ideologías siempre ha sido descuidado y hoy,
frente al ascenso de los populismos de derecha, amerita un análisis
detallado. Illouz lee el desajuste que hay entre la ideología que propone la
extrema derecha y seduce a sus votantes, y sus efectos políticos y
económicos concretos (que desfavorecen a muchos de sus votantes), en
términos de “ideologías viciadas”: “si cumple las siguientes condiciones: si
contradice los principios básicos de la democracia mientras que los
ciudadanos realmente desean que las instituciones políticas los representen;
si sus políticas concretas (por ejemplo, el pretender representar a la gente
sencilla y, sin embargo, privilegiar políticas que dificultan enormemente el
acceso a la propiedad de la vivienda) entran en conflicto con sus principios
ideológicos u objetivos declarados; si desplaza y distorsiona las causas del
descontento de un grupo social; y si es ajena o ciega a los defectos del
líder (por ejemplo, a la corrupción en beneficio propio o su indiferencia
por el bienestar de la nación)”.[5]

 

Parafraseando a Illouz, no es que sea falsa la huella que dio origen a esta
experiencia social (de humillación, de hartazgo, de bronca), pero las
ideologías viciadas (como el populismo de derecha) distorsionan, otorgan
marcos defectuosos, explicaciones viciadas de los procesos sociales y
económicos. Cierto que el desajuste puede ser asociado a múltiples
ideologías; no sólo a los populismos excluyentes. Pero este acercamiento
interesante puede ayudar a explicar por qué los votantes de Milei creen en
“la libertad” que su líder promete (una falsa libertad), visto y
considerando que dicha libertad en los hechos beneficia a los mismos de
siempre (la casta que dice combatir); una libertad que, al liberar las
fuerzas económicas del mercado, favorece a los sectores más concentrados y
poderosos (que hacen del DNU una gran piñata, como en tiempos de dictadura y
de menemismo) y deja sin protecciones a los más vulnerables, amplía las
brechas de la desigualdad y tensiona aún más el espacio de una democracia
debilitada.

 

Corolario. Todo es muy dinámico y volátil en este mundo en el que las placas
tectónicas se mueven de modo tan acelerado. Estamos en tiempos de policrisis
civilizatoria. Diría, sin embargo, sin el diario del lunes, que en el corto
plazo existen tres caminos que ojalá pudieran confluir y potenciarse para
detener esta embestida autocrática ante sus enormes y negativas
consecuencias (desdemocratización, mayor desigualdad y exclusión social). 1)
Que se presenten diferentes amparos y sobre la base de ello la Corte Suprema
de Justicia falle en contra del DNU, declarándolo inconstitucional; 2) que
las diferentes fuerzas políticas de la oposición en el Parlamento (en ambas
cámaras) asuman rápidamente (los tiempos políticos lo exigen) una
responsabilidad histórica y rechacen el DNU y otras políticas excluyentes
que vendrán; y 3) que las movilizaciones populares en diferentes ciudades
del país (marchas, paros generales o parciales, cacerolazos), protagonizados
por sectores de la sociedad civil, organizaciones sindicales, territoriales,
feministas, ambientales, repudien este intento del Poder Ejecutivo de
arrogarse la suma del poder público, empujando e impulsando el rechazo al
DNU, y exigiendo que los otros poderes del Estado (sobre todo el Parlamento)
asuman esta urgente responsabilidad histórica.

 

Ojalá las reservas democráticas del pueblo argentino nos lleven a crear
“zonas de tejido sano”, como decía el escritor argentino Marcelo Cohen.[6]
Ojalá podamos aprender a recuperar esa experiencia social de hartazgo y
humillación que hoy padecen amplios sectores sociales, para generar
proyectos verdaderamente igualitarios e incluyentes, con el menor desajuste
ideológico posible. Lo necesitamos más que nunca. 

 

* Maristella Svampa, licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de
Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales (EHESS) de París. Es investigadora Superior del Conicet y Profesora
Titular de la Universidad Nacional de La Plata. Sus últimas obras son Chacra
51. Regreso a la Patagonia en los tiempos del fracking (2018) y Las
fronteras del neoextractivismo en América Latina (2018).

 

Notas

 

[1] M. Svampa, La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del
neoliberalismo, Buenos Aires, Taurus, 2006, pp. 29-30.

[2] Aunque, como dice chequeado.com, uno de sus decretos, el N° 2284/91,
también planteaba la desregulación de la economía.

[3] Entrevista en “Verdad/Consecuencia”, en Todo Noticias, 12 de agosto de
2021 (véase a partir del minuto 35).

[4] E. Illouz, La vida emocional del populismo. Cómo el miedo, el asco, el
resentimiento y el amor socavan la democracia, Buenos Aires, Katz Editores,
2023.

[5] Ibíd., p. 14.

[6] Citado por Graciela Speranza en “La revista cultural ‘Otra Parte’ cumple
20 años”, en Clarín, 14 de diciembre de 2024.

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