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<HR>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><EM><FONT color=#000080><STRONG>Año III - Nº 9216 - Enero 7 -
2006 - Redacción:</STRONG> </FONT></EM></FONT><A
href="mailto:germain@chasque.net"><EM><STRONG><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
<DIV align=center>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Brasil<BR><BR>Tabatinga, la otra triple
frontera<BR><BR>¿Un nuevo Vietnam?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2><STRONG>“Estamos en un punto estratégico del
planeta, en el corazón de América”, dice el alcalde de Tabatinga –una pequeña
ciudad brasileña en medio de la selva tropical– en la triple frontera entre
Brasil, Colombia y Perú.</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Gaby Weber</STRONG>
<DIV align=justify><STRONG>Semanario Brecha, Montevideo,
30-12-05</STRONG></DIV></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><BR>Se trata de una región altamente militarizada, en la
Amazonia, esa zona casi deshabitada de unos cinco millones de quilómetros
cuadrados, que el gobierno considera “prioridad nacional”. Un precioso tesoro,
que Brasil está decidido a defender.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La opinión pública brasilera brasileña está convencida de
que las riquezas naturales son causa segura de guerra. La Amazonia almacena
enormes yacimientos de petróleo, posee la reserva más grande del mundo de agua
dulce y su biodiversidad es incomparable. ¿Suficientes razones para una futura
guerra?</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿De quién se supone que habrá que defender este tesoro?
Los altos mandos militares de este país ven con preocupación las bases de
Estados Unidos cercanas a las fronteras con Brasil de Colombia y Perú y desde
hace poco también de Paraguay. El ministro de Defensa acaba de enviar una
delegación a Vietnam para estudiar la guerra de guerrillas contra el ejército
estadounidense en condiciones de jungla. Y junto con las fuerzas armadas
venezolanas, pronto vigilará el espacio aéreo de la Amazonia.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El fin del mundo</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>“Tabatinga es tan importante estratégicamente, que instalamos
un batallón aquí en forma permanente”, dice el general de brigada Joaquín Maia
Brandão. Y el obispo Alcimar Caldas presiente el peligro de un ataque militar:
“Tenemos miedo de que un día las tropas estadounidenses lleguen y digan también
aquí: Okey, a partir de ahora el aeropuerto nos pertenece y responde a nosotros
y nosotros controlamos los ríos”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ningún camino llega a Tabatinga. Desde Manaos, a 1.300
quilómetros, la ciudad brasileña importante más cercana, llega un vuelo diario.
Pero la aerolínea brasileña Varig no puede hacer reservas, y a veces hay que
esperar días en uno u otro extremo del trayecto. Es más sencillo emprender el
viaje desde el vecino Perú, partiendo de Iquitos con un vuelo doméstico hasta
Santa Rosa y desde ahí cruzando el río Amazonas a Leticia, en Colombia, frente a
Tabatinga. Desde Leticia uno puede llegar cruzando la frontera a pie.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde Iquitos parten embarcaciones que bajan por el
Amazonas, al que los brasileños llaman Solimões hasta Manaos. Hoy no llegan
barcos a Tabatinga. En cambio abordamos un hidroavión que sale desde la vieja
base de la fuerza aérea en Iquitos. Volamos una hora y media sobre la profusa
selva atravesada por meandros de ríos marrones. Allí viven los indios tikuna.
Unos 26 mil del lado brasileño, 10 mil en Colombia y 6 mil en territorio
peruano. El hidroavión se posa frente al villorrio peruano, un cúmulo de chozas
de barro sin agua corriente ni canaletas. Huele a desechos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un bote de madera nos alcanza hasta Leticia, la ciudad
fronteriza del lado colombiano. En el muelle dormitan tres policías abrazados a
sus metralletas. No tienen mucho que hacer: la guerrilla, omnipresente en el
resto de Colombia, evita Leticia. El mercado local aparece inmediatamente atrás
del lugar de embarque. Se venden frutas y jugos tropicales por monedas. Un
hombre descalzo exhibe pescados: gamitana, pirañas, dorados, pirarucú, takú. A
su lado se sirve chuchuwaza, licor de corteza que se mezcla con miel. El
vendedor vino hace veinte años de Medellín. Entonces, aquí había trabajo, porque
el más poderoso traficante de Colombia, Pablo Escobar, había transferido su
cuartel general a Leticia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La ciudad vivió diversos boom económicos. En los años
treinta, la fiebre del caucho de la India. Luego, la coca. Y con la cocaína,
llegaron los gringos, recuerda Evans Oliveros, diputado del partido de gobierno:
“Esos marines aterrizaron con sus aviones Hércules y establecieron una base
militar en el aeropuerto. Nadie sabe qué trajeron, a qué vinieron. A nosotros se
nos prohibió la entrada”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Nada se construyó en Leticia con los dólares de la droga.
La ciudad fue perdiendo impulso a medida que más y más personas se iban a
Tabatinga. Actualmente hay 40 mil habitantes en el lado brasileño, así como 12
mil indios. La frontera está abierta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tabatinga consiste principalmente en una calle principal
–la avenida Amizade (Amistad)–, que comienza en la frontera y termina en el
aeropuerto. Allí están los edificios más importantes, los cuarteles, el hospital
militar, y también el parlamento municipal y el supermercado. Un anciano vende
gasolina en botellas, ya que no hay estación de servicio en Tabatinga.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Más atrás, la farmacia. Su dueño llegó hace 18 años a la
triple frontera. Fue el primero y no tiene competencia. Una vez al año se va con
toda su familia al norte, para descansar, para bañarse en el Atlántico, para dar
caminatas. Porque la vida cotidiana en Tabatinga es muy difícil, aun en los
ratos de ocio. A este hombre no le gusta bañarse en el Solimões: no hay playas,
las serpientes ondulan en sus orillas cubiertas de yuyos, en el agua hay pirañas
y cocodrilos gigantescos. Es un ambiente que no invita para nada. A los turistas
les gusta ver la jungla como algo excitante por un par de días, pero detrás del
muro verde de setenta metros de alto están las arañas venenosas y pululan las
hormigas y mosquitos, así como los leopardos y las plantas carnívoras.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Malaria, Sida y Cachaça</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En la orilla del río se alquilan botes. Taxis acuáticos. En
el aire húmedo, un vaho de cerveza y de cachaça. Nubes de mosquitos en los
bordes del maloliente curso de agua que baja de lugares más arriba del Solimões.
La malaria no representa peligro en la ciudad pero sí para los habitantes a lo
largo del río. El problema más grande es el sida.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según un informe publicado en un diario, el 70 por ciento
de la población adulta de Tabatinga es VIH positiva. “El problema es muy serio”,
dice Rogelio Arruda, jefe de Enfermedades Venéreas del hospital municipal. “Los
varones indios tienen relaciones sexuales con mujeres tanto como con hombres,
con la misma frecuencia. O mujeres con mujeres. Es normal el intercambio de
compañero sexual.” Así, la enfermedad se trasmite fácilmente. ¿Cuántos? “Eso no
lo sé. Pocos, los menos, vienen y se puede entonces tratarlos. El indio no usa
preservativos. Son para los blancos, para las personas civilizadas, no para
ellos.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1776, soldados portugueses establecieron el fuerte São
Francisco Xavier en la actual Tabatinga. Por mucho tiempo siguió siendo sólo un
destacamento militar, ya que nadie quería vivir en medio de la zona india, de
fuertes inundaciones del Solimões. La situación cambió con los conflictos
limítrofes con Colombia de 1932, que llevaron a que los cuarteles se ocuparan
permanentemente, como hoy. Pero recién en 1985 Tabatinga llegó a ser una
ciudad.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Seguridad nacional</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El alcalde Joel Santos de Lima es nieto de esclavos africanos
que vinieron del nordeste. Las malas lenguas dicen que durante su primer mandato
desapareció en sus bolsillos un crédito del Banco Mundial para construir una
escuela. Pero ahora su partido está de nuevo en el gobierno, junto con el
Partido de los Trabajadores del presidente Lula.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hoy debe acompañar a las dos funcionarias del Ministerio
de Educación a inspeccionar las obras de construcción de una escuela en una
aldea indígena. Su lancha rápida se hamaca junto al muelle en el puerto. Troncos
de árboles parecen nadar en el agua marrón. “Yacaré”, caimán, dice Joel. Vamos a
Barreirinha, 110 quilómetros al norte. Nos da la bienvenida el cacique. Es al
mismo tiempo intérprete, ya que los tikunas hablan en un idioma propio. Quince
familias viven en cabañas elevadas, palafitos, debido a las inundaciones y las
víboras. La escuela va a ser la primera casa de material en Barreirinha. Ya
están listos los cimientos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La malaria es un problema, dice el cacique. Y no tienen
agua corriente ni de pozo. En el municipio vecino se instaló un pozo con su
bomba y también un panel solar para el televisor comunitario. “Hasta ahora no
tenemos teléfono ni Internet. Hace mucho que presentamos la solicitud, pero a
nadie le importó.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Técnicamente no sería ningún problema”, dice Francis
Magalhães, un pionero de la web que trajo el primer provider, Proxy-Solimões a
la triple frontera. “Sería también muy importante para la seguridad nacional
conectar a la red a los habitantes del río. Son los primeros que podrían
percibir y reportar cualquier movimiento sospechoso.” ¿Por qué no se hizo hasta
ahora? Francis ríe: “Las cosas que más urgentemente necesitamos son para el
gobierno las más prescindibles. No se invirtió en Internet, pero se asignaron al
proyecto SIVAM sumas enormes: 12 mil millones de dólares”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El Sistema de Vigilancia de la Amazonia (SIVAM) había
sido instalado a mediados de los noventa por la firma estadounidense Raytheon.
Fue cuestionado desde el principio y no sólo porque se pagaron fuertes sobornos
para lograr la licitación y dejar fuera a los competidores franceses. Su
tecnología –basada en radares y satélites– era ya obsoleta por aquel entonces,
dice Francis, y, sobre todo, el estado de Amazonas quedaba deliberadamente en
dependencia tecnológica de Estados Unidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En los cuarteles brasileños se ve este emprendimiento con
gran preocupación. Desde el golpe de 1964 los generales fueron estrechos aliados
del Pentágono. Sin embargo, con el fin de la Guerra Fría, cayeron no sólo los
enemigos sino también los aliados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Defender la Amazonia</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El general Joaquin Maia Brandão comanda la 16ª Brigada de
Infantería del batallón de la selva. Son sus subordinados mil hombres y una
mujer en el cuerpo sanitario. “Hasta ahora no se ha autorizado a ninguna firma
extranjera a explotar la riqueza del suelo de la Amazonia. Su petróleo es
explotado exclusivamente por la compañía nacional Petrobrás.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Las fuerzas militares tratan de evitar cada posible
conflicto”, dice el general. Pero llegado el caso, ¿quién sería el oponente en
cuestión? Los países vecinos difícilmente se enfrentarían a Brasil. Rusia tiene
otros problemas y con la República Popular China existen fuertes lazos
comerciales. En los libros de formación militar del Estado Mayor, el supuesto
enemigo no emerge ya con uniforme largo y gorro de piel con estrella roja sino
con la bandera de barras y estrellas y la insospechada de las Naciones
Unidas.<BR>Sólo Estados Unidos representa hoy una verdadera amenaza. El por
muchos años jefe del Estado Mayor del Comando de Amazonia (CAM) Thaumaturgo
Sotero Vaz advirtió sobre una posible anexión de la selva tropical con el
pretexto de la protección del ambiente. Se refería a los comentarios de la ex
primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, quien pretendía establecer en la
Amazonia una autoridad ecológica internacional, con función de policía,
dependiente del Consejo de Seguridad de la ONU. El Grupo de los Siete tomó en
aquella época esta idea con beneplácito y pidió se considerara a la selva de
Brasil, incluyendo a sus comunidades indígenas, como “herencia de la humanidad”
y propuso un “derecho a intervención”. Sotero Vaz anunció una “vietnamización”:
“Defenderemos a la Amazonia con una guerra de guerrillas”, advirtió.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque los generales retaceen la información, en su
página web el ejército brasileño reportó en febrero de 2005 la visita de una
delegación de oficiales de alto grado a Vietnam. “La visita deberá producir
contactos entre las fuerzas armadas de ambos países y llevar en el futuro
cercano a un intercambio sobre doctrina de defensa en las áreas táctica y
estratégica”, puede leerse allí. Los oficiales inspeccionaron Hanoi, Ciudad Ho
Chi Minh y la provincia de Cuchi, con sus 250 quilómetros de túneles cavados en
el pasado por el Vietcong. Luego se anunció que Brasil se alistaría para
operaciones similares a las de aquellos tiempos en Vietnam y las de hoy en Irak,
en el caso de ser atacada la Amazonia. “Nuestro país utilizará de inmediato la
estrategia de guerra de guerrillas en caso de ser atacado por otro país o un
bloque de países con mayor poder económico y recursos militares.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los brasileños se sienten rodeados. El Pentágono ha
levantado bases en las inmediaciones de la frontera con Brasil en Paraguay,
Perú, Ecuador y, sobre todo, en Colombia. Allí predomina la guerra civil y los
cientos o quizás miles de oficiales estadounidenses son asesores de sus colegas
colombianos en su combate contra la guerrilla.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los generales brasileños temen que las tropas de Colombia
y Estados Unidos utilicen la lucha contra el terrorismo como pretexto para una
penetración en Brasil. Seguro que la guerrilla evita a Leticia porque el acceso
a la ciudad es difícil. Pero hace tres años el ejército colombiano, en el pueblo
de Mitú, utilizó pistas brasileñas para garantizar el aprovisionamiento de sus
unidades antiterroristas. La cancillería protestó, pero el incidente puede
repetirse.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para fines de 2006 las tropas en la Amazonia aumentarán
hasta llegar a los 26 mil hombres. Los puestos de frontera en las zonas casi
deshabitadas serán reforzados y modernizados. Y hace poco, Brasil convino por
escrito con Hugo Chávez la supervisión aérea conjunta de la selva.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Selva o museo</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>No hay reacción crítica de la sociedad civil en Tabatinga. La
fuerte presencia de los militares, siempre alerta operacionalmente, no crea
ningún clima propicio para polémicas. Y la política ha perdido toda
credibilidad. El Partido de los Trabajadores era la fuerza de oposición más
fuerte hasta la victoria en las elecciones de Lula. Hoy su gobierno está
implicado en escándalos de corrupción. En Tabatinga, el pt apoya al alcalde. El
obispo local mantiene un curso conservador. Y uno busca al Movimiento de los Sin
Tierra en vano. Sólo el sindicato de trabajadores rurales ha abierto una pequeña
oficina aquí, hace dos años. Su líder, Onorio Sartorio, dice que “en Tabatinga
no se producen huevos, pollos, carne de vaca, leche o verduras. Nada. Esto no
puede seguir así. Entiendo que debamos cuidar el ambiente, pero también debemos
garantizar el alimento de nuestros 52 mil habitantes”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sartorio fue en el pasado capitán del Comando de Selva.
Pudo entonces ser electo como diputado municipal. Su grupo exige la
transferencia de las tierras públicas a los sin tierra. Pero no hay en Tabatinga
ningún área pública que pueda distribuirse. Ante la ciudad está sólo la selva
virgen, y allí viven los indios. Son ciudadanos brasileños, pero poseen un
estatus especial. Los tikunas nunca fueron pescadores, agricultores o
recolectores. Sus áreas de caza están registradas como “áreas indígenas” en la
oficina nacional de catastro, y no se permite a nadie más vivir allí. Ni
buscadores de oro, ni leñadores, ni compañías mineras, ni tampoco campesinos sin
tierra. Las familias pobres a menudo penetran en estos bosques y limpian un
pedazo de selva virgen para cultivo.<BR>Sin embargo, las tierras tropicales no
producen mucho; la capa de humus es muy delgada. Estas familias entonces se
mudan de un lugar a otro y dejan espacios ralos que pronto son invadidos por el
bosque secundario. Las autoridades tratan de prevenir estos asentamientos. Unas
veces, porque quieren proteger las áreas indígenas demarcadas; otras, porque los
terratenientes pueden pagarles por sus servicios.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Tabatinga será un futuro teatro de guerra? La guerra ya
está en camino, dicen en el sindicato. La guerra contra los pobres. Pero la
entrega de tierras en la selva a los sin tierra tampoco es una solución. Las
tierras tropicales no son convenientes para la agricultura y la ganadería.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un área deshabitada es tentadora. Invita a agresores de
toda clase: leñadores, traficantes de droga, minifundistas, y también a
potencias extranjeras a la caza de recursos naturales. Si los brasileños quieren
defender esta zona, deberían colonizarla y ofrecer una actividad económica a sus
habitantes. O la comunidad internacional transformará el área en un museo. Sin
embargo, ¿está dispuesta a financiar el museo?
<HR>
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<HR>
</FONT></DIV></FONT></DIV></BODY></HTML>