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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></STRONG></EM></DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9254 - Enero 18 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></STRONG></EM><A
href="mailto:germain@chasque.net"><EM><STRONG><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
<DIV align=center>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>China</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Detrás de la fábrica global
*<BR><BR>Rafael Poch de Feliu</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>La Insignia</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.lainsignia.org/"><STRONG>http://www.lainsignia.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Tercer exportador mundial, tras Estados Unidos y
Alemania, gran consumidor de recursos agotables y meca de la deslocalización,
China tiende a ser vista como amenaza y próxima superpotencia. Ocupando los
segmentos bajos de la división internacional del trabajo, China y los chinos se
han convertido en los chivos expiatorios de una "economía global" enferma. No
fueron ellos quienes inventaron esa economía de codicia y despilfarro, ni
tampoco quienes manejan sus riendas, pero se han adaptado y son su gran taller.
¿Qué hay detrás de la etiqueta de la "fábrica global"? </FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>En primer lugar, centenares de millones de seres humanos.
El mayor ejército laboral del mundo, surtido por una inagotable matriz rural.
Una vida dura, de explotación, que no puede pintarse de un solo color sin
reducirla a caricatura. <BR><BR>Guo Cuan, 33 años, casado y con un hijo de ocho,
se vino hace tres años a Shantou con la familia. Shantou, en el sur de China,
fue uno de esos puertos abiertos a cañonazos por el colonialismo en el XIX. Hoy
es una ciudad próspera de la región de Cantón, donde se fabrica, entre otras
muchas cosas, el 70% de los juguetes del mundo, y el 75% de los que llegan a
España. La ciudad forma parte de la primera región fabril exportadora de China,
el delta del Río de la Perla, que emplea a más de 20 millones de trabajadores
emigrantes, de los cerca de 150 millones que hay en China, los más explotados.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>La de Guo es una típica historia de emigrante. No le va
ni mal ni bien, no tiene claros proyectos de futuro, dice que el trabajo aquí,
haciendo ositos de peluche en una gran fábrica de 3000 empleados del mismo
barrio, "es duro". Con su mujer, que trabaja en la misma empresa, se saca unos
10.000 yuan al año (1000 euros), pero 3000 debe dedicarlos a la escuela del
hijo, que por ser emigrante paga más, y no menos, que un niño local de familia
más rica. Guo y su familia viven en una chabola entre lo que queda de un pueblo
tradicional, medio en ruinas pero que incluye algunos restos de casas rústicas
con gracia. El polígono industrial se lo ha comido todo, y el poblado es como
una isla del pasado en un universo extraño, dominado por amplias avenidas
flanqueadas por campos de maíz, tierra revuelta, torres de alta tensión y
fábricas de juguetes o de textiles, algunas grandes y modernas, otras simples
talleres de lo más primitivo en los que jóvenes sonrientes trabajan de noche a
la luz de los fluorescentes. La habitación de los Guo se compone de un catre
sostenido por dos caballetes de madera, con las paredes forradas de banderas
americanas, sobrantes de un tapizado de la fábrica de peluches, que han sido
hábilmente birladas y desviadas hacia el "consumo privado". Guo no está contento
con el trabajo, quizá porque se le ha pasado la edad y en la línea de montaje se
ve rodeado de adolescentes que trabajan más rápido, y que, por tanto, ganan más,
que él, pues aquí se paga a tanto la pieza. Su plan es desandar el camino andado
y regresar al pueblo. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Meses "buenos" y "malos"</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>La "fábrica global" china incluye tres tipos de empresas;
las estatales y colectivas, que conservan algún beneficio de seguridad social de
la época maoísta, cuando eran mimadas por el régimen, las empresas privadas
chinas, y las empresas privadas extranjeras. Estas dos últimas categorías son
las peores y son las que se surten mayoritariamente de mano de obra emigrante.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las empresas extranjeras se dividen a su vez en dos
tipos; las occidentales, en las que el personal occidental controla la gestión,
como "Siemens" o "Volskwagen", y las asiáticas, de Taiwán, Corea del Sur y Hong
Kong, que, junto con las privadas chinas, presentan las peores condiciones
laborales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El motivo es que la industrialización de Taiwan y Corea
del Sur se hizo en regímenes de dictadura militar. Con la democratización,
aparecieron los sindicatos, aumentaron los costes, y miles de empresas coreanas
y taiwanesas se mudaron a China, manteniendo una impronta militarista en sus
relaciones laborales. En la región de Cantón, dominada por la pequeña industria
manufacturera china o extranjera-asiática (textil, zapatos, juguetes, plástico,
electrónica) dominan estas empresas, por lo que es aquí donde se registran
algunas de las situaciones más crudas. Sus protagonistas son jóvenes venidos del
pueblo sin la familia, que duermen en los dormitorios de las empresas y comen en
ellas, trabajan largas jornadas y envían al pueblo el grueso del salario. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Shantou, la industria del juguete paga salarios de 480
yuan (48 euros) mensuales, a razón de 16 yuan (1,6 euros) la jornada de 8 horas.
El trabajo de esta industria es cíclico, recibe el grueso de los pedidos en la
segunda mitad del año, con la navidad como gran hito, lo que determina que de
julio a noviembre se recurra de forma generalizada a las horas extras. Esos
meses, los empleados trabajan no 8 o 10 horas, sino 14 horas, y, gracias a las
horas extras, que en Shantou se pagan, más o menos, al doble que las ordinarias,
se alcanzan salarios de 1000 yuanes e incluso un poco más. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Detalle significativo: los obreros llaman "meses buenos"
a los que tienen jornada de 14 horas, y "malos" a los otros. El promedio entre
meses "buenos" (y agotadores) y "malos" (y con menos horas trabajadas), arroja
un salario medio de entre 600 y 700 yuan, de 60 a 70 euros al mes, que es el
sueldo habitual en la manufactura china. A esos salarios hay que aplicarles
frecuentemente algunos descuentos; 150 yuanes por la comida al mes y 20 o 30 de
agua y luz. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Otro problema característico es el de los impagos
salariales, un tipo de estafa particularmente frecuente en el sector de la
construcción, también dominado por emigrantes. A principios del año pasado, un
grupo de cinco trabajadores de la construcción de Shenyang, una ciudad del
norte, se encaramó al edificio de 15 plantas que habían construido y amenazó con
arrojarse al vacío si no se les pagaba los salarios atrasados debidos. Es una
situación muy generalizada. La estimación oficial es que las empresas deben a
los emigrantes un total de 100.000 millones de yuanes (10.000 millones de
euros), una cantidad enorme que equivale a una deuda de 66 euros (un sueldo
medio de la industria manufacturera) por cada uno de los 150 millones de
trabajadores emigrantes, según un informe publicado en junio por el "Diario de
la juventud" de Pekín. Como, en general, el intento de cobrar ese dinero por
procedimientos legales supone un desembolso equivalente al triple de esa deuda,
"los trabajadores prefieren no acudir a la ley, y recurren a la violencia u
otras soluciones extremas como el suicidio", explica el diario. (China Youth
Daily, 9 de junio 2005). </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>"Es divertido"</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Describir de un solo brochazo la condición obrera china,
centrándose únicamente en la flagrante explotación, contiene el riesgo de
ignorar aspectos esenciales de contexto de la vida aquí. Incluso sufriendo
situaciones que serían intolerables para la mayoría de trabajadores no
emigrantes en Occidente, la mayoría de estos obreros nunca vivieron mejor.
"Mejor" es un criterio difuso, pero la pobreza endémica de una mayoría de chinos
antes de la época comunista, durante un siglo de guerras y caos, con terribles
hambrunas y violencias, cuyos análogos se borraron hace tiempo de la memoria de
los europeos, son, por el contrario, asuntos muy concretos. Igual que los
colapsos provocados por las catástrofes maoístas del Gran Salto Adelante, con
millones de muertos por hambre, o de la Revolución Cultural, hace solo treinta
años... </DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre los trabajadores se recogen todo tipo de
experiencias. Un reportero chino explica el diálogo que mantuvo en una localidad
de Guizhou, una de las provincias más pobres del país, con un abuelo que paseaba
con su nieto de corta edad por un parque: </DIV>
<DIV align=justify><BR>"Su madre se fue cuando el niño tenía tres días, porque
tenía que volver al trabajo, pero es bueno y casi no llora", le comentó el
abuelo, señalando al niño. "¿Tres días?, ¿no le dieron ni siquiera un mes de
descanso?". "Claro que no", responde el abuelo. Aparentemente banal, el dialogo
evoca el carácter decorativo de la ley laboral, cuyo artículo 67 estipula un
descanso de 90 días con paga para las mujeres que den a luz. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En China hay un enorme volumen de leyes y normas
destinados a proteger a los trabajadores, pero las autoridades locales están
enfrascadas en una competición por obtener inversiones extranjeras, y, a veces,
también inmersas en corrupciones, por lo que están mucho más interesadas en
proteger los intereses del capital que en la aplicación de la ley. </DIV>
<DIV align=justify><BR>"Los trabajadores no saben que la empresa ha violado la
ley, y ni se les pasa por la cabeza protestar por ello", dice el reportero, que
pregunta a un grupo de jóvenes de la misma provincia sobre sus experiencias
laborales en la región de Cantón, en la que se encuentra Shantou. </DIV>
<DIV align=justify><BR>"Algunos de jefes son verdadera mala gente, solo se
preocupan por el dinero y no nos respetan como seres humanos", dice uno.
Preguntados si firman contratos laborales con sus patrones, la respuesta es
automática, "de ningún modo, si lo hiciera no podría irme de la empresa". Para
ellos el contrato es un arma del patrón y cuando se les explica que no puede ser
usado para mantenerles atados a un trabajo, sino más bien para impedir que sean
despedidos sin motivo, el emigrante Xiao Hu, no está de acuerdo; "el contrato
del que usted me habla es completamente irreal, los de verdad nos obligan a
pagar en caso de que dejemos el trabajo, he visto a mucha gente pagar mucho
dinero por irse de una empresa". </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las encuestas sugieren que 8 de cada 10 emigrantes no
saben lo que es un contrato de trabajo y los pocos que lo saben lo consideran
completamente inútil. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Una chica de poco más de 16 años de la misma provincia de
Guizhou, a la que encuentro con sus amigas sentadas en un trozo de hierba en una
esquina del polígono industrial en el que está su fábrica ("es nuestro día
libre", dice), califica de "divertida" la experiencia de trabajar en Shantou,
pese a que trabaja de 10 a 14 horas según los meses, no ha ido a casa a ver a su
familia en dos años, y se dispone a hacerlo, por primera vez, en febrero, con
motivo del año nuevo chino. "No es un trabajo duro", dicen. "Aquí ganas tu
propio dinero", responden cuando se les pregunta por las ventajas. Las otras
chicas asienten, sonrientes. Una de ellas está con un chico, aparentemente un
novio que se ha echado entre los compañeros de trabajo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Conviviendo con jóvenes de su edad, con quienes comparten
dormitorios separados por sexos, comedores, y las pocas horas de ocio, la vida
en estas fábricas tiene cierto atractivo para ellos. Autonomía económica,
acceder al primer teléfono móvil, a ropa moderna, amistades y libertad, pueden
hacer atractiva esta vida de largas jornadas laborales, por lo menos para unos
años de juventud. Para comprenderlo del todo es necesario ir a las aldeas y
ciudades de Guizhou, observar el "normal" trabajo infantil que muchos de estos
adolescentes han realizado en una vida sin apenas infancia, sus estrictas
obligaciones económicas y culturales en una sociedad rural patriarcal, etc, etc.
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>No hay fábrica sin campo</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Chicas como las alegres y optimistas obreras de Guizhou
rodean al señor Guo Cuan en la cadena de montaje de su fábrica de peluches.
Trabajan más rápido que él y ganan más dinero, lo que para un padre de familia
trentañero debe ser algo desmoralizante. En su provincia de Henan a la que se
dispone a regresar, Guo Cuan tiene 10 "mu" de tierra (15 "mu" son una hectárea )
y una casa. La tierra la arrendó a unos vecinos, porque no le quedan familiares
en el pueblo -su único hermano emigró a Yunnan, en el sur- y en tres años no han
vuelto al pueblo ni una sola vez para ahorrarse los 1000 yuan (100 euros, décima
parte de su ingreso anual) que le costaría el viaje. Por eso, no sabe en qué
estado se encontrará la casa. En cualquier caso, la decisión de regresar al
pueblo está tomada: volverá a cultivar maíz y cacahuetes, como antes. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las claves de China están en el campo. El campesino lo
condiciona todo, y todo empieza con él. Era así en 1949, cuando se fundó la
República Popular, y lo sigue siendo hoy. Hace medio siglo, la revolución china
distribuyó tierras entre quienes tenían poca para subsistir o carecían por
completo de ella, la gran diferencia con países como India o Brasil. En China
central y del sur en esas dos categorías entraba el 60% de los campesinos, por
lo que la distribución significó un progreso extraordinario. Luego, en los
cincuenta y sesenta, el nuevo régimen instauró un estatuto de servidumbre hacia
el estado. Manteniendo bajos los precios agrícolas y encadenando a los
campesinos a la tierra, en unidades estatalizadas que no podían abandonar y que
les robaban toda autonomía, el estado practicó la acumulación originaria de
capital, extrayendo del campo los excedentes que hicieron posible la
industrialización y el mantenimiento privilegiado de la minoría urbana empleada
en la fábrica de la primera modernización industrial socialista. El progreso se
reflejó en el nivel y capacidad general de organización, en la existencia de
instituciones sólidas, en la capacidad de recaudar impuestos y dirigir el vigor
nacional, en la independencia del país y en la paz y el orden -desconocidos
desde hacia más de un siglo-, en la contención del hambre y la erradicación de
enfermedades estigmáticas de la miseria, en emancipación femenina y en un
espectacular aumento de la esperanza media de vida, pero, como en la URSS, la
ausencia de autonomía y libertad convirtió a los campesinos en esclavos del
estado en una medida sin precedentes en la historia china, porque, por vez
primera, el estado absolutista llegó hasta la última aldea del país, para bien y
para mal. (Spence, 1991 / Wang Hui, 2003). Cuando, tras la muerte del Caudillo
(1976), el absolutismo se relajó, los campesinos comenzaron a reconquistar
espontáneamente la autonomía productiva familiar mediante acuerdos (baochan
daohu) con los jefes del sistema estatal. Unos nuevos dirigentes más pragmáticos
(Deng Xiaoping) se dieron cuenta de los aumentos de productividad que lograba
esa descolectivización familiar espontánea y decidieron sancionarla, bendiciendo
oficialmente, en 1979, el "reparto" de las comunas populares (Xiao Zhou, 1996).
Se produjo entonces una "primavera rural" con prosperidad comercial e
individualismo, pero también con desmoronamiento de las precarias
infraestructuras públicas rurales del colectivismo maoísta; escuelas, redes
asistenciales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Un gran beneficio de la nueva época iniciada en 1979 fue
la mayor libertad de moverse, sin la cual no habría sido posible la "fábrica
global". Hoy la población rural alimenta de mano de obra a la manufactura y
nutre las ciudades a un ritmo sin precedentes históricos. En los últimos diez
años, aproximadamente tres veces la población de España ha dejado de ser rural
para convertirse en urbana en China, pero los chinos rurales siguen siendo
mayoría (60% de la población) y su peso, modo de vida y actitudes siguen y
seguirán siendo determinantes. Por eso, el desarrollo del país no puede
entenderse sin relacionar la fábrica con el campo que la surte. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Las riendas del mecanismo</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El gobierno central chino tiene algunas riendas
administrativas y económicas para intervenir, tanto en el flujo laboral entre
campo y ciudad, como en el funcionamiento de la "fábrica global", pero su
control de las relaciones laborales es limitado y complicado. Uno de esos
mecanismos es el "hukou", el registro de población y permiso de residencia, que
permite cierta regulación del flujo migratorio. Otro es la política fiscal o de
precios agrícolas, capaces de retener en el pueblo a muchos que comparten el
punto de vista y la experiencia de un trabajador de Jianxi; mediana edad, doce
años de trabajo en la industria textil de Fujian a razón de 13 horas diarias,
siete días por semana, en su biografía, y cobrando entre 1200 y 1400 yuanes
(120/140 euros). Dice: "nuestro ideal no es dejar el pueblo". "En la fábrica
trabajas hasta que te caes de agotamiento, en la ciudad todo el mundo te mira
con desprecio y solo salir a pasear por la noche ya supone gastarte 20 yuan. En
el pueblo, por las noches no hay nada que hacer, aparte de charlar, leer o
cocinar, el campo lo tiene todo; agua, montañas, la familia a tu alrededor... el
problema es que no hay dinero". (En Far Eastern Economic Review, 10/2005).
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde finales del 2002, el gobierno central chino comenzó
a reconocer la necesidad de defender los derechos de los emigrantes. El motivo
de ese cambio es combatir la creciente desigualdad entre ciudad y campo, e
impulsar indirectamente el consumo interno. Los ingresos que los emigrantes
envían a sus aldeas proporcionan el 80% del aumento de las rentas agrarias, que
son 3,5 veces inferiores a las urbanas, así que paliar ese desequilibrio es
importante si se quiere desarrollar el consumo interno de tal forma que el
crecimiento no dependa tanto de la actividad exportadora. Actualmente esa
dependencia es muy peligrosa para China porque la deja particularmente expuesta
a cualquier vendaval económico internacional. En 27 años, el peso del comercio
exterior en el PIB ha pasado del 5% en 1978, al 37% actual, mientras que el del
consumo interno en el crecimiento viene disminuyendo; 67,5% en 1981, 60% en el
2003, 53,6% en el 2004... Con miras a corregir esos desequilibrios se han
abolido los impuestos que gravaban a los campesinos, se han reducido los precios
de la electricidad en el campo y se anuncia un esfuerzo asistencial en materia
de educación y sanidad, que incluye la abolición general de tasas escolares en
las zonas rurales pobres, donde hay que pagar por todo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los trabajadores también tienen ciertos recursos. En
primer lugar la protesta. En octubre del 2004 los obreros de la empresa
electrónica de capital hongkonés, "Hai Yan Electronic" de Shenzhen fueron a la
huelga. Cobraban 240 yuan al mes (24 euros) trabajando 12 horas diarias, que se
convertían en 15 en los periodos de máxima presión para servir pedidos. Los
trabajadores debían pagar su albergue -en la fábrica- y la comida. Las horas
extras se pagaban a 2 yuan, 0,2 euros. El salario mínimo en Shenzhen está
establecido en 610 yuan, pero el escándalo de su situación no impidió que las
autoridades denunciaran la huelga como un "ilegal atentado al orden público" y
enviaran a la policía. El apoyo de un diario local, el "Shenzhen Wanbao", que se
atrevió a explicar que los obreros tenían razón cuando cortaban el tráfico de la
autopista que une Shenzhen con Hong Kong, logró legitimar la huelga, que
concluyó con aumentos salariales, horarios más benignos y horas extras a 5,4
yuan. En los últimos años, las protestas, rurales y obreras, se han disparado,
con 74.000 casos en el 2004 frente a algo más de 50.000 en el 2003. A diferencia
de la de Shenzhen, la mayoría de las huelgas no tienen "final feliz", pero el
mero hecho de la existencia de crecientes presiones desde abajo, obliga a las
autoridades a espabilarse y tomar medidas. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Movilidad, la defensa obrera</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El gran recurso de los trabajadores emigrantes contra la
explotación es la movilidad, cambiar de puesto de trabajo hasta encontrar el más
aceptable. Xiao Hu dice haber trabajado "seis meses" en la fábrica textil de
bordados de Cantón en la que más duró y "medio día" en la que menos. La
respuesta de las empresas es el llamado "dinero de depósito": al ingresar en una
fábrica, el obrero paga una cantidad como garantía de que no se va a ir, es
decir pagar por trabajar. Según Anita Chan, una especialista en relaciones
laborales en Asia de la Universidad Nacional de Australia, ese método era muy
frecuente en los noventa, pero en los últimos años, explica, "la forma ha
cambiado". Lo que se hace ahora es pagar los salarios con algún retraso. "En
caso de abandono de la empresa, el obrero pierde el dinero que le adeudan",
explica. Estas estafas son muy corrientes en las empresas de la región de
Cantón, pero lo más interesante ha sido que la combinación de sobreexplotación
en las ciudades fabriles y de ligera mejora -o perspectiva de mejoras- en las
aldeas de origen, está llevando a muchos emigrantes a quedarse en casa,
provocando algo sin precedentes desde que existe la "fábrica global" china:
escasez de mano de obra. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La escasez de trabajadores es "generalizada" en el sector
del juguete, dice Xie Chiubin, 26 años, capataz de la empresa de juguetes "Jin
Hua Toys" de Shantou. "Ahora los trabajadores tienen más empresas donde escoger
y no duran", explica. "Antes, por lo menos se quedaban entre uno y tres años en
la empresa, ahora no llegan al año, se van a los pocos meses". La única manera
de contrarrestar la situación es, "alargar las jornadas laborales, subir los
jornales, ofrecerles comida gratuita en las cantinas, o no cobrar por la
electricidad en los dormitorios", dice. Sumándose a una practica cada vez mas
habitual, la empresa de Xie tuvo que hacer una campaña de reclutamiento el
pasado verano en los pueblos de Sichuan y de la isla de Hainan. "Cuando tuvimos
suficientes voluntarios, enviamos autobuses a por ellos, así fue como en
septiembre trajimos a 80 jóvenes trabajadores", explica. A la pregunta de
cuantos de esos 80 siguen trabajando, replica que, "el 90% ya se han ido de la
empresa". Ese tipo de situaciones es la que ha llevado a subir el precio pagado
al trabajador por pieza en la empresa de Xie, o a instalar aire acondicionado en
los dormitorios de los obreros de la vecina fábrica "Hui Huai Quan", explica
Zheng Weibin, 21 años, capataz de esa empresa de 700 empleados y especializada
en coches de plástico dirigibles electrónicamente. </DIV>
<DIV align=justify><BR>"El problema no es que falten obreros, sino que, si no te
pones al día la gente se te va", dice Zheng, cuya empresa paga salarios con
medio mes de retraso, de forma que el trabajador pierde medio salario si se va.
No es casualidad que el principal problema de falta de mano de obra, que
apareció a principios del 2004, se registre en la región fabril de Cantón, la
más explotadora. El fenómeno, se lee en un informe del Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, afecta particularmente, "a las empresas que pagan salarios
bajos, imponen fuertes ritmos laborales y ofrecen malas condiciones de trabajo"
(En Caijing, 27/12/2004). Desde entonces, algunas empresas de Cantón que pagaban
salarios de 450 yuan al mes se anuncian en provincias pobres como Guizhou,
ofreciendo sueldos de entre 600 y 1000 yuan, así como primas de 50 a 100 yuan a
aquellos trabajadores que traigan a otros emigrantes a la empresa. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Otro factor de gran importancia para las relaciones
laborales en la "fábrica global" es el demográfico. El rápido envejecimiento de
la población china y en particular la disminución del grupo de edad de los
quinceañeros en los próximos 15 años, ya está disminuyendo el gigantesco flujo
de mano de obra no cualificada. "Si el crecimiento económico se mantiene
estable, eso ofrecerá una mayor capacidad de negociación a los que ingresen en
el mercado de trabajo en el futuro", pronostica Dali Yang, profesor de ciencias
políticas de la Universidad de Chicago (En Far Eastern Economic Review, 2/2005).
Nada de todo eso compensa la clamorosa ausencia de organizaciones profesionales
y de sindicatos eficaces en China, pero, en lo referido a negociación de las
condiciones de trabajo, ilustra una situación mucho más compleja y matizada de
lo que parece a primera vista. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Xie, desertor de la cadena de montaje</STRONG>
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Xie Linyi, 21 años, chaqueta de cuero negra y expresión
ingenua, regenta un pequeño restaurante con tres mesas y una quincena de
taburetes de plástico, en una esquina de la zona fabril de Shantou. Pese a su
juventud, ya ha trabajado cuatro años como obrero en la industria, dos en
Shenzhen y otros dos aquí, hasta que decidió dar el salto y montárselo por su
cuenta ingresando en el "sector servicios". La cocina está a cargo de su mujer y
ofrece platos de fideos con verdura por 3 yuan. Sus clientes son los propios
jóvenes obreros de las fábricas de alrededor. El restaurante es una estructura
de uralita, lona y bambú, abierta al viento, con una especie de trastienda con
paredes en la que vive la pareja, y por donde las ratas circulan con completa
libertad. Todo lo construyó con sus propias manos. Su proyecto es ahorrar el
suficiente dinero para regresar a su pueblo, en Chongqing, comprarse un minibús
y dedicarse al transporte de viajeros. Dice que, junto con su mujer, en el
restaurante se saca "varios miles" de yuan al mes, pero paga 400 (40 euros) por
el diminuto solar que ocupa. La esquina en la que se encuentra el restaurante es
mercado y centro de actividad social de la zona, con otros cuatro locales como
el suyo y algunos puestos de venta de fruta, por los que deambulan los
emigrantes de las fábricas cuando no trabajan. Enfrente, hay un supermercado y
unos billares cuyos dueños sacan el televisor a la calle. Como la agradable
temperatura invernal de 18 grados lo permite, la acera está llena de jóvenes
obreros y obreras que se han traído el taburete para ver el culebrón al termino
de la jornada. La puerta de la fábrica queda allí mismo, un patio, con una verja
metálica abierta, y un guardia de seguridad, sonriente y nada fiero, que
responde diligentemente a la petición del periodista extranjero solicitando ver
"al jefe" para visitar la fábrica por dentro, sin cita previa ni formalismo
alguno. "No hay problema", dice el jefe, y poco después recorremos las líneas de
montaje, la cantina, todo ello en el mismo edificio, nuevo de seis plantas,
color blanco que tiene enfrente otro idéntico en el que duermen los
trabajadores. El ambiente es una mezcla de fábrica y residencia juvenil, porque
la mayoría ronda los 18 o 20 años de edad, y los que no trabajan van en
zapatillas de dormir o llevando cacharros de cocina o ropa de un lado a otro.
Hace veinte años, cuando esta industria comenzó, las condiciones eran mucho
peores. "Las cosas van mejorando", es una frase de Xie, que se escucha con
cierta frecuencia entre los obreros del barrio. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Quién es el "negrero"?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Es verdad que entre los empresarios chinos hay muchos
"negreros", pero, si se observa la debilidad de la posición de China en la
economía globalizada y su escaso control de los procesos económicos y
comerciales en los que está inserta, se encuentran algunos eximentes. En última
instancia, las principales riendas de la explotación laboral no están en manos
de empresarios chinos. Tomemos por ejemplo el teléfono móvil de juguete 8088,
una carcasa de plástico reciclado de color rosa, con una pequeña pila, cuatro
cables y un circuito impreso, de la que se fabrican centenares de miles de
unidades a la semana para su exportación a Oriente Medio, Europa y Estados
Unidos, en "Jin Hua Toys" de Shantou. Por cada móvil acabado, se paga al
trabajador 1,2 décimos de Yuan (igual a 0,01 euro, casi 2 pesetas). El
fabricante vende el producto a diez veces ese coste, a 1,2 Yuan (0,12 euros). El
cliente de Valencia, de Beirut o de San Diego, lo compra por 2 yuanes, con la
diferencia a cuenta del exportador y el transporte, y lo vende al mayorista
cuatro veces más caro, a 8 yuanes, es decir un dólar, o un poco menos de un
euro. El capataz Xie explica que les queda muy poco margen para pagar más y
ofrecer unas condiciones de trabajo mejores que aumenten la fidelidad de los
empleados. No es un problema de competitividad entre empresas chinas, pues todas
trabajan en condiciones parecidas. "Los que aprietan son los clientes
extranjeros", dice. Es, sin duda, una declaración tranquilizante para el
empresario chino, pero también acusadora e inquietante para destinatarios,
intermediarios y consumidores de los productos de la lejana fábrica global de
Oriente. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Publicado en La Vanguardia, España, enero del 2006
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