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<DIV align=center><FONT face=Arial color=#800000 size=4><STRONG><EM>Boletín
informativo - Red solidaria de la izquierda
radical</EM></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9276 - Enero 24 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><BR><FONT face=Arial><STRONG>Bolivia</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>O los caminos
que se abren<BR><BR>Daniel Campione<BR></FONT><BR>ALAI-AMLATINA, Buenos Aires,
23-1-06</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Asume Evo Morales, no sólo con el
acto oficial de práctica, sino ante el pasado y el presente indio, en
Tiwanaku. Muchos de los que asistieron a esta última ceremonia,
transmitieron a los periodistas un talante que combina la expectativa con la
exigencia, en la idea de que el nuevo presidente tendrá que ratificar con los
hechos la pretensión de iniciar un corte histórico con un pasado de siglos de
desigualdad e injusticia. En su discurso, Morales pareció tomar nota de
ese estado de ánimo, cuando llamó a que lo acompañen, y si es necesario, a que
lo empujen.<BR><BR>América del Sur está asistiendo a cambios importantes en
cuánto a las fuerzas políticas que acceden al control del aparato del
estado. Luego de las crisis provocadas por las políticas neoliberales y el
consecuente desprestigio de las fuerzas abiertamente de ese signo en la mayoría
de los países, comenzó a quedar clara la insatisfacción in crescendo con
democracias cuyos resultados más evidentes, al menos para la cada vez más
numerosa población pobre, eran el desempleo, la precarización, el deterioro
catastrófico de la calidad de vida. Cuando fracasaron propuestas
pretendidamente contrarias al neoliberalismo que, ni siquiera en el plano
discursivo se atrevían a marcar un corte con el 'Consenso de Washington', como
los gobiernos de Fernando de la Rúa en Argentina y Alejandro Toledo en Perú, el
cuestionamiento de las prácticas y discursos de la dirigencia política
tradicional se volvió tan extendido como atronador, y amenazó proyectarse hacia
las relaciones de poder radicalmente injustas cuya protección constituye su base
de sustento.<BR><BR>Fue en esas circunstancias que terminó de abrirse el camino
para que corrientes provenientes de la izquierda radical llegaran por primera
vez al gobierno de sus países. Dado lo crítico de la situación, esto fue
si no esperado con ansia, al menos consentido por las fuerzas del establishment,
con el gran empresariado local en primer lugar. En Brasil y Uruguay, el PT
y el Frente Amplio venían de reiteradas derrotas electorales y de un prolongado
proceso de automoderación de sus programas y des-activación de sus bases de
apoyo en las clases populares organizadas. La 'larga marcha' hacia la
conversión en fuerzas políticas 'serias' capaces de garantizar 'gobernabilidad'
en el plano institucional y 'seguridad jurídica' a las inversiones, fue
finalmente premiada con<BR>el acceso al gobierno, que parte de las burguesías
locales acogió con visible beneplácito, mientras otros sectores optaron por
cierta resignación expectante, actitud que excluyó claramente oposiciones
cerriles e intentos golpistas. El camino de la confrontación abierta ya
fue probado contra Chávez, con el resultado de los repetidos fracasos del golpe,
el paro petrolero, la guarimba y el referéndum constitucional. Nada
justificaba su repetición por parte de las estructuras de poder del Cono Sur,
atentas tanto a aquella fallida experiencia como a la casi ilimitada carga de
moderación que arrastraban las izquierdas locales a la<BR>hora de acceder al
gobierno. Los más lúcidos dentro de ellas comenzaron a vislumbrar una
posibilidad de renovación de estructuras institucionales que crujían al borde de
una crisis terminal.<BR><BR>La trayectoria reciente de ambos países viene
colmando con creces las esperanzas de los poderosos. Sus gobiernos han sido
siempre cuidadosos de parecerse lo menos posible al de Venezuela, donde Chávez
se 'coló' inesperadamente en los intersticios dejados por una crisis muy
profunda del sistema de partidos, y accedió a la presidencia sin recorrer los
pasos que convirtieron en 'elegibles' a las izquierdas uruguayas y brasileñas.
Se vuelve aplicable a estos confines sudamericanos lo que Istvan Meszaros
escribió pensando en Gran Bretaña y el laborismo: 'Difícilmente el capital
encontraría un arreglo más conveniente que aquel en que el partido de las masas
trabajadoras está en el gobierno en cuanto el propio capital permanece, mejor
atrincherado que nunca, en el poder.'<BR><BR>Algunas voces se han alzado a
profetizar la inexorable convergencia de la experiencia boliviana con la
protagonizada por los gobiernos de Lula y Tabaré Vásquez. Nada está tan
definido, y ello debiera hacerse evidente si se acerca la mirada a los fuertes
matices existentes entre los otros casos y el boliviano. A diferencia de
sus vecinos brasileño y uruguayo, Evo Morales y el MAS no llegan al gobierno en
medio del reflujo de los movimientos sociales, sino en medio de un vasto proceso
de organización y movilización de un movimiento social que ha mostrado su fuerza
desatando vastas protestas a partir de la 'guerra del agua', y luego llegó a
derrocar dos gobiernos. El camino hacia la 'moderación' y el 'realismo'
que el MAS emprendió luego de ser derrotado en los anteriores comicios
presidenciales, y amagó reforzarse durante el interinato de Meza, se vio
sustantivamente alterado por un nuevo estallido de rebelión popular que, al
menos tácitamente, puso en tela de juicio la actitud de Morales hacia ese
gobierno, incluyendo la posición adoptada en el referendum sobre el
gas.<BR><BR>También a diferencia de Brasil y Uruguay, la coalición gobernante
boliviana sí va a necesitar tomar en cuenta a una izquierda más radical.
Un sector al que no habría que vilipendiar unilateralmente por ultraizquierdismo
o 'fundamentalismo indígena', ni desechar sus posicionamientos en bloque con
motivo de la pobreza de sus resultados electorales. También anidan allí
organizaciones populares considerables que jugarán en dirección contraria a las
presiones muy fuertes que impulsarán a Evo a adoptar el 'realismo' resignado,
ese que acepta los límites de posibilidad que fijan no una supuesta realidad
objetiva, sino el núcleo duro de los intereses de las clases
dominantes.<BR><BR>Las contradicciones sociales bolivianas son singularmente
profundas, y el margen de maniobra para 'soluciones pactadas' con el
establishment económico, social y cultural es menor que en otros países de la
región. De todos modos no hay que excluir que sectores lúcidos del
empresariado y la dirigencia política tradicional estén dispuestos a hacer
concesiones buscando la prevalencia de soluciones moderadas, que permitan que la
burguesía local y las trasnacionales sigan recogiendo ganancias; aun a costa de
concesiones parciales. Lula y Kirchner, a su vez, están propuestos como
potenciales 'factores de equilibrio' de cualquier tentativa de radicalización, o
de las malas 'influencias' que pudieran emanar del colega venezolano.<BR><BR>La
presidencia que se inicia es, en suma, un camino abierto con diferentes
direcciones posibles, y se abren al menos dos interrogantes desde los cuáles
será plausible evaluar el carácter que adopte: ¿se radicalizará la democracia
potenciando nuevos espacios de iniciativa popular y de organización autónoma que
aporten 'gobernabilidad' desde abajo? ¿se tomarán medidas efectivamente
conducentes a que el poder económico, y con él el político y el cultural no
sigan en manos de una pequeña minoría<BR>local y de socios
trasnacionales?<BR><BR>Como bien recordara Atilio Boron hace unos días, las
revoluciones no son actos únicos sino procesos sociales prolongados y
para<BR>nada lineales; y sus cimientos se construyen en parte con reformas
decididas y radicales. La reinstauración del cultivo de la coca, la
relación con las empresas que explotan el petróleo, la actitud ante los
regionalismos de signo conservador de Santa Cruz<BR>de la Sierra y Tarija, el
manejo del precio del gas, serán cuestiones fundamentales a las que el nuevo
gobierno deberá enfrentarse desde el primer día. Pero tan importante como
ellas será la construcción de espacios de poder para los movimientos populares,
los esfuerzos que se desplieguen para radicalizar la democracia, para
convertirla en base del mejoramiento integral de las condiciones de vida y la
capacidad de decisión y gestión de las mayorías populares. El camino que
se siga en todos estos campos no resultará del planeamiento de expertos y
tecnócratas, sino de una lucha social que, en forma sorda o abierta, se desatará
desde el primer día en torno a la orientación a seguir no ya por el gobierno,
sino por el conjunto de la sociedad boliviana.<BR><BR>Los medios masivos de
nuestros países ya vienen construyendo un Evo a su medida, en el que la
simpática 'chompa' a rayas y otras apelaciones a las tradiciones indias deberían
acompañar a una silenciosa adaptación del nuevo gobierno a las fronteras de
lo<BR>posible, definidas en exclusiva por las estructuras de poder regionales y
mundiales. Se va a abriendo paso una apuesta 'dialoguista', que aspira a
brindar al gobierno del MAS la oportunidad de canjear el abandono de las
descalificaciones que se le han aplicado hasta hace poco, por una aceptación de
las relaciones de poder preexistentes que limite las reformas a 'corregir' los
resultados más despiadados de su funcionamiento.<BR><BR>La activación del
'abajo' social y la escasa propensión a tolerar postergaciones y conciliaciones
de los sectores movilizados del pueblo boliviano, marcan sin embargo una
posibilidad relevante de que los impulsos radicales no sean neutralizados por
las presiones hacia la 'moderación'. La suerte no está, en absoluto,
echada. Los evidentes signos de 'realismo' al gusto dominante desplegados en la
reciente gira internacional no tienen por qué marcar una orientación tan global
como definitiva, quizás sean más una mezcla de manejo táctico ante el poder
internacional con manifestación de tensiones irresueltas dentro de la coalición
que apoya a Evo. El 'abajo' reclamará y presionará, y el MAS es un
movimiento heterogéneo, con bases activas, no un partido 'atrapa<BR>todo'
largamente entrenado en distanciarse de un electorado tan mediatizado como
pasivo.<BR><BR>Se trata por tanto de un proceso abierto, cuya suerte se jugará
en los próximos meses y años. La actitud de la izquierda sudamericana, nos
parece, no debe ser la de festejo anticipado de un 'cambio histórico' que nada
autoriza a dar por descontado. Menos aún, la de aguardar que se cumplan las
peores profecías de claudicación y retroceso, con el amargo consuelo de
denunciar una nueva 'traición', que habilite a insistir en un radicalismo
ahistórico, que no sabe de tiempos ni de relaciones de fuerzas. Que primen los
impulsos anticapitalistas o que se despliegue la creencia ilusoria en el
"capitalismo andino" será algo que definirán, sobre todo, las luchas.
Queda la posibilidad de una apuesta, comprometida con las realidades cotidianas,
activa sin dejar de ser critica, al inicio de un tiempo nuevo, cuya clave no se
halla en los sillones presidenciales, sino en el aliento vigilante de las
multitudes rebeldes.</DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el
boletín es de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los
artículos firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de
Prensa. Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><FONT
color=#000080>germain@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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